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cia que dió contra él el mismo rey de Aragon, y la ejecutó su hijo el infante dou Juan. confiscaron las villas de Cabrera y Osona y otros muchos pueblos de su señorío: fiad en servi– cios y en privanzas. Caso es éste que si atentamente se considera, se echará de ver que el rey de Aragon cometió un delito feo y atroz, muy semejante á parricidio, en hacer matar el discípulo á su ayo, de quien fuera santísimamente doctrinado, mayormente que era inocente, y á todo el mundo eran manifiestos los grandes servicios que tenia hechos á la casa real de Aragon: causóle la muerte la incorrupta libertad con que decia su parecer. Es asi que los príncipes huelgan con la disimulacion y lisonja: demas que los reyes cometen muchas veces grandes yerros que á veces redundan en ódio de sus privados; esto fué lo que acarreó la muerte á este excelente varon, sin tener otra mayor culpa: conspiraron contra él para llegarle á este trance la reina, el rey de Navarra, don Enrique y el conde de Ribagorza.

Despues desto se volvió con nueva cólera á echar mano á las armas. El rey de Castilla tomó á Ayora en el reino de Valencia: don Gutierre de Toledo, que por muerte de don Suero era maestre de Calatrava, iba por mandado de su rey á bastecer á Monviedro: acometiéronle en el camino golpe de Aragoneses, y en un bravo rencuentro que tuvieron, le desbarataron y fué muerto en la pelea con otros muchos de los suyos. Por su muerte dieron el maestrazgo á don Martin Lopez de Córdova repostero mayor del rey. Esta pérdida renovó y dobló la afrenta al rey de Castilla,'que á la sazon molestaba mucho las comarcas de Alicante y Orihuela, y tenia harta esperanza de ganar esta ciudad. El aragonés con toda su hueste, confiado y cierto que cada dia se reforzaria su ejército con gentes que le acudirian del reino, llegó á poner su campo á vista del enemigo; y como tambien alli representase la batalla al rey de Castilla, y él por no fiarse de los suyos la rehusase, socorrió á Orihuela con gente y bastimentos: con que se volvió á Aragon.

Esto pasaba en el fin deste año. En el principio del siguiente de 1365 de nuestra salvacion el rey de Aragon cercó á Monviedro, y le apretó de suerte que forzó á los Castellanos á que se le entregasen á partido; por el contrario el rey de Castilla con un largo cerco ganó tambien la ciudad de Orihuela. En siete dias del mes de junio deste mismo año murió en Orihuela, la cual el rey don Pedro tenia cercada, Alonso de Guzman despues que hizo grandes servicios á don Enrique, cuya parcialidad seguia: murió en la flor de su mocedad, era hombre de grande valor, de agudo ingenio, de maduro y alto consejo. Sucedióle en el señorío de Sanlúcar, y en lo demas de su estado Juan de Guzman su hermano. Don Gomez de Porras prior de S. Juan sea con miedo que tuvo del rey don Pedro por rendir como rindió á Monviedro, sea por hacer amistad á don Enrique, se pasó á la parte de Aragon con seiscientos caballos que en aquella ciudad tenia de guarnicion.

Deste principio, aunque pequeño, se comenzaron a enflaquecer, ó por mejor decir ir muy de caida las fuerzas del rey de Castilla: que asi muchas veces acontece que de pequeñas ocasiones (en la guerra mayormente) sucedan desmanes muy grandes. Allegóse tambien á esto que como quier que a la sazon hobiese paces entre Francia é Ingalaterra, vinieron muchos soldados de Francia en ayuda de Aragon; que como vivian de lo que ganaban en la guerra, les era forzoso hecha la paz sustentarse de las haciendas que robaban á los miserables pueblos. Estos mismos ladrones que andaban por Francia vagamundos y desmandados, tuvieron rercado al mismo papa Urbano, y le forzaron á comprar con mucha suma de dineros su libertad y la de su sacro palacio. La voz era que les daba trecientos mil florines por modo de salario y debajo de nombre de sueldo: capa con que cubrieron la afrenta del papa y aquel sacrilegio. Habiales dado el rey de Francia otra tanta cantidad por echar de su tierra una tan cruel pestilencia como esta. El sumo pontifice librado deste peligro, pensó pasar su silla á Italia, dado que por entonces aquel propósito no duró mucho: sentia el castigo de Dios, y temíale mayor de cada dia por haber sus antecesores desamparado su sagrada casa. Muerto pues el cardenal don Gil de Albornoz, quiso visitar, y así lo hizo, el patrimonio de la iglesia que le dejó ganado, y poner en paz y justicia á sus súbditos.

