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tuna, si de tal como tu habia de ser reprehendido, y fué para él su lanza baxa, y Amadis así mismo. Arcalaus, lo hirió en el escudo, y fué la lanza en piezas ́y juntáronse los caballos y ellos uno con otro tan bravamente que cayéron á sendas partes. Mas luego fuéron en pie como aquellos que muy vivos y esforzados eran y hiriéronse con las espadas de tal guisa que fué entre ellos una tan cruel y brava batalla que ninguno lo podria creer sino la viese, que duró mucho por ser ambos de tan gran fuerza y ardimiento. Pero Arcalaus se tiró á fuera, y dixo: caballero tu estas en aventura de muerte, y no sé quien eres, díme lo porque lo sepa, que yo mas pienso en te matar que en vencer. Mi muerte, dixo Amadis está en la voluntad de Dios, á quien yo temo, y la tuya en la del diablo que es ya enojado de te sostener, y quiere que el cuerpo, á quien tantos vicios malos ha dado con el aina perezca. Y pues deseas saber quien yo soy, digo te que he nombre Amadis de Gaula, y soy caballero de la reyna Briseǹa, y ahora pugnad de dar cima á la batalla que vos no dexaré mas holgar. Arcalaus tomó su escudo, y su espada, y hiriéronse ambos de muy fiertes y duros golpes así que la plaza era sembrada de los pedazos de sus escudos y de las mallas de las armas; y siendo ya la hora de tercia que Arcalaus habia perdido mucho de su fuerza, fué á dar un golpe por cima del yelmó á Amadis, y no pudiendo tener la espada, salióle de la mano y cayó en tierra, y como la quiso tomar, pujóle Amadis tan recio que le hizo dar con las manos en el suelo, y como se levantó dióle con la espada un tal golpe por cima del yelmo, que le atordeció. Quando Arcalaus se vió en aventura de muerte, comenzó de huir contra un palacio donde saliera, y Amadis en pos dél, y ambos entráron en el palacio. Mas Arcalaus sé acogió una cámara, y á la puerta della estaba una dueña que miraba como se combatian. Arcalaus des que en la cámara fué tomó una espada y dixo contra Amadis: ahora entra y combate te conmigo. Mas combatamonos en este palacio *) que es mayor, dixo Amadis. No quiero, dixo Arcalaus. Como, dixo Amadis, ende te crees amparar? y poniendo el escudo ante sí

*) Una sala comun, en donde no se pone cosa alguna que em. barace el trato y comercio.

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entró con él, y alzando la espada por lo herir perdió la fuerza de todos los miembros y el sentido, y cayó en tierra tal como muerto. Arcalaus dixo: no quiero que murais de otra muerte sino desta, y dixo á la dueña, que los miraba: paréceos, amiga, que me vengaré bien deste caballero? paréceme, dixo ella, que vos vengaréis à vuestra voluntad; y luego desarmó á Amadis, que no sabia de sí parte, y armóse él de aquellas armas y dixo a la dueña: este caballero no le mueva de aquí ninguno por quanto vos amades, y así lo dexad hasta que el alma le sea salida, y salió así armado al corral y todas cuidáron que lo matára y la dueña que de la carcel saliera hacia gran duelo, mas en él de 'Gandalin no es de hablar. Y Arcalaus dixo: dueña, buscad otro que de aquí os saque que él que vistes desempachado es. Quando por Gandalin fué esto oido, cayó en tierra tal como muerto. Arcalaus tomó la dueña y dixo: : venid conmigo y veréis como muere aquel mal aventurado que conmigo se combatió, y llevándola donde Amadis estaba le dixo: que vos parece, dueña? Ella comenzó agramente á llorar Ꭹ dixo: ay buen caballero, quanto dolor y tristeza será á muchos buenos la tu muerte. Arcalaus dixo á la otra dueña, que era su muger: amiga des que este caballero sea muerto haced tomar esa dueña á la carcel donde él la sacó, é yo me iré á casa del rey Lisuarte y diré allá como me combatí con este, que de su voluntad y la mia fué acordado de tomar esta batalla con tal condicion, que el vencedor tajase al otro la cabeza y lo fuese decir á aquella corte dentro, de quince dias. Y desta manera

