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uno por el yelmo tal golpe que se lo hizo saltar de la cabeza, y la espada descendió hasta el pescuezo, y cortóle todo lo mas dél y cayó el caballero. Y el otro que este vió comenzó de huir contra donde viniera, Amadis que lo vió en caballo corredor, y que se le alongaba, dexó de lo seguir y tornó á Gandalin. El enano le dixo: cierto, señor, mejor recaudo llevo para el don que me prometistes que yo creia, y ahora vamos adelante. Así fuéron aquel dia á albergar á casa de un ermitaño, donde hubiéron muy pobre cena. la mañana tornó al camino por donde el enano guiaba, y anduvo hasta hora de tercia, y allí le mostró el ena no en un valle hermoso dos pinos altos y debaxo dellos un caballero todo armado sobre un gran caballo, y dos caballeros que andaban por el campo tras sus caballos que huian, que el caballero del pino los habia derriba do; y debaxo del otro pino yacia otro caballero acostado sobre su yelmo, y su escudo cabe sí y mas de veinte lanzas al derredor del pino, y cerca dél dos caballos ensillados. Amadis que los miraba, dixo al enano. Co noces tu estos caballeros? El enano le dixo: Veis, señor aquel caballero que yace acostado al pino? veo, dixo él. Pues aquel es, dixo el enano, el buen caballero que de mostraros habia. Sabes su nombre, dixo Amadis? Sí, señor, que se llama Angriote Destravaus, y es el mejor caballero que yo en gran parte os podria mostrar. Ahora, me dí porque tiene allí tantas lanzas; eso vos dire yo, dixo el enano. El amaba una dueña desta tierra y ella no á él, pero tanto la guerveó que sus parientes por fuerza se la metiéron en poder; y quando en su poder la hubo, dixo, que se tenia por el mas rico del mundo. Ella le dixo, no os ternéis por cortes en haber así una dueña por fuerza; bien me podeis haber, pero nunca de grado mi amor habréis, si ántes no haceis una cosa. Dueña, dixo Angriote, es cosa que yo puedo hacer? Sí, dixo ella. Pues mandadlo que yo lo compliré hasta la muerte. La dueña, que lo mucho desamaba, cuidó de lo poner donde muriese, ó cobrase tantos enemigos que con ellos se defenderia dél, y mandóle que él y su hermano guardasen este valle de los pinos de todos los caballeros andantes que por él pasasen, y que les hiciesen prometer por fuerza de armas, que pareciendo en la corte del rey Lisuarte otorgarian ser mas hermosa la amiga de Angriote que las suyas dellos, y si por aventura este caballero su hermano que

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veis á caballo fuese vencido, que no se pudiese sobre esta razon mas combatir, y toda la requesta quedase en Angriote solo, y guardasen un año el valle; y así lo guardan los caballeros de dia, y á la noche albergan en un castillo que yace tras aquel otero que veis. Pero digo vos que ha tres meses que lo comenzáron, que aun hasta aquí nunca Agriote metió mano en caballero, que su hermano los ha todos conquistado. Yo creo, dixo Amadis, que me dices verdad, que yo oí decir en casa del rey Lisuarte que fuera ahí caballero, que otorgara aquella dueña por mas hermosa que su amiga, y cuido que ha nombre Grovenesa. Verdad es, dixo el enano, y, señor, pues cumplí con vos, tenedme lo que me prometistes, y id conmigo donde habeis de ir. Muy de grado, dixo Amadis, qual es la derecha carrera? Por el valle, dixo el enano, mas no quiero que. por él vamos, pues tal embarazo tiene, No te cures, dixo él, deso. Entonces se metió adelante, y á la entrada del valle, halló un escudero que le dixo: Señor caballero, non paseis mas adelante, si no otorgais que es mas hermosa la amiga de aquel caballero que al pino es acostado, que la vuestra. Si Dios quisiere, dixo Amadis, tan gran mentira nunca otorgare, si por fuerza no me lo hacen decir, ó la vida no me quitan. Quan do esto le oyó, el escudero, díxole; pues tornaos sino haberos heis con ellos de combatir. Amadis dixo: Si ellos me cometen, yo me defenderé si puedo, y pasó adslante sin temor ninguno.

