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nario a la fundación que pretendían, estos respondieron que las reales licencias los amparaban; insistió el Arzobispo en oponerse, corrieron sendos alegatos, se formó un cuerpo de autos y terminaron los buenos monjes por volverse a España con todo lo actuado, y proponer su querella en el regio tribunal.

Felipe III, tan afecto como su padre a la Vírgen catalana, recibió a los religiosos con benignidad, y enterado por los autos que le presentaron, de las dificultades que les oponía la curia arzobispal, a 17 de Septiembre de 1600, despachó en Madrid una nueva Cédula de ruego y encargó al Rvdmo. Arzobispo de Lima, pidiéndole no estorbase la obra proyectada, por ser, como era, tan del servicio de Dios y de su bendita Madre.

Volvieron los PP. al Perú con la referida Cédula, y el santo Arzobispo, cumpliendo lo en ella mandado, y satisfaciendo los piadosos deseos del Monarca, les dió la licencia que habían menester para edificar la ermita y el hospicio, y para colectar limosnas en todo su arzobispado.

Allanadas así las dificultades que hasta allí se habían ofrecido, procedió el P. Sancho de Ponce, ayudado de los devotos de Ntra. Señora, a levantar la primitiva capilla de Monserrat, por el año de 1601. Aquella primera capilla, sobre ser demasiado pequeña, fué de pobrísima construcción: las paredes eran de tosco adobón, el techo de cañas de Guayaquil cubiertas con esteras, y los paramentos corrían parejas con lo ruín de la fábrica. (1)

De esta suerte se mantuvo nuestro primer templo monserratino hasta el año de 1630, por cuya época, ya todo él amenazaba ruína: pues de su rústica construcción, y frágiles materiales, no se podía esperar más larga duración. Era a la sazón Prior del conventillo el P. D. Juan de Salazar, quien, viéndose impotente para redificarlo, y sin esperanza de encontrar persona que tomase a su cargo tal empresa, entró en tratos con los PP. agustinos descalzos, para venderles el sitio, o sea el solar y huerta, que treinta años antes había donado a los benedictinos doña María Loarza.

(1).—De la vida de Sta. Rosa se desprende, que solía la santa virgen frecuentar esta ermita de Ntra. Señora de Monserrat.

Vivía por aquel entonces en el apartado barrio de Monserrat, un hombre piadoso, devoto de la Madre de Dios, y tan rico en virtudes, como en bienes de fortuna; llamábase Alonso González de la Canal (1), y había sido Contador del Santo Oficio, cargo que renunció para retirarse a servir a Dios nuestro Señor en la soledad y sociego de su casa. Como vecino del barrio, supo que el Prior de los monjes benitos, trataba de vender el sitio de la capilla y hospicio a los PP. agustinos, quienes se proponían demolerlo todo, y levantar en aquel lugar su convento: llevado de su afecto a la Vírgen de Monserrat, contradijo el proyecto, oponiéndose a la venta, obligándose a levantar por su cuenta la iglesia, con cargo de ejercer el patronato, y tener en ella su sepultura, y las de sus herederos. El prior aceptó la propuesta, que se formalizó por escritura pública, con todas las solemnidades de estilo, incluso la inserción de los poderes que tenía de su Abad el prior de esta residencia, quedando de esta suerte conjurado el peligro que amenazaba la existencia de la capilla de Ntra. Señora de Monserrat.

En virtud del referido pacto, comenzó González de la Canal a levantar la iglesia, y la hizo toda de cantería, desde los cimientos hasta el cierre o clave de la bóveda; la iluminó con airosas ventanas, y colocó la imágen titular de un hermoso retablo de cedro, habiendo gastado en la ejecución de toda esta obra 28,000 pesos fuertes, y esto, sin tener en cuenta el importe de los paramentos y vasos sagrados cop que la adornó.

No pararon aquí las generosidades del fundador: advirtiendo que en unas ocasiones solían los monjes sacerdotes salir a recoger limosnas para el santuario de Cataluña, y en otras, se marchaban a España, quedando la capilla sólo a cargo de los legos, lo que en más de una ocasión obligó al Ordinario a nombrar capellanes seculares que sostuviesen el cuito, trató de subsanar esta anormalidad, y de prevenirla para en adelante, imponiendo 20,000 pesos a censo, para que con sus productos se pudieran mantener de continuo cuatro monjes sacerdotes: mas, como después viese que esto te

(1).-Fuentes y Mendiburu le llaman equivocada nente Antonio Pérez de la Canal.

nía sus dificultades, al tiempo de testar, instituyó tres capeHanías de a quinientos pesos anuales cada una, con un principal de 10,000 pesos, que debían ser servidas por sacerdotes seculares en la capilla de Monserrat; pues era su intento el que siempre hubiesen misas en el altar de Ntra. Señora, y en nada se minorase el culto y la devoción, que ya los fieles profesaban a la santa imagen (1). Todas estas dádivas del fundador, vinieron a sumar al cabo 59,000 pesos fuertes.

Murió Alonso González de la Canal, y conforme a lo estipulado en la escritura de fundación y constitución del patronato, fué sepultado en la capilla de Ntra. Señora de Monserrat, en un sepulcro de escultura, que su hijo y sucesor, el Licenciado Hernando Lázaro González de Mena, mandó colocar en el presbiterio, al lado del Evangelio: este fúnebre monumento representaba al patrono y fundador de la capilla, hincado de rodillas, en actitud de orar; era todo blanco, fileteado de oro, y en su base se leía la siguiente inscripción: Este entierro es de Alonso González de la Canal, Contador del Santo officio desta ciudad, Patrón y fundador desta Iglesia, y de doña Isabel de Mena, su mujer, y de sus erederos.