Vino pues (como deciamos) à España desta gente de Francia una grande avenida de soldados Alemanes, Ingleses, Bretones y Navarros, y de otras naciones por codicia de la ganancia y robo. Llamólos el conde don Enrique, á quien querian bien desde el tiempo que estuvo en las guerras de Francia. Señalábanse entre elios muchos caballeros y señores de cuenta, muy valientes soldados y valerosos capitanes: los mas principales eran Beltran Claquin Breton, y Hugo Carbolayo inglés. La cabeza y caudillo desta gente Juan de Borbon,

que queria venir à vengar la muerte de su hermana doña Blanca, no se sabe por que causa se quedó en Francia; cierto es que no vino á España: toda esta gente entre los de á caballo y de á pie llegaban como á doce mil hombres de guerra; Frosarte historiador francés de aquella era dice que venian en aquel ejército treinta mil soldados. El primero dia de enero del año 1366 llegaron á Barcelona las primeras banderas deste campo, las demas desde á pocos dias. El rey de Aragon hizo á todos muy buena acogida, y convidó á un gran banquete a los mas principales capitanes. Dióles de contado una gran cantidad de florines, y prometióles otra paga mucho mayor para adelante; á Beltran Claquin dió el estado de Borgia con título de conde, porque con mayor gana le sirviese en esta guerra.

Estos apercebimientos tan grandes despertaron al rey de Castilla que estaba en Sevilla, aunque no era de suyo nada lerdo ni descuidado. Partióse á Burgos, y en cortes que alli tuvo, pidió al reino ayuda para esta guerra: todo era sin provecho lo que intentaba, por tener enojado á Dios, y las voluntades de los hombres no le eran favorables. Monsiur de Labrit era venido de Francia en su ayuda: aconsejábale que procurase con mucho dinero hacer que los extrangeros se pasasen á él, y desamparasen á su hermano don Enrique; ofrecia su industria para acabarlo con ellos, porque conocia su condicion, que no era mal aparejada para cosas semejantes, ademas que tenia entre ellos muchos parientes y amigos que le ayudarian en esto: ciega Dios los ojos del alma á aquellos á quien es servido de castigar; no aciertan en cosa: así estuvieron cerradas las orejas del rey don Pedro que no oyeron un consejo tan saludable; como era hombre tan fiero no hacia caso del peligro que le corria.

Entretanto en la ciudad de Zaragoza, do estaban los soldados extrangeros, se vieron el rey de Aragon y el conde don Enrique; en estas vistas en cinco del mes de marzo confirmaron de nuevo la alianza que primero tenian hecha, y se declaró la parte del reino de Castilla que habia de dar al Aragon don Enrique, caso que se apoderase de aquel reino; para mayor amistad y firmeza de lo capitulado se concertó que la infanta doña Leonor hija del rey de Aragon casase con don Juan hijo del conde don Enrique. Acabadas las vistas, el rey se quedó en Zaragoza para esperar el fin que tendrian cosas tan grandes: el conde don Enrique ya que tuvo junto todo el ejército, entró poderosamente en el reino de Castilla por Alfaro. Estaba allí por capitan Iñigo Lopez de Horozco: no se quisieron detener en combatir esta villa que era fuerte, por no gastar en ello el tiempo que les era menester para cosas mayores. Sabian muy bien que en las guerras civiles ninguna cosa tanto aprovecha como la presteza: toda tardanza es muy dañosa y empece.

Dejado Alfaro, marchó el ejército con buena órden derecho á Calahorra, ciudad que baña el rio Ebro, y es de las mas principales de aquella comarca. Luego que llegó el conde don Enrique, le abrieron las puertas don Fernando obispo de aquella ciudad, y Fernan Sanchez de Tovar que la tenia por el rey de Castilla. Entró el conde en ella lúnes diez y seis dias del mes de marzo: no se sabe si la entregaron por no estar tan bien fortificada y bastecida que se pudiese poner en defensa, ó porque los ciudadanos estuviesen mal con el rey don Pedro. Aquí en Calahorra se hizo consejo para determinar como se procederia en esta guerra; los pareceres eran diferentes y contrarios: unos decian que era bien ir luego á Burgos como á cabeza de Castilla, otros fueron de parecer que el conde don Enrique tomase titulo de rey (1) para que, perdida del todo la esperanza de reconciliarse con su hermano, con mayor ánimo y constancia se hiciese la guerra, y para meter á todos en la culpa y empeñarlos. Beltran Claquin como quier que era varon de grande pecho y ánimo, y por la grande experiencia que tenia en las cosas de la guerra, el hombre de mas autoridad que venia en el ejército, dicen que habló desta manera: «Cualquiera que hobiere de dar parecer y >>consejo en cosas de grande importancia, está obligado á considerar dos cosas principales: »la una cual sea lo mas útil y cumplidero al bien comun, la otra si hay fuerzas bastantes para conseguir el fin que se pretende. Como es cosa inhumana y perjudicial anteponer sus »>intereses particulares al bien público y pró comun, asi intentar aquello con que no po>> demos salir, y á lo que no allegan nuestras fuerzas, no es otra cosa sino una temeridad y »locura. Ninguna cosa señor le falta para que no puedas alcanzar el reino de Castilla: todo » está bien pertrechado; por tanto mi voto y parecer es que lo pretendas, ca será utilísimo

