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Apenas terminado su trienio, el P. General, Francisco Retz, lo señaló para el gobierno de la Provincia de Quito, a la cual se encaminó inmediatamente, rigiéndola a satisfacción de todos por espacio de tres años. Vuelto al Perú, reanudó su magisterio en las cátedras del Colegio de San Pablo y la Universidad, para abandonar luego estas ocupaciones por la más importante de Provincial de la Provincia Peruana. Comenzó a ejercer este cargo el 10 de Septiembre de 1749 y durante su gobierno convocó, en 1752, la vigésimacuarta Congregación Provincial, levantó el Colegio de Bellavista y promovió las misiones de los Mojos, en el Oriente de la actual Bolivia, y los ministerios con los prójimos. En 1753 cesaba en el oficio y pasaba a gobernar el Colegio Máximo de San Pablo, de donde se le transfirió a Trujillo, volviendo más tarde a Lima, en donde se empleó en leer Teología y en la dirección de las almas.

El P. Moncada fué, ante todo, un hombre de mucha prudencia y consejo. Estas cualidades unidas a su exquisito trato y maneras afables, que revelaban en él al hidalgo de buena familia, hicieron que casi toda su vida la pasase en cargos de gobierno. Pero, además, fué un religioso de mucha virtud y de una ascética muy probada. De sus talentos son claro indicio el haberle destinado los superiores a la enseñanza de las facultades mayores y el haber ocupado, con honor, una cátedra en San Marcos. Pero ni en este terreno ni en el de la predicación descolló por encima de sus contemporáneos. En lo que si fué eminente fué en la dirección de las almas, en la delicada tarea de conducir a los demás por los caminos de la perfección cristiana. Como asceta formado en la escuela ignaciana, se sirvió como maestro del admirable libro de los Ejercicios Espirituales, en el que San Ignacio condensó y resumió de un modo maravilloso todos los principios y reglas que pueden servir al hombre para orientarse bien en la vida y ordenarla conforme a la voluntad de su Creador.

De ahí que fuera celoso propagador de estos ejercicios y que hiciera de ellos un estudio profundo. Fruto del mismo es su admirable obra: Arte de la Santidad explicado o decla

ración de la harmonía, méthodo y artificio que contiene el libro original de los exercicios, que escribió en Manresa S. Ignacio de Loyola. Su author el R. P. Balthasar de Moncada de la Compañía de Jesús, Provincial de la Provincia de Quito y de la Provincia del Perú, Cathedrático de Prima de Controversias en la Real Universidad de San Marcos de Lima. Con licencia. En Sevilla. En la Imprenta de Joseph Padrino, Mercader de Libros en calle Génova. (1754) 34 p. s. n. +173 p. n. 3 s. n. de índice. En la época en que lo escribió no abundaban, como ahora, los comentarios de los Ejercicios y por lo mismo su intento fué más laudable y meritorio, pero aun al presente el trabajo del P. Moncada no ha perdido nada de su mérito, pues en medio de su concisión es uno de los que más aciertan a descifrarnos la clave de los ejercicios y a desentrañar el artificio de su método. Esto, unido al estilo noble con que está escrita la obra y a la suave unción que en ella se respira, la recomiendan a quien quiera tener una idea cabal de los Ejercicios de San Ignacio y más aún al· que desée practicarlos. Nueva edición de la misma obra se hizo el año 1877 en Poyanne (Francia) en una imprenta privada, en un tomo en 12.o de 4 p. s. n. + XXXIII de preliminares e introducción y 291 páginas de texto.

