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cendientes, que órden se haya de tener hay gran dificultad y diversidad de pareceres entre los juristas. Los mas doctos y en mayor número juzgan que en este caso segundo se debe tener cuenta con las personas, y no con el tronco. Los argumentos de que se valen para decir esto, son muchos y las alegaciones. Las principales cabezas son las siguientes: Que el reino se hereda por derecho de sangre, que es lo mismo que decir que por costumbre, por ley, ó por voluntad de algun particular: la tal herencia está vinculada á cierta familia, y no se hereda por juicio y voluntad del que últimamente la posee, como otros bienes que se adquieren por derecho de herencia y disposicion del testador. Por esta causa pretenden que como el grado del parentesco sea igual, el mas excelente de aquel linage debe suceder en el reino. Este es el primer argumento.

En segundo lugar alegan que la opinion contraria, que juzga se deben los pretensores considerar en el tronco abre camino á las hembras y á los niños, personas inhábiles al gobierno, para que hereden la corona: daño de gran consideracion, y que se debe atajar con todo cuidado. Alegan demas desto que la representacion de que se valen los contrarios, que es lo mismo que mirar las personas no en sí sino en sus troncos, es una ficcion del derecho, y como tal se debe desechar, por lo menos no estendella á lo que por las leyes no se halla establecido con toda claridad. ¿Qué razon (dicen) sufre que por nuestras imaginaciones y ficciones despojemos el reino de un excelente gobernador, y en su lugar pongamos un inhábil con riesgo manifiesto y en perjuicio comun de todos, cual seria anteponer la hembra, y el niño que descienden por via de varon, al que viene de hembra, y tiene edad y prendas aventajadas? ¿Por ventura será razon antepongamos nuestras sutilezas y argumentos al bien y pró comun del reino? Replicará alguno que en los mayorazgos y estados de menor cantia se guarda la representacion entre los herederos transversales. Respondo que no todos vienen en esto; y dado que se conceda, por estar así establecido en las leyes de la provin– cia, no se sigue que se haya de hacer lo mismo en el reino, que tiene muchas cosas particulares en que se diferencia de todas las demas herencias y estados.

Por conclusion recogiendo en breve toda esta disputa, decimos que con tal condicion que los pretensores sean habidos de legítimo matrimonio, y estén en igual grado de parentesco, el que por ser varon, por su edad y otras prendas de valor y virtud se aventajare á todos los demas que en la pretension fueren considerables, el tal debe ser antepuesto en la sucesion del reino. Añadimos asimismo que en caso de diferencia, y que haya contrarias opiniones sobre el derecho de los que pretenden, la república podrá seguir libremente la que juzgare le viene mas á cuento conforme al tiempo que corriere y al estado de las cosas, á tal empero que no intervenga algun engaño ni fuerza. Libertad de que han procedido ejemplos diferentes y contrarios; que la representacion á veces ha tenido lugar, y á veces la han desechado. Que si las leyes particulares de la provincia disponen el caso de otra manera, ó por la costumbre está recebido y puesto en plática lo contrario, somos de parecer que aquello se siga y se guarde (1).

Nuestra disputa y nuestra resolucion procedia, y se funda en los principios del derecho natural y del derecho comun solamente. Todo lo cual de ordinario poco presta, por acostumbrar los hombres comunmente á llevar los titulos de reinar en las puntas de las lanzas y en las armas: el que mas puede, ese sale con la joya, y se la gana á sus competidores, sin tener cuenta con las leyes, que callan entre el ruido de las armas, de los atambores y trompetas; y no hay quien si se puede hacer rey por sus manos, aventure su negocio en el parecer y albedrío de juristas. Por todo esto se debe estimar en mas, y tenello por cosa semejante á milagro, que los de Aragon en su vacante y eleccion hayan llevado al cabo este pleito y sus juntas sin sangre, ni otro tropiezo, segun que se entenderá por la narracion siguiente (2).

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(1) Los abogados del infante don Fernando desecharon el derecho de las hembras á la sucesion del reino de Aragon, y dieron por nulo el llamamiento que habia hecho dellas el rey don Alonso, (2) En las juntas preparatorias bubo varios debates y se derramo bastante sangre.

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CAPITULO IV.

Que el infante don Fernando fué nombrado por rey de Aragon.

LUEGO que el negocio de la sucesion estuvo bien sazonado, y oidas las partes y sus alegacio

nes, se concluyó y cerró el proceso, los jueces confirieron entre sí lo que debian sentenciar. Tuvieron los votos secretos, y la gente toda suspensa con el deseo que tenian de saber en que pararia aquel debate. Para los autos necesarios delante la iglesia de aquel pueblo hicieron levantar un tablado muy ancho para que cupiesen todos, y tan alto que de todas partes se podia ver lo que hacian: celebró la misa el obispo de Huesca, como se acostumbra en actos semejantes. Hecho esto, salieron los jueces de la iglesia, que se asentaron en lo mas alto del tablado, y en otra parte los embajadores de los principes y los procuradores de los que pretendian. Hallóse presente el pontifice Benedicto, que tuvo en todo gran parte (1).