(1) Al principio rehusó tomar el título de rey; pero lo tenia ya estipulado con los reyes de Aragon y de Francia y hasta el papa Urbano V se llamará á Aviñon para reconocerle rey de Castilla, excomulgando y privando del reino á don Pedro.

»á todos, á tí muy honroso, y á nos de grandisima gloria, si con nuestras fuerzas y debajo »de tu pendon, y siguiéndote como á cabeza y capitan, echáremos del mundo un tirano y >> un terrible monstruo que en figura humana está en la tierra para consumir y acabar las >> vidas de los hombres. Restituirás á tu patria y al nobilísimo reino de tu padre la libertad >>que con su muerte perdió, y darásle lugar á que respire de tan innumerables trabajos y >>>cuitas como desde entonces hasta el dia de hoy han padecido. Por ventura no vés como las »casas, campos y pueblos están cubiertos de la miserable sangre de la nobleza y gente de >>Castilla? no miras tus parientes y hermanos cruelmente muertos? que ni aun á las mugeres >>ni niños no se ha perdonado: no tienes lástima de tu patria? no sientes sus males, y te »compadeces y avergüenzas de su miserable estado? tantos destierros, confiscaciones de >> bienes, perdimientos de estados, robos, muertes? tan grandes avenidas y tempestades de »trabajos quién aunque tuviese el corazon de acero, las podria mirar con ojos que no se des

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>hiciesen en lágrimas? No lo has de haber con aquellos antiguos y buenos reyes de Castilla >>los Fernandos y Alonsos, aquellos que confiados mas en el amor que le tenian sus vasallos » que en las armas, alcanzaron de los Moros tan señaladas y gloriosas victorias. Ofrécesete un » enemigo, que en ser aborrecido puede competir con el tirano que mas mal quisto haya si»do en el mundo, desamado de los estraños, insufrible y molestísimo á los suyos: una car»ga tan pesada, que cuando no hubiera quien la derribára, ella misma se viniera por sí al »suelo. Falto y desguarnecido de gente; y si tiene algunos soldados, estarán como su prínci» pe corrompidos y estragados con los vicios, y que vendrán à la batalla ciegos, flacos y >> rendidos. Tú tienes un valeroso ejército, en que se halla toda la flor de Francia, Ingala>> terra, Alemania, y Aragon, y lo mejor del propio reino de Castilla, todos soldados viejos muy ejercitados, y que se han hallado en grandes jornadas: tienes muchos reyes amigos,

>> y sobre todo tu ventura y felicidad y grande benevolencia, con que de todo este ejército >>eres amado. Deséate toda Castilla, los buenos del reino te esperan, y te quieren favorecer » y servir, no habrá ninguno que sabido que te han alzado por rey, no se venga a nuestros >> reales. A otros pudiera en algun tiempo ser provechoso el nombre de rey, mas á tí en este >>>trance es necesario del todo para sustentar la autoridad que es menester para que te res>>peten, y para descubrir las aficiones y voluntades de los hombres. Si como yo lo espero, el » cielo nos ayuda, á ti se te apareja una gloria grande, nos quedaremos contentos con la » parte de la merced y honra que nos quisieres hacer; si sucediere al revés (lo que de pen>>sarlo tiemblo) no puede avenirte peor de lo que de presente padeces. Todos corremos el >> mismo riesgo que tú: por tanto nuestro consejo se debe tener por mas fiel y seguro, pues >>es igual para todos el peligro. No há lugar ni conviene entretenerse cuando la tardanza es >>peor que el arrojarse. Ea pues ten buen ánimo, ensancha y engrandece el corazon, y to>>>ma á la hora aquel nombre, para el cual te tiene Dios guardado de tantos peligros. Ayú>>>date con presteza, y haz de tu enemigo lo que él pretende hacer de ti: acabale desta vez: >>ó si fuere menester, muere valerosamente en la demanda; que la fortuna favorece y teme >> a los fuertes y esforzados, derriba á los pusilámines y cobardes.»>