El P. Moncada no se contentó con difundir el conocimiento de los Ejercicios sino que, adelantándose a su época, se esforzó por erigir casas a propósito, donde pudieran retirarse las personas que deseasen hacerlo. Siendo Provincial de Quito, fundó, en 1738, en aquella ciudad, una para solo hombres y más tarde estableció otra en Lima para señoras. Ya existía por entonces una destinada a hombres, en la Chacarilla de San Bernardo, cuya espaciosa huerta servía también de lugar de recreo a los estudiantes jesuítas del Colegio de San Pablo, y el P. Moncada emprendió la construcción de la otra. Ayudóle en esta obra la ilustre dama Doña María Fernández de Córdoba y Sande, señora de Valdemoro y viuda de D. Alonso Calderón de la Barca, de la Orden de Calatrava, a la cual por sus virtudes y generoso desprendimiento,

solían llamar "la apostólica mujer". Se invirtieron cerca de 100,000 pesos en la compra del terreno y edificio, que es el que hoy se conoce con el nombre de Casa de Ejercicios del Sagrado Corazón y se halla casi fronterizo al palacio del Marqués de Torre Tagle y en él se podía dar cabida a crecido número de ejercitantes. Dábanse al año ocho tandas muy concurridas y frecuentadas por las señoras más nobles de Lima y de ordinario el que dirigía estos retiros no era otro que el P. Moncada. El fruto fué grande y en la sociedad se dejó sentir el benéfico influjo de su acción, viéndose entonces un espectáculo desusado en las costumbres limeñas, el que las señoras más distinguidas fuesen por sí mismas a asistir y prodigar sus cuidados a las enfermas del Hospital del Espíritu Santo.

De esta casa nos dejó el P. Moncada una puntual relación en la obra que se publicó en Sevilla el año 1757 y que se titula: Descripción de la Casa fabricada en Lima, corte del Perú, para que las Señoras ilustres de ella y las demás mujeres devotas y las que deseen servir a Dios Nuestro Señor, puedan tener en total retiro y con toda abstracción y dirección necesaria, los exercicios de San Ignacio de Loyola. Conságrase a María Señora Nuestra, Authora de dichos exercicios y la ofrece a las Señoras ilustres de Lima para augmento de su devoción el Doctor Balthasar de Moncada. Con licencia. En Sevilla por Joseph Padrino. Impresor y Mercader de libros, en calle Génova. Año de 1757. 4o. 28 f. s. n. de introducción y preliminares + 86 p. n. I f. de erratas. (16) El P. Moncada había llenado de pinturas alusivas a las verdades eternas que se meditan en los Ejercicios las paredes de los claustros y corredores de la casa y todas ellas llevaban al pie una décima o copla, según el gusto del tiempo, que servía de explicación del cuadro y además de despertador de la memoria. Hay que confesar, por los ejemplares que aún quedan en el estableci

(16) Se hizo una reimpresión de esta obra en Villagarcía de Campos, en la Imprenta del Seminario, el año de 1762, en 4o. 117 pág. 23 fol. de portada y preliminares.

miento, que no presidió el buen gusto a la ejecución de dichas pinturas, las más de ellas alegóricas y por lo mismo de factura algo compleja, tanto que algunas constituyen verdaderos jeroglíficos. Pues bien, el libro de que tratamos, fuera de la descripción de la casa y algunas indicaciones sobre su fundación, método que en ella se sigue, etc., está dedicado casi por entero a la explicación de los cuadros sobredichos.

A más de las obras citadas creemos que se le debe adjudicar, con toda probabilidad, la publicada sin nombre de autor bajo el título: Exercicios Espirituales de Nuestro Padre San Ignacio de Loyola, Fundador de la Compañía de Jesús. Dispuestos por otro Padre de la misma Compañía. En Madrid, en la oficina de Joachín Ibarra. 8.° 284 p. + I f. s. n. "De Backer (III. 2394), Sommervogel (T. IV pág. 1531), Uriarte (T. I. No. 882) y José T. Medina la atribuyen al P. Santiago Larraín, aunque algunos de ellos lo hacen tímidamente. Las licencias para la impresión la otorgan, en efecto, al P. Santiago Larraín, de la Compañía de Jesús, Procurador de las Provincias del Perú y Chile, (17) pero de aquí no creo que se

