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desde Madrid do residia, que el Condestable de Castilla y Duque de Nájara con sus vasallos, y quinientos caballos que de nuevo les envió, se acercasen á las fronteras de aquel reyno, dado que Don Juan de Ribera que de tiempo pasado tenian allí puesto, no se descuidaba, ántes ponia en órden todo lo necesario; da todos tenian por cierto que la guerra se emprenderia por estas partes.

Así fué que el Rey de Francia determinó de juntar todas las fuerzas de su reyno, y con ellas hacer todo el mal y daño que pudiese por la parte de Ruysellon, que pensaba hallar desapercebido para resistir á un exército tan grande que llegaba á veinte mil combatientes entre la gente de ordenanza y de la tierra, bien que toda la fuerza consistia en diez mil infantes y mil caballos. El General de toda esta gente Monsieur de Rius Mariscal de Bretaña, luego que le tuvo junto, en fin de Agosto asentó su campo en los confines de Ruysellon en un lugar que se llama Palma. Detuviéronse algunos dias en aquel alojamiento. Desde allí tomáron la via de Salsas, la infantería por la sierra y los caballos por lo llano: dexaban guardados los pasos porque los nuestros no les atajasen las vituallas que les venian de Francia. Con este órden se pusiéron sobre el castillo de Salsas sábado á diez y seis dias de Setiembre.

Era ya el Duque de Alba llegado á Perpiñian : tenia mil ginetes y quinientos hombres de armas, y seis mil peones; y otro dia despues que llegó Don Sancho de Castilla, que era ántes General de aquella frontera, se fué á meter dentro de Salsas. Saliéron los del Duque por su órden á reconocer el campo del enemigo y dalles algun rebate y alarma: el mismo Duque con su gente salió de Perpiñían y se fué á poner en Ribasaltas sobre Salsas y sobre el campo Frances. No podia allí ser ofendido por la fragura del lugar, y estaba alerta para no perder qualquiera ocasion que se ofreciese de dañar al enemigo, ό dar socorro á los cercados hasta llegar á presentar la batalla al enemigo, que fué arriscarse demasiado

por tener mucho menos gente, si los Franceses la aceptaran; verdad es que el lugar en que el Duque se puso, era muy aventajado.

A la sazon que los Franceses se pusieron sobre el castillo de Salsas, y hacian todas sus diligencias para ganar aquella plaza, los Cardenales en Roma se cerráron en su cónclave para elegir sucesor en lugar del Papa Alexandro. Muchos eran los que pretendian, y la negociacion andaba muy clara. El Cardenal de Ruan se adelantaba mucho así por causa del campo Frances que marchaba la vuelta de Roma, como porque de Francia traxo en su compañía para ayudarse dellos á los Cardenales de Aragon y Ascanio Esforcia, que hizo con este intento poner del todo en libertad. El Cardenal de San Pedro Julian de la Rovere se le oponia, dado que en lo demas era muy Frances; queria empero mas para sí el Pontificado que para otro. Asimismo al Cardenal Don Bernardino de Carvajal daba la mano el Gran Capitan; y para este efecto hizo que el Cardenal Juan de Colona que se hallaba en Sicilia por la persecucion del Papa Alexandro contra aquella su casa, viniese al cónclave; y juntamente despachó con gente desde Castellon á Próspero Colona y Don Diego de Mendoza con voz que no permitiesen que por la parte de Francia se hiciese alguna fuerza á los Cardenales.

Ninguno destos pretensores, ni el Cardenal de Nápoles que asimismo estuvo adelante, pudo salir con el Pontificado, si bien detuvieron la eleccion por espacio de treinta y cinco dias. Concertáron los Cardenales entre sí que qualquiera que saliese Papa, dentro de dos años fuese obligado de juntar concilio general para reparar los daños, y despues se celebrase cada tres años perpetuamente. Juráron esta concordia todos los Cardenales. Hecho esto, se conformó la mayor parte del Colegio en nombrar por Pontífice al Cardenal de Sena Francisco Picolomino, que tenia muy buena fama de persona reformada. Hízose la eleccion á los veinte y dos de Setiembre: liamóse Pio Tercero en memoria de su tio el Papa Pio Tom. VII, B

Segundo hermano que fué de su madre. Tuvo gram deseo de reformar la Iglesia, y en particular la ciu dad de Roma y la curia: con este intento en una congregacion que juntó ántes de coronarse, declaró su buena intencion, además que para juntar concilio no queria esperar los dos años, sino dar priesa desde luego para que con toda brevedad se hiciese.

