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las puertas de palacio para evitar la confusión y a eso de las diez llamó con el mayor secreto que pudo a los oidores y otros funcionarios que habían de intervenir en la ejecución. De su cautela nos dará indicio el siguiente billete que original hemos visto y en cuyo sobrescrito se lee: Muy recerbada. Para Don Pablo Matute." "Palacio Sbre. 8 de 1767.—a las 11 de la noche. Luego luego y cin escusa que ninguna le serbirá venga U. a palacio por la puerta que mira a los Desamparados donde hallará el postigo abierto; necesito del para cosas del Mr. serbicio del Rey y le prebengo que sea con tanto dicimulo que no se entienda ni en su casa ni fuera de ella. Amat."

Una vez instruídos de palabra por el mismo Virrey, marcháronse a sus casas, quedando citados para las 2 de la madrugada del 9. A esta hora llegó a palacio una compañía de in. fantería y a las 3 bajó Amat de sus habitaciones y señaló las diversas comisiones que habían de intimar el decreto en el Colegio de San Pablo, el Noviciado de San Antonio Abad, el Colegio del Cercado y la Casa Profesa de los Desamparados. El total de los ejecutores ascendía a más de 706 hombres y según afirma un autor contemporáneo, (10) todo se hizo con tanta discreción que nadie hubiera podido penetrar antes ei fin a que se les había convocado. A las 4 en punto se dirigieron las cuadrillas a las casas de la Compañía que se les había señalado, siendo la más numerosa la que encaminó sus pasos al Co

(10) "Epitome Chronológico o idea general del Perú en que se hace clara y sucinta descripción de este Imperio, del Origen de su Monarchia, el de sus primeros Soberanos y Reyes Incas que lo gobernaron, su descubrimiento y Conquista por los españoles y sus Virreyes con los más memorables sucesos acaecidos hasta el presente año de 1776. Ilustrándose con una breve exacta descripción de Lima y otras noticias curiosas del estado del Reino'. Valioso ms. de 380 fol. numerados y 26 fol. sin numerar, ilustraciones y un mapa impreso. En la Biblioteca de la Academia de la Historia de Madrid. Colección Mata Linares. Tom. 43. Sign. F. 43. En la introducción, avisa el autor anónimo que se extiende más en los sucesos de los Virreyes Marqués de Villagarcía, Conde de Superunda y Amat, como testigo de los hechos acaecidos en sus tiempos. De este ms. hemos tomado las notas arriba insertas.

legio de San Pablo. Presidíala D. Domingo Orrantia y le acompañaban D. Juan José de la Puente Ibáñez, Alcalde del Crimen, D. Francisco de Alarcón, Contador honorario del Tribunal de Cuentas, D. José de Cifuentes, Sargento Mayor del Regimiento de la Nobleza, D. Juan Francisco Micheo, Teniente Coronel del Comercio D. José Antonio de Borda, Coronel del Regimiento de Carabayllo, D. José de Salazar y Breña, Alcalde Ordinario, D. Manuel Román de Aulestia, Marqués de Montealegre, D. José de Buendía, Marqués de Castellón, D. José de Santa y Ortega, Corregidor de Cañete, y el escribano D. Francisco Luque. Les servían de escolta dos compañías de granaderos, la una al mando de D. Juan de la Roca y la otra al de D. Juan Félix de Encalada y ocho soldados de caballería de la guardia del Virrey.

Con todo este aparato llegaron a la plaza de San Pedro y después de tomar las bocacalles que rodean la manzana ocupada por el Colegio y repartidos algunos piquetes en su contorno llamaron a la puerta que da a la plazuela citada. Debían ser muy cerca de las 5 de la mañana, hora en que solía levantarse la comunidad. No debieron, pues, esperar mucho los comisionados, que apenas entraron a la portería exigieron de orden superior al portero la entrega de todas las llaves de la casa. El que presidía dispuso entonces que D. Juan José de la Puente pasase al aposento del Rector del Colegio, P. Antonio Claramunt, en tanto que él en persona se dirigió al del Provincial, P. José Pérez de Vargas. Una vez en su presencia le dió a firmar un billete, ordenando al Rector del vecino colegio de San Martín, P. Juan B. Sánchez, pasase al de San Pablo con todos sus súbditos. Hechas estas diligencias bajaron al General o Aula Magna de dicho colegio los comisionados, el Provincial y el Rector y a campana tañida se convocó a la comunidad en su recinto. Presentes todos los que la componían y pasaban de ciento, se les leyó el Real Decreto de expulsión, en medio del asombro que se deja entender. Se les ordenó permanecer allí y se colocaron guardias a las puertas, en tanto que los comisionados clavaron las de las

oficinas y aposentos y dieron comienzo a la inspección de toda la casa, en compañía del P. Francisco Toda, que ejercía el cargo de Ministro. Comenzaron por la habitación del P. Provincial y como más capaz la destinaron a servir de común depósito de todos los papeles y documentos que se hallaran en las demás. Con esta diligencia se retiraron, dejando tan sólo la guardia necesaria

En el noviciado, hoy Universidad, practicó lo mismo el Fiscal D. Diego Holgado y por este tenor se hizo otro tanto en las casas restantes, pero "todo con tal silencio y disposición, nos cuenta el autor del Epitome cronológico del Perú, que hasta las nueve o diez del día que ya estaba actuada la diligencia, no se sabía nada en la ciudad, por lo que no pudieron avisarse de un colegio a otro". Para el Colegio de Bellavista y las haciendas de Villa, Bocanegra y Santa Beatriz nombró el Virrey, el mismo día 9, a D. Diego Holgado, a quien también encomendó condujese a su casa a los novicios, "a fin de que practicase las diligencias y precauciones prevenidas, indagando la voluntad de estos iniciados jesuítas y si era firme y segura su vocación....." No se había puesto término a la intimación del Decreto Real cuando el Virrey envió al Arzobispo, por medio de su Secretario, un billete, anunciándole el suceso y luego pasó a entrevistarse personalmente con él. Dice Amat en su Relación de Gobierno que todo se llevó a cabo "sin la menor novedad de inquietud". Estas palabras y las que a continuación aduce nos confirman en el hecho de que nada traslucieron los Jesuítas sobre el particular, pues, de lo contrario, no habría dejado de advertirlo el cauto Virrey, como cosa por demás notable.

