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Cap. XI.

De la sagacidad que ha de tener el cortesano en el servir à las damas, y en el contentar á los porteros,

Guárdese el buen cortesano de ir á importunar la justicia sobre cosa que sea injusta: porque si se la niega, volverá con afrenta; y si se la concede, con conciencia. En pleytos y debates que haya entre los eclesiasticos, por ninguna manera se entremeta en ellos: porque en el punto de la justicia son muy delicados; y en la determinacion muy escrupulosos. Muchas torres habia en Hierusalem, á do el demonio pudiera llevar á Christo á derrocar: mas no quiso, sino al pinaculo del templo llevarle á despeñar: de lo qual se infiere, que mas quiere el demonio un pecado que toque á la iglesia, que diez cometidos en el mundo. Quando al cortesano no le fuere muy nota la justicia, no cure en el rogar encargar su conciencia: es a saber hablando al juez una palabra, ó escribiéndole una carta: porque á las veces en mas tiene el juez una carta del privado, que no el texto del derecho. De tal manera escribid, señor, las cartas de favor que os pidieren, que por ellas conozca el juez, que rogado rogais, y no, que aficionado escribis: porque de otra manera, lo que se le escribe por cumplir, pensará que es para que de hecho lo haya de hacer. La advertencia y templanza que ha de tener el principe en lo que manda, ha de tener el privado á lo que ruega: porque á las veces con mas prontitud se hace lo que el privado ruega, que no lo que el principe man

da.

Así mesmo quando el cortesano topáre en la calle con algun caballero, vayase con el hasta su posada: y si porfiáre que os hayais de volver, porfiad vos con el de le acompañar: por manera, que lo que os lleváre en renta, le excedais vos en crianza. Este acompañamiento se entiende, quando va algun caballero ruando de proposito, y no quando va solo y ahorrado: que en tal caso debésele todavia convidar, mas no porfiar á querer con él ir, porque de otra manera, mas le ternian por pesado, que por bien criado. Quando el cortesano fuere acompañando á algun gran señor por la corte, no cure de mirar pundonores con otros cortesanos, para si ha de ir mas adelante, ó mas atras que no ellos;

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porque á sentirlo el señor que va acompañando, podrià ser que lo que habia de recibir en servicio, tomase por ofensa. Muy poco sabe que cosa es honra, él que en semejantes vanidades y liviandades la busca: porque el cortesano cuerdo y curioso, no ha de buscar el buen lugar entre los que van cabalgando, sino entre los que están cabe el rey privando. Al tiempo que el tal señor llegáre á palacio, apeaos vos antes que él se apee: y al tiempo que saliere de palacio, cabalgue antes que vos cabalgueis; porque desta manera, podeis os hallar cabe él quando se apea, y despues ayudarle quando cabalga. Si al tiempo de entrar por alguna puerta, descuidaren los criados del señor de alzar el antepuerta, debe el solicito cortesano arremeter á alzarla: porque en palacio tanto vale á las veces señalarse uno en la crianza, como fuera de palacio señalarse otro en guerra. Ya que se determinó el cortesano acompañar á algun gran señor hasta palacio, es ley de corte que le torne a acompañar hasta su aposento: porque haciéndolo así, mucho mas agradecerá el señor el aguardarle, que no el acompañarle. Si algun su igual, y aunque sea algo menor viniere á háblar al cortesano, primor de crianza que hasta que se ponga la gorra, no le debe dexar decir palabras: porque es tan gran preeminencia hablar uno con otro la gorra quitada, que no se sufre sino entre rey y vasallo, y señor y siervo. Debe el buen cortesano hablar á quien le habláre, hacer reverencia á quien se la hiciere, y quitar la gorra á quien se la quitare: y esto ha de ser sin tener respe to á que el otro sea su amigo, ó enemigo: porque en caso de crianza, á ninguno ha de tener por tan enemigo, para que la enemistad le desobligue á ser bien criado. Mas es de plebeyos que de caballeros, querer mostrar su enemistad que tiene en su corazon, quitar o no quitar de la gorra: sino en el tomar y arrojar de la lanza. Quando en la iglesia, ó en palacio, ó en la capilla real estuvieredes asentado, y sobreviniere algun caballero, levantaos luego y convidadle con vuestro asiento: y si por caso no hubiere para él otro lugar, y el vuestro no quisiere tomar, aloménos porfiad á partir con él la silla; porque él parta con vos el co

