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el concierto ántes hecho. Este como mas flaco de fuerzas, y que no tenia poder bastante para contrastar con su enemigo, pretendia valerse de los cristianos. A los nuestros no estaba mal acudir á aquel rey que era su confederado, demas de la ocasion que se ofrecia de sujetar por medio de aquellas revueltas toda aquella nacion. Acordaron pues de hacer guerra á los Moros: el cuidado se encomendó al infante don Pedro así por tener edad á propósito, como por estar de su parte muchos de entre los Moros á causa de la confederacion que poco ántes con ellos asentó: demas que el infante don Juan su tio se hallaba embarazado y triste por la muerte de don Alonso su hijo mayor, que le sobrevino al principio desta guerra en un pueblo llamado Morales cerca de la ciudad de Toro su cuerpo sepultaron en la ciudad de Leon en la iglesia de Santa María de Regla.

Por el mismo tiempo don Fernando de Mallorca como en la Morea pretendiese recobrar el estado y dote de su muger, y para esto ayudarse de los Catalanes, pasó desta vida en lo mas recio de la guerra: su cuerpo traido á España, le enterraron en Perpiñan en el monasterio de Santo Domingo. Este fin tuvo aquel caballero, persona de las mas señaladas que en aquel tiempo se hallaban : dejó de su muger un hijo muy pequeño llamado don Jaime como su abuelo. El infante don Pedro llegado al Andalucía no cesaba de apercebirse de todo lo necesario para la guerra. Estaba la ciudad de Guadix muy falta de bastimentos; que los Moros habian talado todos aquellos campos. Descaban los cristianos proveelles de lo necesario, pero los bastimentos y recua que tenian juntada, era necesario que pasase por tierras de los enemigos, y por esta causa que llevase mucha escolta. Acudieron los maestres de Santiago y Calatrava: juntose gran golpe de gente, y el mismo infante por caudillo principal. Saliéronles al encuentro hasta un pueblo llamado Alaten la gente de á caballo de Granada en gran número y muy gallarda, y por su caudillo Ozmin soldado muy señalado. Acometieron los de la una y de la otra parte con grande ánimo: trabóse la batalla, que fué muy reñida y al principio dudosa; mas al fin el campo quedó por los fieles con muerte de mil y quinientos ginetes Moros que perecieron en la refriega y en la buida, entre ellos cuarenta de los mas nobles de Granada, por donde aquella rota fué para los Moros de gran tristeza y dolor. Ganada esta victoria, todo lo demás se allanó. Guadix quedó bastecida; y dos fuerzas, es á saber Cambil y Algabardos, se ganaron de los Moros por fuerza de armas.

Este buen suceso, que debiera ser parte para ganar las voluntades y favor de todos, fué ocasion en muchos de envidia y de buscar maneras para desbaratar los intentos del infante: su tio don Juan de secreto atizaba á los demas. Buscaban algun color para salir con lo que pretendian: parecióles el mas à propósito pedir á los gobernadores diesen fiadores, y pusiesen en terceria algunos pueblos de sus estados para seguridad que gobernarian bien el reino y las rentas reales. Juntáronse sobre esta razon cortes primero en Burgos, y despues en Carrion. Salieron con todo lo que pretendian: prueba con que se descubrió mas el valor y virtud del infante don Pedro. Tratóse demas desto de recoger algun dinero por la gran falta que dél tenian. Los naturales no podian oir que se tratase de nuevas derramas, por ser muchos los pechos que el pueblo pagaba: pero todo se consumia en la guerra contra los Moros, y en sosegar las revueltas que en el reino andaban. Pareció buena traza acudir al pontifice nuevo y por sus embajadores suplicalle concediese las décimas de las rentas eclesiásticas para proseguir la guerra contra los Moros. demas desto otorgase indulgencia y la cruzada á todos los que à sus expensas para aquella guerra tomasen las armas. Lo uno y lo otro concedió el pontifice benignamente: los pueblos al tanto acudieron con alguna suma de dineros. Con esto nuestro ejército se aumentó y por tres veces hicieron entradas en tierra de Moros, con que trabajaron aquella comarca y trajeron presas de gentes y de ganado; en que pasaban tan adelante, que llegaban á vista de la misma ciudad de Granada. Los Moros esquivaban de venir á batalla, la cual mucho deseaban los nuestros. Trataron los Moros de cercar á Gibraltar, pero previnieron sus intentos, ca la abastecieron muy bien de gente y vituallas; por esto los bárbaros desistieron de aquella demanda, y al contrario la villa y castillo de Belmes se ganó de los Moros.

