Imágenes de páginas
PDF
EPUB

lealtad que juraron, si bien los príncipes comarcanos por su gran codicía y ambicion casi todos estaban con las armas á punto para correr á la presa, sin que hobiese quien se lo estorbase. Ocasiones y títulos para mover la guerra no les podian faltar en tiempos tan revueltos y desasosegados. Juan Nuñez de Lara que quedó mas obligado á guardar lealtad, conforme á su natural inconstancia claramente inclinaba á favorecer á los enemigos. Acordábase que en tiempo del rey don Sancho corrió riesgo de la vida: esto y la esperanza de acrecentar á rio vuelto su estado, y cobrar las villas que los dias pasados le quitaron, le convidaban á ser parte en las revueltas. El infante don Enrique por su larga prision mas mal acondicionado y desabrido de lo que de suyo era, inconstante y usado á malas mañas, como tal pretendia apoderarse del gobierno. Teníase por agraviado del rey porque en su testamento no hizo dél mencion, ni le encomendó alguna parte de las cosas. Con esta pretension en Berlanga lo primero tuvo particulares juntas, poco despues divulgada la fama, muchos lugares de aquella comarca se le allegaron, en particular la real ciudad de Burgos mas que todos favorecia estas sus pretensiones.

Por este mismo respeto se juntaron de todo el reino cortes en Valladolid, en que los nobles se mostraron tan de parte de don Enrique que aunque el rey y la reina acudieron para hallarse presentes, no los dieron entrada en la villa hasta ya tarde, y haciéndoles dejar su acompañamiento y cortesanos para tener mas libertad de determinar lo que les pluguese. Acordóse en aquellas cortes que don Enrique tuviese el gobierno del reino: el cuidado de criar al rey se quedó á la reina, y sin embargo todos los presentes de nuevo hicieron pleito homenage al niño rey. Dejó el rey don Sancho en su testamento á su hijo el infante don Enrique el señorio de Vizcaya como adquirido por las armas. Diego Lopez de Haro por la parte de Navarra entró con grande furia en aquella provincia, y se apoderó de todos los pueblos della, parte por fuerza, parte por voluntad, fuera de Balmaseda y Orduña. Favorecian estas pretensiones de don Diego de Haro los hermanos Laras, porque sin acordarse de los antiguos bandos y diferencias que solian tener entre si estos dos linages, se hicieron á una en ódio de don Enrique, ca les pesaba en el alma le encargasen el gobierno del reino, alterado en esta parte el testamento del rey don Sancho y contra su voluntad.

El infante don Juan tio del rey desde Africa, donde hasta esta sazon se detuvo, dió la vuelta á Granada para pretender el reino de Castilla. Parecíale seguia en esto el ejemplo del rey don Sancho su hermano, y aun se le aventajaba en el derecho á causa que el nuevo rey don Fernando no era nacido de legítimo matrimonio. Fué cosa maravillosa los muchos que por esta causa se alborotaron: con que tuvo comodidad de apoderarse de Alcántara y algunos otros lugares á la raya de Portugal. El rey Dionisio de Portugal le favorecia y estaba declarado por su parte, tanto que al tiempo que se hacian las cortes en Valladolid, en

vió por sus reyes de armas á denunciar la guerra á Castilla. Gran miedo se mostraba por

todas partes, grandes revueltas y tempestades de guerras; todos empero estos trabajos se pudieran disimular, si como nunca las desgracias paran en poco, no se levantara otro mayor torbellino por la parte de Aragon. En Bordalua, que es en el distrito de Hariza, se jun-taron el rey de Aragon y don Alonso de la Cerda que se intitulaba rey de Castilla y de Leon. Hicieron alli sus conciertos á veinte y uno de enero año del Señor de 1296. Las capitulaciones fueron estas: que juntasen sus fuerzas para que don Alonso recobrase el reino de su abuelo: el reino de Murcia se diese al rey de Aragon: al infante don Juan el reino de Leon, Galicia y Sevilla: la ciudad de Cuenca, Alarcon, Moya y Cañete fuesen para el infante don Pedro de Aragon en premio del trabajo que en aquella empresa tomaba, como general que señalaron para aquella guerra.

