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los otros intrusos: tanta vez tiene la sazon en todo, y la buena traza. Así la cristiandad en lugar de dos bandos quedó dividida en tres con otras tantas cabezas y papas, como suele acontecer que se vuelve al revés y daña lo que parecia prudentemente acordado: tan cortas son nuestras trazas.

CAPITULO XIX.

De la muerte del rey don Martin de Sicilia.

Cox mejor órden gobernaba el infante don Fernando el reino de Castilla, bien que no se

descuidaba en adelantar su casa y estado por los caminos que podia, sin dejar ocasion alguna: no faltaba quien por esta misma razon la tomase de ponelle mal con la reina como muger y de su natural sospechosa. No hay cosa mas deleznable que la gracia de los reyes, ni mas frágil que su privanza. Decian que el gran poder del infante don Fernando podria parar perjuicio á la casa real: que con el poder, cuando mucho crece, pocas veces se acompaña la lealtad. Los que mas atizaban el fuego, eran Diego Lopez de Zúñiga y Juan de Velasco por la mucha cabida que todavia tenia en la casa real. Don Fadrique conde de Trastamara, hijo de don Pedro el que fué condestable de Castilla, daba consejo á don Fernando que les echase mano. Poco secreto se guarda en los palacios: avisados de lo que se meneaba, se pusieron ellos con tiempo en salvo. Quedó la reina desque lo supo, mas lastimada y recelosa que antes: decia que aquella befa á ella misma se hiciera para despojalla de su consejo, y del amparo que pensaba en ellos tener. Ultra de las demas prendas de que la naturaleza y el cielo dotaron á don Fernando con mano liberal, en que ningun principe en aquella era se le aventajaba, tenia muy noble generacion en su muger: cinco hijos varones, don Alonso, don Juan, don Enrique, don Sancho, y don Pedro, que llamaron adelante los infantes de Aragon, y dos hijas, doña María y doña Leonor.

Falleció por aquellos dias Fernan Rodriguez de Villalobos maestre de Alcántara: por su muerte hobo aquel maestrazgo el infante don Fernando en cabeza de su hijo don Sancho con dispensacion que dió en la edad el papa Benedicto. Lo mismo se hizo con don Enrique el tercer hijo dende á pocos meses para hacelle maestre de Santiago por muerte de Lorenzo Suarez de Figueroa. No faltaron sentimientos y disgustos de personas que llevaban mal que el infante, no contento con el gobierno del reino, se apoderase en nombre de sus hijos de todo lo que vacaba. En esta misma sazon el conde de Lucemburg y el duque de Austria enviaron á ofrecer socorros de gente para continuar la guerra de Granada. Lo mismo hizo Carlos duque de Orliens, que prometia enviar en ayuda mil caballos franceses, y juntamente pedia por muger á la reina doña Beatriz pretensora del reino de Portugal, y viuda del rey de Castilla don Juan el Primero.

No se le otorgó la una, ni aceptaron la otra destas dos demandas, porque la reina ni queria casar segunda vez, ni con color de matrimonio desterrarse de España; y el tiempo de las treguas con los Moros le habian alargado por otros cinco meses por la mucha instancia que sobre ello hizo Juzeph el nuevo rey de Granada, si bien poco despues acometieron los Moros á tomar la villa de Priego, con que dieron bastante ocasion para que sin embargo del concierto se rompiese con ellos. Pero el rey de Granada se envió á descargar que aquel exceso no se hizo con su voluntad, y todavía ofrecia de hacer emienda conforme a lo que determinasen, y hallasen se debia hacer, jueces nombrados por las partes. Hallóse este año entre Salamanca y Ciudad-Rodrigo una imagen devota de nuestra Señora, que llaman de la Peña de Francia, muy conocida por un monasterio de Dominicos que para mayor veneracion se levantó en aquel lugar, y por el gran concurso de gentes que acude en romeria de todas partes.

El mismo año fue muy aciago y triste para los Aragoneses por la muerte de don Martin rey de Sicilia, hijo único y heredero del rey de Aragon, que falleció en Caller de Cerdeña a los veinte y cinco de julio en la flor de su edad y de las muchas esperanzas que prometia su buen natural. Mandóle su padre pasar en aquella isla para allanar á Brancaleon Doria y Aymerico vizconde de Narbona, que por estar casados con dos hijas de Mariano juez de Arborea pretendian apoderarse por derechos que para ello alegaban, de toda aquella isla. Andaban muy pujantes á causa que las fuerzas de los Aragoneses eran flacas, y los naturales les acudian con mayor voluntad que á los extraños. La venida del rey hizo que se tro

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casen las cosas. Juntaron sus gentes cada cual de las partes: llegaron á vista unos de otros cerca de un pueblo llamado San Luri. Ordenaron sus haces, y dióse la batalla, en que los Sardos quedaron desbaratados y preso Brancaleon su caudillo.