Corria en esta sazon el año del Señor de 1316, en que por muerte de Rocaberti arzobispo de Tarragona, por votos de aquel cabildo, como entonces se acostumbraba, salió elegido el infante don Juan hijo tercero del rey de Aragon. Acudieron al padre santo para que confirmase la eleccion: nunca lo quiso hacer: no refieren las causas que para ello tuvo, puédese sospechar que por alguna simonía, ó lo mas cierto por no tener el infante edad 18

TOMO II.

bastante. No se usaba entonces tan de ordinario dispensar en las leyes eclesiásticas á contemplacion de los príncipes. Los pontifices tenian cierta entereza y grandeza de corazon para contrastar á las codicias desordenadas de los mas poderosos reyes y emperadores. En fin hobieron de desistir de aquella pretension, y pasar á don Jimeno de Luna, que era arzobispo de Zaragoza, á la iglesia de Tarragona. Don Pedro de Luna fué proveido en el ar— zobispado de Zaragoza, y al infante don Juan dieron el abadia de Montaragon, que vacó por la promocion del nuevo arzobispo don Pedro.

CAPITULO XVI.

Los infantes don Pedro y don Juan murieron en la guerra de Granada.

EL año siguiente de 1317 con diversas embajadas que el rey de Aragon envió sobre el caso,

alcanzó últimamente del sumo pontifice que de los bienes que los Templarios solian tener en el reino de Valencia, se fundase una nueva caballeria debajo la regla del Cistel, y sujeta á la órden de Calatrava, aunque con su maestre particular. Señalaronle por hábito y por divisa una cruz roja simple y llana en manto blanco. El principal asiento y convento se fundó en Montesa, de donde tomó el apellido. La renta no era mucha en las hazañas

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contra los Moros, que corrian aquellas marinas de Valencia, no se señalaron menos que las otras órdenes. Desde á poco eso mismo en Portugal por concesion del mismo pontifice se fundó otra milicia que llaman de Cristo, la mas señalada de aquel reino. La insignia que traen, es una cruz roja con unos torzales blancos por en medio. Aplicaron á esta milicia los bienes y tierras que en aquel reino tenian los Templarios. Su principal asiento y convento al principio fué en Castro Marin: adelante se pasaron á Tomar.

Todo esto iba bien encaminado, si el sosiego que de los Portugueses gozaban de mucho tiempo atrás, no se comenzára á enturbiar con alborotos que dentro del reino resultaron. El infante don Alonso estaba disgustado con el rey Dionisio su padre: lo que le desasosegaba, era la ambicion y deseo de reinar, enfermedad mala de curar; dado que se publicaban otras quejas, es á saber que don Alonso Sanchez hijo bastardo del rey tenia mas cabida con su padre de lo que la razon pedia: que era mayordomo de la casa real: que se hallaba en las consultas de los negocios mas importantes: finalmente que todo colgaba de su parecer y voluntad; lo mas áspero de todo, que á su persuasion trataban de desheredar al mismo don Alonso. Estas quejas y colores, fuesen verdaderos ó falsos, luego que se divulgaron, dieron ocasion á muchos de apartarse del rey, los que hacian mas caso de sus particulares esperanzas, que del respeto y lealtad que debian á su señor. Los grandes y ricos hombres divididos. Don Alonso se apoderó de las ciudades de Coimbra y de Porto: todos los foragidos, ladrones, homicianos y facinerosos hallaban en él acogida y amparo. La paciencia del rey fué muy señalada, que pasaba por todo por ver si por buena via se podria apartar su hijo del camino que llevaba. Entendia muy bien que si venian á las manos, de cualquiera manera que sucediese, alcanzaria tanta parte del daño y de la desgracia á los unos como á los otros. Esto cuanto á Portugal.