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Si los que estuvieren cabe vos asentados comenzaren á hablar muy paso, levantaos, o apartaos dellos un poco: porque en palacio tienen por muy gráa falta de

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☛rianzą, ose ninguno estar escuchando, lo que éstan otros en secreto hablando.

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Debe el cortesano tomar amistad con los porteros de cadena, porque dexen entrar en el zaguan á su mula: y lo mesmo debe hacer con los porteros de la sala, porque traten bien á su persona: y el conocimiento que ha de tomar con ellos es, dándoles entre año algana buena comida, y en la Navidad un buen aguinal-. do. El que en palacio no tiene á los porteros conocidos y aun servidos, tenga por dicho, que los de la sala le harán detener en el corredor; y los de la cadena apearse en el lodo. Con los porteros que son de cámara, ha se de haber de otra mas alta manera: saber, visitarlos y grangearlos, dándoles alguna sortija rica, , y alguna pieza de seda: y si esto hace, ellos le . meteran en la cámara, y le procurarán con el rey audiencia. A los ballesteros de maza, no se pierde nada. tenerlos conocidos, y ganados por amigos: porque muchas veces nos pueden hacer lugar, para llegar al rey á negociar. Es tan dificultoso y aun costoso hablar á los principes, que si á todos estos que habemos dicho, no tenemos ganados y servidos, ántes que á palacio va mos, darnos han con las puertas en los ojos: y tornarnos hemos á nuestras posadas corridos.

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Tomar cortesano conocimiento con las damas de palacio, mas es de voluntad que no de necesidad: aunque es verdad, que el galan que no sirve en la corte una dama, mas se lo imputarán á poquedad, que no á gravedad. El que es mancebo, y libre, y rico, honesto pasatiempo le es servir á una dama en palacio: mas el que es pobre y desfavorecido, guardese de tener amores con damas, ni conocimiento con monjas: porque el oficio de la dama es, pelar aquel que la sirve: y él de la monja pedir al que la visita. El que se ofrece á servir á una dama, ofrécese a guardar una religion muy estrecha: porque ha de estar cabe ella de rodillas, delante della en pie, tener siempre quitada la gorra, no hablar sin que ella lo mande, si le pidiere algo, dár selo, si le mostráre mal gesto sufrírselo: por manera, que en ninguna cosa se ha de ocupar, ni á su hacienda emplear, sino es en á su dama servir. Al cortesano que es casado, no le es licito á ninguna dama conocer, ni tan poco es á ella honesto dexarse de ningun casado servir: porque los tales amores, mas son para que él burle della, y ella coheche algo dél. Guardese el

