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de pueblos que hablan un idioma tan superior como es el castellano, no es de gran consideración. Conocemos personas cultas de la provincia de Tucumán que han aprendido el quichua en largas residencias que en su juventud hicieron en los linderos de ambas provincias, y que, teniendo después que atravesar el territorio de Bolivia y del Perú a causa del comercio en mulas, se hicieron entender y entendieron perfectamente a los quichuas puros con el idioma que habían aprendido en Santiago.

Los santiagueños tienen, como es natural, mucho apego a la lengua que para ellos es materna. El español es el latín de aquellos scitas, la lengua oficial en que no derraman ni los sentimientos internos ni las confianzas íntimas de la familia y de la amistad. La ola creciente de la civilización debe respetar ese rasgo variado de la fisonomía del pueblo argentino. Y lejos de desdeñar la parte culta de Santiago el expresarse en aquella lengua, debe al contrario, esforzarse por llevarle a las fuentes puras de su origen y lavarle allí de las manchas que han de desfigurarla probablemente por las muchas pecaminosas influencias que la combaten. Los sacerdotes, en especial, debían allí aprender en las gramáticas y diccionarios que dejaron de la lengua quichua los misioneros jesuítas la pureza de que ésta es susceptible para derramar con magestad y eficacia la palabra de Dios entre aquel pueblo tan industrioso y simpático. Si se tratara de algún dialecto pobre y oscuro, encerrado en espacio reducido y empleado como signo de groseras ideas por una tribu poco numerosa, nos guardaríamos de recomendarla como digna de estudio, de conservación y mejoramiento. Pero la lengua de la gran civilización peruana es hablada actualmente por más de dos millones de americanos, y sus excelencias como idioma claro, expresivo y armonioso están atestiguadas por muchos escritores de nota. Nos contentaremos con recordar lo que a este respecto dice un célebre granadino, el malogrado Caldas, a quién cupo en sus montañas natales de América la misma suerte que al francés Lavoissier, pidiendo en vano una tregua a la muerte (que no le mandaba Dios) para terminar un trabajo útil, "Los peruanos siempre exactos, siempre

cuidadosos en dar a las cosas nombres tomados de sus virtudes, (dice el fundador del Semanario de la Nueva Granada) o su figura, de su situación, etc.: llamaron a las yerbas por sus virtudes y por sus usos en la medicina, en las artes y en la sociedad. Cuando se conoce un poco su lengua, esta lengua armoniosa, dulce y flexible, esta lengua que representa en el nuevo Continente a la Toscana del antiguo, entonces se conoce el juicio y la elección que tuvieron los peruanos en la imposición de los nombres a todos los objetos que los rodeaban. Un volcán que arroja de su cima columnas de humo espeso mezclado con llamas, se le nombra Cotopaxi (masa de fuego); otro que larga de su seno nubes de arena, conmueve los fundamentos de la provincia y arruina los templos y los edificios, se le llama el Pichincha (el terrible, el amenazador); una cima inmensa cubierta de nieve y colocada al otro lado de un río se nombra Chimborazo, (nieve al otro lado); una población estableci da en una garganta estrecha que corta la Cordillera, se le impone el nombre de Lacta cunja (garganta estrecha); y en fin, a una planta que fortifica los músculos, que dá vigor, que hace andar a un tullido......le llama calpuchina yuyo (yerba que hace caminar). Los nombres de esta lengua contienen las virtudes de las plantas y las cualidades de todos los objetos. Al oir los nombres de las plantas casi se saben sus virtudes. ¿No es esto más sabio, más importante a la humanidad que esos nombres que ha creado la adulación, el reconocimiento o el interés? Qué idea nos pueden dar de una planta las voces diascorrea, plinia, husfonica, sigesvechia? etc. Para dar alguna idea más de esta lengua, copiamos aquí la exclamación patética de una madre que acababa de perder un hijo tierno: pipurchapi tuyayarca! (a la mitad del día le anocheció). Si faltase armonía a estas dos palabras nadie podrá tacharlas de faltas de elocuencia y de laconismo. (1)

(1) M. A. D'Orbigny hablando de los quichuas se explica con respecto al idioma. . . . . . . "leur langue est remplie de figures gracieuses, des comparaisons justus, de proverbes naifs, et peint avec force, et élégance les passions vives, l'amour surtout, le plus entrainnante de toutes.......Alcide D'Orbigny p. 281 L'homme americain (de l'Amerique méridionale) etc., etc. tom. I. Paris 1839.

Hay una circunstancia digna de tomarse en cuenta y que prueba la excelencia de la lengua quichua. Tal es la de haberse naturalizado muchas de sus palabras en el lenguaje usual de las poblaciones civilizadas, aun en aquellas que por su situación geográfica no están en contacto inmediato con los indígenas que hablan la quichua. Como se verá más adelante, esas palabras inoculadas en el habla de los españoles, es decir de los conquistadores, responden a usos e ideas más adelantadas en el imperio de los Incas que en las sociedades formadas en el molde de la civilización española. En las ciudades de Chile Santiago y Copiapó, por el centro de las cuales corren ríos que las dividen en dos partes: se llama barrio de la Chimba al suburbio que está del otro lado del río. En el fondo del valle de Copiapó y en toda la provincia llamada modernamente de Atacama, centro de afamados labores de metales de plata y cobre, la mayor parte de los términos técnicos de minería que allí se emplean son los mismos que usan los potosinos y demás mineros del Perú, términos que pertenecen a la lengua quichua sin disputa alguna. De estos recordamos los siguientes: apir, poruña, chancar, cancha, etc. Cuando los españoles bajo la bandera del general Valdivia comenzaron la famosa guerra contra el resistente araucano ya estaban allí en uso palabras quichuas que don Alonso de Ercilla consideró tal vez como pertenecientes a la lengua chilena, pues incorporó las palabras ojota, llauto, Palla, etc., en la Declaración que puso al frente de su conocido y famoso poema para inteligencia del lector no familiarizado con las cosas de Indias.

