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en una sola persona y autoridad las dos grandes funciones político-sociales: Sinchazgo e incazgo: Luis Baudin no Ea reparado bastante en esta evolución transcendental de la política de los keshuas, que cambió el régimen militar y precario de los Sinches y que fué el que organizó definitivamente el imperio, con la unificación política y la confederación de los ayllos.

Esa confederación sucesiva de todos estos núcleos comunistas tuvo necesidad de una constitución diversa; dejando subsistente el comunismo del ayllo, lo redujo, en cuanto a sus funciones de trabajo y de sistema distributivo. Las tierras fueron repartidas en tres porciones: las del ayllo, las del Inca y las del culto; en las primeras subsistió el régimen comunista ayllal, en las dos últimas se exigió el trabajo de su labranza por todos, como tributo, y el depósito de los frutos para aplicarlos al sostenimiento del Estado y del Culto. Para realizar esta reglamentación, sencilla al parecer, pero complicada y extensa, si se tienen en cuenta la multiplicidad de los ayllos y las sucesivas dilataciones del imperio, fué menester un vasto, complicado y minucioso sistema de estadística y de administración, en el que el Estado, supervigilándolo todo, dejaba el derecho de propiedad particular al ayllo en la parte de sus tierras, y la absorción del trabajo y de los productos en las dos porciones adjudicadas al Estado y al Culto. De allí ese singular concurso de fenómenos económicosociales que se observa en el Perú, en donde tan pronto se halla la muestra de un comunismo cerrado, cuando se contempla la función del Estado en relación al individuo, tan pronto la de un singular individualismo cuando se observan las prácticas de un derecho personal en la propiedad de las tierras de la comunidad, o sobre los productos, de que el individuo es el único dueño.

Pero, en rigor, ni comunismo cerrado, ni individualismo fueron las formas económicas del antiguo Perú, sino un colectivismo firme y preciso, y en este punto los aciertos de observación y las deducciones del profesor francés son verdade.

ramente admirables y certeras. Le han provocado tales sugerencias, el régimen de trabajo, la explotación del suelo, el orden de los cultivos, la administración pública y el régimen judicial, la estadística minuciosa y complicada, el sistema de colonización por mitimaes o transportados, la imposición de una lengua y una religión oficial, sin impedir los idiomas nativos y las creencias regionales; por fin, y en forma más efectiva, el comercio privado, interior y exterior, organizado por el Estado, la existencia de los mercados, de las ferias, de la moneda y de los pesos y medidas.

Fué pues el régimen imperial un socialismo de Estado que aplicó al gobierno de las masas un colectivismo reglado con leyes de una adecuación admirable a la raza y al medio: de allí que pudiera ofrecer ese espejismo de felicidad común y de armonía, en medio de la diversidad de razas y de la hostilidad de un medio, que resultó dominado y vencido.

Como Guillermo Ferrero, Baudin cree que ese socialismo sólo fué posible dentro de una conciencia ascética de las multitudes; así como el actual capitalismo, que hoy impera, no será seriamente amenazado sino por idéntico movimiento ascético, que penetrando en las masas haga a éstas capaces de desarraigar los vicios y el lujo al que se han habituado durante siglos las clases privilegiadas.

Todavía contiene el hermoso libro de Luis Baudin capítulos interesantes sobre el valor de la organización civil del imperio; de la vialidad como instrumento de unificación; del poder expansivo del imperio gracias a su sistema paternal y beneficiente, y el ejemplo de virtudes cívicas que ofrecían las clases superiores, principalmente ese Inca, que llegaba al pueblo como símbolo de virtud y bien, sin vicios ni defectos, que ocultaban las clases superiores por el interés de mostrarse infalibles. Para Luis Baudin los conquistadores españoles, cayendo ex abrupto sobre un mundo así organizado, donde la vida se había resuelto en una relación armónica del Estado y del individuo, donde el orden había enclavado sus estruc

turas a despecho de la libertad, representaron una verdadera "invasión de bárbaros".

Así titula Baudin al primer capítulo de su estudio sobre la antítesis española; y, en verdad que, ante los horrores de la conquista, el caos de la anarquía que sucede al derrumbamiento del imperio, la explotación inhumana del indio, que ofreció la colonia, parece el nombre justificado, máxime si un estudio imparcial de ese mundo incaico nos lo hace aparecer como "un imperio singular que no es el Egipto hierático, ni la China sensata y serena, sino un grave reino, sin inquietud, donde desaparece el crimen y es alegre el trabajo como en las utopías".

Horacio H. Urteaga.

REVISTA HISTORICA

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