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las nuevas que le viniéron de la muerte del Papa Pio Tercero, y de la eleccion del Cardenal de San Pedro en Pontífice, que fué á primero de Noviembre, y se llamó en su Pontificado Julio Segundo. Era Ginoves de nacion, de aficion muy Frances, y de ingenio bullicioso temíase no fuese parte para revolver á Italia. Tuvo gran parte en esta eleccion el Duque Valentin: por la mala voluntad que tenia al Cardenal Don Bernardino Carvajal, y entender que tenia parte en los votos, procuró con los que eran hechura del Papa Alexandro, que sacasen por Papa al que salió.

Esto era en sazon que el Archiduque partió de Saboya para ir á verse con su padre, que le persuadió no insistiese en llevar adelante la paz que se concertó en Francia: ofrecia otrosí, si el Rey Cathólico le proveia de dinero, de hacer la guerra por la parte de Lombardía; empresa sobre que le hacian instancia Don Juan Manuel y Gutierre Gomez de Fuen salida Embaxadores del Rey Cathólico en Alemaña. El Rey Cathólico no se aseguraba de la condicion del César ni de su constancia; y hacia mas fundamento en su dinero para todo lo que sucediese, que en el socorro que por aquella parte le podia venir: con esto sin concluir nada se pasaba el tiempo en demandas y respuestas.

En la Princesa Doña Juana se veian grandes muestras de tener ya turbado el juicio, que fué una de las cosas que en medio de tanta prosperidad dió mayor pena á sus padres, y con razon: quan pobre de contento es esta vida! Daba grande priesa que se queria ir á su marido entreteníala su madre con buenas razones por no ser el tiempo á propósito. Llegó tan adelante que un dia se quiso salir á pie de la Mota de Medina do la entretenian: no tuviéron otro remedio sino alzar el puente. Ella visto que no podia salir, se quedó en la barrera; y en una cocina allí junto dormia y comia sin tener respeto al frio ni al sereno que era grande. Ni fuéron parte Don Juan de Fonseca Obispo de Córdova que se halló en

su compañía, ni el Arzobispo de Toledo que para este efecto sobrevino, para que volviese á su aposento hasta tanto que vino la Reyna, que estaba doliente en Segovia. Desde allí al fin por contentalla y aplacalla mandó aprestar una armada en Laredo para llevalla luego que el tiempo abriese, á Flandes, do ya era llegado su marido el Archiduque á cabo de tantos meses que en Francia y en Saboya se entretuvo.

CAPITULO V.

DE LAS ROTAS QUE DIERON LOS DE ESPAÑA A LOS FRANCESES JUNTO AL GARELLANO.

El campo Frances que estaba en Italia mar

chaba la vuelta del reyno muy despacio. Pasó por Florencia y por Sena sin hallar impedimento alguno. Llevaba por General al Marques de Mantua. El de la Tramulla por estar doliente de quartanas se quedó atras, si bien seguia á los demas con parte de la gente. Apretóle la indisposicion, y no pasó adelante de Roma; en la qual ciudad no acogiéron el campo Frances, solo diéron lugar que pasase el Tiber por el puente Molle, que está á dos millas de Roma.

El Gran Capitan se hallaba en gran cuidado como podria continuar el cerco de Gaeta, y atajar el paso á aquella gente que le venia de socorro. Acudióle muy á tiempo el Embaxador Francisco de Rojas con dos mil soldados que pudo recoger en Roma entre Españoles, Alemanes é Italianos, y cien cabalos ligeros; y puso en órden otros docientos Alemanes y quinientos Italianos para enviallos en pos de los primeros. Iba con esta gente Don Hugo de Moncada, que dexó una conducta de cien hombres de armas que tenia del Duque Valentin, con deseo de servir á su Rey y acudir en aquel aprieto. Fué este Socorro muy á tiempo por quanto el cerco de Salsas

impedia que de España no pudiese acudir alguna ayuda de gente ni de dineros.

El Gran Capitan luego que supo que los enemigos eran pasados de Roma, y que llegaban á los confines del reyno, arrancó con todo su campo de Castellon en busca dellos. Llegó el primer dia á ponerse en la ribera del Garellano. Dexó allí á Pedro de Paz con buen golpe de gente para guarda de cierto paso, y él fué adelante camino de San German. Llegó en sazon que el campo Frances alojaba en Pontecorvo, lugar de la Iglesia, distante de allí solas seis millas. Era fama que en él se contaban hasta mil almetes, dos mil caballos ligeros, y nueve mil infantes la mayor parte Italianos. Tenian treinta y seis piezas de artillería, las diez y seis gruesas, las demas girifaltes y falconetes. Adelantóse con parte de la gente Pedro Navarro para combatir el castillo de Monte Casino, que todavía se tenia por los Franceses. Tomóse por fuerza de armas, que fué gran befa para Jos Franceses por estar á vista de su campo y no se atrever á socorrelle.