Costó el dicho sepulcro mil ducados, y se mantuvo un año y más colocado en su lugar, sin que nadie hiciese contradicción: a cabo, se le ocurrió al Prior que aquel sepulcro tan ostentoso empataba o suspendía el patronato y sin más discurrir, con un martillo y un escoplo lo desbarató todo en una hora. Indignado el heredero, acudió al Provisor en demanda de justicia, y éste, por vista de autos, mandó restituír el sepulcro a su primitivo lugar y estado; más, como para ello parece que el Prior opuso sus alegatos, con el auxilio de la Real Audiencia, el alguacil de Corte ejecutó el auto del Juez eclesiástico, quedando así terminado este original litigio, y en pie los derechos y preeminencias del patronato.

Los sucesores de González de la Canal prosiguieron año tras año celebrando la fiesta y octava de Ntra. Señora de Monserrat, con creciente pompa, devoción y solemnidad; así

(1); —Obsequió también ocho blandones de plata, y una cruz del mismo precioso metal, que le importó 500 pesos.

lo aseguraba el cronista Montesinos en 1642: "Celebrábase "por Septiembre-escribía-la fiesta, por los ocho días de la "octava de la Natividad, con grande ostentación de ceras y "perfumes y colgaduras, acude toda la ciudad; hay sermón, "y para él se convida de antemano un famoso predicador "frecuéntanse aquellos días los sacramentos de confesión y "comunión por ganar un gran jubileo que se concedió a aquel "santuario". (1)

Después de redificada la capilla por el piadoso Contador del Santo Oficio, y dotado el culto con la munificencia y largueza que hemos indicado, ya solían morar de ordinario en el vecino hospicio, tres o cuatro monjes, edificando a la ciudad con su recogimiento, como dice Montalvo (2), y ocupados de continuo en administrar los santos sacramentos a los fieles del barrio, y en especial, a los Caballeros de Calatrava y Alcántara, cuyas investiduras y profesiones tenían siempre lugar en esta capilla de Ntra. Señora de Monserrat, como que ellos eran también hijos del gran Patriarca del monaquismo en Occidente, del bienaventurado Padre San Benito. (3)

El formidable terremoto, que a 20 de Octubre de 1687, trocó la opulencia de la Ciudad de los Reyes en un informe montón de escombros, arruinó también la graciosa iglesia de Ntra. Señora de Monserrat: la bóveda de cantería se vino a tierra, arrastrando en su caída el hermoso ratablo de Ntra. Señora; los muros quedaron hendidos y resquebrajados, y todo el pequeño santuario en tal estado de desolación, que verdaderamente inspiraba lástima, y más, cuando la esperanza de tornarlo a ver redificado, muy lejos estaba de vislumbrarse. No le cupo mejor suerte al conventillo anexo: dice el P. Cobo (4), que tenía un cláustro muy alegre, con oficinas proporcionadas, y con habitación suficiente para doce monjes; de todo aquello, no quedó sino un monte de funesto ripio; lo que no cayó quedó inutilizado.

(1).-Montesinos: Anales del Perú, año 1599, tomo II, pág. 151. Madrid 1906.

(2).-Montalvo: El sol del Nuevo Mundo, pág. 35. Roma 1683. (3):-Lorea: Sta Rosa de Santa María, pág. 273. Madrid 1671. (4)-Cobo: Fundación de Lima, pág. 272. Lima 1882.

Después de este memorable cataclismo, comenzó la redificación de los templos y demás edificios arruinados, y entre los primeros, el de Ntra. Señora de Monserrat: la devoción de los fieles y la solicitud de los buenos monjes, venciendo serios obstáculos, en tiempo relativamente breve, volvieron a entregar al culto público la antigua capilla monserratina. Mas, ya su fábrica no se distinguía por su solidez, ni ostentaba la bella y delicada arquitectura de días mejores; se hizo la bóveda de cerchería; el altar de Ntra. Señora perdió sus antiguas galas y chirriguerescos follajes, y la portada, por su desnudez arquitectónica, se vino a confundir con los edificios vulgares.

Probablemente, con el propósito de cubrir los fuertes gastos que esta redificación demandaba, alguien intentó desvincular algunos bienes raíces de este santuario, y acaso parte de sus alhajas, pretensión, que directa o indirectamente hubo de llegar a la Corte, y dió origen a una real Cédula su fecha, a 8 de Septiembre de 1689, disponiendo: que el Rdo. Arzobispo de Lima, de acuerdo con el Virrey, vele por la conservación de la hacienda, alhajas y demás objetos pertenecientes al Hospicio de Ntra. Señora de Monserrat. (1)

El terremoto de 28 de Octubre de 1746 volvió a averiar este santuario; pero en esta ocasión parece que los daños no fueron tan considerables, aunque el cataclismo en sí revistió proporciones mucho más lamentables que en el siglo anterior; no por eso, sin embargo, se dejaron de invertir algunas sumas en reparar los desperfectos con que el flajelo señaló su paso. (2)

A la sombra de este humilde santuario de la Vírgen montañesa, se formó el Iitmo Sr. D. Juan Domingo González de La Reguera, XVI Arzobispo de Lima; y es esta una de las mayores glorias de esta santa casa.-Cuando vino de España el Sr. La Reguera, era Prior de los benedictinos el P. Don Pedro Cotera, deudo muy cercano suyo, quien lo hospedó en el conventillo, donde vivió algunos años, consagrado

1748.

(1).-Cedulario Arzobispal de Lima, tomo II. pág. 546.

Matraya: El Moralista Filathélico etc., pág. 271 Lima, 1819. (2) -Llano Zapata: observación Diaria etc. pág. 139. Lima,

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