La muerte que sobrevino al rey en aquella coyuntura, hizo que no pudiese ejecutar la victoria, ni concluir aquella guerra, si bien por algun tiempo el mariscal Pedro de Torrellas, muy privado deste principe, y otros caballeros con la gente que les quedó, se entretuvieron y sustentaron el partido de Aragon. Sepultaron el cuerpo del difunto en la iglesia catedral de Caller. En su muger doña Blanca tuvo un hijo que falleció los dias pasados. De dos mugeres solteras naturales de Sicilia dejó dos hijos, á don Fadrique, cuya madre se llamó Teresa, y en Agathusa á doña Violante, que casó adelante con el conde de Niebla. Corrió fama que la ocasion de su muerte fué desmandarse; ántes de estar bien convalecido de cierta dolencia, en la aficion de una moza natural de aquella isla de Cerdeña. Ordenó su testamento, en que nombró á su padre por heredero del reino de Sicilia, y á su muger la reina doña Blanca encargó continuase en el gobierno que le dejó encomendado à su partida, señalandole personas principales de cuyo consejo se ayudase.

Mucho sintió todo el reino de Aragon la falta deste príncipe. Muchos debates se levantaron sobre la sucesion de aquellos reinos. El rey su padre como á quien mas tocaba el daño, cuántas lágrimas derramó? qué estremos y demostraciones de dolor no hizo? cada cual lo juzgue por sí mismo. Reportóse empero lo mas que pudo, y hechas las honras de su hijo, volvió su cuidado á sentar y asegurar las cosas de su reino. Sus privados le aconsejaban se casase pues estaba en edad de tener hijos, con que se aseguraria la sucesion, y se atajarian las tempestades que de otra suerte les amenazaban. Parecióle al rey buen consejo este: casó con doña Margarita de Prades, dama muy apuesta y de la alcuña real de Aragon. Celebráronse las bodas en Barcelona á los diez y siete de setiembre. No pasaba el rey de cincuenta y un años; pero tenia la salud muy quebrada, y era grueso en demasía: las medicinas con que procuró habilitarse para tener sucesion, le corrompieron lo interior y aceleraron la muerte.

Luis duque de Anjou avisado de lo que pasaba, fué el primero que volvió á las esperanzas antiguas de suceder en aquella corona. Despachó al obispo de Conserans para suplicar al rey declarase por sucesor de aquel reino á Luis su hijo y de doña Violante, que por ser su sobrina hija del rey don Juan, era la que le tocaba en mas estrecho grado de parentesco, mayormente que su hermana mayor la infanta doña Juana era ya muerta, que falleció en Valencia dos años antes deste. Pedia otrosi que diese licencia para que la madre viniese á Aragon para criar á su hijo conforme à las costumbres de la tierra. Túvose á mal pronóstico que durante la fiesta de las bodas que el rey celebraba, le pidiesen nombrase sucesor. Los del reino tenian por mas fundado el derecho del conde de Urgel. Favorecian lo que deseaban, y lo que comunmente apetecen todos, que era no tener rey extraño, sino de su misma nacion. La descendencia del conde se tomaba del rey don Alonso el cuarto su bisabuelo, cuyo hijo don Jaime fué padre de don Pedro y abuelo del conde. Demas que estaba casado con hermana del rey don Martin, la cual su padre el rey don Pedro hobo en la reina doña Sibyla semejantes pretensiones y esperanzas tenia, bien que de mas lejos, don Alonso de Aragon conde de Denia y marques de Villena, que por importunacion de los suyos, aunque muy viejo, entró en esta demanda como el que continuaba su descendencia de don Jaime el segundo rey de Aragon.

CAPITULO XX.

De una disputa que se hizo sobre el derecho de la sucesion en la corona de Aragon.

Dió el rey de Aragon audiencia al obispo francés, y enteróse bien de todo lo que pedia, y

de las razones en que fundaba el derecho y la pretension del duque. Concluido aquel auto, y despedida la gente, luego que se retiró á su aposento, los que le acompañaban, continuaron la plática, y de lance en lance trabaron en presencia del rey una disputa formada, que me pareció poner aqui por sumarse en ella los fundamentos de todo este pleito. Guillen de Moncada fué el primero á hablar en esta forma: «Será, señor, servido Dios de daros suce>sion, consuelo para la vida, y heredero para la muerte. Pero si acaso fuese otra su volun>> tad, lo cual no permita su clemencia, quién se podrá anteponer á Luis hijo del duque de