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Capitulo XVIII.

De como Amadis se combatió con Agriote y con su hermano, los quales guardaban un paso de un valle, en que defendian que ninguno tenia mas hermosa amiga que Agriote.

Así como el hermano de Angriote lo vió, tomó sus armas y fué yendo contra él, y dixo: cierto, caballero, gran locura hecistes en no otorgar lo que vos deman, dáron, que vos habréis á combatir conmigo. Mas me place deso, dixo Amadis, que de otorgar la mayor. mentira del mundo. E yo sé, dixo el caballero, que lo otorgaréis en otra parte, donde vos será mayor vergüenza. No lo cuido yo así, dixo él, si dios quisiere.

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Pues guardaos, dixo el caballero. Entónces fuéron al mas correr de sus caballos él uno contra el otro, hiriéronse en los escudos, y el caballero falseó el escudo á Amadis, mas detuvose en el arnes y la lanza quebró, y Amadis lo encontró tan duramente, que lo lanzó por cima de las ancas del caballo, y el caballero que era muy valiente tiró por las riendas así que las quebró y llevó las en las manos, y dió de pescuezo y de espaldas en el suelo, y fué tan maltratado que no supo de sí ni de otra parte. Amadis descendió a' él y quitóle el yelmo de la cabeza, y vióle desacordado que no hablaba; y tomándole por el brazo tiróle contra sí, y el caballero acordó y abrió los ojos, y Amadis le dixo: Muertò sois, si vos no otorgais por preso. El caballero que la espada vió sobre su cabeza, temiendo

muerte, otorgóse por su preso. Entónces Amadis cabalgó en su caballo, que vió que Angriote cabalgaba y tomaba sus armas y le embiaba una lanza con su escudero. Amadis tomó la lanza y fué para el caballero, У él vino contra él al mas córrer de su caballo, é hirié-, ronse con las lanzas en los escudos, así que fuéron quebradas sin que otro mal se hiciesen, y pasáron por si muy hermosos caballeros, que en muchas partes otros tales no se hallarian. Amadis echó mano á su espada, y tornó el caballo contra él, y Angriote le dixo: Estad, Señor caballero, no os aquejeis de la batalla de las espadas, que bien la prodréis haber, y creo que será vuestro daño, (esto decia él porque pensaba que en el mundo no habia caballero mejor heridor de espada que lo era él,) y justemos hasta que aquellas lanzas nos fallezcan, ó el uno de nos caiga del caballo. Señor, dixo Amadis, yo he que hacer en otra parte, y no puedo tanto detenerme. Como, dixo Angriote, tan ligero os cuidais de mí partir? no lo tengo yo así, pero ruego os mucho que antes de las espadas justemos otra vez. Amadis se lo otorgó pues que le placia, y luego se fuéron ambos y tomáron sendas lanzas las que les mas contentáron, y alongandose uno de otro se dexáron venir contra sí, é hiriéronse de las lanzas muy bravawente, y Agriote fué en tierra y el caballo sobre él, y Amadis que pasaba tropezó en el caballo de Angriote y fué caer con él de la otra parte, y un trozo de la lanza, que por el escudo le habia entrado, con la fuerza de la caida entró le por el arnes y por la carne, mas no mucho, y él se levantó muy ligero, como aquel

