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nes así en Lisboa como en lo restante del reino con toda solemnidad en accion de gracias por merced tan señalada.

Por este mismo tiempo el rey de Aragon no hacia buen rostro á sus dos hijos de la primera muger los infantes don Juan y don Martin. Decíase comunmente que la reina como madrastra con sus malas mañas era causa deste daño. Verdad es que el infante don Juan habia dado causa bastante de aquel desgusto por casarse como se casó contra la voluntad de su padre arrebatadamente y de secreto con madama Violante bija de Juan duque de Ber

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ri, sin hacer caso de la reina de Sicilia, cuyo casamiento para todos estaba muy mas á cuento (1). Quebró el enojo en don Juan conde de Ampurias y yerno y primo de aquel rey. Su culpa fué que los recogió en su estado para que alli se casasen; por lo cual luego que el hijo se redujo, y se puso en las manos de su padre y él le perdonó aquella liviandad, revolvió contra el conde, y le quitó la mayor parte del estado, que le tenia asaz grande en lo postrero de España. No le pudo haber á las manos, que se huyó á Aviñon en una galera resuelto de tentar nuevas esperanzas, y con las fuerzas que pudiese juntar suyas y de sus amigos, recobrar aquel condado.

(1) Estuvo tres veces casado: primero con doña Juana hija de Felipe de Valois rey de Francia, despues con doña Marta 6 Mata hermana del conde Juan de Armañac, y últimamente con doña Violante hija de Roberto duque de Bar que es la que aqui copiamos de su sello. Este don Juan es á quien se dió el titulo de duque de Gerona que llevaron despues los primogénitos de los reyes de Aragon.

CAPITULO IX.

De la famosa batalla de Aljubarrota.

CORRIA el año de 1385 cuando el conde de Ampurias avino aquella desgracia. Al principio del cual el rey de Castilla con el deseo en que ardia de rehacer la quiebra pasada, levantaba gente por todas partes y armaba en el mar. Juntó un grueso campo por tierra y una armada de doce galeras y veinte naves para enseñorearse del mar y asegurar la tierra. Todo procedia despacio á causa de una dolencia que le sobrevino, de que llegó á punto de muerte; luego empero que convaleció, y pudo atender à las cosas de la guerra, dió mucha priesa para que todo lo necesario se aprestase. Vino á la sazon una nueva que en cierto encuentro que los Portugueses tuvieron con la guarnicion de Santaren, quedaron presos el maestre de Avis y el prior de S. Juan, alegria falsa, y que muy en breve se trocó en dolor y pena, porque se supo de cierto que los Portugueses en la ciudad de Coimbra habian alzado los estandartes reales por el maestre de Avis, que era meter las mayores prendas y empeñarse del todo para no volver atrás.

El caso pasó en esta guisa. Juntáronse en aquella ciudad las cabezas de los alzados para acordar lo que se debia hacer en aquella guerra. Concordaban todos en que para hacer rostro á los intentos de Castilla les era necesario tener cabeza, algun valeroso capitan que acaudillase el pueblo, ca muchedumbre sin órden es como cuerpo sin alma. Añadian que para mayor autoridad de mandar y vedar, y para que todos se sujetasen, y aun para que él mismo se animase mas, y con mayor brio entrase en la demanda, era forzoso dalle nombre de rey. Alegaban que la república da la potestad real, y por el mismo caso, cuando le cumpliere, la puede quitar y nombrar nuevo rey: muchos y muy claros ejemplos, tomados de la memoria de los tiempos en confirmacion desto, el derecho que la naturaleza y Dios da á todos de procurar la libertad y esquivar la servidumbre: sobre todo que si los contrarios confiaban en su derecho y razon, por qué causa á tuerto fueron los primeros á tomar las armas? que á ninguno es defendido valerse de la fuerza contra los que le hacen agravio : no faltaban letrados que todo esto lo fundaban en derecho con muchas alegaciones de leyes divinas y humanas.

