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blaría tan alto, como aconteció, en la elevada conciencia hispana, la voz de la justicia, como el acento, imponente e incontrastable, de una gran victoria. De aquí salió su asombrosa hazaña guerrera en el Perú; y esa obra sin par, porque fué la alianza de la más recia voluntad y de la más pura gloria, coronó definitivamente su vida heroica, y le alzó, como antes decíamos, el más firme y erguido pedestal para su fama imperecedera y famosa. Dos nombres peruanos resumen esa gloria del pasado: Pativilca y Ayacucho. Y para colmo de fortuna de este suelo en que todo lleva un sello de grandeza, como también lo apuntamos otro nombre peruano: Choquehuanca, sintetiza ya la obra estupenda, creciente y definitiva de la apoteosis.

Ahora bien, señores, de todo ese pasado glorioso arrancó una idea fundamental que constituye la mejor enseñanza en el presente y en los tiempos que vendrán: la solidaridad de nuestros pueblos, de nuestras repúblicas, de nuestros espíritus. La esencia de esa idea fundamental fue lo que denominó el Libertador mismo "confianza recíproca". Los problemas de nuestra América ya no son, en los tiempos que corren, alianzas políticas de naciones a usanza de los acuerdos internacionales de la Europa para mantener el equilibrio de fuerzas antagónicas. La orientación de nuestra América es muy distinta. Nuestro problema fundamental es la unidad de nuestro destino y de nuestras nacionalidades: la homogeneidad de nuestra civilización y cultura integral: la suprema aspiración, que no puede estar consignada sino en el corazón de todos los ciudadanos de la gran patria de América, de que su Derecho Positivo y su Derecho Internacional alcancen a ser la expresión de nuevas rutas espirituales para esa unidad fundamental: con su sello autóctono, como lo va alcanzando el tipo que va saliendo de nuestras alianzas etnológicas: con la altivez que tienen las flechas de los picachos de nuestros An

des, que es todavía más grande que la arrogancia que nos viene de nuestra Gran Madre Patria; y con la amplia, la inmensa extensión de nuestras pampas, que sirva como de espejo donde se reflejan sin refractarse las luces de todos los idealismos, y de campos sin lindes, a la vez, donde pueda correr a todas sus anchas, sin acicate y sin brida, rizada la crin por el torbellino de la carrera audaz, como el brioso alazán que es el señor de esa pampa, el inmenso espíritu jurídico de todo el continente, condenando, sin reticencias, el imperialismo y la conquista, y considerando igualmente, no en el mundo intangible de la teoría, sino en la realidad de la vida, a Ics pueblos fuertes como a los pueblos débiles; a las naciones opulentas como a las que no han desarrollado todavía sus riquezas, su industria y comercio; a los países armados como a los pueblos que permanecen inermes. Los centros culturales de América tienen el deber de laborar por esa unión, y me hace feliz en este instante proclamar que la Academia de Historia de mi país está animada de estos ideales y que cuenta y sabe que es también el mismo espíritu el que inspira a este gran Instituto Histórico del Perú. Permitidme, pues, que tierre estas palabras con la lectura del Mensaje especial que aquella le dirige a éste, y que me ha confiado para que tenga la honra de ponerlo en vuestras manos, ilustres, señor Presidente, y miembros del Instituto.

El señor Otero, dijo que agradecía profundamente el honor que el Instituto Histórico de Lima había tenido a bien dispensarle y que ese honor lo obligaría a intensificar aún más sus trabajos históricos en torno de la egregia figura de San Martín, orientándolos en un sentido de útil americanismo.

El doctor Homero Viteri Lafronte manifestó que habiéndose visto obligado el doctor Navarro a ausentarse de Lima en viaje de estudio histórico al Cuzco, había recibido el encargo de agradecer el alto honor que el Instituto había discer

nido al doctor Navarro; que cumplía el encargo gustoso, agradeciendo muy de veras, ese honor recaído en un historiador ecuatoriano. Terminó manifestando que abundaba en las ideas del doctor Prado sobre la necesidad de estudiar la historia de América en forma unitaria, totalizadora, y que en ese estudio era indudable que el Perú tenía que figurar en el plano de mayor importancia.

El señor Greslebin, agradeció la incorporación como miembro en los términos siguientes:

Señor Presidente del Instituto Histórico del Perú:

Señores:

Apenas llegado a Lima, he escuchado conmovido de vuestros labios la resolución de la Honorable Comisión Directiva del Instituto Histórico del Perú, de incorporarme a su seno en calidad de Miembro Correspondiente. Si esta vez mi visita a Lima lleva como otrora la visión amable de la exquisita belleza y feminidad de sus mujeres, al trato cariñoso y el respeto de siempre por sus hombres de estudio, la visión de la línea progresista y multiforme de su ropaje arquitectónico que invade el valle con los poderosos tentáculos de sus nuevas avenidas, lleva también una mayor inquietud espiritual, hija directa de la responsabilidad que deriva de este vuestro aprecio y distinción, que tanto estimula la prosecución de mis humildes esfuerzos científicos.

El diploma que hoy me entregáis, señor presidente, compromete mi eterna gratitud. No sólo me pertenece a mí, pertenece también a los míos que sabrán recordarlo como uno de los más sagrados vínculos de confraternidad. Pertenece también a todos los argentinos en especial, a aquellos estudiosos que tan justamente se interesan por las cosas de vuestra tie

rra.

Yo comprendo, señores, todo el alto sentido y trascendencia que significa esta designación. Al aceptarla, de corazón os presento la seguridad de que este nuevo vínculo ha de comprometer por el resto de mi vida mi eterna gratitud y que ella ha de traducirse prácticamente en un mayor esfuerzo, que sabrá poner de relieve, según el alcance de mis fuerzas, el ansia de cooperación que despiertan los blasones de vuestra raza y los justos afanes por vuestro porvenir.

Después de levantarse la sesión, el doctor Prado obsequió a los presentes con una copa de champaña.

NOTA NECROLOGICA

El 27 de Marzo del año que está al terminar pasó a mejor vida Don Emilio Gutiérrez de Quintanilla y con la desaparición de tan destacado intelectual el Instituto Histórico del Perú ha sufrido dolorosa e irreparable pérdida, pues fué miembro fundador de la institución y su presidente durante algunos años, puesto al que le llevó su prestigio y su relevante personalidad en el mundo de las Letras y las Artes. Vástago de antigua, ilustre y linajuda familia, supo dividir el tiempo entre la atención a los propios negocios y el estudio y desde muy joven enriqueció la bibliografía nacional con innumerables artículos y meritísimos libros sobre literatura, arte e historia peruana, llegando a adquirir envidiable reputación de literato, crítico de arte e historiógrafo, y una erudición verdaderamente admirable.

Hacía cerca de venticinco años que el señor Gutiérrez de Quintanilla se hallaba al frente de la Dirección del Museo de Historia Nacional, y únicamente de la sección colonial en los últimos años, y tenía entre manos la preparación de la gran obra "La acción peruana en la Independencia del Perú", que es muy sensible haya quedado sin publicarse a la muerte de su autor.

El Instituto Histórico dedica un sentido recuerdo a la memoria de su desaparecido ex-Presidente.

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