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Sus santos intentos atajó su poca salud y la muerte que le sobrevino muy en breve á cabo de veinte y seis dias despues de su eleccion. A los demas dió contento la eleccion deste Pontífice, y les parecia muy acertada para reparar los daños pasados, en particular al Rey Cathólico: otros sentian de otra ma◄ nera y entre ellos el Gran Capitan, que se recelaba por lo que tocaba al Marques de Lochito su sobrino, no se pusiese de la parte de Francia, con que las cosas de España en el reyno de Nápoles empeorasen. En este cónclave tuvo poca parte el Duque Valentin á causa de su indisposicion que le trabajó muchos dias; y aun los Señores de la Romaña y Barones de Roma que tenia despojados, con tan buena ocasion hicieron sus diligencias para recobrar sus estados, y saliéron con ello. Los Venecianos asimismo se apoderáron de algunas de aquellas plazas, de suerte que en pocos dias no quedó por el Duque en la Romaña sino solos los castillos de Forli y de Arimino, ó poco mas; que lo mal adquirido de ordinario se pierde tan presto y mas que se gana.

CAPITULO IV.

QUE SE ALZÓ EL CERCO DE SALSAS.

H

acian los Franceses sus minas, y con la artillería batian los muros del castillo de Salsas con tanta furia que derribáron una parte de la torre maestra y de un baluarte que no tenian aun acabaco. Cegáron las cavas, con que tuvieron lugar de llegar á

picar el muro. Grande era el aprieto en que los de dentro estaban: acordáron desamparar aquel baluarte, pero en ciertas bóvedas que tenian debaxo, pusiéron algunos barriles de pólvora con que le voláron á tiempo que le viéron mas lleno de Franceses, que fué causa que muriéron mas de quatrocientos dellos parte quemados, parte á manos de los que salieron á dar en ellos. Acudian al Duque de Alba cada dia nuevos soldados, con que llegó á tener quatrocientos hombres de armas, mil y quinientos ginetes, y hasta diez mil infantes. Con esta gente un viernes trece de Octubre llegó á ponerse junto al real de los Franceses, y estuvo allí hasta puesta del sol. No quisiéron los contrarios dexar su fuerte, ni salir á dar la batalla: porendė nuestra artillería descargó sobre ellos, y les hizo algun daño.

En esta sazon el Rey acudió á Girona para recoger la gente que le venia de Castilla, no ménos en número que los que tenia en Perpiñan, y mejor armados que ellos. Publicaba que queria acometer á los Franceses dentro de su fuerte, si no querian salir á la batalla. Tenia asimismo apercebida en aquellas marinas una armada para acudir á lo de Ruysellon, y por su General Estopiñan, que aun no era llegado por falta de tiempo. Como las fuerzas del Rey acudian á aquella parte, diez y nueve fustas de Moros tuviéron lugar de hacer daño en las costas de Valencia y de Granada. Encontró con ellas Martin Hernandez Galindo General por mar de la costa de Granada peleáron cerca de Cartagena, los Moros quedáron vencidos, y las fustas tomadas ó echadas á fondo.

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El Rey alegre con esta nueva partió de Girona con su gente: llegó á Perpiñan un jueves diez y nueve de Octubre. Allí visto el aprieto en que los cercados se hallaban acordó abreviar, y que parte de su exército se pusiese por las espaldas de los contrarios á la parte de Francia, resuelto con la demas gente de combatillos por la otra banda. Para que esto mejor se hiciese, el mismo dia que llegó, hizo com

batir un castillo de madera que los Franceses tenian levantado en el agua para impedir á los contrarios el paso porque no les atajasen las vituallas que de Francia les venian. La pérdida de aquel castillo, la llegada y resolucion del Rey puso gran espanto en los Franceses, tanto que aquella noche sin ruido y sin que los del Rey lo pudiesen entender, sacáron su artillería al camino de Narbona, y el dia siguiente levantáron su campo, dexando parte de sus municiones y bagage; y dado que baxáron á lo llano, y diéron muestra de querer la batalla, mas luego revolviéron la vuelta de Narbona. Acometiéron la retaguardia los ginetes de Aragon y gente de á caballo de Cataluña: diéronles tal carga que les fué forzado desamparar parte de la artillería, de las municiones tiendas que llevaban.

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Acudió el Rey con todo su campo: los Franceses llevaban ventaja y se daban priesa, y la acogida que tenian cerca ; así no les pudo dar alcance, sí bien se metió dentro de Francia, donde los nuestros ganáron á Leocata y otros lugares de aquella comarca. Esto era en sazon que la Infanta Doña Isabel nació en Lisboa á los veinte y quatro dias de Octubre › que fué Emperatriz adelante y Reyna de España. Pocos dias despues viniéron Embaxadores de Francia, por cuyo medio se concertáron treguas por espacio de cinco meses entre los dos Reyes y sus reynos, fuera de lo que tocaba al reyno de Nápoles: con esto se dexáron las armas. Quedó por General de aquella frontera D. Bernardo de Rojas Marques de Denia, y en su compañía mil hombres de armas, dos mil ginetes y tres mil peones por Alcayde de Saisas Don Dimas de Requesens.

Hecho esto, el Rey dió la vuelta á Barcelona. Dende despachó á Francia por sus Embaxadores á Miguel Juan Gralla y Antonio Augustin por estar así tratado, y juntamente para que procurasen tomar algun asiento en las cosas del reyno de Nápoles, que tenian puesto en mucho cuidado al Rey Cathólico por el socorro que iba de Franceses, y sobre todo por

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