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cortesano de alguna dama servir, con la qual buenamente no se puede casar: porque muy gran lástima, y nó pequeña afrenta le seria que habiéndole á él costado tanto la huerta, delante de sus ojos comiese otro la fruta. Si la dama á quien servia era en sangre generosa, en rostro hermosa, en condicion mansa, en la conversacion graciosa, y en el traje aseada; téngase por dicho, que nunca del corazon le saldrá aquella lástima: mayormente si de todo corazon la servia. Mucha diferencia va de perder lo que tenemos, á perder lo que amamos: porque el corazon si pierde lo que tiene, pésale; mas si pierde lo que ama, llóralo. Guárdese el curioso cortesano, y cosa que su dama le haya dicho, ó entre él y ella ha pasado, no ose á nadie descubrir: porque tienen de condicion las mugeres, que de cosa que ellas bagan no se ha de saber; y el secreto que dellas se fia no lo saben encubrir. Entre las damas y los galanes está cápitulado, que quando ella fuere fuera, la haya de acompañar; si de camino comprare algo, háselo de pagar; si volviere á la posada de noche ha le con hachas de servir; quando se mudare la corte débele el plato hacer; si alguno la injuriare, á él conviene sus injurias vengar; si cayere mala, mil regalos le ha de hacer; si pusieren cartel de justa, conviene entre los primeros firmar: por manera, que ninguna cosa ha de dexar de hacer por ella por temor de la vida: aun por falta de hacienda. Con verdad luego podremos decir, que se mete en religion muy estrecha él que se obliga á servir una dama. Ya que el buen còrtesano se dió por servidor de una dama, guárdese mucho y no tome pendencias con otra: porque si lo hace, entre ellas nacera gran discordia; y á sí mismo porná en muy gran confusion. Propiedad es de mugeres que para aborrecer á uno se juntan ciento; mas para amarle, no se compadecerán dos.

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Debe así mismo el buen cortesano trabajar de hallarse las mas veces que pudiere al comer y al vestir del rey, lo uno porque se lo terná en servicio, y lo otro porque habrá disposicion para hablar en algun negocio. Quando se vistiere ó comiere el rey, guárdese el cortesano de llegar á la mesa que come, ni de topar en la ropa que viste: porque ninguno ha de ser osadó tocar en las ropas reales sino es el camarero: ni á los manjares que come, sino el maestresala.

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Si á la hora del comer, ó à la hora del vestir se hallaren truhanes, y dixeren algunas burlas, guardaos de dar delante del rey grandes risadas: porque al principe tanto le agradará la gravedad vuestra, como la liviandad suya. A los truhanes ni los debe de tener el honesto cortesano por amigos, ni aun por enemigos, porque para tomarlos por amigos son inhonestos, y pa

ra

tenerlos por enemigos son muy boquirotos. No cure el buen cortesano de atravesarse con los trubanes y chocarreros: porque muchas veces vemos, que no nos aprovecha tanto la amistad de un cuerdo, quanto nos daña la enemistad de un loco. Si les quisiere dar algo, sea de manera, que á ellos atape la boca, él no dañe á su conciencia, porque el caballero que se precia mas de Christiano que de cortesano, otro tanto debe dar á los pobres porque rueguen a dios por él, quanto da á los truhanes porque digan ante el rey bien dél.

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y

Quando el rey estornudare, quitad luego la gorra, y haced una profunda reverencia: y guardaos de decir á voces, Dios te ayude: porque el hacer de la mesura es primor de cortesano: y el decir, diós te ayude, es costumbre de plebeyo. Si por caso en la ropa que lleva el principe estuviere algun pelo, ó pulga, ó chinche, ó otra cosa que sea sucia y no ponzoñosa, quitese la su cainarero y no ningun cortesano: porque a los principes ninguno ha de ser osado á los tocar, sino es en caso de los defender. Quando el rey come, cure el cortesano de entrar en la cocina, ni ménos de arrimarse al aparador: porque ya podrá ser, que él se allegase allí no mas de por ver, y otros á otra cosa con malicia la quisiesen juzgar.

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Si el principe fuere amigo de cetrería, debe el buen cortesano tener buenos halcones: y si fuere inclinado á montería, proveerse de buenos lebreles: y quando fuere con él á cazar ó á montear, de tal manera le sirva en aquella jornada, que para el rey busque caza, y para sí cace privanza. Andando en la furia de la montería, suelen los principes perderse corriendo empos de alguna bestia: y en tal caso debe el buen cortesano tener ojo, mas á seguir al rey que no a correr la caza: porque mejor caza es para él caer él con el rey solo, que no caer el rey con el venado. Puede tambien acontecer, que yendo el rey corriendo por las preñas de la montaña tropezase su caballo, y diese con el en el suelo y en caso tan desastrado no le seria dañoso hallarse

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