Entraban en aquel concierto la reina doña Violante abuela de don Alonso, los reyes de Francia, Portugal y Granada; y poco despues se les allegó don Juan de Lara por el deseo que tenia de recobrar á Albarracin. Al contrario don Diego de Haro por la buena industria de la reina se reconcilió con el rey: hicieronle merced del estado de don Juan de Lara que se pasára á los Aragoneses, para que le tuviese juntamente con el señorio de Vizcaya. Destos principios y por esta forma grangearon otros muchos grandes, particularmente á don Juan Alonso de Haro con hacelle merced de los Cameros, estado que pretendia él serle debido. Por todas partes se procuraban ayudas contra las tempestades de guerras que amenazaban. El campo de los Aragoneses debajo de la conducta de don Alonso de la Cerda y del infante don Pedro entró en Castilla por el mes de abril: en Baltanás se le juntaron el infante don Juan y don Juan Nuñez de Lara. No pararon hasta llegar á Leon, ciudad que fué anti

guamente rica y grande, á la sazon de pequeño número de moradores, pobre de armas y de gente, que fué la causa de rendirse á los enemigos con facilidad, principalmente que tenian inteligencias secretas con algunos ciudadanos. En aquella ciudad fué alzado el infante don Juan por rey de Leon, Galicia y Sevilla. Poco despues en Sahagun dieron á don Alonso de la Cerda título de rey de Castilla, y alzaron por él los pendones con la misma facilidad y priesa en cumplimiento todo de lo que tenian concertado. De alli pasaron á ponerse sobre Mayorga, que está á cinco leguas de Sahagun. Defendióse la villa valerosamente por tener buenas murallas y estar guarnecida de gente y armas: el cerco duró hasta el mes de agosto.

D

Mandaron á la sazon juntar en Valladolid todos los grandes del reino y los procuradores de las ciudades. Acudió el primero don Enrique; y luego que se apeó, vestido como estaba de camino se fué á ver con la reina que en el castillo oia misa. Hecha la acostumbrada mesura, con muestra fingida de gran sentimiento le declaró el peligro que todo corria. «Tres >> reyes se han conjurado en nuestro daño: á estos sigue gran parte de los grandes del reino: » contra tanta potencia y tempestad qué reparo es una muger, un viejo y un niño? Paréce» me señora que las fuerzas se ayuden con maña. Injustamente (respondió ella) y con malos » medios procuran despojar á mi hijo del reino de su padre: espero en Dios tendrá cuidado » de defender su inocente edad. Este es el refugio mas cierto y la esperanza que tengo. Está > bien no se remedian los males (dijo don Enrique) ni los santos se grangean con votos y >> lágrimas femeniles. Los peligros se han de remediar con velar, cuidar y rodear el pensa>>miento por todas partes: asi se ha conservado la república en los grandes peligros: en » el sueño y descuido está cierta la ruina y perdicion: mi parecer es que os caseis señora > con don Pedro infante de Aragon, él soltero y vos viuda. Deseo os agradase este mi consejo » cuanto seria saludable. Poned señora los ojos y las mientes en matronas asaz principales, » que por este camino sin tacha y sin amancillar su buen nombre mantuvieron á sí y á sus » hijos en sus estados, de suerte que ni á ellas ser mugeres empeció, ni á los infantes su tier» na edad.»

D

D

D

Turbóse la reina con estas razones. Respondióle con libertad y con el rostro torcido y aun demudado. «Afuera señor tal mengua: no me menteis cosa de tanta deshonra é infamia: » nunca me podré persuadir de conservar el reino á mi hijo con agraviar á su padre, ni tengo para que imitar ejemplos de señoras forasteras, pues hay tantos de mugeres ilustres de » nuestra nacion, que conservaron la integridad de su fama, y con vida casta y limpia en «su vindez mantuvieron en pie los estados de sus hijos en el tiempo de su tierna edad. » No faltarán socorros y fuerzas: no fallecerá la divina clemencia; y una inocente vida pres» tará mas que todas las artes. Cuando todo corra turbio, y el peligro sea cierto, yo tengo de perseverar en este buen propósito: no quiero amancillar la magestad de mi hijo con fla»queza semejante.»

