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fué, considerando si por ela le podria venir cuita tal que llorar le hiciese, que aquello no de dolor mas de gran placer le aviniera. La reyna dixo: ahora nos decid el comienzo del caballero que tanto loais. Señora, 'dixo la doncella, el primero lugar donde requesta tomó, fué en la peña de Galtares, combatiéndose con aquel bravo y fuerte Albadan llamado, el qual en po de uno por otro venció y mató. Entónces contó lá batalla como pasó y ella la viera, y la razon porque fuera. La reyna y todos fuéron mucho maravillados de cosa tan extraña. Doncella, dixo Amadis, sabeis vos contra donde fue el caballero quando el gigante matò? señor, dixo ella, yo me partí dél despues que la batalla venció, y le dexé con otra doncella que lo habia de guiar á una su señora, que la allí enviara, y no os puedo decir mas, y partiòse de allí. La reyna dixo: Amadis sabeis quien sea aquel caballero? Señora, sé aun que lo no conozco. Entonces le dixo como era su hermano, y como lo llevara el gigante siendo niño, y lo que Urganda dél le dixera. Cierto, dixo la reyna, extrañas dos maravillas son la crianza vuestra y suya, y como pudo ser que à vuestro linaje conociésedes ni ellos á vos, y mucho me pluguiera de ver tal caballero en compañia del rey mi Señor. Así estuvieron hablando, como ois, una gran pieza. Mas Oriana que lexos estaba, no oia nada dello Ꭹ . estuba muy sañuda porque viera á Amadis llorar, y dixo contra Mabilia: llamad á vuestro primo, y sabrémos que fué aquello que le avino. Ella lo llamó, y Amadis se fué para ellas, y quando se vio ante su señora, todas las cosas del mundo le pusieron en olvido, y dixo Oriana con semblante airado y torbado: de quien os membrastes con las nuevas de la doncella que os hizo llorar? él se lo contó todo como á la reyna lo dixera. Oriana perdió todo su enojo y tornó muy alegre, y díxole: Mi señor, ruego vos que me perdoneis que sospeche lo que no debia. Ay Señora, dixo él, no hay que perdonar, pues que nunca en mi corazon entró saña contra vos. Demas desto le dixo: Señora, plegue vos que vaya buscar á mihermano, y lo traiga aquí en vuestro servicio, que de otra guisa no verná él. Y esto decia Amadis por le traer que mucho lo deseaba, y porque le parecia que no holgaria mucho sin buscar algunas aventuras donde prez y honra ganase. Oriana le dixo: Así dios me ayude, yo seria muy alegre que tal caballero aquí viniese

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y morásedes de consuno, y otorgo vos la ida, mas decidlo á la reyna y parezca que por su mandado vais. El se lo agradeció muy humildosamente y fuése á la reyna, y dixo: Señora, bien seria que hubiésemos aquel caballero en compañia del rey. Cierto, dixo ella, yo seria, dello muy alegre, si se puede hacer. Sí, puede, dixo él, dándome vos, señora, licencia que lo busque y }. traiga, que de otra forma no lo habremos acá, sin que mucho tiempo pase que él haya ganado mas honra. En el nombre de Dios, dixo ella, yo os otorgo la ida con tal, que hallándolo os vengais. Amadis fue muy alegre, y despidiéndose della y de su señora y de todas las otras, se fué á su posąda. Y otro dia de mañana, despues de haber oido misa, armóse y subió en su caballo con solo Gandalin que las otras armas le llevaba, y entró en su camino, por donde anduvo hasta la noche que albergó en casa de un infanzon *) viejo. Otro dia siguiendo el camino entró en una floresta, y habiendo ya las dos partes del dia por ella andado, vió venir una deña que traia consigo dos doncellas y quatro escuderos; y tráian un caballero en unas andas, y ellos iloraban todos fieramente: Amadis llegó á ella y dixo: Señora, que llevais en estas andás? Llevo, dixo ella, toda mi cuita y mi tristura, que es un caballero con quien era casada, y va tan mal llagado que cuido que morirá El se llegó á las andas, y alzó un paño que le cubria, y vió dentro un caballero asaz grande y bien hecho, mas de su hermosura no parecia nada que el rostro habia negro é hinchado y en muchos lugares hetido. Y poniendo la mano en él, dixo: Señor caballero, de quien recibistes este mal? El no respondió y volvió un poco la cabeza. Amadis dixo á la dueña: de quien hubo este caballero tanto mal? Señor, dixo ella, de un caballero que guarda una puente acá adelante por este camino, que nos, queriendo pasar, dixo, que ante convenia que dixese, si era de casa del rey Lisuarte: y mi señor dixo, que porque lo queria saber. El caballero le dixo: porque no pasará, por aquí ninguno' que suyo sea, que no lo mate; y mi señor le preguntó, que porque desamaba tanto caballeros del rey Lisuarte. Yo le desamo mucho, y le cuerria tener en mi poder para dél me vengar. El le respondió que porque tanto le desamaba, dixo él: porque tiene en su casa el cabal