(17) El P. Santiago Larraín y la Cerda había nacido en Santiago de Chile el 14 de Marzo de 1709. Entró en la Compañía en Lima el 11 de Agosto de 1726 y pertenecía a la Provincia del Perú. En 1749 fué nombrado secretario del Provincial P. Baltasar de Moncada y en la Congregación Provincial que se celebró en Lima el 11 de Julio de 1752 salió elegido Procurador en Madrid y Roma. En 1764 volvió a embarcarse con el mismo destino, como sustituto de uno de los procuradores elegidos, que no lo pudo realizar. Llegado a Gerona por el mes de Abril de 1767, en compañía del Procurador de la Provincia de Quito, P. Bernardo Recio, fué detenido en Figueras con su compañero; y habiéndose apoderado los emisarios reales de su equipaje, se encontró en él un paquete, que, por su medio, enviaba el Nuncio en Madrid, Monseñor Pallavicini, al Secretario de Estado de Su Santidad, Cardenal Torreggiani. Dentro de él se hallaron unos papeles en los que se intentaba probar que Carlos III era hijo espurio de Isabel de Farnesio y por tanto sin derecho a la Corona. Este fué el motivo de su detención y traslado a Gerona, en donde ambos Padres fueron encarcelados, falleciendo poco después, en Septiembre de 1767, el P. Larraín. Era hijo del Presidente de Quito, D. Santiago La-,

deba concluir ser dicho Padre su verdadero autor. Así también opinaba el P. Caballero, el cual, en sus apuntes manuscritos sobre los escritores jesuítas de su tiempo, dice: "Anónimo. Exercicios Espirituales...... Por las censuras parece haber sido hecha la edición el año 1757. El P. Jacobo Larraín, hispanoamericano, a quien conocí en Madrid, Procurador de las Provincias de Chile y el Perú en las cortes de Madrid y Roma, si no es su autor, al menos fué el encargado de la edición, como consta por el Privilegio Real". (Ms. No. 1041) Ahora bien nada tendría de extraño que al P. Larraín, que había sido su Secretario, al tiempo que fué Provincial, le hubiese encomendado el P. Moncada la publicación de su obra, cuando en 1752 salió elegido Procurador por la Provincia del Perú y hubo de embarcarse para España. Apoya nuestra opinión lo arriba expuesto sobre el P. Moncada, el cual dedicado tan de lleno al ministerio de dar ejercicios esperituales, debió sentir la necesidad de un libro que ayudase a meditar las verdades que en ellos se proponen al ejercitante, algo más por extenso que en la obra de San Ignacio y a manera de puntos de meditación. (18)

Mendiburu, en el artículo que le dedica en su Diccionario, cita otras obras del P. Moncada, pero como no da otra indi

rraín, y hermano del P. Tomás Larraín, que había ingresado también en la Compañía en Chile. Su madre era Doña Mónica Teresa de la Cerda, de familia conocida por su nobleza en aquella Capitanía. V. Amunátegui, Mayorazgos y Títulos de Castilla. t. I p. págs. 389 y sig.

(18) Fuera de las citadas hubo otras dos casas de Ejercicios en Lima. Una para mujeres, fundada por Doña Rosa Catalina Vázquez de Velasco y Peralta y por disposición suya, su albacea, D. Matías de Querejazu. Habilitóse con este fin la casa de propiedad de la difunta señora y se le dió el nombre de Santa Rosa, con el que hasta el presente es conocida, en la calle de la Botica de San Pedro. Fué su primer Director, y por muchos años desempeñó este cargo, el virtuoso y ejemplar clérigo D. José Francisco Navarrete. En 1812 tuvo lugar su inauguración. La otra estuvo situada en el Cercado, junto a la capilla de Nuestro Señor de Copacabana, y la fundó por los años de 1825 o 1826 D. Fray José Calixto de Orihuela, Obispo dimisionario del Cuzco, el cual la bautizó con el nombre de Nuestro Señor de la Consolación.

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