La ciudad de Buenos Aires, situada en el extremo Sur de la parte poblada del Continente español de la América, distante centenares de leguas del Cuzco y de Quito, emporios de la civilización de los Incas, ha dado carta de ciudadanía a muchos palabras de la lengua quichua, sin el auxilio de las cuales, a veces se hallarían muy embarazados sus habitantes para expresar ciertas ideas. Mientras tanto, no goza de la misma prerrogativa la lengua guaraní, que es sin disputa muy bella, muy propia y llena de imágenes, ha sido hablada, y lo es todavía, en lugares inme

diatos y que se hallaron siempre en constante comunión con la antigua capital por los canales de los grandes ríos (1). Nosotros tenemos registradas como veinticinco de esas palabras quichuas corrientes en nuestro lenguaje vulgar, y de entre ellas daremos el significado de las siguientes, como más características, valiéndonos para probar su origen del Vocabulario de la lengua natural del Perú, etc. del Padre Diego González Holguín, impreso en Lima en el año de 1608. Cancha, patio o corral, esta palabra se aplica entre nosotros para designar un espacio extenso de terreno bien nivelado, y así decimos, cancha de pelota, cancha de bolos al patio donde tienen lugar estos juegos. Cancha de un horno de ladrillos, es el lugar a propósito para poner en él el ladrillo crudo para que se oree antes de ponerlo a la acción del fuego. Cancha en nuestros ríos, significa una larga porción en que se mantienen rectos y sin serpenteos, sonservando una misma dirección. Pucho, o puchasca (sobras, reliquias). De estas palabras hemos hecho el expresivo modismo no vale un pucho para despreciar el valor o la importancia que indebidamente se quiere dar a una cosa cualquiera. La aplicación más terminante que hacemos de la palabra pucho es el resto o sobra que se arroja del cigarro que se ha fumado: así decimos: pucho de cigarro. (2)

(1) La palabra tapera (habitación arruinada) y alguna otra que se nos escapa, son las únicas palabras del Guaraní aceptadas en el lenguaje habitual de la provincia de Buenos Aires.

(2) D. Florencio Balcarce, muerto en el verdor de su ju veritud y después de haber enriquecido su espíritu con las leccio nes de los más célebres profesores de París desde 1837 a 1840. ennobleció esta expresión vulgar dándole cabida en su afamada canción El cigarro, en la penúltima estrofa, que dice asi·

Qué nos dejan en sus huellas
La grandeza y los honores?
Por la paz hondas querellas.
Los abrojos por las flores.
La patria al que ha perecido
Desprecia como un guijarro...

Como yo arrojo y olvido

El pucho de mi cigarro,

América Poética.-páginas 58 y 59.-Valparaíso 1846.

Chhacra (heredad de labor, tierras o huertas). Nosotros usamos esta palabra en la misma significación, escribiéndola con una sola h. Es la palabra de uso indispensable. De la palabra chharqui, que en quichua significa tasajo o recina y también el cuerpo de un animal o del hombre flaco o seco, hemos hecho la voz charque, que solo usamos en la primera significación, cuando la carne es seca al sol. Esta palabra tiene sus derivados, como charqueado, el lugar de la faena del charque; y charcón, que se dice del animal enjuto pero fuerte, especialmente del caballo. Chhasca (melena) se emplea en Buenos Aires, aunque no generalmente, para designar un cabello mal cuidado y abundante. De Chasqui se ha hecho en casi toda la América del Sur Chasque, que significa, como entre los Incas, el correo o expreso despachado para dar una noticia especial y urgente. Chuspa, bolsa en que los peruanos guardan el maíz, la coca y demás enseres de viaje y llevan al hombro a guisa de maleta, se ha convertido entre nosotros en Chuspa, especie de talega larga y angosta hecha generalmente del buche del avestruz o de la piel de animalilios silvestres y pequeños que sirve a nuestros paisanos para guardar el tabaco, el papel y los avíos de encender. Vulgarmente se compara con una Chuspa el seno de las mujeres cuando está lacio y flaco por falta de cuidado, por la edad, etc.

La

Huasca, (soga o cordel grueso), es una palabra que escribimos guasca, y es la única que empleamos para significar la cuerda hecha de cuero de animales que tiene infinitos usos en nuestras industrias: tiene a más entre nosotros, el derivado guascazo, que es el golpe dado con una guasca. Vincha (cinta o apretador de los cabellos) se emplea en el mismo sentido, aun cuando sea un pañuelo el que se ajuste a la frente, como tienen de costumbres las gentes humildes cuando les duele la cabeza. Yuyo (hortaliza, yerba de comer). Es nuestra voz favorita para indicar cualquier planta espontánea e inútil; se usa generalmente en plural y camblando la u en o: yuyos. Humita (bollices de maíz como tamales) dice el Padre Holguín, describiendo así con la mayor exactitud el plato que llamamos umitas y que consiste en maíz tierno guisado y envuelto en la hoja de la

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