En Aragon falleció en este tiempo la reina doña Maria. Esta señora era hermana del rey de Chipre; y el año próximo pasado la trujeron de aquella isla para que casase con el rey de Aragon. Las bodas se celebraron en Girona, y las honras de su enterramiento en Tortosa, do en el año del Señor de 1318 al fin del mes de marzo murió: enterróse en el monasterio de S. Francisco de aquella ciudad. El año próximo 1319 fué muy señalado por dos cosas notables que en él acaecieron : la una el desastrado fin de los dos infantes don Juan y don Pedro gobernadores de Castilla, la otra fué la renunciacion de don Jaime heredero de Aragon. El infante don Juan sentia en el alma que su competidor don Pedro fuese creciendo cada dia mas en poder y autoridad: sus esclarecidas hazañas se la daban, y virtudes sin par. No podia llevar en paciencia que todos los negocios asi de paz como de guerra le acudiesen. Lo que mas le punzaba, era que don Pedro solo administraba las décimas que se concedieron por el papa de las rentas eclesiásticas, sin dalle parte. Don Pedro cuanto las cosas por él hechas eran de mas valor y estima, tanto menos le parecia que era justo sufrir agravios é injurias de nadie. Si iba adelante esta competencia, se echaba de ver que vendrian sin duda á rompimiento y á las manos.

A fama y color de la guerra con los Moros tenia levantada don Juan mucha gente en toda tierra de Campos y Castilla la Vieja. La reina con su industria y saber puso fin á estas pasiones: en Valladolid, donde á la sazon se tenian cortes del reino, los concordaron desta manera, que ambos acometiesen la morisma por dos partes, dividido el ejército y el dinero al tanto para las pagas. Lo que prudentemente se ordenó, desbarató otro mas alto poder. En estas cortes don fray Berenguel poco ántes instituido en arzobispo de Santiago por el pontifice Juan, por comision suya y en su nombre propuso el negocio de don Alonso de la Cerda, y amenazó que procederia con censuras y todo rigor, si no obedecian á demanda tan justa. Hacia lástima ver un caballero como aquel, nacido con esperanza de reinar, derrocado de su grandeza, pobre, ahuyentado, vagamundo. Es perversa la naturaleza de los hombres, que muchas veces y con grande ahinco torna á desear lo que ántes desechaba y menospreciaba, con igual desatino en lo uno y en lo otro y temeridad. Así le acaeció á don Alonso de la Cerda, que ahora tornaba á pedir la posesion de aquellos lugares que los años pasados le fueron adjudicados, y él los menospreció. Los grandes daban sus escusas: decian estar juramentados, y que conforme al pleito homenage que hicieron, no podian en ninguna manera consentir en cosa que fuese en daño y diminucion del patrimonio real, entretanto que el rey no tuviese edad competente. Lo que se pudo alcanzar fué que á don Fernando hermano de don Alonso le diesen cargo de mayordomo de la casa real: frívola recompensa de tantos daños.

Con tanto la reina se fué á Ciudad-Rodrigo para verse con el infante don Alonso de Portugal su yerno, y hacer las amistades entre él y su padre. Todo el trabajo que en esto se tomó, fué perdido. Los infantes don Pedro y don Juan se partieron para el Andalucía cada uno por su parte. Ismael rey de Granada determinó de apercebirse contra esta tempestad de la ayuda de los Africanos: para esto dió al rey de Marruecos á Algecira y Ronda con todos los lugares de su contorno, cosa que era à propósito para los intentos de ambas las par

tes, dado que el de Granada compraba caro la amistad de la gente africana. Don Pedro ganó por fuerza de armas la villa de Tiscar, que está en un sitio muy áspero y fuerte de su naturaleza, y que tenia gran copia de gente: el castillo rindió Mahomad Andon cuya era la villa. Parecia que con esta victoria se mejoraba mucho nuestro partido que la guerra y todo lo demas sucederia muy bien; mas el infante don Juan con desordenada ambicion de loa lo desbarató todo, y acarreó la ruina y perdicion para sí y todos los demas, y gran pérdida para toda España. Estaba en Vaena muy codicioso de mostrar su gallardía: determinó de pasar adelante con su gente hasta ponerse á la vista de Granada: desatinado acuerdo por el tiempo tan trabajoso, del año y los grandes calores que hacia. Verdad es que en Alcaudete se juntaron los dos infantes con toda su gente, en que se contaban nueve mil de á caballo y gran número de infantes. Entran por las tierras de los Moros, destruyen y talan cuanto topaban: don Juan regia la avanguardia deseoso grandemente de señalarse, don Pedro la retaguardia, y en su compañia los maestres de Santiago, Calatrava y Alcántara, y los arzobispos de Toledo y Sevilla, la flor de Castilla en nobleza y hazañas. Tomaron la villa de Alora, pero por la priesa que llevaban, quedó el castillo por ganar.