La grandeza del negocio y la dificultad espantaha: por donde algunos eran de parecer no quitasen el reino á doña Beatriz, pues sería cosa inhumana privalla de la herencia de su padre, temeridad irritar las fuerzas de Castilla, locura confiar de si demasiado y no medirse con la razon. Que los enemigos ántes de venir á las manos y de ensangrentarse saldrian á cualquier partido: las haciendas (1), las vidas y la libertad quedaria en mano del vencedor. Por conclusion que era prudencia acordarse de los temporales que corrian, y medirse con las fuerzas, desear lo mejor, y con paciencia acomodarse al estado presente. No faltaban en la junta votos en favor del infante don Juan, bien que en Toledo arrestado. Decian se debia tratar de su libertad, alegaban el comun acuerdo pasado: qué otra cosa significaban aquellos estandartes? qué cosa se ofrecia de nuevo para mudar lo acordado una vez? pero este parecer comunmente desagradaba: á qué propósito hacer rey al que ni los podia gobernar, ni acudilles en aquel peligro, no ser ayuda, sino solo causa de guerra? Con tanto mayor voluntad acudieron los votos al maestre de Avis que presente estaba, y de cuyo valor y maña todos mucho se pagaban.

En S. Francisco de Coimbra, do se tenia aquella junta, le alzaron por rey á los cinco de abril con aplauso general de todos los que presentes se hallaron. Los mismos que sentian diversamente, eran los primeros á besalle la mano y hacelle todo homenage para mostrarse leales, y que aprobaban su eleccion. Publicaban que las estrellas del cielo y las profecias favorecian aquella eleccion, en particular que un infante de ocho meses al principio destas revueltas en Ebora se levantó de la cuna, y por tres veces en alta voz dijo: don Juan rey de Portugal. Lo cual interpretaban en derecho de su deudo del maestre de Avis : que así suelen los hombres favorecer sus aficiones, y por decir mejor, soñar lo que desean. Los Portugueses como tan empeñados en aquel negocio que no podia ser mas, desde aquel dia en adelante tomaron las armas con mayor brio y tanto mayor esperanza de salir con su intento

(1) Antes de estar en pacifica posesion de Portugal confiscó lo bienes des los levantados.

cuanto menos les quedaba de ser perdonados, y aun muchos se movian por el deseo natural que todos los hombres tienen de cosas nuevas y enfado de lo presente. La comarca de Portugal, que está entre Duero y Miño, muy en breve se declaró por el nuevo rey, unos se le allegaban por fuerza, los mas de su voluntad.

Enturbióse esta alegria con la armada de Castilla que del Andalucía y de Vizcaya aportó á las marinas de Portugal, y se presentó delante la ciudad de Lisboa; con que los Castellanos quedaron señores de la mar, y corrian aquellas riberas y los campos comarcanos sin contradiccion: cosa que mucho enfrenó la alegria y los brios de los Portugueses. Hallábase el rey de Castilla en Córdova: dende al principio del estio envió la reina su muger á Avila, pues no podia ser de provecho por tenelle la gente perdido todo respeto, y para que no embarazase. A la misma sazon, y á los primeros de julio, buen golpe de gente debajo la conducta de don Pedro Tenorio arzobispo de Toledo y por órden del rey por la parte de Ciudad-Rodrigo hizo entrada, y rompió por la comarca de Viséo con gran daño de los naturales, talas, robos, deshonestidades que cometian los soldados sin perdonar á doncellas ni casadas. Verdad es que á la vuelta cargó sobre ellos gente de Portugal, que los desbarataron y quitaron toda la presa con muerte de muchos dellos.

De pequeños principios se suelen trocar las cosas en la guerra y aun los ánimos: fué así que los Portugueses con este buen suceso se animaron mucho para hacer rostro en todas partes. En diversos lugares à un mismo tiempo tenian encuentros, en que ya vencian los unos, ya los otros; pero de cualquier manera todo redundaba en daño de los naturales, y principalmente de la gente del campo: los unos y los otros comian á discrecion; que era un miserable estado y avenida de males. Juntóse el ejército de Castilla en Ciudad-Rodrigo ya que el estío estaba adelante : solo faltaba el infante don Carlos hijo del rey de Navarra, que se decia allegaría muy en breve acompañado de mucha y muy buena gente. Consultaron en que manera se haria la guerra. Los pareceres eran diferentes como siempre acontece en cosas grandes. Los mas cuerdos querian se escusase la batalla que seria acertado dar lugar á que el furor de los rebeldes se amansase, y tiempo para que volviesen sobre sí. Decian que los buenos intentos y la razon se fortifica con la tardanza, y por el contrario los malos se enflaquecen. Que para domar á Portugal y sujetalle seria muy á propósito dalles una larga guerra, talalles los campos, quemalles las mieses, y repartir por todas partes guarniciones de soldados. Añadian que no debian mucho confiar en sus fuerzas por ser los capitanes que al presente tenian, gente moza, poco pláticos, y de poca experiencia, por la muerte de los que faltaron en el cerco de Lisboa, que era la flor de la milicia, ademas de la falta de dinero para hacer las pagas, y de la poca salud que el rey de ordinario tenia, que en ninguna manera debia entrar en tierra de enemigos, ni hallarse á los peligros y trances dudosos de la guerra, pues de su vida y salud dependian las esperanzas de todos, el bien público y particular.

