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ceses el Guareña, y se situaron en una estensa llanura junto al Tórmes entre Alba y Salamanca; los ingleses, siguiendo el movimiento del enemigo, pasaron tambien el Tórmes, y volvieron á su antigua posicion de San Cristóbal, apoyando su derecha en el pueblecito inmediato á aquella ciudad llamado Arapiles. Aqui fué donde se dió al siguiente dia una de las batallas mas importantes de esta guerra.

Constaba el ejército francés de unos 47.000 hombres, y se habia apoderado del mayor de los dos escarpados cerros llamados Arapiles que dan nombre al pueblo. Algo mayor en número era el ejército angloportugués. Despues de algunos movimientos ejecutados en la mañana (22 de julio), á eso de las dos de la tarde advirtió Wellington que el enemigo, con intento al parecer de estrecharle más y más, prolongaba en demasía su ala izquierda. Instantáneamente comprendió la falta de su adversario; era el momento que él espiaba: inmediatamente reforzó su derecha, hizo maniobrar divisiones, unas contra la altura del Arapil grande, otras contra la izquierda enemiga, otras contra el centro: por aqui fué arrojando al francés de colina en colina; sin embargo el general Pack, á cuya division iba agregado el cuerpo de don Cárlos de España, no pudo apoderarse del grande Arapil, pero entretuvo á los que en él se apostaban, en tanto que Packenham con el grueso de la caballería arrollaba la izquierda francesa, y hacía 3.000 prisioneros. hacía 3.000 prisioneros. Una carga de ca

ballería dada por sir Stapleton Cotton, en que sucumbió el general Marchand, hizo al francés irse retirando de eminencia en eminencia. En vano á las cuatro y media de la tarde se dirigió el mariscal Marmont en persona á restablecer la batalla por donde flaqueaba más: herido en un brazo y en el costado derecho, y herido tambien su segundo el general Bonnet, tuvo que recaer el mando en el general Clausel. Ya se sabe cuánto influyen tales contratiempos en el ánimo de tropas que van de vencida; y aunque un ataque de frente mal dirigido por el inglés Clinton costó mucha gente á los aliados, un movimiento de flanco del general Cole reparó aquel daño. Pronunciáronse al fin los franceses en retirada, por los encinares del Tórmes, cuyo rio pasaron á favor de la oscuridad; pero todavía fué alcanzada al dia siguiente su retaguardia, que abandonada por la caballería dejó en poder de los aliados novecientos prisioneros.

Fué sin duda sangrienta la batalla de Arapiles, que los franceses llamaron de Salamanca, y el triunfo que en ella obtuvieron los aliados les fué no poco costoso; pues si bien ellos, al decir de sus relaciones, hicieron 7.000 prisioneros con 11 cañones, ademas de los muertos y heridos, por confesion del mismo Wellington tuvieron por su parte mas de 5.000 de estos últimos (). Pero tambien fué este triunfo uno de los

(1) Hemos tenido en cuenta para la sucinta relacion de esta

TOMO XXV.

batalla, asi el parte oficial de Marmont, duque de Ragusa, al mi15

mas fecundos en resultados. No solo el parlamento británico otorgó á lord Wellington mercedes y honores; tambien las Córtes españolas, á propuesta de la Regencia, le condecoraron con la insigne órden del Toison de Oro, y la princesa de la Paz doña María Teresa de Borbon le regaló el collar que habia pertenecido á su padre el infante don Luis (").

Cuando el rey José supo la retirada de su ejército de Portugal sobre el Duero, viendo que el general Caffarelli no le enviaba sino un pequeño cuerpo de caballería, y que Soult y Suchet se negaban á enviarle tro

nistro de la Guerra, como el de lord Wellington, y varias relaciones escritas por oficiales ingleses y franceses.

(2) En las Cortes se anunció la noticia del triunfo de Arapiles del modo siguiente. Era 'a sesion del 31 de julio, y á poco de abierta se presentó el ministro de la Guerra y dijo: «Señor, ven»go de orden de la Regencia del >>reino á anunciar á V. M. la der»rota del mariscal Marmont.» Antes de leer el parte, los diputados y el público de las tribunas prorumpieron en vivas, aclamaciones y palmadas. Restablecido el silencio y leidos los partes, se acordó que el Congreso fuese inmediatamente y sin ceremonia, acompañado de la Regencia, á ia iglesia del Cármen á cantar un Te Deum en accion de gracias por accion tan gloriosa, y que una comision pasase á felicitar al embajador de Inglaterra. Todo se verifico conforme a lo acordado.