Despues que Beltran acabó su plática, todos los demás caudillos del ejército rodearon á don Enrique, y le animaron á que se llamase rey: trujéronle á la memoria pronósticos en esta razon; aseguráronle que Dios y los hombres le favorecian. Con esto despliegan los pendones, y con mucho regocijo por las calles públicas de la ciudad dicen á voces: Castilla, Castilla por el rey don Enrique. El nuevo rey segun el estado y méritos de cada uno hizo muchas mercedes: á unos dió ciudades, y á otros villas, castillos, lugares, oficios y gobiernos: holgaba de parecer liberal, y era fácil serlo de hacienda agena. Cada uno pensaba que cuanto pidiese, tanto se hallaria; que todo le seria concedido: á Beltran Claquin dió á Trastamara, y á Hugo Carbolayo á Carrion, al uno y al otro con titulo de Condes: á los hermanos del nuevo rey, á don Tello restituyó el estado de Vizcaya, á don Sancho dió el de Alburquerque el maestrazgo de Santiago se dió á don Gonzalo Mexía; y a don Pedro Muñiz, que tambien él era muy querido de don Enrique, dieron el maestrazgo de Calatrava : à don Alonso de Aragon conde de Denia y Rivagorza, que era tio hermano del padre del rey de Aragon, le hizo merced de Villena con titulo de marques, y con todo el señorio que fué de don Juan Manuel; á otros dió villas y castillos con que los contentó de presente, y los heredó en el reino para adelante..

CAPITULO VIII.

Que el rey don Pedro fué echado de España.

Cox los dos reyes que se intitulaban de Castilla, el reino andaba alborotado. El rey don Pe–

dro por su mucha crueldad tenia poca parte en las voluntades de sus pueblos, todos deseosos de poder rebelar y vengar las sangre de sus parientes: ninguna cosa los tenia, sino el miedo que si les fuese contraria la fortuna, serian sin misericordia castigados. Los dos reyes con grande porfia y ahinco comenzaron la contienda sobre el reino: cada cual tenia por sí grandes ayudas y valedores. De parte de don Enrique estaba el ejército extrangero, el ódio de su competidor, y el ser los hombres naturalmente aficionados á cosas nuevas. A don Pedro ayudaba que casi antes fué rey que hobiese nacido, que era hijo de rey y descendia de otros muchos reyes, y que él solo quedaba por heredero legitimo de todos ellos : en ambos el nombre y magestad real era respetado y venerable. Punzaba á don Pedro la ofensa que se le hacia: á don Enrique le encendia en cólera y animaba á la venganza la sangre que de su madre y hermanos, amigos y parientes derramaron, y los grandes trabajos que el reino padecia; finalmente mayor cuidado tenia de sustentar el nuevo nombre de rey que su propia vida.

Con esta resolucion don Enrique y los suyos se determinaron ir luego á Burgos: en el camino pasaron cerca de Logroño, mas no quisieron llegar á él porque entendieron que los ciudadanos no harian nada de su voluntad, y que si les cercaban, seria cosa muy larga: Navarrete y Briviesca se dieron luego. Mientras esto así pasaba, don Pedro se hallaba en Burgos con pocos amigos, ca muchos dellos él mismo los hizo matar: suspenso y dudoso de que haria, no se atrevia á fiarse de nadie, ni tomar resolucion si se iria, si esperaria á su 30

lo

TOMO II.

enemigo. Resolvióse finalmente en ir con grande presteza á Sevilla, porque tenia en aquella ciudad sus hijos y tesoros, y temia perderlo todo. No se atrevió arriscarse, por saber cuan pocos eran los que le querian bien. Los de Burgos todavia le ofrecieron su ayuda: él se lo agradeció, y dijo que entonces no se queria valer de su buen ofrecimiento y lealtad, antes les alzó el homenage que le tenian hecho, para que si se viesen en aprieto, pudiesen entregarse á don Enrique sin incurrir infamia ni caso de traicion. Cególe Dios para que no aceptase el favor que le hacian, mayormente que como toda su perdicion le viniese por su crueldad, acrecentó de nuevo el ódio que le tenian, con que al tiempo que se queria partir, hizo matar á Juan Fernandez de Tovar no por otra culpa sino porque su hermano acogió en Calahorra á don Enrique.

