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allí el buen cortesano: porque podria ser que de caer el rey, viniese él á se levantar. Suelen los que van á caza ser en el comer muy desordenados, y en el beber muy destemplados, y aun en dar voces muy atrevidos: las quales cosas no debe hacer el cortesano cuerdo y grave: porque aquellos deshonestos regocijos mas para hombres viciosos que quieren holgar, que no para cortesano que quiere privar,

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son

De los grandes trabajos que padece el cortesano que trae pleyto, y de la manera que ha de tener con los jueces.

En las cortes de los principes hay un género de corte

sanos, los quales no son de los que siguen el palacio, mas son de los que pleytean en el consejo y estos tanta necesidad tienen de ser aconsejados como remediados, y remediados como aconsejados: porque todos los que traen en aventura la hacienda, traen tambien en tormento la vida. Querer hablar en materia de pleytos, no es cosa para escribirse con tinta negra, sino con sangre viva: porque si cada pleyteante padeciese por la santa fe catholica lo que padece pleyteando por su hacienda; tantos martires habria en la cancillería de Valladolid y Granada,

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no hubo en los tiempos pasados en Roma. Para mí, yo por grave género de martirio tengo, tener paciencia en un pleyto largo. A buen seguro podrémos jurar, que hubo en la primitiva iglesia muchos martires; los quales no sintiéron tanto quitarles la vida, quanto siente hoy un hombre de bien verse despojar de su hacienda.

Enojoso y costoso es el pleytear, mas al fin destas dos cosas, sin comparacion siente mas un hombre cuerdo los enojos que cobra, que no los dineros que gasta. A mi parecer no es otra cosa querer tomar pleyto, sino dar al carazon que sospire, á los ojos que lloren, á los pies que anden, á la lengua que se queje, á las manos que gasten, á los amigos que rueguen, á los criados que soliciten, y al cuerpo que trabaje. El que no sabe que cosa es pleyto, sepa, que las condiciones del pleyto son: de rico tornar pobre, de alegre, triste, de libre, siervo, de natural, extraño, de generoso, apocado, de pacifico, in

quieto, de inquieto, aborrido; y de aborrido desesperado. Como no ha de estar desesperado el triste pleyteante, viendo que el juez le muestra mala cara, le piden injustamente su hacienda, ha tanto tiempo que está fuera de su casa, no sabe si darán por él ó contra él séntencia y sobre todo que no tiene ya blanca en la bolsa? Cada trabajo destos abasta para á un hombre acabar; quanto mas para le hacer desesperar? Son tantos y tan varios los sucesos que hay en los pieytos, que a las veces ni abasta cordura para guiarlos, ni aun hacienda para acabarlos. Osarémos con verdad decir, que son entre sí las leyes tan confusas, y los juicios de los hombres para entenderlas tan ofuscados, que no hay hoy en el mundo pleyto tan claro, que no haya una ley para hacerle dudoso: y por eso el bien ó el mal del pleyteante está, no tanto en la justicia que tiene, quanto en la ley que para sentenciar el juez elije. Bien es que el pleyteante piense que tiene justicia; mas lo principal de su pleyto es, que desee el juez que la tenga: porque el juez que desea que yo tenga justicia, buscará leyes por do me la haga. Es el pleytear una ciencia tan profunda, que ni Socrates á los Athenienses, ni Solon á los Griegos, ni Numa Pompilio á los Romanos, ni Prometeo á los Egipcios, ni Ligurguio á los Lacedemones, ni Platon á los discipulos, ni Apolonio á los Memficos vates, ni Hiarchas a los Indos, nunca la supiéron enseñar: ni aun la halláron para en los libros de sus repúblicas la escribir. La causa porque no la halláron estos varones tan ilustres la arte del pleytear, fué, porque es esta ciencia, que no se aprende estudiando en diversos libros, ni andando por diversos reynos, ordenando grandes procesos, y gastando infinitos dineros. Felices y bien aventurados fuéron aquellos siglos, en los quales no alcanzáron ni supiéron que cosa pleytos: porque á la verdad, dende aquel tiempo se comenzó el mundo á perder, dende el qual comenzáron los hombres á saber pleytear. Decia el divino Platon, que en la república donde había muchos médicos, señal que habia muchos viciosos: y por semejante podemos decir, que en la ciudad do hay muchos pleytos, es indicio que hay muchos hombres malos. Sola aquella se puede llamar bienaventurada república, en la qual están ociosos, y no tienen que hacer en ella los ministros de jnsticia: y á la verdad quandoquiera que vierémos á los jueces muy embarazados, y á los médicos muy ocupa

