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261320

Órgano del Instituto Historico del Perú

DIRECTOR

CARLOS ALBERTO ROMERO

Director de la Biblioteca Nacional, miembro de número y fundador del Instituto
Histórico del Perú, miembro correspondiente de la Real Academia de la Historia
de Madrid, de la Academia Nacional de Historia de Quito, de la Junta de Historia
y Numismática Americana de Buenos Aires,

de la Société des Américanistes de París, de la Sociedade de Geographia de Rio
de Janeiro, del Ateneo Hispano-Americano de Buenos Aires,

de la Junta de Historia Nacional de Montevideo, miembro activo de la
Sociedad Geográfica y del Ateneo de Lima, etc., etc.

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El Instituto Histórico no es responsable de las opiniones vertidas por los autores de los trabajos publicados en su Revista.

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La organización judicial en el Imperio de los
Incas

(Contribución a la historia del Derecho Peruano)

En el proceso de los factores que seriados realizan la constitución de las culturas, caben diferenciaciones innúmeras. Los evolucionistas acertaron en ese análisis de la morfología social, descubriendo los elementos constitutivos de ese congregado, consustancial con el grupo humano, y cuya ontogenia, a través de la vida colectiva, constituye la historia integral de una cultura. Factores genético, económico, jurídico, militar, político, moral, religioso, artístico y científico, coexisten en asombrosa homogeneidad en el agregado familiar y se desenvuelven diferenciando sus funciones y creando sus órganos, en la trayectoria de los siglos, que hacen la edad de una cultura. No caben excepciones en estos procesos, y en ninguna cultura de las conocidas se perturba esa seriación, ostentándose con un rigor acabado en aquellas que se han desenvuelto ajenas a influencias extrañas, por lo menos en la mayor porción de su trayectoria, como en la cultura egipcia o china del Viejo Mundo, y como en la cultura peruano-incaica de nuestra América austral.

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v. 9

La morfología del Imperio incaico ofrece así una comprobación de la génesis cultural que patentizó Asturaro. (1) El aillo, o primer germen del agregado social desarrolla, diferencia y concreta, sucesivamente, funciones y órganos familiares, sociales y estatales; y si no presenta su integral evolución, ello es debido al estancamiento que ésta sufrió con la conquista española, que sustituyó a la aborigen cultura, con una morfología más adelantada y perfecta, cuya adecuación a las formas autóctonas se hizo difícil, no sólo por sus naturales diferencias sino por la displicencia, menosprecio y hasta odiosidad con que dichas formas fueron miradas por los dominadores. Que mucho hubo de aprovechable en las antiguas estructuras político-sociales incaicas, lo demuestra la colonización intentada por Toledo, así como su obra legislativa, de heteróclita construcción, donde se muestran mal ensamblados los bloques graníticos de la estructura del Imperio del Sol, en que, como en los templos de Grecia, lo más sobresaliente era la correlación de sus elementos y la armonía de su conjunto.

Antes de los incas existió, como elemento básico de la constitución social, el aillo; en sus orígenes esta forma de agrupación no pudo tener otra base de cohesión sino el parentesco estrecho y reconocido de la maternidad; las detivaciones adventicias del mismo tronco materno dieron origen a una progenie de miembros afines, que, unidos para su defensa y conservación, se desarrollaron en una promiscuidad aceptada hasta constituir un núcleo familiar, cuyos miembros, habiendo perdido la noción de afinidad consanguínea a efecto del hetairismo, se coligaron por el reconocimiento de una agnación o parentesco de grupo. En el grupo, los individuos se reconocieron como partes de un todo orgánico a cuya integridad, cohesión y defensa debían contribuir; semejante conciencia de la especie impuso en el fenómeno genético la endogamia; en el económico, la coope

y III.

(1) Asturaro, Materialismo histórico y Sociología general, C. II,

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