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», ver atras, aunque fuese pära vivir cien años. Aquí se ha de rematar esta contienda como fuere la vo,, luntad de Dios y como pluguiere á su Magestad: ,, nadie pretenda otra cosa.,,

Los Coloneses fuéron los que hicieron mas instancia que el campo se retirase. Sospechóse y díxose que por inteligencias secretas que traian con los Franceses, de que resultáron disgustos y enemistades formadas. Todavía se fué mucha gente del campo Espahol, y quedó muy menguado: con que los Franceses tuviéron lugar de echar sin ser sentidos una puente bien trabada sobre ciertas galeras y barcos, por la qual hasta mil y quinientos Franceses pasáron los primeros, y por estar los de España descuidados y tomalles de sobresalto, les ganáron un reparo como fuerte. Diéron alarma en el campo, que era todo de pocos caballos y como cinco mil infantes. Subió el Gran Capitan en un caballo, y puesta en órden su gente, se apeó, y con una alabarda fué el primero que comenzó á pelear con los contrarios, que ya eran pasados hasta en número de cinco mil, y continuaban á pasar con muy buen órden, y la artillería Francesa que tenian plantada de la otra parte del rio, no cesaba de jugar contra los nuestros. Sin embargo fué tanto el denuedo de la infantería Española y su corage, y cargáron tan furiosamente sobre los contrarios, que les forzáron á dar las espaldas y recogerse á la puente. Con la priesa del pasar quedáron muertos y ahogados mas de mil y quatrocientos hombres.

Llegó el Gran Capitan sin miedo de la artillería hasta la entrada de la puente, y aun algunas de sus banderas y compañías á vuelta de los Franceses pasáron de la otra parte del rio. Al retirarse recibiéron algun daño de la artillería enemiga, en que muriéron algunos hombres de cuenta, á otros hiriéron, en particular el Capitan Zamudio quedó mal herido de un tiro. Sobre todos es de alabar el ánimo del Alferez Hernando de Illescas, que perdida de un tiro la mano derecha, tomó con la izquierda el estandar

te, y llevada de otro tiro tambien la izquierda, se abrazó con los brazos dél, sin moverse de un lugar hasta tanto que los Franceses fuéron echados. Varon digno de inmortal renombre, y de las mercedes que su Rey le hizo grandes á instancia y por informacion del Gran Capitan.

Esta rota desanimó mucho á los Franceses, tanto que no se tenian por seguros con tener el rio de por medio: guardaban con cuidado la puente, no para pasar ellos, sino porque los contrarios no pasasen de la otra parte do ellos alojaban. Demas desto por diferencias que resultáron entre el Marques de Mantua y el Señor de Alegre, el Marques se resolvió de dexar el campo y oficio de General, y volver atras con color que no podia sufrir la arrogancia de los Franceses, que allegaban á desmandarse en palabras y llamalle bougre, nombre de injuria muy grave entre los Franceses, si ya no fué capa, que no quiso aventurarse por ver el juego mal parado. En su lugar hasta tanto que su Rey fuese avisado, y proveyese como fuese su voluntad, nombráron los Capitanes por General al Marques de Saluzes, que era venido á esta empresa en favor de Francia con cargo de Visorrey.

Tras esto el Gran Capitan, sí bien tenia ménos gente que los contrarios, se resolvió de pasar el rio y dalles la batalla. Para executarlo mandó labrar una puente echalla siete millas mas arriba de la que y , tenian los Franceses sobre ciertas barcas y carros. Dió cuidado de hacer esto á Bartholome de Albiano. Luego que la puente estuvo en órden, salió de Sessa en que alojaba, y un jueves veinte y ocho de Diciembre pasó con dos mil peones Españoles y mil y quinientos Alemanes. Dexó otrosí órden á Don Diego de Mendoza y Don Fernando de Andrada que recogiesen aquella noche la caballería que tenian alojada por aquella comarca, y con ella al amanecer estuviesen con él.

Luego que los de España pasáron el rio, los Franceses se retiráron de sus estancias y tomáron una lo

ma de una sierra. Rindiéronse Suy y Castelforte, que se tenian en aquella ribera del rio por los Franceses. Quedóse aquella noche nuestra gente en el campo delante de Monforte, y el dia siguiente fué el rio abaxo con intento de dar la batalla. Los Franceses con parte del artillería enviáron á Pedro de Medicis para que en unas barcas la llevase á Gaeta. Llegó á la boca del rio, quiso pasar adelante puesto que el mar andaba alto: porfia perjudicial, hundiéronse las barcas con la artillería, y él mesmo se ahogó. La demas gente un hora ántes del dia desamparado el puente y la artillería gruesa, las tiendas y parte del fardage, se apresuráron por meterse en Mola que está junto á Gaeta.