Esto decian ellos, cuyo parecer el tiempo y suceso de las cosas mostró era muy acertado; pero prevaleció el voto de los que como mozos tenian mas caliente la sangre, por ser de mas reputacion: personas que con muchas palabras engrandecian las fuerzas de Castilla y abatian las de los contrarios como de canalla y gente allegadiza, y que tenia mas nombre de ejército que fuerzas bastantes. Que convenia apresurarse porque con el tiempo no cobrasen fuerzas, y se arraigasen en guisa que la llaga se hiciese incurable. Sobre todo que seria inhumanidad desamparar los que en Portugal seguian su voz, las plazas que se tenian por ellos, y las guarniciones de soldados que las guardaban. A este parecer se arrimó el rey, si bien el contrario era mas prudente y mas acertado. En muchas cosas se cegaron los de Castilla en esta demanda: permision de Dios para castigar por esta manera los pecados y la soberbia de aquella gente. Debieran por lo menos esperar los socorros que de Navarra les venian con su caudillo el infante don Carlos.

Tomada esta resolucion, partieron de Ciudad-Rodrigo, y en aquella parte de Portugal que se llama Vera, se pusieron sobre Cillorico y le rindieron. Pasaron adelante, quemaron los arrabales de Coimbra, y intentaron de tomar á Leyria que se tenia por la reina de Portugal doña Leonor. Durante el cerco de Cillorico, el rey con el cuidado en que le ponia su poca salud, los trabajos y peligros de la guerra, otorgó su testamento á los veinte y uno de julio. En él mandó que los señorios de Vizcaya y de Molina herencia de su madre quedasen para siempre vinculados y fuesen de los hijos mayores de los reyes de Castilla. Nombró seis personages por tutores de su hijo y heredero don Enrique, doce gobernadores del reino.

durante su menoridad. De la reina su suegra, y de los infantes de Portugal don Juan y don Donís, de los hijos del rey don Pedro, y del hijo de don Fernando de Castro, que tenia en Castilla presos, mandó se hiciese lo que fuese justicia. Si los pretendia perdonar, si castigallos, la brevedad de su vida no dió lugar á que se averiguase. Otras muchas cosas dejó dispuestas en aquel testamento, que por hacelle arrebatadamente fueron adelante ocasion de alborotos y diferencias asȧz.

Los Portugueses con su campo eran llegados à Tomar, resueltos de arriscarse y probar ventura. Los Castellanos asimismo pasaron adelante en su busca. Diéronse vista como á la mitad del camino, en que los unos y los otros hicieron sus estancias y se fortificaron, los Portugueses en lugar estrecho que tenia por frente un buen llano, y á los lados sendas barrancas bien hondas que aseguraban los costados: los de á caballo eran en número dos mil y docientos, los peones diez mil: los Castellanos como quier que tenian mucha mas gente, asentaron á legua y media de un gran llano descubierto por todas partes. Su confianza era de suerte que sin dilacion la misma vigilia de la Asuncion se adelantaron puestas en órden sus haces para presentar al enemigo la batalla. El rey de Castilla iha en el cuerpo de la batalla, los costados quedaron á cargo de algunos de los grandes que le acompañaban, los cuales al tiempo del menester y de las puñadas no fueron de provecho por la disposicion del lugar. Don Gonzalo Nuñez de Guzman maestre de Alcántara quedó de respeto con golpe de gente, y órden que por ciertos senderos tomase á los enemigos por las espaldas. Pretendian que ninguno pudiese escapar de muerto ó de preso: grande confianza, y desprecio del enemigo demasiado y perjudicial.

