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que sobre la otra gente se echasen pechos ni derramas de nuevo; bien que decian estaban prestos, segun costumbre de sus antepasados, à voluntad del rey de tomar á su costa las armas por la defensa y libertad de su patria.

Hiciéronse levas, alistóse y juntóse mucha gente, y aparejáronse todas las demas cosas necesarias para acudir á aquella guerra peligrosa, y la mas grave que por aquel tiempo hobo. Hay fama que se armaron cuarenta galeras en las marinas de Francia, y se juntaron cuatro mil hombres de armas, y hechas las paces con los Ingleses, como se entendia las asentarian por la grande instancia que sobre ello hacia el sumo pontifice, temian mucho en Aragon no viniesen y revolviesen en su daño todas las fuerzas de Francia. Llegóse á esto un nuevo temor de guerra por cierta ocasion ligera y no de mucho peso, como quier que á veces de pequeñas centellas, si con tiempo no se acorre, se suelen emprender grandes fuegos. La cosa pasó así. Habia el obispo de Sigüenza don Juan Garcia Manrique ido á seguir su pretension sobre el arzobispado de Toledo por dificultades que sus contrarios sobre su eleccion ponian, delante del sumo pontifice: iba en su compañia don Juan Ramirez de Arellano. A la vuelta en Barcelona delante del rey de Aragon el vizconde de la Rota (1) mozo brioso le desafió y le llamó de traidor, porque sin embargo de tantas mercedes como habia del rey de Aragon recebido poco ántes, movió á don Jaime el mallorquin á que viniese sobre Aragon.

El rey daba muestras de favorecer el partido del vizconde por estar muy sentido de don Juan, no por alguna culpa, sino por la mucha cabida que tenia con el rey de Castilla, y porque usaba mucho de su buen consejo. Aceptóse el riepto: señalóse el plazo para de allí á noventa dias. El rey don Enrique tomó este agravio y negocio de su privado por suyo: tratóse por terceros de alzar aquel desafio y desbaratalle; mas por estar el rey de Aragon por el vizconde no se efectuó. Avisó el rey de Castilla desque supo el caso, que era contento combatiesen; mas que para seguridad del campo acordaba enviar tres mil caballos. Era esto en buenas palabras denunciar la guerra á Aragon: por tanto aquel rey desistió de su intento, que fué acuerdo no menos prudente que saludable y á todos cumplidero.

En Brujas, mercado muy famoso de los estados de Flandes, se juntaron con seguridad bastante para tratar de paces entre Francia é Ingalaterra el duque de Anjou y el de Borgoña con los duques de Alencastre y el de Yorch Ingleses de nacion : acudieron asimismo á aquella junta por el rey de Castilla Pedro Fernandez de Velasco su camarero mayor, y don Alonso Barrassa obispo de Salamanca. Su intento era que con los demas le comprehendiesen en aquella confederacion y alianza que pensaban asentar: no se pudo concluir cosa atguna, si bien se procuró con todo cuidado. Ni en aquella junta, ni en la que despues el año de 1377 se tuvo en Boloña la de Francia, ciudad asentada sobre el mar no lejos de Brujas y de los estados de Flandes, no se pudo efectuar lo que tanto se deseaba. La nueva que á deshora llegó de la muerte del rey de Ingalaterra Eduardo sexto (2), que avino á los diez de julio, desbarató todas estas pláticas y las esperanzas que comunmente tenian. Falleció asimismo poco antes que su padre, su hijo mayor que se llamó tambien Eduardo príncipe de Gales; por donde quedó por heredero del reino Ricardo nieto deste rey, é hijo del principe como su abuelo lo dejó dispuesto en su testamento que se cumplió enteramente, si bien el niño quedaba en edad de once años, y tenia tios que pudieran hacer alguna contradiccion, pero no quisieron; que fué un ejemplo notable de modestia y de nobleza, en especial en tiempos tan estragados y revueltos.

Despedida que fué aquella junta, el duque de Borgoña con grande acompañamiento y repuesto vino á España, por voto que tenia hecho de visitar en Galicia personalmente el cuerpo del glorioso apóstol Santiago. Cumplido su voto y su devocion, ántes que diese la vuelta para sus estados, se vió en Segovia con el rey don Enrique: fué tratado con todo género de regalo y cortesia como era razon y justo con tal huésped se hiciese. Lo demas del estío pasó el rey en Leon, el invierno tuvo en Sevilla (3). Todo el aparato de guerra que en Francia se hacia, revolvió en daño del rey de Navarra y de sus tierras, de quien los Franceses estaban gravemente sentidos por las cosas que el tiempo pasado en su perjuicio hi

(1) El año 1356 mandaba la escuadra que apresó los navios Genoveses á presencia del rey don Pedro, y no seria por lo tanto en el de 76 mozo brioso.

(2) Los Franceses é Ingleses le llaman Eduardo III.

