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fortificarse en Gaeta, ciudad de sitio inexpugnable, ca todo lo demas lo daban por perdido. Siguiólos Pedro de Paz con algun número de caballos. Con ocasion de su ida por aquella comarca Capua alzó banderas por España, y aun gente de aquella ciudad ayudó á seguir los Franceses, de los quales ántes que entrasen en Gaeta, matáron y prendiéron hasta cincuenta hombres de armas que alcanzáron. El Marques de Lochito luego que llegó á su casa , aunque maltratado de la pelea, con su muger y la hacienda que pudo recoger, se partió la via de Roma para el Cardenal de Sena su tio hermano de su madre: otros se reduxéron á otras partes, en especial Monsieur de Alegre y el Príncipe de Salerno se recogiéron á Melfi, de donde el dia siguiente se partiéron la via de Nápoles. El Conde de Montela al pasar estos Señores por su estado les mató y prendió mas de docientos caballos de quinientos que llevaban.

Luis de Arsi se fortificó en Venosa confiado en el castillo que tenia muy bueno. Acudió luego el Gran Capitan con su campo: hizo sus estancias en la Leonesa que está cerca de aquellos dos pueblos, Melfi y Venosa. Allí se moviéron tratos con el Príncipe de Melfi para que se rindiese, como lo hizo á condicion que le dexasen residir en otra villa de su estado: hasta entender si el Rey Cathólico le recebia en su servicio con las condiciones que tenian tratadas, magüer que de su ingenio se pudo presumir tenia tambien puestos los ojos en lo que pararia el partido de de Francia.

Fabricio Colona y los Condes del Pópulo y Montorio fuéron enviados al Abruzo para dar calor á los que en aquella provincia se declaraban por España, y para allanar lo restante: al Almirante Vilamarin se envió órden que con sus galeras y los demas baxeles que pudiese juntar, partiese con toda presteza la vuelta de Nápoles para do el Gran Capitan se pensaba encaminar, y con este intento fué con su gente á Benevento, y de allí pasó á Gaudelo. Desde este pueblo escribió una carta muy comedida á la ciudad de Nápo

les, en que ofrecia á aquellos ciudadanos todo buen tratamiento y cortesía, y les rogaba no diesen lugar para que su gente entrase en su territorio de guerra y hiciese algunos daños. Saliéron á tratar con él el Conde de Matera y los síndicos de aquella ciudad. Hiciéron sus capitulaciones, y con tanto ofreciéron de entregarse. A la sazon Monsieur de Vanes hijo del Señor de Labrit avisado del destrozo de los Franceses pidió licencia al Duque Valentin, ca le servia en la guerra que continuaba contra los Ursinos, para acudir al reyno de Nápoles. Diósela el Duque, y con docientos caballos y alguna gente de á pie que pudo recoger, se fué á juntar con el campo de los Franceses los quales con la gente que de la Pulla y Calabria y del Abruzo se les allegó, formáron cierta manera de campo, y se alojáron junto al Garellano.

Por esta causa se pusieron á las espaldas en Capua y en Sessa de los Españoles hasta quatrocientos de á caballo. Al presente acordó el General enviar toda la demas gente para el mismo efecto de hacer rostro á los enemigos y asegurarse por aquella parte, y quedarse solo con mil soldados que le parecia bastaban para el cerco de los castillos de Nápoles. Los soldados Españoles con el deseo que tenian de verse en Nápoles, la noche ántes se desmandáron á pedir la paga que decian les prometiera el Gran Capitan de hacelles en Nápoles. Mostrábanse tan alterados que por escusar mayores inconvenientes fué forzado el General de llevar consigo la infantería Española, y se contentó con enviar á Sessa los hombres de armas y caballos ligeros y los Alemanes, con órden que le aguardasen allí que muy en breve seria con ellos, ca no pensaba detenerse en aquella ciudad.

La entrada del Gran Capitan en Nápoles fué á diez y seis de Mayo con tan grande aplauso y triumpho como si entrara el mismo Rey. Llevaba delante la infantería y las banderas de España. Los Barones y caballeros de la ciudad le saliéron al encuentro. Todo el pueblo, que es muy grande, derramado por aquellos campos con admiracion miraban aquel vale

roso Capitan, que tantas veces venció y domó sus enemigos. Acordábanse de las hazañas pasadas y proezas suyas en tiempo y favor de sus Reyes Don Fernando y Don Fadrique, y comparábanlas con las victorias que de presente dexaba ganadas. Parecíales un hombre venido del Cielo, y superior á los demas. Lleváronle por los Sejos, como se acostumbraba llevar á los Reyes quando se coronaban, por las calles ricamente entapizadas, el suelo sembrado y cubierto de flores y verduras; los perfumes se sentian por todas partes; todo daba muestra de contento y alegría. Los mas aficionados á Francia eran los que en todo gé nero de cortesía mas se señalaban y mas alegres rostros mostraban con intento de cubrir por aquella manera las faltas pasadas.