sino

era

era

mas

dos; señal es que hay en el pueblo poca salud, y aun poca paz. Tornando pues á los trabajos de los pleyteantes digo, que los discípulos del filósofo Socrates no eran obligados á callar en Athenas sino dos años: . los tristes pleyteantes han de callar diez años, si diez años les turan los pleytos: porque dado caso que el juez le hace algun notable agravio, ha de decir que es lo mejor hecho del mundo. Si por malos de sus pecados el pleyteánte no quisiere este consejo tomar, téngase por dicho, que luego sele conocerá al juez en la cara, y despues selo dará á sentir en la sentencia. Dicen que los pleyteantes son muy pecadores; yo digo que son unos santos: porque de siete pecados mortales, de solos tres se pueden acusar: que en los otros quatro, no los dexan, aunque quieren, pecar. Como ha de pecar el pleyteante en el pecado de la soberbia; pues siempre anda abatido y corrido de casa en casa? Como ha de pecar el pleyteante en el pecado de la avaricia, pues no le ha quedado un real para proveer su casa, ni para gastar en la cancillería? Como ha de pecar en el pecado de la acidia y pereza, pues toda la noche no la emplea sino en sospirar, y todo el dia no se ocupa, sino en trotar y negociar? Como ha de pecar el pleyteante en el pecado de la gula: pues ya se contentaria el triste con tener no mas de para comer: sin dexasen para almorzar ni merendar, ni aun para banquetear? En lo mas que pecan los pleyteantes es, el pecado de la ira; que á la verdad no hay pleyteante que tenga paciencia; no nos habemos de espantar, ni maravillar, porque si á cabo de medio año le sucede una cosa que le dé placer, cada semana le sobrevienen tres ó quatro que le hacen desesperar. Pecan así mesmo los pleyteantes en el pecado de la envidia, que á la verdad no hay hombre que traiga pleyto, que no sea envidioso porque ve el triste del pleyteante que despachan al que no ha sino dos meses que vino: y no despachan el suyo que ha dos años que pleytea. Pecan así mesmo los pleyteantes en el pecado de la murmuracion: porque no hacen sino quejarse de la parcialidad del juez, de la tibieza del relator, del descuido del letrado, de la negligencia del procurador, de los derechos del escribano, del desabrimiento de los porteros, y de la presuncion de los recetores: por manera, que son muy propinquos parientes, el pleytear y el murmurar. Fuéron los Egipcios heridos con diez plagas,