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Supo el Gran Capitan el camino é intento que llevaban envió delante á Próspero Colona con los caballos ligeros para que los detuviesen hasta tanto que llegase la infantería. Luego que llegó al puente de Mola, se trabó la pelea, que no fué muy larga. En breve espacio los contrarios fuéron rotos, y se pusieron en huida. Siguieron los vencedores el alcance y executáronle hasta las puertas de Mola y de Gaeta, donde parte de los vencidos se recogió. Muchos quedáron muertos en todo el camino: perdiéron treinta y dos piezas de artillería: tomáronles mil y quinientos caballos. Una parte de los Franceses que echáron por la via de Fundi, y otros que por allí alojaban, fuéron muertos y presos de los villanos de la tierra, que salieron contra ellos y les atajáron los pasos de suerte que fuéron muy pocos los que dellos se salváron. Señaláronse mucho de valerosos en estos encuentros y toda esta jornada Bartholome de Albiano, y Don Hugo de Moncada.

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CAPITULO VI.

QUE LA CIUDAD DE GAETA SE RINDIÓ.

uisiera el Gran Capitan aprovecharse de la turbacion y miedo de los Franceses para subir con su gente que iba en el alcance, en el monte Orlando que está sobre Gaeta y la sojuzga. El dia fué tan áspero por lo mucho que llovia, y los soldados ve→ nian tan fatigados del camino y de la hambre por no haber comido la noche pasada ni todo aquel dia (que parece solo el herir y matar los sustentaba) que le fué forzoso desistir por entónces de aquel intento, y volver con su campo á Castellon do ántes alojaba. Tenian los Franceses acordado de fortificarse en Mola con la artillería menuda que les quedaba, por temor no les acometiesen ante todas cosas en aquel lugar; pero el Gran Capitan luego que tuvo la gente refrescada y descansada, revolvió sobre Gaeta que era lo mas principal, por aprovecharse del miedo y desmayo que tenian los contrarios.

El combate fué aun mas fácil de lo que se pensaba, ca por la batería que la artillería hizo los meses pasados, se halló tan poca resistencia que sia dificultad les ganáron el monte, y los que le guardaban, apénas se pudiéron recoger á la ciudad. Con esto acabaron de perder lo que les quedaba de la jornada pasada. Tomáronles otros mil caballos, y dos cañones que hicieron todo el daño á los nuestros en el primer cerco. Lo que mas es, perdieron de todo punto el ánimo, en especial quando viéron que los de España pasáron sus alojamientos junto á los adarves de la ciudad sin que les pudiesen ir á la mano. Saliéron luego á rendirse cincuenta hombres de armas de Lombardía, cuyo Capitan era el Conde de la Mirandula. Tras esto aquella misma noche acudiéron de la ciudad tres personages á tratar de parte del Marques de Saluzes de algun concierto. Pidiéron en

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1504.

primer lugar que los prisioneros se rescatasen por dineros respondió el Gran Capitan que no se podia hacer. Pasáron adelante con la plática: viniéron á ofrecer que por los prisioneros Franceses é Italianos serian contentos de entregar la ciudad y castillo de Gaeta, y la Roca de Mondragon plaza asentada en las ruinas de la antigua Sinuessa, demas de dar libertad á los prisioneros Españoles é Italianos que te◄ nian de nuestra parte.

El Gran Capitan oyó de buena gana esta oferta. Todavía no venia en soltar los prisioneros Italianos, en especial al Marques de Bitonto, Matheo de Aquaviva, y Alonso de Sanseverino primo del Príncipe de Bisiñano, cuyas culpas y deslealtad eran mas notables, y pretendia reservar al Rey Cathólico el conocimiento de su causa. Anduviéron demandas y respuestas; y los Franceses en lo que tocaba á los prisioneros Italianos afloxáron. Al fin á primero de Enero del año de nuestra salvacion de mil y quinientos y quatro fuéron de acuerdo que el Señor de Aubeni con los demas Franceses se pusiesen en libertad: quanto á los Italianos, que no se pudiese hacer justicia de ninguno dellos, ni el Rey Cathólico determinase sus causas ántes que el de Francia tuviese lugar de enviar á España Embaxador sobre el caso para interceder por ellos. Con esto se permitió á los soldados que se fuesen con sus bagages y armas: á los naturales de Gaeta, que quedasen con sus haciendas; y que á todas las demas ciudades de aquel bando no fuese en algun tiempo imputado, ni parase perjuicio el haber seguido el partido de Francia.

Tomado este asiento, á la hora se comenzáron á embarcar á toda priesa los que querian ir por mar: Theodoro Trivulcio salió luego con la gente Italiana y Francesa que pretendia ir por tierra. Hecho esto, miércoles á tres de Enero se hizo la entrega de la ciudad y castillo de Gaeta, y los prisioneros de nuestra parte se pusieron en libertad. El cargo del castillo y gobierno de aquella ciudad se encomendó á Luis de Herrera, premio muy debido á sus servicios:

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