La ciudad de Nápoles, que dió nombre á aquel reyno, es una de las mas principales, ricas y populosas de Italia. Su asiento á la ribera del mar Mediterráneo, y á la ladera de un collado que poco á poco se levanta entre Poniente y Septentrion. Las calles son muy largas y tiradas á cordel, sembradas de edificios magníficos á causa que todos los Señores de aquel reyno, que son en gran número, tienen por costumbre de pasar en aquella ciudad la mayor parte del año y para esto edifican palacios muy costosos como á porfia y competencia. Los mas nombrados son el del Príncipe de Salerno y el del Duque de Gravina. Convídales á esto la templanza grande del ayre, la fertilidad de los campos, y los jardines maravillosos y frescos que tiene por todas partes: así no hay ciudad en que vivan de ordinario tantos Señores titulares.

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Está la ciudad dividida en cinco Sejos, que son como otras tantas casas de Ayuntamiento, en que la nobleza y los Señores de cada quartel se juntan á tratar de lo que toca al bien de la ciudad, de su gobierno y provision. Los templos, monasterios y hospitales muchos y muy insignes, especialmente el hospital de la Anunciata cada un año de limosnas que se recogen, gasta en obras pias mas de cincuenta mil

ducados. Los muros son muy fuertes y bien torreados, con quatro castillos que tiene muy principales: el primero es Castelnovo, muy grande y que parece inexpugnable, puesto á la marina cerca del muelle grande que sirve de puerto: el segundo la puerta Capuana , que está á la parte del Septentrion, y antiguamente fué una fuerza muy señalada; al presente está dedicada para las audiencias y tribunales Reales; el castillo del Ovo en el mar sobre un peñol pequeño, pero inaccesible: el de Santelmo se vee en lo mas alto de la ciudad, que la sojuzga, y de años á esta parte está muy fortificado. Destas quatro fuerzas las dos se tenian á la sazon por los Franceses, es á saber Castelnovo, do tenian de guarnicion quinientos soldados, y Castel del Ovo.

Luego que el Gran Capitan se apeó en su posa→ da, fué con Juan Claver y otros caballeros á reconocer aquellos castillos y dar órden en el cerco, que se puso luego sobre Castelnovo. Batíanle con grande ánimo y minábanle: los de dentro se defendian muy bien. Llegó Vilamarin con su armada siete dias despues que el Gran Capitan entró en Nápoles : surgió cerca de Nuestra Señora de Pie de Gruta. Esto era en sazon que en Roma postrero de Mayo creo el Papa nueve Cardenales, los cinco del reyno de Valencia (1). Apretáron los Españoles á lcs cercados por tierra y por mar; y en fin despues de muchos combates se entró el castillo por fuerza, y fué dado á saco á los doce de Junio. El primero al entralle Juan Pelaez de Berrio natural de Jaen, y gentilhombre del Gran Capitan. Los que mucho se señaláron en el combate, fuéron los Capitanes Pedro Navarro, excelente en minar qualquiera fuerza, y Nuño de Ocampo al qual en remuneracion se dió la tenencia de aquel castillo.

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Entre los otros prisioneros se halló en aquel castillo Hugo Roger Conde de Pallas, que por mas de quarenta años fué rebelde al Rey Cathólico y al Rey

(1) Onuphr. de Card, en la decim. creacion.

Don Juan su padre. Enviáronle al castillo de Xativa, prision en que feneció sus dias. Venian algunas naves Francesas y Ginovesas de Gaeta en favor de los cercados; pero llogáron tarde, dado que duró aquel cerco mas de tres semanas. Túvose aviso que la armada Francesa venia, que era de seis carracas y otras naves gruesas, y cinco galeras, sin otros baxeles menores. Vilamarin por no ser bastante á resistir se retiró al puerto de Iscla. Allí estuvo cercado de la armada contraria; defendióse empero muy bien de suerte que muy poco daño recibió: hallóse presente el Marques del Vasto, que acudió muy bien á la defensa de la isla y de la armada.

Restaba el castel del Ovo: no pudo esperar el Gran Capitan que se tomase. Dexó el cuidado principal de combatille á Pedro Navarro y Nuño de Ocampo. Ellos con ciertas barcas cubiertas de cuero se arrimáron para minar el peñasco por la parte que mira á Picifalcon: con esto y con la batería que diéron al castillo, matáron la mayor parte de los que le defen→ dian; solos veinte que quedáron vivos, al fin se rindiéron á condicion de salvalles las vidas. Dióse la tenencia á Lope Lopez de Arriaran que se halló con los demas en el cerco y se señaló en él de muy esforzado. Con esto la ciudad de Nápoles se aseguró y quedó libre de todo recelo al mismo tiempo que Fabricio Coloma con ayuda de ochocientos soldados que le viniéron de Roma, enviados por el Embaxador Francisco de Rojas, entró por fuerza la ciudad del Aguila cabeza del Abruzo; con que se allanó lo mas de aquella provincia. Fracaso de Sanseverino, y Gerónimo Gallofo cabeza de los Angevinos en aquella ciudad se escapáron y recogiéron á las tierras de la Iglesia.

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