(3) En noviembre celebró cortes en Burgos el rey don Enrique, en las cuales entre otras cosas se determinó que no se proveyeran en ningun extrangero las dignidades y prebendas eclesiásticas, porque estando fuera no podian cumplir con el ministerio, y bacian salir el oro y la plata: asimismo se prohibió la saca de ganados.

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ciera. Hallábanse á la sazon en Normandia los infantes de Navarra den Pedro y doña María, que en el viage de Francia acompañaron à la reina su madre, para con su tierna edad mover a compasion al rey de Francia su tio para que templase la saña que contra su padre tenia.

Con el mismo intento pasó otrosi á Francia don Carlos hijo mayor de aquellos reyes, si bien nuevamente desposado con la infanta de Castilla doña Leonor que dejó en casa de su padre, y su suegro no aprobaba esta jornada que hizo. Dióle el padre por acompañado á Balduino, famoso capitan, que tenia á su cargo muchas fortalezas y plazas de Normandia, y á Jaques de la Rua su muy privado, y que por el mismo caso tenia mucha mano en el gobierno. A este dió órden en puridad que se viese con el inglés, y le significase como él estaba presto de tomar las armas contra Francia, si viniese en dalle como en feudo el ducado de Guiena. Poco secreto se guarda en las casas de los reyes. Tuvo el francés aviso de todas estas tramas, y trazas : echó mano del dicho Rua, púsole á cuestion de tormento, y como confesase lo que se le pregutaba, le condenaron á muerte que se ejecutó en Paris. A Balduino mandaron entregase las fortalezas que en Normandía se tenian por su rey, y para ello declarase las contraseñas y cifra con que los alcaides entendiesen era aquella su voluntad y determinacion.

Al infante don Carlos primer heredero de Navarra mandaron no saliese fuera de aquella corte: á sus hermanos don Pedro y doña María pusieron presos y arrestaron en Bretol. Las tierras que en Francia dejaron al navarro sus antepasados, muchas y muy buenas, lo de Evreux y las demas ciudades, fuerzas y plazas en un punto se las quitaron, parte por fuerza, otras por concierto. Con este revés tal y tan grave, cual en aquel tiempo ninguno mayor, quedaron castigadas las demasías y pretensiones de aquel rey. Los caudillos en aquella guerra y empresa fueron demas de Beltran Claquin los duques de Borbon y de Borgoña. Solos dos pueblos no se sabe por qué causa quedaron en Francia por el navarro: demas destos Chèrebourg, que tenia en su poder el inglés empeñado por cierta cuantía de dinero que le prestó los años pasados, y para seguridad de la amistad que entre si tenian asentada.

El francés no contento con esta satisfaccion no dejaba de solicitar al rey don Enrique para que por su parte hiciese entrada en Navarra, que por ir tan de caida sus cosas no podria aquel rey hacelle contraste. Nunca los principes dejan pasar ocasiones semejantes, y el de Castilla se conocia muy obligado al de Francia; pero era necesario buscar algun buen color para romper con el que era su deudo, amigo y aliado. Ofrecióse una ocasion acaso, que le pareció bastante. Quejábase el navarro que el dinero que concertaron de contalle en la confederacion y asiento que tomara con Castilla, y debian pagalle todo en oro, parte le dieron en plata, moneda baja de ley, y que llevaba liga demasiada. Acuñaban la moneda por estos tiempos muy baja, que era la causa de concertar en los contratos la suerte en que se debian hacer las pagas. Para satisfacerse deste agravio sobornaba á Pedro Manrique adelantado de Castilla, y gobernador que era de Logroño, le entregase aquella plaza, con grandes ofertas que le hacia si venia en lo que le importunaba. El adelantado como caballero leal avisó á su rey de lo que pasaba.

La respuesta fué que le cebase con buenas esperanzas, y con color de querelle entregar aquella ciudad le metiese en el lazo, y le echase mano. Hízolo así: vino el navarro acompañado de cuatrocientos de á caballo, de los cuales envió parte al pueblo para apoderarse dél; que por recelarse de algun trato doble él no se aseguró de entrar. Acertólo: los que envió, luego que estuvieron dentro, fueron presos y despojados, excepto algunos pocos que con ánimo varonil se pusieron en defensa y pudieron escapar. Entre los demás se señaló de muy valiente Martin Enriquez alferez real, que con la espada desnuda se defendió de gran número del pueblo que cargaron sobre él, y por salvar á sí y el estandarte (como lo hizo) se arrojó de la puente en el rio Ebro que por debajo pasa.