•) Caballero noble de Sangre, hidalgo, é señor de vasallos,

lero que mató aquel esforzado Dardan, y por este recibirá de mí y de otros muchos deshonra. Y quando esto oyó mi marido, pesándole de aquellas palabras que el caballero decia, le dixo: Sabed que yo soy suyo y su vasallo, que por vos ni por otro no lo negaria. Entonces el caballero de la puente con gran enojo que dél hubo, tomó sus armas lo mas presto que él pudo, y comenzáron su batalla muy cruda y fiera á maravilla, y á la fin mi señor fué tan mal trecho como ahora vos señor veis; y el caballero creyó que muerto era y mandónos que lo llevásemos á casa del rey Lisuarte en tercero dia. Amadis dixo: Dueña, dadme uno destos' escuderos que el caballero me muestre, que pues él recibió este daño por amor de mí, á mí conviene mas que á otro vengarle. Como, dixo ella, vos sois aquel por quien él desama al rey Lisuarte? Aquel soy yo, dixo, y si puedo, yo haré que no desame á el ni á otro. Ay buen caballero, dixo ella, Dios vos guie y dé buen viage y os esfuerce, y dándole un escudero que con él fuese se despidiéron, y la dueña siguió su camino como ante y Amadis el suyo. Y tanto anduvo que llegáron la puente, y vió como el caballero jugaba á las tablas con otro, y luego dexó el juego y vínose contra él encima de un caballo armado de todas sus armas, y dixo: Estad caballero, no entreis la puente si ante no jurais. Y qué jurare, dixo él? Si sois de casa del rey Lisuarte, y si suyo sois vos haré perder la cabeza. No sé yo deso, dixo Amadis, mas digo vos que soy de su casa y caballero de la reyna su muger, mas esto no, ha mucho. Desde quando lo sois, dixo el caballero de la puente. Desde quando vino ahí una dueña reutada *). Como, dixo el caballero, sois vos él que por ella se combatió? Yo la hice alcanzar su derecho, dixo Amadis. Para mi cabeza, dixo el caballero, que yo vos haga perder la vuestra cabeza si puedo, que vos matastes de los mejores de mi linage. Yo no lo maté, dixo Amadis, mas hice le quitar la soberbiosa demanda que él hacia, y él se mató como malo descreido. dixo el caballero, que por vos fué muerto, y no por otro, y vos moriréis por él. Entonces movió contra él al mas correr de su caballo, y Amadis á él, é hiriéronse ambos de las lanzas en los escudos y fuéron luego quebradas; mas el caballero de la puente fué en tierra sin detenencia ninguna, de que él fué muy ma

eso pro,

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No ha

*) reutar, voz antiquada, vale lo mismo que reptar, ό retar.