Un sábado víspera de S. Juan Bautista llegaron á vista de Granada: estuviéronse en sus estancias aquel dia y el siguiente sin hacer cosa de momento: el dia tercero, vistas las dificultades en todo, comenzaron á retirarse, don Pedro en la avanguardia, y don Juan en el postrer escuadron con el bagage. Avisados los Moros desta retirada, salieron de la ciudad. hasta cinco mil ginetes, y gran multitud de gente de á pie mal ordenada: su caudillo era Ozmin. No llevaban esperanza de victoria ni intento de pelear, sino solamente como quien tenia noticia de la tierra, pretendian ir picando nuestra retaguardia. Hallábanse los nuestros alejados del rio al tiempo que el sol mas ardia, sin ir apercebidos de agua, cosa que á los Moros presentaba ocasion de acometer alguna faccion señalada. Embistieron pues con ellos, trabóse la pelea por todas partes, no se oia sino vocería y alaridos de los que morian, de los que mataban, unos que exhortaban, otros que se alegraban, otros que gemian, ruido de armas y de caballos. Don Pedro oidas aquellas voces, revolvió con su escuadron para dar socorro á los que peleaban. Los soldados desparcidos y cansados apenas podian sustentar las armas no habia quien rigiese, ni quien se dejase gobernar. Empuñada pues la espada y desnuda, como quier que el infante don Pedro animase su gente, con el trabajo y pesadumbre que sentia, y la demasiada calor que le aquejaba (mal pecado) cayó repentinamente desmayado, y sin podelle acudir rindió el alma. Lo mismo sucedió al infante don Juan salvo que privado de sentido llegó hasta la noche.

Publicada esta triste nueva por el ejército, los soldados lo mejor que pudieron, se cerraron entre sí y se remolinaron. Los Moros por entender que pretendian volver á la pelea, robado el bagage, se retiraron. Esto y la escuridad de la noche que sobrevino, fué ocasion que muchos de los fieles se pusieron en salvo. Los cuerpos de los infantes llevaron á Burgos y allí los sepultaron. Don Juan dejó un hijo de su mismo nombre, al cual por la falta natural que tenia, llamaron vulgarmente don Juan el Tuerto: las costumbres no hicieron á la presencia ventaja. Doña María muger del infante don Pedro en Córdova, do quedó muy cargada, parió una hija por nombre doña Blanca, de cuya tutela y del gobierno del estado que por muerte de su padre heredara, se encargó Garci Lasso de la Vega merino mayor de Castilla, y que tuvo grande familiaridad y privanza con el difunto. Tras esta desgracia tan grande se siguieron nuevas disensiones, causadas de las competencias que nacieron entre los grandes de Castilla sobre el gobierno del reino que cada cual pretendia, y todos deseaban salir con él, hora fuese por buenas vias, hora por malas.

A la misma sazon Aragon se alteró por un caso muy extraordinario. Fué así que don Jaime hijo mayor de aquel rey estaba determinado de renunciar su mayorazgo y herencia. Las causas que le movieron para tomar esta resolucion, no se saben: sus costumbres mal compuestas y la severidad de su padre pudieron dar ocasion à cosa tan nueva. Recibió el rey gran pena desta determinacion: rogóle y mandóle como á hijo no hiciese cosa con que amancillase su fama, y fuese ocasion à su patria y á su padre, de perpetua tristeza. Hablóle cierto dia en esta sustancia; «Mi vejez (dice) no puede ya dar á mis vasallos cosa mas >>provechosa que un buen sucesor, ni tu mocedad les puede ayudar mejor que con selles >>buen príncipe. Con este intento procuré fueses enseñado desde tu primera edad en cos>>tumbres reales: no parecia faltarte natural para ser digno del cetro, aunque no fueras hi»jo del rey como lo eres. Teníate aparejada para muger una nobilísima doncella, que ha