Esto hecho, se partió de Burgos en veinte y ocho dias del mes de marzo: dende el camino mandó á los capitanes y alcaides de las villas y castillos que tomára en Aragon, les pegasen fuego, y desamparados, sacasen luego las guarniciones, y que lo mas presto que pudiesen, se fuesen para él á Toledo. Desta suerte en un instante perdió lo que con gran costa y trabajo en muchos años tenia ganado: uno destos pueblos fué la ciudad de Calatayud; la libertad que cobró en el postrero de marzo, hasta hoy la celehra con fiesta solemne y procesion en que van fuera de la ciudad á Santa María de la Peña á cumplir el voto que entonces hicieron en memoria de la merced recebida. Llegó el rey don Pedro á Toledo: alli se detuvo algunos dias en asegurar aquella ciudad y dejalla á buen recaudo; mandó quedar en ella por general á don Garci Alvarez de Toledo Maestre de Santiago.

Partido el rey don Pedro de Burgos, los de la ciudad enviaron por sus cartas á llamar á don Enrique. Diéronle título de conde, pero ofrecíanle la coroua de rey, si la fuese á tomar en su ciudad, pues por su antigüedad y nobleza se le debia que en ella y no en otra diese principio á su reinado: aceptó su oferta, y luego se partió para aquella ciudad, en que le recibieron con grandes aclamaciones y regocijos; en el monasterio de las Huelgas fué coronado y recebido por rey de Castilla. Con el ejemplo de Burgos las mas ciudades y fortalezas del reino de su propia voluntad en espacio de veinte y cinco dias despues de su coronacion le vinieron á dar la obediencia. Con esto no quedó nada inferior à su contrario ni en fuerzas, ni en vasallos: los grandes y los pueblos todos á porfia deseaban con apresurarse ganar la gracia del nuevo rey.

Asentadas las cosas de Castilla y Leon, se fué don Enrique á Toledo: allí sin ninguna dificultad, ántes con mucho regocijo le abrieron las puertas. Renunció el maestre de Santiago don Garci Alvarez de Toledo: dióle el rey don Enrique en recompensa del maestrazgo y de que se pasó á su servicio, lo de Oropesa y de Valdecorneja; con que don Gonzalo Mexía quedó sin contradiccion por maestre de Santiago. Por muerte de don Garci Alvarez lo de Oropesa quedó á su hijo Fernan Dálvarez de Toledo, que en su muger doña Elvira de Ayala tuvo á Garcia Alvarez de Toledo señor de Oropesa, y á Diego Lopez de Ayala cabeza de los Ayalas de Talavera señores de Cebolla. Lo de Valdecorneja quedó á otro Fernan Dálvarez de Toledo hermano ó sobrino del maestre, y dél vienen los duques de Alba : llámanse Valdecorneja el Barrio, Dávila, Piedrahita, Horcajada y Almiron.

Apoderado don Enrique de tan principal ciudad como Toledo, todo lo demas del reino. quedó llano, de manera que don Pedro no se atrevió mas à estar en el reino, antes perdida del todo la esperanza, se determinó de ponerse en salvo en una galera, en que embarcó sus hijos y tesoros, con que se fué á Portugal. Al que Dios comenzaba á desamparar, parecia que le faltaba el consejo y tambien el favor de los hombres: el rey de Portugal no le quiso tener en su reino, ántes le envió á decir que no cabian dos reyes en una provincia; don Fernando hijo del rey de Portugal estaba inclinado á don Enrique: favorecíale, y enviábanse muchos recados el uno al otro, y estaba mal con el rey don Pedro. Verdad es que en Portugal no se le hizo ningun desaguisado por no violar el derecho de las gentes, ántes se le dió paso seguro para Galicia, para do se encaminaba con intento de juntar en aquellos pueblos alguna flota en que pasarse á Bayona de Francia: llegado á Compostella, hizo matar á don Suarez arzobispo de Santiago, y al dean de aquella iglesia que se decia Perálvarez, ambos naturales de Toledo (1): no amansaban tantos peligros el cruel ánimo del rey, y él mismo sin necesidad aumentaba las causas de su destruicion. Ordenó su partida á Francia: pare

(1) Acerca de este hecho la crónica y la tradicion están muy desacordes y confusas. La crónica abreviada dice: que el rey gritaba que no le matasen.

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