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el año del Señor de mil y trecientos y cuarenta y seis. Este mismo rey hizo la muralla del Albaicin, que está enfrente deste castillo. El gasto fué tal que, por no parecer á la gente bastaban sus rentas y tesoros, corrió fama que se ayudó del arte del alquimía, para proverse de oro y plata.

Entre estos dos castillos del Alhambra y del Albaicin está puesto lo demas de la ciudad, el arrabal de la Churra y calle de los Gomeles, por la parte de la Alhambra; por la opuesta la calle de Elvira y la ladera de Zenete: de mala traza lo mas, las calles angostas y torcidas, por la poca curiosidad y primor que tenian los Moros en edificar. Fuera de la ciudad el hospital real y S. Géronimo, suntuoso sepulcro del gran capitan Gonzalo Fernandez *). Refieren tenia sesenta mil casas, número descomunal que apénas se puede creer. Lo que pone mas maravilla, es lo que los embajadores de Don Jaime el segundo, rey de Aragon, se halla certificaron al pontífice Clemente quinto en el concilio de Viena, es á saber que de docientas mil almas, que á la sazon moraban en Granada, apénas se hallaban quinientos que fuesen hijos y nietos de Moros; en particular decian tenia cincuenta mil renegados, y treinta mil cautivos cristianos. De presente, sin duda hay en aquella ciudad veinte y tres parroquías y colaciones. Del número de vecinos por la grande variedad no hay que tratar, mayormente que en esto siempre la gente se alarga. Tambien es cierto que en tiempo de los reyes moros las rentas reales, que se recogian de aquella ciudad y de todo el reino, llegaban á setecientos mil ducados, gran suma para aquel tiempo, pero creible á causa de los tributos é imposiciones intolerables. Todos pagaban al rey la setena parte de lo que cogian y de sus ganados. Del Moro que moria sin hijos, el rey era su heredero; del que los dejaba, entraba á la parte de la herencia, y llevaba tanto como cualquiera dellos.

Este era el estado y disposicion, en que se hallaban las cosas de Granada. El cerco entendian iria á la larga: así la reina con sus hijos vino á los reales; ca el rey Don Fernando venia resuelto de poner el postrer esfuerzo, y no desistir de la

*) Es Gonzalo de Córdova, llamado el gran capitan.

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empresa, hasta sujetar aquella ciudad.

Con este intento hacia

de ordinario talar los campos, á fin que los de la ciudad no tuviesen como se proveer de vituallas; y en el lugar en que asentaron los reales hizo edificar una villa fuerte, que hasta hoy se . Ilama de Santa Fé. La presteza con que la obra se hizo fué grande, y todo se acabó muy en breve. Dentro de las murallas tenian sus tiendas y alojamientos, repartidos por su órden, sus cuarteles con sus calles y plazas, á cierta distancia, con una traża admirable. En el mismo tiempo diversas bandas de gente, que se enviaban á robar, muchas veces escaramuzaban con los Mosalian contra ellos de la ciudad. La una refriega pasa

ros que ron tan adelante, que ganaron á los Moros la artillería, prendicron á muchos, y forzaron á los demas á meterse en la ciudad. El denuedo de los Cristianos fué tal, que se arriscaron á llegar á la muralla de mas cerca que antes solian, y apoderarse de dos torres, que servian á los contrarios de atalayas y de baluartes, por tener en ellas puesta gente de guarnicion. El alegría, que de estos sucesos recibieron los del rey, se hubiera de destemplar por un accidente no pensado.

Fué así que á diez de Julio, de noche, en la tienda del rey se emprendió fuego, que puso á todos en gran turbacion por el miedo tenian de mayor mal. que Los alojamientos por la mayor parte eran de enramadas que, por estar secas, corrian peligro de quemarse. La reina acaso se descuidó en dejar una candela sin apagar; así la tienda del rey, como las que le caian cerca, comenzaron de tal manera á abrasarse, que no se podía remediar. El rey sospechó no fuese algun engaño y ardid de los enemigos, que se querian aprovechar de aquella ocasion: en los ánimos sospechosos aun lo imposible parece fácil. Salió en público desnudo, embrazada una rodela y su espada. Para prevenir que los Moros con tan buena ocasion no acometiesen los reales, el marques de Cadiz se adelantó con parte de la caballería, y estuvo toda la noche alerta en un puesto, por do los Moros habian forzosamente de pasar. La turbacion y ruido fué mayor que el peligro y que el daño: así el dia siguiente volvieron á las talas; los dias adelante asimismo diversas compañías fueron á los montes á robar. No dejaban reposar á los enemi

gos, ni les quedaba cosa segura, si bien en todas partes se defendian valientemente, irritados con la desesperacion, que es muy fuerte arma.

La cuita de los Moros por todo esto era grande, tanto que cansados con tantos males, y visto que nunca aflojaban, se inclinaron á tratar de partido. Bulcacin Mulch, gobernador y alcaide de la ciudad, salió á los reales á tratar de los conciertos y capitular. Señaló el rey para platicar sobre ello á Gonzalo Fernandez de Córdova, que despues fué gran capitan *), y á Hernando de Zafra, su secretario. Ventilado el negocio algu