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que para sí no queria la vergiienza demas sobre case de su señora, y tiró aina de sí el trozo de la lanza, y poniendo mano á la espada se dexó ir còntra Angriote que le vió con su espada en la mano, y Angriote le dixo: Caballero yo os tengo por buen mancebo y ruego os, que antes que mas mal recibais, otorgueis ser mas hermosa mi amiga que la vuestra. Callad, dixo Amadis, que tal mentira nunca será por mi boca otorgada. Entonces se fuéron aeometer y herir con las espadas de tan fuertes golpes, que espanto ponian así á los que miraban como á ellos mismos que los recebian, considerando entre sí poder los sufrir. Mas esta batalla no pudo durar mucho, que Amadis se combatia por razon de la hermosura de su señora, donde hubiera él por mejor ser muerto que fallecer un punto de lo que debia; y comenzó de dar golpes de toda su fuerza tan duramente, que la gran sabiduría ni la gran valencía de herir de espada no le tuvo pro á Angriote, que en poca de hora lo sacó de toda su fuerza y tantas veces le hizo descender la espada á la cabeza y al cuerpo, que por mas de veinte lugares le salia ya la sangre. Quando Angriote se 'vió en aventura de muerte tiròse afuera así como pudo, y dixo cierto, caballero, en vos hay; mas bondad que hombre puede pensar. Otorgad vos por preso, dixo Amadis, y sera vuestro pro, que estais tan maltratado, que habiendo la batalla fin la habria vuestra vida, y pesarme ía dello, que vos precio mas de lo Esto decia él por la su gran que vos cuidais. bondad de armas y por la cortesía de que usara cor la dueña teniéndola en su poder. Angriote que mas no pudo, dixo: Yo me vos otorgo por preso así como al mejor caballero del mundo, y así como lo deben otorgar todos los que hoy armas traen; y digo os, Señor caballero, que no lo tomo por mengua, mas por gran perdida, que hoy pierdo la cosa del mundo que mas amo. No perderéis, dixo Amadis, si yo puedo, que muy desaguisado *) seria, si aquella gran mesnra **) que contra esa que decis usastes, no sacase el pago y galardon que merece, y vos le habréis, si yo puedo, mas cedo ***) que ante. Esto vos prometo yo como

*) Cosa mal hecha, ó fuera de razon. **) Cortesia, urbanidad y reverencia,

Luego, presto.

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leal caballero, quando torne de una demanda en que vay. Señor, dixo Angriote, onde vos hallare? en casa del rey Lisuarte, dixo Amadis, que ahí volveré Dios queriendo. Angriote lo quisiera llevar á su castillo, mas él no quiso dexar el camino que ante llevara, y despedido dellos, se puso en la guia del enano para le dar el don que le prometiera, , y anduvo cinco dias sin aventura hallar. Eu cabo dellos mostró le el enano un may hermoso castillo y muy fuerte á maravilla, y díxo le: Señor, en aquel castillo me habeis de dar el don. En el nombre de Dios, dixo Amadis; yo te lo daré si puedo. Esa confianza tengo yo, dixo el enano, y mas despues que he visto vuestras grandes cosas; y, señor, sabeis como ha nombre este castillo? No, dixo él, que nunca en esta tierra entré. Sabed, dixo el enano, que ha nombre Valderin; y así hablando llegáron al castillo, y el enano dixo: Señor, tomad vuestras armas. Como, dixo Amadis, serán menester? Sí, dixo él, que no dexan dende *) salir, tan ligeramente los que ahí entran. Amadis tomo sus armas y metióse adelante, y el enano y Gandalin en pos dél; y quando entró por la puerta cató á un cabo y á otro, mas no vió nada y dixo contra el enano: Despoblado me semeja este lugar. Por Dios, dixo él, á mí tambieu. Pues para qué me traxiste aquí, ó qué don quieres que te dé? enano le dixo: cierto, señor, yo ví aquí el mas bravo caballero y mas fuerte en armas que cuido ver, y mató allí en aquella puerta dos caballeros, y el uno dellos era mi señor, y á este mató tan crudamente como aquel en quien nunca merced hubo, é yo os quisiera pedir la cabeza de aquel traydor que lo mató, que ya aquí traxe otros caballeros para le vengar, , y, mal peccado dellos, prendiéron muerte, y otros cruel prision. Cierto, enano, dixo Amapis, tu haces lealtad, mas ho debrias traer los caballeros si ante no les dixeses, con quien se habian de combatir. Señor, dixo el enano, el caballero es muy conocido por uno de los bravos del mundo, y si lo dixese, no seria ninguno tan ardid que conmigo osase venir. Y sabes como ha nombre? Sí, le dixo el enano, que se llama Arcalaus el encantador, Amadis cató á todas partes y no vió ninguno, y apeóse de su caballo y atendió hasta las visperas,

*) Desde.

El

y dixo:

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