Los Portugueses se estuvieron en su puesto para pelear con ventaja; y por la estrechura, de toda su gente formaron dos escuadrones: en la avanguardia iba por caudillo Nuño Alvarez Pereyra ya condestable de Portugal, nombrado por su rey en los mismos reales para obligalle mas á hacer el deber; del otro escuadron se encargó el mismo rey. Adelantáronse de ambas partes con muestra de querer cerrar; repararon empero los Portugueses à tiro de piedra por no salir á lo raso. Entonces el nuevo condestable pidió habla á los contrarios con muestra de mover tratos de paz. Sospechose tenia otro en el corazon, que era entretener y cansar para aprovecharse mejor de los enemigos, porque si bien se enviaron personas principales para oirle y comunicar con él, ningun efecto se hizo mas de gastar el tiempo en demandas y respuestas.

En este medio entre los capitanes y personages de Castilla se consultaba si darian la batalla, si la dejarian para otro dia. Los mas avisados y recatados no querian acometer al enemigo en lugar tan desaventajado, sino salir á campo raso y igual. Los mas mozos con el orgullo que les daba la edad y la poca experiencia, no reparaban en dificultad alguna, todo lo tenian por llano, y aun pensaban que como con redes tenian cercados á los enemigos para que ninguno se salvase. Será bien no pasar en silencio el razonamiento muy cuerdo que hizo Juan de Ria natural de Borgoña, el cual como embajador que era del rey de Francia, viejo de setenta años, de grande prudencia y autoridad seguia los reales y el campo de Castilla. Preguntado pues su parecer, habló en esta sustancia: «Al huésped y extrangero, cual yo >>soy, mejor le está oir el parecer ageno que hablar; mas por ser mandado diré lo que siento »en este caso: holgaria agradar y acertar: donde no, pido el perdon debido á la aficion »y amor que yo tengo á la nacion Castellana, y tambien à esta edad, que suele estar libre »de altivez y sospecha de liviandad; que por haberla gastado en todas las guerras de Francia, >>me ha enseñado por experiencia que ningun yerro hay tan grave en la guerra como el que »se comete en ordenar el ejército para la batalla. Porque saber elegir el tiempo y el lugar, » disponer la gente por orden y concierto, y fortificalla con competente socorro es oficio de »grandes capitanes. Mas victorias han ganado el ardid y maña que no las fuerzas. Nuestros »enemigos, aunque menos en número, y de ningun valor como algunos antes de mi con.mu>>chas palabras han querido dar á entender, están bien pertrechados y se aventajan en el >>puesto por la misma razon los cuernos de nuestro ejército serán de ningun provecho, ya »es tarde y poco queda del dia. Los soldados están cansados del camino, de estar tanto »tiempo en pie, del peso de las armas, flacos, sin comer ni beber por estar los reales tan »lejos. Por todo esto mi parecer es que no acometamos, sino que nos estemos quedos: si los >>enemigos nos acometieren, pelearemos en campo abierto; si no se atrevieren, venida la no»>che, los nuestros se repararán de comida, los contrarios, muchos de necesidad desampararán el campo por venir de rebato, sin mochila y sustento mas de para el presente dia.

TOMO 11.

37

»De noche no tendrán empacho de huir, de dia temerán ser notados de cobardes. Yo apa»rejado estoy de no ser el postrero en el peligro, cualquier parecer que se tome; pero sino se pone freno á la osadia (Dios quiera que me engañe mi pensamiento) témome que ha de ser »cierto nuestro llanto y perdicion, y la afrenta tal que para siempre no se borrará.»