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ninguno terná razon de me demandar esta muerte, yo quedaré con la mayor gloria y alteza, en las armas que haya caballero en todo el mundo en haber vencido á este que par no tenia, y tornándose al corral hizo poner en la carcel escura á Gandalin y al enano. dalin quisiera que lo matara íbalo llamando traydor, que mataste al mas leal caballero que nunca nació. Mas Arcalaus lo mandó llevar á sus hombres rastrando por la pierna, diciendo: si le matase no te daria pena; allá dentro la habrás muy mayor que la misma muerte, y cabalgando en el caballo de Amadis, llevando consigo tres escuderos, se metió en el camino donde el rey Lisuarté era.

Capitulo XIX

De como Amadis fué encantado por Arcalaus, por que él quiso sacar de prision à la duena Grindalaya y a otros, y como escapó de los encantamentos que Arcalaus le habia hecho..

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Grindalaya, que así habia nombre la dueña presa, ha

cia muy gran duelo sobre Amadis, que lastima era de la oir, diciendo á la muger de Arcalaus y á las otras. dueñas que con ella estaban; ay mis señoras, no mirais que hermosura de caballero, y en que tan tierna edad era uno de los mejores caballeros del mundo? mal hayan aquellos que de encantamentos saben que tanto mal Ꭹ daño á los buenos pueden hacer; o Dios mio, que tal quieres sufrir? La muger de Arcalaus que tanto como su marido era sujuzgado á la crueza y à la maldad, tanto lo era ella á la virtud y piedad, y pesábale muy de corazon de lo que su marido hacia y siempre en sus oraciones rogaba a Dios que lo emendase, consolaba la dueña quanto podia, y estando así entráron por la puerta del palacio dos doncellas y traian en las manos muchas candelas encendidas, y pusiéron dellas. á los cantos de la cámara donde Amadis yacia. Las dueñas que allí eran no las pudiéron hablar ni mudarse de donde estaban, y la una de las doncellas sacó un libro de una arquita que so el sobaco traia y comenzó á leer por él, y respondia le una voz algunas veces, y leyendo desta guisa una pieza al cabo respondiéron le muchas voces yuntas dentro en la cámara, que mas parecian de ciento. Entónces viéron como salia por el suelo de la cámara rodando un libro como que viento lo llevase y paró á los pies de la doncella y ella lo tomó y partiólo en quatro partes y fué las quemar en los cantos de la cámara, donde las candelas, ardian y tornose donde Amadis estaba, Ꭹ tomándolo por la diestra mano le dixo: señor, levantad vos que mucha yaceis cuitado. Amadis se levantó y dixo: Santa Maria, qué fué esto que por poco fuera muerto. Cierto, señor, dixo la doncella, tal hombre como vos no debia así morir, que ante querrá Dios que á vuestra mano mueran otros que mejor lo merecen; y tornáronse ambas las doncellas por donde vinieran, sin mas decir. Amadis preguntó por Arcalaus que se hiciera, y Grin