Desta manera se desbarató el intento de don Enrique. Hacian levas de gente para acudir al peligro. Juntáronse hasta cuatro mil caballos; mas no pudieron persuadir á don Enrique que fuese con ellos á desbaratar el cerco que sobre Mayorga tenian puesto. Daba por escusa que era forzoso acudir á la guerra del Andalucia. Solamente fueron á Zamora por sosegalla, y aseguralla en la fé y lealtad de su rey, que andaba en balanzas. Las cosas casi desiertas y desamparadas los santos patrones y abogados de Castilla las sustentaron. Con la tardanza del cerco se resfrió la furia con que los enemigos al principio vinieron: asimismo el excesivo calor del verano, la destemplanza del cielo, y la falta que de todas las cosas se padecia en el ejército, causó grandes enfermedades. Esto y la muerte que sucedió del infante don Pedro su general, los forzaron de tornarse á su tierra sin hacer cosa alguna memorable. Muchos dellos faltaron en esta jornada: el campo en que se contaban mil hombres de armas y cincuenta mil soldados, volvieron asaz menoscabados en número, menguados de fuerzas y contento. El rey de Aragon en el mismo tiempo por las fronteras de Murcia por donde entró tuvo mejor suceso, que tomó á Murcia y todos los lugares y villas á la redonda, y lo metió en su reino, escepto la ciudad de Lorca y las villas de Alcalá y Mula que se mantuvieron por el rey don Fernando. En tantas turbaciones y peligros de Castilla don Enrique, en cuyo poder estaba el gobierno de todo el reino, no hacia grande esfuerzo para favorecer á alguna de las partes, antes se mostraba neutral, y parecia que llevaba mira de allegarse á aquella parte que mejor suceso y fortuna tuviese. Por donde ni los enemigos tuvieron que agradecelle, y incurrió en gravísimo ódio de todos los naturales, y en gran sospecha que la

guerra que se hacia, era por su voluntad, y que todo el mal y daño recebido no fué por falta de nuestros soldados ni por valor de los enemigos, sino por engaño suyo y maña.

La reina contra estas mañas de don Enrique usaba de semejante disimulacion, no se daba por entendida; otros caballeros principales á las claras se lo daban en rostro. En este número Alonso Perez de Guzman, á dicho y por confesion de todos, tuvo el primer lugar, porque defendió las fronteras de Andalucia contra las insolencias y correrias de los Moros; y lo que era mas dificultoso, contrastó con grande ánimo y mas que todos á las pretensiones del infante don Enrique, ca por no dar tanto que decir á las gentes y por no parecer que se estaba ocioso, con gente de guerra que junto, marchó la vuelta del Andalucía para refrenar los insultos de los Moros. Tuvo con ellos una refriega junto á Arjona, en que fué vencido, y su persona corrió mucho riesgo á causa que le cortaron las riendas del caballo, y por no tener con que regille, estuvo en términos de ser preso, si Alonso Perez de Guzman no le proveyera en aquel aprieto de otro caballo con que se pudo salvar.