nos dias, finalmente fueron de acuerdo, y pusieron por escrito estas capitulaciones, que se juraron por ambas partes, á veinte y cinco de Noviembre: Dentro de sesenta dias los Moros entreguen los dos castillos, las torres y puertas de la ciudad; hagan homenage al rey Don Fernando, y juren de estar á su obediencia y guardalle toda lealtad ; á todos los Cristianos cautivos pongan en libertad sin algun rescate; entre tanto que estas condiciones se cumplen, den en rehenes, dentro de doce dias, quinientos hijos de los ciudadanos moros mas principales; quédense con sus heredades, armas y caballos, entreguen solamente la artillería; tengan sus mezquitas, y libertad de ejercitar las ceremonias de su ley; sean gobernados conforme á sus leyes, y para esto se les señalarán de su misma nacion personas, con cuya asistencia y por cuyo consejo los gobernadores, puestos de parte del rey, harán justicia á los Moros; los tributos de presente por espacio de tres años se quiten en gran parte, y para adelante no se impongan mayores de lo que acostumbraban de pagar á sus reyes; los que quisieren pasar á África, puedan vender sus bienes, y sin fraude ni engaño se les hayan de dar, para el pasage, naves en los puertos que ellos mismos nombraren. Concertaron otrosí, que á Boabdil restituyesen su hijo y los demas rehenes, que el tiempo pasado dió al rey, pues entregada la ciudad, y cumplido todo lo al del asiento, no era necesaria otra prenda ni seguridad; en

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*) La dignidad de gran capitan corresponde á la de condestable en Francia.

cumplimiento los trajeron del castillo de Moclin en que los tenian, para se los entregar.

CAPÍTULO XVII.

De un alboroto que se levantó en la ciudad.

Concertóse la entrega de Granada con las capitulaciones que acabamos de contar; lo cual todo puso en cuentos de desbaratarse cierta ocasion que avino, ni muy ligera, ni muy grande. El vulgo, y mas de los Moros, es de muy poca fé y lealtad, mudable, amigo de alborotos, enemigo de la paz y del sosiego; finalmente poco basta para alteralle. Un cierto Moro, cuyo nombre no se refiere, como si estuviera frenético y fuera de sí, con palabras alborotadas no cesaba de persuadir al pueblo que tomase las armas. Decia que debajo de capa de amistad y de mirar por ellos les tramaban traicion, engaño y asechanzas: que Boabdil y los principales de la ciudad solo tenian nombre de Moros, que de corazon favorecian á los contrarios. ,, Yugo de ,,perpetua esclavonía es el que ponen sobre vos y sobre vuestros ,,cuellos: mirad bien lo que haceis, catad que os engañan y se ,,burlan de vos. Que si es cosa pesada sufrir las miserias, cui,,tas y peligros presentes, mayor mengua será, por no sufrir un ,,poco de tiempo los trabajos, trocar los menores y breves males ,,con los que han de durar para siempre y son mas pesados. „¿ Mas qué seguridad dan que nos guardarán lo que prometen y ,,la palabra? No trato de los bienes que con la misma vanidad ,,dicen nos los dejarán, como si los nuevos ciudadanos se hubie„sen de sustentar de otras heredades. ¿ Por ventura ignorais ,,cuanta sed tienen de vuestra sangre? ¿ Dejarán de vengar los pa,,dres y parientes que en gran parte han perdido en el discurso ,,destas guerras? No quiero tratar de lo pasado: un año ha que ,,nos tienen cercados, y si nos han aquejado, ellos no han sufri ,,do menores daños. Muchas veces han quedado tendidos en ,,el campo, y no ménos han estado ellos cercados dentro de sus ,,estancias, que nos en la ciudad, y aun para defenderse han te„nido necesidad de edificar un nuevo pueblo. Serian insen

La ver

,,sibles y de piedra, si, entregada la ciudad, no hiciesen las exe,,quias de sus muertos con derramar vuestra sangre, de que ,,están muy sedientos á manera de fieras muy bravas. ,,dad es que no somos hombres, y si lo somos, sufrámonos un ,,poco, que Dios nos ayudará y nuestro profeta Mahoma. Las ,,profecías antiguas y las estrellas nos favorecen, pero si mostra,,mos esfuerzo; que contra los cobardes las piedras se levantan. ,,Si decis que hay falta de mantenimiento, con repartille por tasa, ,,y hacer cala y cata de lo que los particulares tienen escondido, ,,nos podemos entretener muchos dias; y acabadas todas las vi,,tuallas, ¿qué inconveniente hay que nos sustentemos de los cuer„pos y carne de la gente flaca que no son á propósito para pé,,lear? Direis seria cosa nueva, grande y espantable maldad. ,,Respondo que, si no tuviésemos ejemplo de los antiguos, que ,,se valieron desto en semejante peligro, yo juzgaria seria muy ,,bueno dar principio y abrir camino, para que nuestros descen,,dientes en otro tal aprieto nos imitasen. Mi resolucion es „que, si no podemos evitar ni excusar la muerte, excusemos si,,quiera los tormentos y afrentas que nos amenazan. Yo á lo ,,ménos no veré tomar, saquear y poner á fuego y á sangre mi ,,patria, ser arrebatadas las madres, las doncellas, los niños, pa„ra ser esclavos y para otras deshonestidades ; que si os con,,tenta esto mismo *), sed hombres, tomad las armas, desbaratad ,,este mal concierto. No debeis usar de recato ni dilacion, ,,donde el detenerse es mas perjudicial que el resolverse y arrojarse."

Predicaba estas cosas con ojos encendidos, con rostro espantable y á gritos por las calles y plazas: con que amotinó veinte mil hombres, que tomaron las armas y andaban como locos y rabiosos; no se sabia la causa del daño, ni lo que pretendian, que hacia mas dificultoso el remedio. Boabdil, llamado el rey Chiquito, por no tener ya autoridad ninguna, y temer en tan gran revuelta no le perdiesen el respeto, se estuvo dentro del Alhambra. La muchedumbre y canalla tiene las

*) Así que, si sois del mismo parecer que yo, sed hombres. tomad

la armas &c.

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