El romancero español: conferencias dadas en la Columbia university de New York los días 5 y 7 de abril de 1909, Tema 78

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Hispanic Society of America, 1910 - 129 páginas
 

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Página 12 - Rey don Sancho, rey don Sancho, no digas que no te aviso, que de dentro de Zamora un alevoso ha salido; llámase Vellido Dolfos, hijo de Dolfos Vellido; cuatro traiciones ha hecho, y con ésta serán cinco. Si gran traidor fue el padre, mayor traidor es el hijo.
Página 22 - Darvos he unas encomiendas, bien pagadas vos serán : caballero, si a Francia ides por Gaiferos preguntad ; decilde que la su esposa se le envía á encomendar, que ya me parece tiempo que la debía sacar.
Página 13 - Gritos dan en el real: — ¡A don Sancho han mal herido! — Muerto le ha Vellido Dolfos, ¡gran traición ha cometido! Desque le tuviera muerto, metióse -por un postigo; por las calles de Zamora va dando voces y gritos: — Tiempo era, doña Urraca, de cumplir lo prometido.
Página 10 - Los oyentes de una larga recitación épica se encariñaban con algún episodio más feliz, haciéndolo repetir a fuerza de aplausos, y luego que el juglar acababa su largo canto, se dispersaban llevando en su memoria aquellos versos repetidos, que luego ellos propagaban por todas partes. Pues bien, esos breves fragmentos, desgajados de un antiguo cantar de gesta y hechos así famosos y populares, son, ni más ni menos, los romances más viejos que existen.
Página 64 - Mediodía era por filo que rapar podía la barba, cuando, después de mascar, el Cid sosiega la panza ; La gorra sobre los ojos y floja la martingala boquiabierto y cabizbajo, roncando como una vaca. Guárdale el sueño Bermudo y sus dos yernos le guardan, apartándole las moscas del pescuezo y de la cara.
Página 22 - Juro por Dios poderoso, por Santa María su Madre, y al santo Sacramento que aquí suelen celebrar, de nunca peinar mis canas ni las mis barbas cortar; de no vestir otras ropas, ni renovar mi calzar; de no entrar en poblado, ni las armas me quitar, sino fuere una hora para mi cuerpo limpiar; de no comer a manteles, ni a mesa me asentar, fasta matar a Carioto por justicia o pelear...
Página 26 - Las que sabedes de amores consejo me queráis dar; las que de amor non sabedes tengádesme poridad: que amores del conde Ayuelos no me dejan reposar. — Allí hablara una vieja, vieja es de antigua edad: — Mientras sois moza, mi fija, placer vos querades dar; que si esperáis a vejez, no vos querrá un rapaz.— Desque esto oyó Melisenda, empezó de caminar, vase para los palacios donde el conde ha de hallar; a sombra va de tejados que no la conozca nadie. Encontró con Fernandinos, el alguacil...
Página 114 - Alfonsito, dónde vas, triste de ti? -Voy en busca de Mercedes que ayer tarde no la vi. -Merceditas ya se ha muerto, muerta está, que yo la vi, cuatro condes la llevaban por las calles de Madrid. Al Escorial la llevaban y la enterraron allí, en una caja forrada de cristal y de marfil. El paño que la cubría era azul y carmesí con bordones de oro y plata y claveles más de mil.
Página 28 - Mi cuerpo tengo tan blanco como un fino cristal; mis dientes tan menudicos, menudos como la sal; mi boca tan colorada como un fino coral. — Allí fablara el buen conde, tal respuesta le fue a dar: — Juramento tengo hecho y en un libro misal, que mujer que a mí demande nunca mi cuerpo negalle, si no era a la Melisenda, la hija del emperante.
Página 25 - Todas las gentes dormían en las que Dios tiene parte, mas no duerme Melisenda, la hija del Emperante; que amores del conde Airuelo no la dejan reposar. Salto diera de la cama como la parió su madre, vistiérase una alcandora no hallando su brial; vase para los palacios donde sus damas están; dando palmadas en ellas las empezó de llamar: —"Si...

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