Despues deste encuentro se trató de renovar las paces con los Moros. Pedia el rey de Granada á Tarifa, y ofrecia en trueco otros veinte y dos castillos, demas que daria de presente veinte mil escudos, y contaria adelantado todo el tributo de cuatro años que acostumbraba á pagar. Este partido parecia bien à don Enrique por el aprieto en que las cosas se hallaban, y falta que tenian de dinero. Alonso Perez de Guzman era de contrario parecer y mostraba con razones bastantes seria cosa muy perjudicial asi fiarse de aquel bárbaro, como entregalle á Tarifa. Esta diferencia estaba encendida, y amenazaba nueva guerra. Llegaron à término que los Moros con su gente y con la nuestra (cosa asaz vergonzosa) se pusieron sobre aquella ciudad. Hallábase Alonso de Guzman sin fuerzas bastantes: los suyos le desamparaban, y le eran contrarios los que debieran ayudar: acordó de buscar ayuda en los extraños. El rey de Portugal era enemigo declarado, y movia las armas contra Castilla. Parecióle dar un tiento al rey de Aragon si por ventura se moviese á favorecelle, vista la afrenta de los cristianos y el peligro que todos corrian. Escribióle una carta deste tenor: «Mucha pena » me dá ser cargoso ántes de hacer algun servicio. El deseo de la salud y bien de la patria co» mun, el respeto de la religion me fuerzan acudir á vuestro amparo y proteccion, lo cual >> hago no por mi particular, que de buena gana acabaria con la vida si en esto hobiese de » parar el daño, y esperaria la muerte como fin destas miserias y desgracias. Lo que toca á » la república, siento en grande manera que no sea tan trabajada y maltratada por los Moros >> cuanto por la deslealtad de algunos de los nuestros. O gran maldad ! Porque qué cosa pue» de ser mas grave que encaminar aquellos mismos del daño que tenian obligacion de des» vialle? Qué cosa mas peligrosa que en muestra de procurar el bien comun armar la celada? >>>Quieren y mandan que Tarifa, ciudad que nos está encomendada, sea entregada a los Mo>> ros. Y dado que usan de otros colores, la verdad es que quitada esta defensa y baluarte for>>> tisimo contra las fuerzas de Africa, pretenden que España quede desnuda y flaca en medio » de lantos torbellinos, y por este medio reinar ellos solos, y adelantar sus estados con la des»>truicion de la patria comun. Valerosos caballeros por cierto y esforzados, esclarecidos de>>fensores de España: yo tengo determinado con la misma fé y constancia porque menos»precié los dias pasados la vida de mi único hijo, de mantenerme en la lealtad sin mancilla » con mi propia sangre y vida, que es lo que solo me resta. Si me enviáredes señor algun » dinero y algun socorro por el mar, desde aqui vos juro de tener esta plaza por vuestra has>> ta tanto que llegado el rey mi señor á mayor edad seais enteramente pagado de todos los » gastos. Los enojos pasados, si algunos hay de por medio, la caridad y amor que debeis á » la patria, los amanse. Tened por cierto que será cosa muy honrosa para vos defender la » tierna edad de un rey huérfano de las injurias y daños de los extraños, y mucho mas de los »engaños y embustes de sus mismos vasallos. >>

[ocr errors]

La respuesta que á esta carta dió el rey de Aragon, fué loar mucho su lealtad y constancia, pero que por haber puesto poco antes confederacion con los Moros no podia faltar á sus palabra; que si ellos la quebrantasen, él no faltaria de acudir á la esperanza que dél tenia y a favorecer la causa comun. Moviase á la misma sazon otra guerra de parte de Portugal: aquel rey con toda su gente entró hasta Salamanca. Acudiéronle luego el infante don Juan tio del rey don Fernando, y don Juan Nuñez de Lara despues que el campo de los Aragoneses dió la vuelta à su tierra. Entraron en consulta sobre lo que se debia hacer en esta jornada: pàrecióles poner sitio sobre Valladolid en que tenian al rey don Fernando. Con este acuerdo llegaron á Simancas, que está á dos leguas de aquella villa. Allí muchos caballeros se par

tieron del campo de los Portugueses por tener por cosa muyfea que un rey fuese perseguido y cercado de sus mismos vasallos. El rey portugués con recelo que los demas no hiciesen otro tanto, y que despues tomados los caminos no le fuese la vuelta dificultosa, mayormente que entraba ya el invierno, se partió á mucha priesa primero á Medina del Campo, y desde allí á Portugal, despedido y desbaratado su ejército.