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son los miseros pleyteantes lastimados con diez mil: y la diferencia que va de las unas plagas á las otras es, que las de Egipto, fuéron dadas por la providencia divina: mas las de los pleyteantes, inventó las la malicia humana. No inmerito deci.nos, que es invencion humana y no divina el pleytear: porque poner la acusacion, dar traslado á la parte, alegar excepciones, negar la demanda, recibir á prueba, tachar testigos, concertar el proceso, ponerlo en relacion, retener la causa, alegar de bien provado, recusar al juez, suplicar en revista, y apelar con mil y quinientas doblas, cosas son estas y otras semejantes, que ni las manda dios en el testamento viejo, ni Christo, nuestro redentor, en el Evangelio. Las plagas de Egipto aunque fuéron en perjuicio del señorío de los Egipcios, fuéron en provecho de la libertad de los Hebreos: mas hay de los tristes pleyteantes, los quales con las plagas que sufren, dexan en las cancillerías infernadas las animas, y no llevan libertadas las haciendas. Las plagas de Egipto fuéron estas: es á saber, rios de sangre, ranas, mosquitos, ganados muertos, granizo, vexigas, langostas, tinie blas, moscas y muertes de primogenitos. Las plagas de los pleyteantes son, servir á los presidentes, sufrir á los oidores, pagar á los escribanos, halagar á sus escribientes, contentar á los letrados, andar tras los relatores, grangear á los porteros, buscar dineros prestados, andar por casas agénas y solicitar á los solicitadores. Todas estas plagas son muy fáciles de contar, y muy dificiles de sufrir: porqué despues de gustadas y sabi das, abasta para que un hombre cuerdo, quiera mas perder un pedazo de su hacienda, que no pedirla por tela de justicia. Rostro alegre, palabras y promesas 'largas tengase por dicho que no le, han de faltar, mas obras buenas por maravilla con ellas ha de topar: y por eso le es necesario al pleyteante buscar ante todas las cosas la gracia de dios para se salvar, y junto con ella la del presidente para pleytear. El pleyteante que no tuviere el juez por propicio, guardese del demonio de no en su estrado comenzar pleyto: porque á mejor librar, ó le torcerá la justicia, o le dilatará la causa. Ni me da mas que son viejos, ó que sean mozos los jueque c con unos y con otros tienen gran trabajo los pleyteantes: porque si son viejos, tienen gran trabajo hasta hacerles el pleyto oir: y si son mozos, hay tambien trabajo, hasta darles el pleyto todo á entender.

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Pásase otro muy gran trabajo cou los jueces muy viejos; y es, que como están ya enfermos y cansados, no pueden aunque quieren estudiar los pleytos: y como han perdido la memoria y se confian en ld experiencia pasada, atrévense á votar un pleyto de coro: el derecho del qual aun apénas hallarían estudiando. No querria yo que el juez al tiempo de sentenciar mi pleyto, se aprovechase solamente de lo que estudió el tiempo pasado: porque para hacer los procesos abasta tener experiencia; mas para dar sentencia, querria que estudiase la causa.. Tambien es trabajo tratar con jueces muy mozos, á los quales por fama de letrados los sacan de los colegios y como los jueces mozos, y los médicos nuevos, tienen la ciencia, y no tienen la experiencia, primero que vengan á ser grandes hombres; quitan á muchos las vidas, y á muchos mas las haciendas. Hay otro peligro con los jueces nuevos; y es, que como vienen de nuevo a la judicatura, y traen en los labios la ciencia, querrian ellos ganar con sus compañeros hony para esto tienen por uso que al tiempo que se juntan á votar los pleytos; no se ocupan sino en alegar opiniones de doctores: por manera, que muchas ve ces estudian mas para ostentar su ciencia, que no para averiguar el punto de la justicia. Para en hecho de tomar pleyto, pareceme, que ninguno debe confiar de la experiencia del juez viejo, ni de ciencia del jueż mozo: sino que tengo por cuerdo al hombre que hace con tiempo una honesta avenencia, y no espera una larga sentencia. Aviso tambien al pleyteante, no cure exami nar quien es el juez: es á saber, si es viejo ó mozo, si es licenciado ó doctor, si estudió poco ó mucho, si es callado ó boquiroto, si es aficionado ó apasionado: porque podria ser que él preguntase algunas destas cosas por inadvertencia: y despues le lloviese la tal pesquisa en su causa. El prudente pleyteante no solo no lo debe preguntar, mas de aun si selo quisieren decir, no lo debe oir: porque el juez que supiere que ando pesquisando su vida, de muy mala gana dará por mí sentencia. Hallará el pleyteante algunos jueces que son asperos, sacudidos, despegados, briosos, incomunicables Ꭹ inexorables: y en los tales no mire la condicion que muestran, sino la conciencia que tienen, porque al pos bre pleyteante muy poco sele ha de dar que el juez sea de condicion aspera, si tiene dél certinidad, que es do buena conciencia. Es necesario en el juez que tenga

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