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Anjou quién correr con él á las parejas, pues es nieto de vuestro hermano, nacido de su hija? No dudaré decir lo que siento. Cada cual en su negocio propio tiene menos pruden» cia que en el ageno: impide el miedo, la codicia, el amor, y escurece el entendimiento. • Pero si á vos no tuviéramos, por ventura no diéramos la corona á la hija del rey vuestro - hermano? Que si vos (lo que Dios no permita) faltáredes sin hijos, quién quita que no se reponga la misma y se restituya en su antiguo derecho? Si le empece para la sucesion ser muger, ya sustituye en su lugar y derecho a su hijo, aragonés de nacion por parte de madre, y legítimo por ende heredero del reino. »>

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Acabada esta razon, los mas de los que presentes estaban, la mostraban aprobar con gestos y con meneos. Replicó Bernardo Centellas: «Muy diferente es mi parecer: yo entienel derecho del conde de Urgel va mas fundado. Don Pedro su padre es cierto que que >> tiene por abuelo el mismo que vos, en quien pasára la corona, muerto el rey don Alonso >> el cuarto, si vuestro padre el rey don Pedro no fuera de mas edad que don Jaime su her>> mano, abuelo del conde. Que si aquel ramo faltase con sus pimpollos, por qué no volverá » la sustancia del tronco, y se continuará en el otro ramo menor? La hembra cómo puede » dar al hijo el derecho que nunca tuvo? como quier que sea averiguado ser las hembras >> incapaces desta corona. Que si admitimos á las hembras á la sucesion, en esto tambien se » aventaja el conde, pues tiene por muger à vuestra hermana doña Isabel, hija del rey don » Pedro y de doña Sibyla, deuda mas cercana vuestra que la hija de vuestro hermano; si que la bermana en grado mas estrecho está que la sobrina. »

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Movieron asimismo estas razones á los circunstantes, cuando Bernardo Villalico acudió con su parecer, que era asáz diferente y extraño; «No puedo (dice) negar sino que se han >> locado muy agudamente los derechos del duque, y del conde ya nombrados, si don Alon>> so marques de Villena y conde de Gandía no se les aventajára; el cual tiene por padre à » don Pedro, hijo que fué del rey don Jaime el segundo. De suerte que vuestro bisabuelo es » abuelo del marques y vuestro abuelo el rey don Alonso el cuarto tio del mismo, como al >> contrario el bisabuelo del conde de Urgel, que es el mismo rey don Alonso, es vuestro » abuelo. Así el marques y su hermano el conde de Prades, abuelo de vuestra muger la » reina doña Margarita, tienen con vos el mismo deudo que vos con el conde de Urgel. Que >> si el deudo es igual, deben ser antepuestos los que de mas cerca traen su decendencia de » aquellos reyes, de donde como de su fuente se toma el derecho de la corona y de la suce»sion. No hay para que traer en consecuencia la muger del conde de Urgel, ni ponernos » en necesidad de declarar mas en particular quien fué su madre doña Sibyla ántes que fuese » reina. »

Oyeron todos con atencion lo que dijo Villalico, si bien poco aprobaron sus razones. Parecíales fuera de propósito valerse de derechos tan antiguos para hacer rey á persona de tanta edad de suerte que mas faltaba voluntad á los que oian, que probabilidad á las razones que alegó. Tomó el rey la mano, y habló en esta manera: «Con claridad habeis alega>> do lo que hace por los tres ya nombrados, y aun pudiérades añadir otras cosas en favor » de cualquiera de las partes. Pero hay otro cuarto, que si mi pensamiento no me engaña, » tiene su derecho mas fundado. Este es el infante don Fernando tio del rey de Castilla, y » hijo de doña Leonor mi hermana de padre y de madre, en que se aventaja á la condesa » de Urgel. Vuestras particulares aficiones sin duda os cegaron para que no echasedes de » ver lo que hace por esta parte. El marques de Villena y el conde de Urgel de mas lejos nos » tocan en deudo. Lo mismo puedo decir del hijo del duque de Anjou en mas estrecho gra>>>do está el hijo de mi hermana, que el nieto de mi hermano; por donde es forzoso que se » anteponga á los demas pretensores. Para que mejor lo entendais, os propondré un ejemplo. » Así como el reguero del agua, y el acequia, cuando la quitan de una parte y la echan por >> otra, deja las primeras eras à que iba encaminada, sin riego, y no las torna á bañar hasta dejar regados todos los tablares á que de nuevo encaminaron el agua, así debeis entender » que los hijos y descendientes del que una vez es privado de la corona, quedan perpetua» mente excluidos para no volver á ella, si no es falta del que le sucedió y de todos sus >> deudos, los que con él están de mas cerca trabados en parentesco; que por estar el reino » en poder del postrer poseedor, quien le tocare de mas cerca en deudo, ese tendrá mejor » derecho para sucedelle, que todos los demas que quier que aleguen en su defensa. Con» forme a esto yerran los que para tomar la sucesion ponen los ojos en los primeros reyes don Jaime, don Alonso, don Juan, dejándome á mi que al presente poseo la corona, y

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