Hablando Villanueva de la impresion que hizo en las Córtes la noticia de la derrota de Mar

mont en Arapiles dice: «Fué rato »de sumo gozo para el Congreso »y para el público.... se abraza>>ban todcs mútuamente: fué dia »de gran júbilo. Al tiempo de la »salva dispararon granadas los Denemigos. Ya el pueblo miraha

esto con desprecio. Vino á tiem»po la noticia alegre de templar la » pena que causó la desgraciada

muerte de Novales, el oficial ma»yor de la secretaría de Córtes, »que murió en su cama á las cuatro de la mañana, sofocado del »>humo de una bomba que reven»tó en su cuarto. Cinco veces ban »disparado granadas los enemi»gos despues de la noticia.»>

Mas adelante se acordó que se erigiese en los campos de Salamanca y Arapiles un monumen to en memoria de la batalla de 22 de julio.-Decreto de las Córtes de 4 de agosto.-Y á los pocos dias se dio tambien una órden permitiendo colocar en la plaza de Salamanca el busto del duque de Ciudad-Rodrigo, lord Wellington.

pas, recogió todas las que pudo de su ejército del centro, en número de 10.000 hombres, y en cuanto dió tiempo á que viniera á Madrid la division Palombini y dejo guarnecida su capital, y principalmente el Retiro, púsose en marcha hácia el Duero en socorro de Marmont, franqueando el Guadarrama el 22 de julio, precisamente el dia de la derrota de aquél en los Arapiles, que José ignoraba y no imaginaba. Pero aquel dia supo ya que Marmont se habia replegado hacia Salamanca; decidióse entonces él mismo á marchar sobre el Tórmes con objeto de juntarse con él. Acampaba el 24 en Blasco-Sancho, y tenia ya órden de proseguir al dia siguiente á Peñaranda, cuando le llegaron noticias del triste resultado de la jornada del 22 en Arapiles, confirmadas al otro dia por cartas de Marmont y Clausel escritas desde Arévalo, diciéndole que trataban de ganar á Valladolid antes que los ingleses. Tuvo con esto José que variar completamente de plan. Despues de alguna vacilacion decidióse por volver á Madrid, y el 26 se hallaba de retroceso en la Venta de San Rafael, cerca de la cumbre de Guadarrama, cuando en virtud de nuevo aviso del general Clausel tuvo por conveniente variar un poco de rumbo y dirigirse á Segovia, donde estableció su cuartel general, con el fin de proteger al ejército perseguido. Mas éste, acosado de cerca por los aliados, huía precipitadamente y en la mayor desorganizacion é indisciplina hácia Burgos, ansioso de ganar el Ebro. José entonces, no pu

diendo permanecer mucho tiempo en Segovia sin comprometerse, determinó volverse á Madrid, donde entró el 5 de agosto. Entretanto lord Wellington habia entrado el 30 de julio en Valladolid, y además avanzaba el 6. ejército español por Astorga, y se estendia hasta Toro y Tordesillas, donde el brigadier don Federico Castañon rindió todavía á 250 franceses, que se habian refugiado y fortificado en una iglesia

Wellington no paró tampoco en Valladolid: prosiguió á Cuellar, donde sentó sus reales el 1.o de agosto. Dos partidos podia tomar desde aquella posicion; ó seguir la vía de Burgos tras el desconcertado ejército francés de Portugal hasta acabar de destruirle, ó venir en pos del rey José hasta la capital del reino. Prefirió el general británico este segundo partido, y el 6 se movió de Cuellar, y atravesando por Segovia llegó el 8 al real sitio de San Ildefonso ó la Granja, donde hizo alto para dar lugar á que su ejército descendiera los puertos de Navacerrada y Guadarrama. Habia dejado un cuerpo de observacion sobre el Duero, y el ejército español de Galicia ocupó á Valladolid.

José á su regreso á la capital encontró sus contornos devastados por las guerrillas españolas, que se acercaban con frecuencia hasta las tapias mismas de Madrid, plagando del mismo modo los alrededores de Toledo y Guadalajara. Convencido de la imposibilidad de tomar la ofensiva contra los aliados sin el auxilio del ejército del Mediodía, habia ordenado desde Segovia

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