Destos principios se vino à rompimiento y á las puñadas. El rey don Enrique nombró por general de aquella guerra á su hijo el infante don Juan, que rompió por las tierras de Navarra, taló los campos, hizo presas de hombres y de ganados, tomó á la Guardia y Viana, quemó á Larraga y Artajona. El ódio con que peleaban, era implacable; á ninguna cosa perdonaban, en que el fuego y la espada se pudiesen emplear. Mucho padecian los Navarros, pues en un mismo tiempo eran forzados á sustentar la guerra contra dos reyes muy poderosos, sin ser bastantes para contrastar al uno solo, á su grandeza y poder. Esto

pasaba el año que se contó de Cristo de 1378, alegre para Castilla, para las demas naciones de la cristiandad aciago. Hallábase el rey de Castilla en Burgos, presto para acudir á las cosas de la guerra, y alegre por las buenas nuevas que le venian de Navarra. Junto con esto celebraba en aquella sazon y ciudad las bodas de sus hijos. Don Alonso conde de Gijon su hijo bastardo estaba concertado con doña Isabel hija otrosí fuera de matrimonio del rey de Portugal: era el conde mozo liviano y mal inclinado; buyóse con color de no quererse casar, hízole su padre volver del camino, y finalmente se efectuó el matrimonio.

Concertó asimismo otras dos hijas bastardas que tenia, con los dos hijos de don Alonso de Aragon conde de Denia y marqués de Villena : la mayor por nombre doña Juana casó luego con don Pedro el hijo menor, cuyos hijos fueron el famoso don Enrique de Villena y don Alonso. Doña Leonor la menor quedó desposada con don Alonso á la sazon ausente, y en poder de Ingleses por prenda del rescate que su padre concertó cuando á él mismo le prendieron en la batalla de Nájara: bodas que por entonces se dilataron por esta causa, y despues nunca se efectuaron. Concertáronse otrosi desposorios de doña Beatriz hija legitima del portugués con don Fadrique hijo bastardo del rey de Castilla. En Roma falleció el papa Gregorio XI á los veinte y siete de marzo. Hechas las honras al difunto como es de costumbre, se juntaron en cónclave los cardenales para nombrar sucesor. Acudieron los senadores y la nobleza romana para suplicalles no desamparasen á Roma, ni se volviesen á Francia; que pues la iglesia era Roma, nombrasen pontífice de aquella ciudad: las menguas y revueltas pasadas los moviesen á compasion de la que era cabeza de la cristiandad, origen y albergo de toda santidad. Juntaban con los ruegos amenazas : que el pueblo estaba tan alterado, que con razon se podria temer no se descomidiese y resultase algun grave escándalo.

Hallábanse en el cónclave cuatro cardenales Italianos, y trece Franceses; los intentos, trazas y voluntades de todo punto diferentes y contrarias. La voceria y estruendo del pueblo los atemorizaba y aun enfrenaba, que con las armas en la mano decia á gritos: Por Dios crucificado dadnos pontifice romano, á lo menos italiano. Con esto á los nueve de abril salió por papa Bartolomé Butillo Neapolitano, arzobispo de Bari: en el pontificado se llamó Urbano VI. Entre el ruido y regocijo del pueblo algunos cardenales se retiraron al castillo de S. Angel, otros se salieron fuera de la ciudad, los mas se fueron á sus casas. Quejábanse de la fuerza y ponian dolencia en la eleccion; pero todos de comun consentimiento sea por estar mudados de voluntad, sea por conformarse con el tiempo, se hallaron á la coronacion del nuevo papa, que se hizo á los diez y ocho de abril, que fué el principal fundamento en que estribó la defensa de Urbano en el scisma gravísimo que luego resultó; porque si fueron forzados, qué les movió á volver á Roma y hallarse á la coronacion? y si de voluntad eligieron, qué desvario retratar con daño comun y tan grave lo que una vez aprobaron? Alegaban que los caminos estaban tomados, y todos los pasos con guardas de soldados: color y capa que tomaron, como á la verdad no pudiesen llevar la severidad del nuevo pontifice, mayor por ventura que podian llevar tiempos tan estragados.

Urbano tambien se pudiera templar algun tanto de suerte que la gente no se alterara, acomodarse á lo presente, y desear lo mejor para adelante. Luego al principio de su pontificado quitó el gobierno de la Campania á Honorato Cayetano conde de Fundi: ocasion cual deseaban los cardenales mal contentos para intentar novedades y alterar la paz de la Iglesia, que con achaque de los grandes calores y el cielo de Roma mal sano se salieron de Roma, y por diversos caminos se juntaron en Fundi. En esta ciudad á los diez y nueve de setiembre nombraron por papa á Roberto cardenal de Ginebra con nombre de Clemente VII, que fué dar principio al scisma, y á los debates entre los dos pontifices, y á las descomuniones y censuras que el uno contra el otro fulminaron. El papa Urbano para suplir el colegio y consistorio en un día crió veinte y nueve cardenales de diversas naciones, varones todos señalados. Clemente se partió luego para Aviñon con harta duda de la cristiandad sobre cual fuese el verdadero papa. Los Italianos, los Alemanes y los Ingleses seguian al papa Urbano: los Franceses y los Escoceses á Clemente; los Españoles al principio estuvieron neutrales y à la mira, si bien de la una y de la otra parte les hacian gran instancia con embajadas para que se declarasen.

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