La gente que la reina tenia aprestada para acudir á esta guerra, fué por su mandado á cercar la villa de Paredes. No se hizo efecto alguno á causa que don Enrique con la gente que tenia levantada en el reino de Toledo y en Castilla, desbarató aquella empresa. Decia no era razon estorbar las cortes que tenian llamadas para Valladolid, con aquella guerra por caer aquella villa muy cerca. Este era el color que tomó, como quier que de secreto estaba desabrido con el rey don Fernando, y inclinado á la parte de los contrarios. La reina con paciencia y disimulacion pasaba por aquellos embustes, y con muestra de amor pretendia ganalle, y en aquel mismo tiempo le hizo merced de Santisteban de Gormaz y Calecantor. Con la misma maña atrajo á don Juan de Lara á su voluntad, puesto que no se podian asegurar dél, ca si le dieran á Albarracin, fácilmente se pasára á los Aragoneses. Tuviéronse pues las cortes en Valladolid á la entrada del año 1297. En ellas por la gran falta que tenian de dinero, prometieron los pueblos de acudir con gran cantidad para los gastos de la guerra, y así lo cumplieron poco despues. En el mismo tiempo por el valor y diligencia de Juan Alonso de Haro fueron los Navarros puestos en huida, los cuales de rebate se apoderaron de parte de la ciudad de Nájara: su intento era recobrar el distrito antiguo de aquel reino, y en particular toda la Rioja.

Don Jaime rey de Aragon en Roma, donde era ido llamado del papa, fué declarado por rey de Cerdeña y Córcega. (1) Acudieron desde Sicilia doña Costanza su madre y doña Violante su hermana, Rugier Lauria general del mar, y Juan Prochita. Estaba concertada por medio de embajadores doña Violante con Roberto duque de Calabria, heredero que habia de ser del reino de Nápoles. Celebróse este casamiento, y el mismo pontifice Bonifacio veló á los nuevos casados: las fiestas y regocijos fueron muy grandes. El rey don Fadrique se apercebia para defender el reino que le dieron con tanta voluntad. Declaróse la guerra contra él como contra quien alteraba la paz comun de toda la cristiandad: nombraron por general desta guerra á su mismo hermano el rey de Aragon: resolucion la mas estraña que se pudo pensar, armar un hermano contra otro y quebrantar el derecho natural; pero tanto pudo la fé y el escrúpulo, y el mandato del resoluto pontifice. Ordenadas pues las cosas desta manera, el rey don Jaime se partió para Aragon con intento de aprestarse para la guerra. Rugier Lauria fué enviado á Nápoles para servir á aquellos príncipes en aquella demanda. La reina doña Costanza y Juan Prochita se quedaron en Roma, movidos por la devocion y santidad de aquella ciudad, cansados de tantos trabajos, y por compasion del miserable estado en que vian puesta á Sicilia. No falta quien diga que murieron en Roma : la mas verdadera opinion, con que concuerdan autores muy graves, es que la reina doña Costanza cinco años adelante falleció en Barcelona, y que fué allí sepultada en el monasterio de S. Francisco, en que hoy se ve un túmulo suyo con su letrero y nombre desta señora grabado en la piedra.

VUELTO

CAPITULO II.

Que el rey don Fernardo de Castilla se desposó.

UELTO que fué el rey de Aragon á su tierra, le tornaron los Navarros los pueblos Lerda, Ulia, Filera y Salvatierra, como se decretó en los conciertos que en Anagni se hicieron, y hasta este tiempo no se habia efectuado. El año próximo siguiente, que fué de 1298, era virrey de Navarra por los Franceses Alonso Roneo de nacion francés. Don Fernando hermano bastardo del rey de Aragon por voluntad del mismo rey y por su mandado fué despojado de la ciudad de Albarracin, y la entregaron á don Juan Nuñez de Lara que parecia tener mejor derecho, y se sabia claramente que se hizo agravio á su padre en quitársela, á lo menos se decia así. Este era el color que se tomó: lo que pretendia á la verdad el rey de Aragon con esto, era tornar en su amistad un caballero tan poderoso y tenelle de su bando. (1) Fué por concesion del papa bajo ciertas condiciones en favor de la santa Sede.

TOMO II.