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dalaya le contó como fuera encantado y todo lo que Arcalaus dixera y como era ido armado de sus armas y en su caballo á la corte del rey Lisuarte á decir como le matara. Amadis dixo: yo bien sentí quando me él desarmó, mas, todo me parecia como en sueños Y luego se tornó á la cámara y armóse de las armas de Arcalaus y salió del palacio, y preguntó que hicieran á Gandalin y al enano. Grindalaya le dixo, que los metieran en la carcel. Amadis dixo á la muger de Arcalaus: guardadme esta dueña como vuestra cabeza hasta que yo torne. Entónces baxó por la escalera y salió al corral. Quando los hombres de Arcalaus así armado lo viéron, huyeron y esparciéronse á todas partes, y él se fué luego á la carcel y entró en el palacio donde los hombres matara, y de allí Hegó á la prision en que estaban los présos, y el lugar era muy estrecho y los presos muchos y habia mas en largo de cien brazadas, y en ancho una y media, y era así escuro como adonde claredad ni ayre podia entrar y eran tantos que ya no cabian. Amadis entró por la puerta y llamó á Gandalin, mas él estaba como muerto, y quando oyó su voz estremecióse y no cuidó que era el que por muerto lo tenia, y pensaba que él estaba encantado. Amadis se aquejó mas y dixo: Gandalin donde eres? ay Dios, que mal haces en me no responder, y dixo contra los otros: decidme por Dios, si es vivo el escudero que acá metiéron. El enano que esto oyó conoció que era Amadis y dixo: Señor, acá yacemos y vivos somos aunque mucho la muerte hemos deseado. El fué muy alegre en lo oir y tomó candelas que cabe la lámpara del palacio estaban, y encendiéndolas tornó á la carcel y vió donde Gandalin y el enano eran, y dixo: dalin sal fuera y tras tí todos, quantos aquí están que no quede niuguno, y todos decian: ay buen caballero, dios te dé buen galardon porque nos acorriste. Entónces sacó de la cadena á Gandalin que era el postrero y tras el al enano y á todos los otros que allí estaban cautivos que fuéron ciento y quince, y los treinta caballos y todos iban tras Amadis á salir afuera de la cueva diciendo: Ay caballero bienaventurado, que así salió nuestro Salvador Jesu Christo de los infiernos quandó sacó sus servidores. El te dé las gracias de la merced que nos haces. Así saliéron todos al corral, donde viendo el sol y el cielo se hincáron de rodillas las ma

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nos altas dando muchas gracias a Dios, que tal esfuerza diera á aquel caballero para los sacar de lugar tan cruel y tan esquivo. Amadis los miraba habiendo muy grande duelo de los ver tan mal trechos, que mas parecian en sus semblantes muertos que vivos, y vió entre ellos uno asaz grande y bien hecho aunque la probreza lo desemejase. Este vino contra Amadis y dixo: Señor caballero, quien dirémos que nos libró desta cruel carcel y tenebregura espantósa? Señor, dixo Amadis, yo vos lo diré de muy buen grado; sabed que he nombre Amadis de Gaula, bijo del rey Perion, y soy de la casa del rey Lisuarte y caballero de la regna Brisena su muger, y viniendo en busca de un caballero, me traxo aquí un enano por un don que le prometí. Pues yo, dixo el caballero, de su casa soy, y muy conocido del rey y de los suyos, donde me ví con mas honra que ahora estoy. De su casa sois, dixo Amadis? sí, soy

cierto, dixo el caballero, y de allí salí quando fuí puesto en esta mala ventura donde me sacastes. Y como habeis nombre, dixo Amadis? Brandoivas, dixo él. Quando Amadis lo oyó hobo con él muy gran placer y fué lo abrazar, y dixo: á Dios merced, por quererme dar lugar que de tan cruda pena os sacase, que muchas veces al rey Lisuarte oí hablar de vos y á todos los de la corte en tanto que yo allí estuve, loando vuestras virtudes y caballerías, y habiendo gran sentimiento en nunca saber nuevas de vuestra vida. Así que todos los presos fuéron ante Amadis y dixéronle: señor, aquí somos en la vuestra merced qué nos mandais hacer? que de grado lo hávémos, pues que tanta razon para ello hay. Amigos, dixo él, que cada uno se vaya donde le mas agradare y mas provecho sea. Señor, dixéron ellos, aunque vos no nos conozcais ni sepais de que tierra somos, todos os conocemos para vos servir y quando fuere sazon de os ayudar no esperarémos vuestro mandado, que sin él acudirémos donde quiera que seais. Con esto se fuéron cada uno su via quanto mas pudiéron que bien menester lo habian. Amadis tomó consigo á Brandoivas y dos escuderos suyos que allí presos fuéron y fuése dende á la muger de Arcalaus que con otras mugeres estaba, y halló con ella á Grindalaya, y dixo: Dueña por vos y por estas vuestras mugeres dexo de quemar este castillo, que la gran maldad de vuestro marido me daba á ello causa,

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