Publicóse que el de Mantua se jactaba que deseaba verse en campo con aquella canalla, ó marranalla. El Gran Capitan con su hueste se puso á una milla de Mantua y á su vista. Envióle desde allí á requerir con la batalla, pues tanto mostraba desealla. El respondió que en el Garellano se verian, que él pasaria á su pesar. Este famoso rio tiene su nacimiento en el Abruzo, y pasa por entre San German y las tierras de la Iglesia muy recogido. Lleva tanta agua que apénas se puede vadear. No tenia por allí otra puente sino la de Pontecorvo. Hace con su corriente grandes revueltas y muchas, por donde con estar Gaeta desta parte del rio como se va de Roma, para socorrella por camino mas breve era menester pasalle por dos veces.

Acudió desde Gaeta el Señor de Alegre con hasta tres mil hombres para juntarse con el campo Frances. Daba él priesa que pasasen el rio, y viniesen á las manos, sin quedar escarmentado de la batalla de

la Cirinola como queda apuntado. Pasó pues el campo de los Franceses el rio por el vado de Ceprano un Domingo mediado Octubre. El primer lugar que encontráron de los que se tenian por España pasado el rio, era Roca seca. Estaban en él de guarnicion los Capitanes Christoval Villalva, Pizarro y Zamudio con mil y docientos soldados. Con esta gente diéron en la avanguardia de los Franceses que venian mal ordenados, y matáron y prendiéron mas de trecientos dellos. Acudiéron los Franceses á combatir aquella plaza. Los de dentro mostraban tanto ánimo, que no contentos con defender el lugar saliéron á pelear con los Franceses, y aun dellos matáron sobre docientos y á los demas hicieron retirar dentro de sus reparos. Otro dia les entráron tres mil hombres de socorro con Próspero Colona y Pedro Navarro.

Por otra parte marchaba el Gran Capitan con todo su campo para acudir á los cercados. Los enemigos sí bien hiciéron ademan de querer volver al combate, por miedo de perder la artillería si les sucediese algun desman, y por ser el tiempo muy lluvioso, alzado su campo, volviéron á alojarse de la otra parte del rio. Desde á dos dias segunda vez pasáron el rio, y fuéron á asentar su campo en Aquino que está seis millas de San German, donde era vuelto con su gente el Gran Capitan. La tempestad de agua era tan grande que impidió que no se viniese á las manos. Retraxéronse los Franceses ácia Pontecorvo. El Gran Capitan por atajalles el paso del rio, que pretendian ponelle de por medio, caminó en su seguimiento hasta de la otra parte de Aquino, do les tornó á presentar la batalla. Ellos se cerráron en un sitio asaz fuerte con la artillería, y los de España fuéron forzados á dar la vuelta á San German.

Los Franceses tornáron á pasar el Garellano en sazon que entrado Noviembre se concertáron los Ursinos con los Coloneses en Roma en servicio del Rey Cathólico por medio de los Embaxadores de España y de Venecia, ca á los Venecianos desplacia la pros

peridad de Francia, y no querian tener por vecino Príncipe tan poderoso. Obligáronse los Ursinos de servir con quinientos hombres de armas á tal que el Rey Cathólico les acudiese con sesenta mil ducados por año. Por su parte Bartholome de Albiano principal entre los Ursinos, y que se halló en toda esta faccion del Garellano, ofrecia de servir en aquella guerra con tres mil de á caballo y de á pie.

Fabricio Colona con golpe de gente Española que le diéron, combatió y tomó por fuerza á Roca de Vandra con grande afrenta del campo Frances que lo veia, y no pudo socorrer á los cercados; ántes rio abaxo se fué á poner diez y ocho millas de San German, y doce no mas de Gaeta con intento de pasar el rio por una puente de piedra que allí hay. Pedro de Paz puesto para guardar aquel paso con mil y docientos infantes y algunos ginetes, con su gente y con otros docientos ginetes que llegáron de socorro, peleó tres dias y tres noches con los Franceses sin que le pudiesen ganar la puente. En esto llegó el Gran Capitan con todo el campo, y con su llegada hizo pegar fuego á una parte de la puente que era de madera, y asentó su real junto á su enfrada. Aquí hobo gran desórden en la gente de España, que por ser el tiempo tan recio, y no estar los soldados pagados, se desmandaban en robar por los poblados y caminos, demas que muchos así de los hombres de armas como de la infantería desam paraban las banderas; y aun los mas principales Capitanes eran de parecer que el campo se retirase.

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Un dia llegó el negocio á tanto rompimiento que un soldado sobre el caso puso la pica en los pechos al Gran Capitan; pero él llevaba todo esto con grande esfuerzo y corazon. Juntó el dinero que pudo, con que socorrió á cada soldado con cada dos ducados; y á los Capitanes que le instaban en una junta con grande porfia que se retirase, respondió:,,Yo sé muy bien lo que al servicio del Rey importa esta jornada, y estoy determinado de ganar ántes un paso, aunque sea para mi sepultura, que vol

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