14

Don Juan de Lara hizo su juramento y pleito homenage en la ciudad de Valencia á los siete dias del mes de abril de guardar á aquel rey fe y lealtad, mayor es á saber que solia. Estas prevenciones hacia el rey de Aragon porque pensaba de acometer en un mismo tiempo con sus armas los reinos de Castilla y de Sicilia: pretensiones mas árduas de lo que su estado ni riquezas podian llevar. El rey de Sicilia por habelle todos desamparado estaba mas cercano al naufragio.

El rey de Castilla se reconcilió con don Dionisio rey de Portugal por medio de dos casamientos que se concertaron. El uno fué de doña Costanza hija de don Dionisio, bien que no era de edad para casarse, con el rey don Fernando, como ántes lo tenian tratado. En Alcañiz, que es un lugar cerca de Zamora á la raya de Portugal, en que los reyes se juntaron á vistas para tratar de las paces, se celebró con solemnidad el desposorio. Las muestras de alegria pública, por la esperanza cierta que todos tenian de perpetua concordia, fueron tanto mayores que doña Beatriz hermana del rey don Fernando se desposó tambien á trueco (que fué el otro matrimonio) con el infante don Alonso, hijo de don Dionisio y heredero de su reino, aunque no tenia él mas de ocho años. Para mayor seguridad la reina madre de la doncella la entregó á su suegro, y así la llevaron á Portugal. Era tan grande el deseo de efectuar y establecer esta paz y concordia, que aunque no se dió en dote cosa alguna á doña Costanza, al de Portugal le dieron con su esposa á Olivenza y Congüela, y otro pueblo que se llama el campo de Moya, con alguna nota de la grandeza de Castilla y grandísima señal de miedo; pero tal era el estado de las cosas y la revuelta de los tiempos, que no se avergonzaron de rescatar la paz con su deshonra y menoscabo.

Lo que el rey de Portugal hizo cuando se tornó á su tierra, solamente fué dar trecientos hombres de á caballo escogidos, y por capitan dellos á Juan Alonso de Alburquerque para que estuviesen en servicio del rey de Castilla contra don Juan tio del rey don Fernando, que se intitulaba rey de Leon como arriba dijimos. Esta ayuda de Portugal y toda esta costa fué de mas ruido que provecho, y así los caballeros se tornaron á Portugal sin dejar hecha cosa alguna. Por otra parte don Alonso de la Cerda habia tomado à Almazan y otros lugares que están alli á la redonda á la raya de Aragon, y puesto allí soldados de guarnicion. Sigüenza fué acometida por los soldados de don Juan de Lara, que cae cerca de la misma raya; pero por el gran valor de los ciudadanos se defendió y estuvo constante en su fé. Los conjurados tenian gran falta de dineros, que lo demas parecia que les era fácil y favorable; y porque no faltase para las provisiones y pagas batieron moneda con las insignias y nombre de rey, baja de ley de manera tal que si la ensayaban y hundian, se perdia gran parte del valor.

Moneda de don Fernando IV.

Don Dionisio rey de Portugal á ruego de su yerno vino con buen escuadron de gente de guerra en su favor y ayuda por la parte de Ciudad-Rodrigo; pero con mayor sosiego y gana de paz que las cosas tan revueltas requerian: asi sin hacer efecto alguno casi como enojado se tornó á Portugal. La causa de su enojo fué querer que al infante don Juan que usurpaba titulo de rey, le dejasen para él y sus herederos y sucesores la provincia de Galicia, de que por fuerza de armas estaba apoderado, y que la ciudad de Leon la gozase por sus dias. La reina y los grandes de Castilla no eran deste parecer, porque debajo de aquella muestra de paz se encerraban deshonor, daño y menoscabo del reino, cuya autoridad se disminuia, y cuyas fuerzas se enflaquecian con quitalle una provincia tan principal. Con la vuelta del rey de Portugal algunos grandes de Castilla que hasta entonces por miedo estuvieron sosegados, comenzaron muy fuera de tiempo á alborotarse. Parece que de la revuelta del reino querian tomar ocasion unos para vengar sus injurias, otros para acrecentar sus estados. El sufrimiento de la reina fué maravilloso y su disimulacion, porque de su voluntad acudia á sus codicias, y les daba las villas y castillos que ellos pretendian,

« AnteriorContinuar »