Al rey pareciale bien este consejo; mas algunos señores mozos, orgullosos, sin sufrir dilacion, antes de tocar al arma acometieron á los enemigos, y los embistieron con gran corage y denuedo. Acudieron los demas por no los desamparar en el peligro. La batalla se trabó muy reñida, como en la que tanto iba. A los Castellanos encendia el dolor y la injuria de habelles quitado el reino: á los Portugueses hacia fuertes el deseo de la libertad, y tener por mas pesado que la muerte estar sujetos al rey de Castilla y á sus gobernadores. Los unos peleaban por quedar señores, los otros por no ser esclavos. Volaron primero los dardos y jaras, tras estos vinieron á las espadas: derramábase mucha sangre; peleaban los de à cabalio mezclados con los de á pie sin que se mostrase nadie cobarde ni temeroso ; defendian todos con esfuerzo el lugar que una vez tomaron, con resolucion de matar ó morir. El rey de Castilla por su poca salud en una silla en que le llevaban en hombros á vista de todos, animaba á los suyos. El primer batallon de los enemigos comenzó á mostrar flaqueza y ciaba: queria ponerse en huida, cuando visto el peligro, el de Portugal hizo adelantar el suyo diciendo a grandes voces entre los escuadrones: «Aquí está el rey: á do vais soldados? qué » causa hay de temer? Por demas es huir, pues los enemigos os tienen tomadas las espaldas: >> esperanza de vida no la hay sino en la espada y valor. Estais olvidados que peleais por el >> bien de vuestra patria? por la libertad, por vuestros hijos y mugeres? Vuestros enemigos >> solo el nombre traen de Castilla, no el valor, que éste perdióse el año pasado con la peste. >> No podreis resistir á los primeros ímpetus de los bisoños, que traen no armas, no fuerzas, >>> sino despojos que dejaros? Poned delante los ojos el llanto, la afrenta y calamidades que de »> necesidad vendrán sobre los vencidos, y mirad que no parezca me habeis querido dar la >> corona de rey para afrentarme, para burla, y para escarnio.>>

Volvieron sobre si los soldados animados con tales razones, acudieron á sus banderas y á ponerse en órden, con que dentro de poco espacio se trocó la suerte de la batalla. Los capilanes de Castilla fueron muertos á vista de su propio rey sin volver atrás, la demas gente como la que quedaba sin capitanes y sin gobierno, murieron en gran número. El rey por no venir á manos de sus enemigos subió de presto en un caballo, y salióse de la batalla: tras él los demas se pusieron en huida: fué grande la matanza, ca llegaron á diez mil los muertos, y entre ellos los que en valor y nobleza mas se señalaban. Don Pedro de Aragon hijo del condestable, don Juan hijo de don Tello, don Fernando hijo de don Sancho, ambos primos hermanos del rey: Diego Manrique adelantado de Castilla, el mariscal Carrillo, Juan de Tovar almirante del mar, que en lugar de su padre poco ántes le habia dado aquel cargo; y dos hermanos de Nuño Pereyra Pedro Alvarez de Pereyra maestre de Calatrava y don Diego, que siguieron el partido y bando de Castilla: ultra destos Juan de Ria el embajador del rey de Francia, indigno por cierto de tal desastre, y que causó grande lástima: hoy de sus decendientes y apellido en Borgoña viven muchos y muy nobles y ricos personages. Muchos se salvaron ayudados de la escuridad de la noche, que sobrevino y cerró poco despues de la pelea. Destos unos se recogieron al escuadron del maestre de Alcántara, que sin embargo de la rota tuvo fuerte por un buen espacio. Otros se encaminaron á don Carlos hijo del rey de Navarra, que entrára en son de guerra por otra parte de Portugal, por no poderse hallar, ni allegar ántes que se diese la batalla: los mas de la manera que pudieron, sin armas y sin órden se huyeron á Castilla. No costó á los Portugueses poca sangre la victoria: no falta quien escriba faltaron dos mil de los suyos.

El rey de Castilla, sacadas fuerzas de flaqueza, sin tener cuenta con su poca salud, por la fuerza del miedo caminó toda la noche sin parar hasta Santarén, que dista por espacio de once leguas. De allí el dia siguiente en una barca por el rio Tajo se encaminó á su armada que tenia sobre Lisboa, y en ella alzadas las velas se partió sin dilacion. Llegó á Sevilla cubierto de luto y de tristeza (2): trage que continuó algunos años. Recibióle aquella ciudad con lágrimas mezcladas en contento; que si bien se dolian de aquel revés tan grande, holgaban de ver á su rey libre de aquel peligro. Esta fué aquella memorable batalla en que los Portugueses triunfaron de las fuerzas de Castilla, que llamaron de Aljubarrota porque se

(2) Vistió luto cerca de año y medio, y mandó que hicieran lo mismo sus vasallos.

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