EL DESTIERRO

Aún permanecieron en Lima los expulsos mes y medio, en tanto que se activaban los preparativos para el largo viaje y se concentraban en la capital los individuos de las casas

más próximas. Así fueron llegando los de Pisco, Ica, Guancavelica, Guamanga y Trujillo hasta sumar un total de 243 sujetos, a quienes se albergó en el Colegio Máximo. Como se había creído conveniente no exponer a los ancianos y enfermos a las molestias de la travesía por el Cabo de Hornos, se dispuso que pasasen al Convento de San Francisco, hasta que se ofreciese embarcación que los condujese por la vía de Panamá. Se alistaron para embarcarse en "El Peruano" 181 jesuítas y la víspera fueron conducidos al Callao en carruajes y con escolta. A este propósito recibió D. Pablo Matute la esquela siguiente de orden del Virrey: "Sr. Dn. Pablo Matute. Haviendo resuelto S. E. que los regulares de la Compa. que se han de embarcar en "El Peruano" para los Rnos. de España, se conduzcan al Callao con la decencia correspondiente a su estado, me manda decir a V. M. que el día o noche y hora que se le señalará por un soldado, tenga en esta plaza mayor un coche, si posible es con quatro mulas o con dos y en su defecto calesa con otras dos.-Nro. Sr. ge. a V. M. ms. as. Lima, 10 de Octubre de 1767.-B. la m. de V. M. su mar. ser.-Martín de Martiarena”.

El 29 se hizo a la vela el navío de guerra citado conduciendo a su bordo a los primeros jesuítas desterrados. ¡ Con qué melancolía volverían aquellos hombres sus ojos a la costa en que dejaban tantos afectos y que no alcanzarían a ver más! Al día siguiente, pasaron a los Desamparados 15 Padres y 4 Hermanos, y permanecieron en San Pablo el Ministro P. Francisco Toda, los Procuradores, Juan José Rocha y Miguel Garrido, y los H.H. Gampperberger, Armendáriz y Rojo, sacristán, procurador y enfermero, respectivamente, que habían de ayudar a los encargados de hacer el inventario de la casa. Entretanto, los viajeros proseguían su derrota a Valparaíso, adonde llegaron el 30 de Noviembre, habiendo fallecido en el viaje un coadjutor. En este puerto quedaron por enfermos dos sacerdotes y un hermano y se les agregaron 24 jesuítas de la Provincia de Chile. El 19 de Enero de 1768 volvía a aparejar el navío con rumbo al Cabo de Hornos y finalmente, por

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el mes de Abril, avistaban los desterrados las costas de Cádiz. De los 181 que habían salido del Callao, sólo desembarcaron 175 personas, pues en la travesía había muerto uno y otro había huído antes de partir de Valparaíso. A esta expedición se siguieron otras. En Marzo se dió a la mar el navío "Santa Bárbara" con 120 jesuítas, y doblando el Cabo de Hornos llegó a Cádiz el 30 de Agosto. Poco más tarde, arribaba al mismno puerto "El Prusiano" con 80 de las Provincias del Perú, Chile y Paraguay y uno de Quito y el 27 de Mayo salía el navío San Javier" o "Rosario" conduciendo a 2 del Perú y 12 del Paraguay, debiendo tomar a su bordo a 106 de Chile. Los restantes de esta Provincia, más 7 del Perú y Paraguay, se embarcaron por el mismo tiempo en el buque "Los Placeres". Finalmente, por la ruta de Panamá salieron en la balandra de Otaegui, el 15 de Diciembre de 1767, 49 del Perú y un coadjutor de Quito. Llegaron al istmo el 14 de Enero de 1768 y habiendo pasado a Chagres se embarcaron nuevamente para Cartagena y La Habana, arribando a este puerto el 16 de Abril. De aquí salieron para España en la fragata "Venganza" y dieron fondo en la bahía de Cádiz el 12 de Junio. El mismo itinerario siguieron los últimos jesuítas del Perú que se embarcaron en los navíos "Rosario" y Corpus Christi", el 22 de Diciembre de 1768. Procedían todos de las lejanas misiones de Mojos en el oriente de la actual Bolivia, y su peregrinación, verdadero vía crucis, duró casi dos años, pues sólo en Agosto de 1769 llegaron a avistar las costas de España.

¿Cuál fué la suerte de los expatriados en la Península? He aquí lo que vamos a añadir ahora, para completar este estudio. Los primeros en llegar fueron alojados en un edifi cio llamado "La Guía", a orillas del Guadalete, y otros en el convento de San Juan de Dios, en el Puerto de Santa María. Allí fueron reuniéndose los jesuítas americanos que en diversas partidas arribaban a la Península. Hallándose en esta ciudad, empezó a circular el rumor de estar dispuesto el Monarca a alzar el destierro y restituir a América a cuantos

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