»sido de mi tratada como quien es, con casa y estado muy principal. Si á esto se puede añadir algo, yo soy presto de lo hacer; pero veo que mi esperanza me ha burlado, y á ti ha estragado el sobrado regalo para que en esa edad rehuses tomar sobre tus hombros el gobierno que yo sustento en lo postrero de la mia. Por ventura es justo anteponer tu »particular reposo al pro comun? á la obediencia que debes á tu padre y al juramento con que nos obligamos que doña Leonor tu esposa (de quien tú debieras tener compasion) ha »de ser tu muger y reina de Aragon? Por ventura te cansa esperar la muerte deste triste viejo, que ya segun órden natural no le pueden quedar muchos dias? Puesto que alegues >otras causas, la codicia de reinar es la que te punza y reduce á estos términos. Nadie puede poner ley á la voluntad de Dios, de quien dependen los años y la vida: lo que es de mi parte, yo desde luego de muy buena gana te renuncio el reino. Solo te ruego te apar»tes de ese propósito, que no puede dejar de ser enojoso á mí y á nuestra comun patria. Así te lo pido por Dios y por todos los santos que están en el cielo te lo amonesto y te lo aconsejo; y advierte que con esa acelerada priesa no te despeñes de suerte que cuando quieras, no tengas reparo ni te quede remedio de volver atrás.»

A todas estas razones el determinado mancebo respondió en pocas palabras que él estaba resuelto de seguir aquel su parecer, y trocar le vida de rey, sujeta á tantas miserias, con el reposo de la particular y bienaventurada. Con esto en la ciudad de Tarragona en las cortes que allí se juntaron, hizo renunciacion en pública forma del derecho que tenia à la sucesion á los veinte y tres dias del mes de diciembre. Halláronse presentes á este auto muchos grandes y prelados; entre los demas el infante don Juan de Aragon, electo de Toledo por muerte del arzobispo don Gutierre segundo que finó á los cuatro de setiembre. Su mucha virtud y la diligencia de don Juan Manuel su cuñado le ayudaron á subir à aquella dignidad. Hecha la renunciacion, don Jaime luego tomó el hábito de Calatrava, despues se pasó á la órden de Montesa. Doña Leonor su esposa fué enviada doncella á Castilla. Sobre este hecho hobo diversas opiniones; unos le alababan, otros le reprehendian: sus costumbres y torpeza, y la vida suelta que despues hizo, dieron muestra que no por deseo de darse à la virtud y piedad renunciaba el reino, sino por su liviandad y ligereza. Por la cesion de don Jaime entró en aquel derecho de la sucesion don Alonso su hermano hijo segundo del rey, que á la sazon en doña Teresa su muger tenia un hijo sietemesino niño de pocos dias, llamado don Pedro. El dote desta señora fué el condado de Urgel, que le dejó en su testamento don Armengol su tio hermano de su abuela. Desta forma en un mismo tiempo los reinos de Portugal y Aragon fueron trabajados con desabrimientos domésticos de padres á hijos; y dado que los propósitos de los dos hijos de aquellos reyes eran diferentes, pero la tristeza y daño de los padres corrieron á las parejas y fueron iguales.

CAPITULO XVII.

De la muerte de la reina doña Maria.

EL daño que los nuestros recibieron en Granada, fué ocasion que los Moros soberbios y pujantes, y deseosos de seguir la victoria ganaron á Huescar en el adelantamiento de Cazorla, y á Ores y á Galera, pueblos que eran de los caballeros de Santiago. Por otra parte se apoderaron por fuerza de Martos, villa fuerte y buena, en cuyos moradores ejecutaron todo género de crueldad sin respeto alguno, ni hacer diferencia de mugeres, niños, ni viejos, salvo que muchos escaparon en el peñasco que allí cerca está, y en la fortaleza. En Castilla andaban grandes alborotos, nuevas esperanzas de muchos todos los que en nobleza y estado se adelantaban, pretendian apoderarse del gobierno del reino. La reina doña Maria por lo que se capituló los años pasados, pretendia tocalle todo el gobierno; y con deseo de apaciguar estas alteraciones despachó sus cartas á todas las ciudades, en que les amonestaba no se dejasen engañar de nadie en menoscabo de su honra y de la lealtad á que eran obligados. Sin embargo por ser muger era de muchos tenida en poco: parecíales no tenia fuerzas bastantes para peso tan grande. Muchos de los grandes en un mismo tiempo pretendian apoderarse de todo los principales entre otros eran el infante don Philipe tio del rey, don Juan Manuel, y el otro don Juan el Tuerto señor de Vizcaya: todos muy poderosos y que poseian grandes riquezas, y nobilisimos por la real prosapia de que descendian.

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A estos se entregó el cuidado y mando del reino, no de comun consentimiento de los

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