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revillado que así tan ligero le dezribara, y Amadis á quien el yelmo se le torcia en la cabeza, enderezólo y en tanto hubo el caballero lugar de subir en el caballo, y dióle tres golpes de la espada antes que Amadis á la suya echase mano: pero echando á ellà mano fué para el caballero, é hiriólo por la orilla del yelmo contra hondon y cortóle dél una pieza, y la espada llegó al pescuezo y cortó le tante que la cabeza no se pudo sufrir, y quedó colgada sobre los pechos y luego fué muerto. Quando esto viéron los de la puente huyéron. El escudero de la dueña fué espantado por tales dos golpes, uno de la lanza y otro de la espada. Amadis le dixo: Ahora te vé y dí á tu señora lo que viste. Quando él esto oyó, Inego se fué su via, y Amadis pasó la puente sin mas allí se detener, y anduvo por el camino husta que salió de la floresta, y entró en una muy hermosa vega y muy grande á maravilla, y pagóse mucho de las yervas verdes que vió á todas partes, como aquel que florecia en la verdura y alteza de los amores; y cató á su diestra y vió un enano de muy deforme gesto que iba en un palafren, y llamándolo le preguntó donde venia. El enano le respondió y dixo: Vengo de casa del Conde de Clara. Por ventura, dixo Amadis, viste tu allá un caballero novel que llaman Galaor? Señor no, dixo el enano, mas sé donde será este tercero día el mejor caballero que en esta tierra entró. Oyendo esto Amadis dixo: Ay enano, por la fe que á Dios debes, lleva me allá y ver lo he. Sí, lleva ré, dixo el enano, con tal que me otorgueis un don é Sréis conmigo, donde vos le demandare. Amadis con gran deseo que tenia de saber de Galaor su hermano, dixo: yo te lo otorgo. En el nombre de Dios, dixo el enano, sea vuestra ida, y ahora ves guiaré donde veréis, el muy buen caballero, y muy esforzado en armas. Entónoes dixo Amadis: Yo te ruego por mi amor que, tu me lleves la carrera por que mas aina vamos. lo haré dixo él, y luego dexáron aquel camino, y tomando otro anduviéron todo aquel dia sin aventura hallar, y tomóles la noche cabe una fortaleza. Señor, dixo el enano, aquí albergaréis donde hay una dueña que vos hará servicio. Amadis llegó á aquella fortaleza, y halló la dueña que le muy bien albergó, dándole de cenar y un lecho asaz rico en que durmiese. Mas eso no hizo el que su pensar fué tan grande en su señora, que quasi no durmió nada da la noche, y otro dia des

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pedido de la dueña entró en la guia 'del enano ́y anduvo hasta medio dia, y vió un caballero que se combatia con dos, y llegando á ellos les dixo: estad señores si os pluguiere, y decidme porque os combatis. Ellos se tiraron afuera y el uno de los dos dixo: porque este dice que él solo vale tanto para acometer un gran hecho como nos ambos. Cierto, dixo Amadis, pequeña es la causa, que el valor de qualquiera no hace perder él del otro. Ellos viéron que decia buena razon y dexáron la batalla, y preguntáron á Amadis, si conocia él al caballero que se combatiera por la dueña en casa del rey Lisuarte por que fue muerto Dardan el buen caballero. Y porque la preguntais, dixo él? porque lo querriamos hallar dixéron ellos; no sé, dixo Amadis, si lo decis por bien ó mal, pero yo le ví no ha mucho en casa del rey Lisuarte, y partióse dellos y fuése su camino. Los caballeros habláron entre sí, y dando de las espuelas á los caballos fuéron en pos de Amadis, y que los vió venir, tomó sus armas, y ni él ni ellos traian lanzas, que las quebraran en sus justas. El enano le dixo: que es eso Señor? no veis que los caballe ros son tres? No me curo, dixo él, que si me cometen á sinrazon, yo me defenderé si pudiere. Ellos llegáron y dixéron, caballero, queremos pediros un don, y dadnoslo, sino no os partiréis de nos. Antes os lo daré, dixo él, si con derecho hacer lo puedo. Pues decidnos, dixo el uno como leal caballero, donde cujdais que hallarémos el caballero, por quien Dardan fué muerto. El que no podia al *) hacer sino decir verdad, dixò: Yo soy, y si supiera que tal era el don, no vos lo otorgara por no me loar delló. Quando los caballeros lo oyéron, dixéron todos: ay traydor, muerto sois, y me tiendo manos á las espadas, se dexáron á él ir muy bravamente. Amadis metio mano á su espada como aquel que era de gran corazon, y dexóse á ellos ir muy sañudo por los haber quitado de su batalla, y porque lo cometian tan malamente, é hirió al uno dellos, por cima del yelmo de tal golpe, que le alcanzó en el hombro que las armas con la carne y huesos fué todo cortado hasta descender la espada á los costados, así quedándole el brazo colgado cayó del caballo á yuso, y dexóse ir á los dos que le herian bravamente, y dió al

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