A fray Vicente Ferrer por su santidad, y grande ejercicio que tenia en predicar, encargaron el cuidado de razonar al pueblo y publicar la sentencia. Tomó por tema de su razonamiento aquellas palabras de la escritura: «Gocémonos, y regocijémonos, y demosle »gloria porque vinieron las bodas del cordero. Despues de la tempestad y de los torbellinos >>pasados abonanza el tiempo, y se sosiegan las olas bravas del mar, con que nuestra nave, »bien que desamparada de Piloto, finalmente caladas las velas llega al puerto descado. Del >>> templo no de otra manera que de la presencia del gran Dios, ni con menor devocion que >>>poco antes delante los altares se han hecho plegarias por la salud comun, venimos á hacer »este razonamiento. Confiamos que con la misma piedad y devocion vos tambien oireis nues>>tras palabras. Pues se trata de la eleccion del rey, ¿de qué cosa se pudiera mas á propósito »hablar que de su dignidad, y de su magestad, si el tiempo diera lugar á materia tan larga >>y que tiene tantos cabos? Los reyes sin duda están puestos en la tierra por Dios para que tengan sus veces, y como vicarios suyos le semejen en todo. Debe pues el rey en todo gé>>nero de virtud allegarse lo mas cerca que pudiere imitar la bondad divinal. Todo lo que en >>los demas se halla de hermoso y honesto, es razon que él solo en si lo guarde y lo cumpla. >>Que de tal suerte se aventaje á sus vasallos, que no le miren como hombre mortal, sino >>>como avenido del cielo para bien de todo su reino. No ponga los ojos en sus gustos ni en »>su bien particular, sino dias y noches se ocupe en mirar por la salud de la república, y >>cuidar del pro comun. Muy ancho campo se nos abria para alargarnos en este razona»miento; pero pues el rey está ausente, no será necesario particularizar esto mas. Solo >>servirá para que los que estais presentes tengais por cierto que en la resolucion que se ha to«mado, se tuvo muy particular cuenta con esto, que en el nuevo rey concurran las partes »de virtud, prudencia, valor y piedad que se podian desear. Lo que viene mas á propósito, >>es exhortaros á la obediencia que le debeis prestar, y á conformaros con la voluntad de los »jueces, que os puedo asegurar es la de Dios, sin la cual todo el trabajo que se ha tomado, »seria en vano, y de poco momento la autoridad del que rige y manda, si los vasallos no se »le humillasen. Pospuestas pues las aficiones particulares, poned las mientes en Dios y en »el bien comun: persuadidos que aquel será mejor principe, que con tanta conformidad de »>pareceres y votos (cierta señal de la voluntad divina) os fuere dado. Regocijaos y alegraos, >>festejad este dia con toda muestra de contento. Entended que debeis al santísimo pontifice, »que presente está para honrar y autorizar este auto, y á los jueces muy prudentes por »cuya diligencia y buena maña se ha llevado al cabo sin tropiezo un negocio el mas grave »que se puede pensar, cuanto cada cual de vos á sus mismos padres, que os dieron el ser y "Os engendraron.>>

Concluidas estas razones y otras en esta sustancia, todos estaban alerta esperando con gran suspension y atencion el remate deste auto, y el nombramiento del rey. El mismo en alta voz pronunció la sentencia dada por los jueces, que llevaba por escrito. Cuando llegó al nombre de don Fernando, así él mismo como todos los demas que presentes se hallaron, apenas por la alegria se podian reprimir, ni por el ruido oir unos á otros. El aplauso y voceria fué cual se puede pensar. Aclamaban para el nuevo rey vida, victoria y toda buena

(1) Ningun escritor fidedigno refiere esta asistencia: lo que se tiene por cierto, es que tuvo un grande influjo para determinar los jueces á favor del infante don Fernando.

andanza. Mirábanse unos a otros, maravillados como si fuera una representacion de sueño Los mas no acababan de dar crédito á sus orejas: preguntaban á los que cerca les caian, quien fuese el nombrado. Apenas se entendian unos á otros: que el gozo cuando es grande,

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impide los sentidos que no puedan atender, ni hacer sus oficios. Los músicos, que prestos tenian, á la hora cantaron con toda solemnidad, como se acostumbra, en accion de gracias el himno Te Deum laudamus.

Hizose este auto tan señalado postrero del mes de junio; el cual concluido, despacharon embajadores para avisar al infante don Fernando y acucialle la venida. Hallábase él á la sazon en Cuenca, cuidadoso del remate en que pararian estos negocios. Acudieron de todas partes embajadores de principes para dalle el parabien del nuevo reino y alegrarse con él quien de corazon, quien por acomodarse con el tiempo. En particular hizo esto Sigismundo nuevo emperador de Alemaña, electo por el mes de mayo próximo pasado, príncipe mas dichoso en los negocios de la paz que en las armas, que en breve ganó gran renombre por el sosiego que por su medio alcanzó la iglesia, quitadó el scisma de los pontifices, que por tanto tiempo y en muchas maneras la tenia trabajada. Don Fernando luego que dió asiento en las cosas de su casa partió para Zaragoza: en aquella ciudad por voluntad de todos los estados le alzaron por rey, y le proclamaron por tal á los tres dias del mes de setiembre. Hiciéronle los homenages acostumbrados juntamente con su hijo mayor el infante don Alonso, que juraron por sucesor despues de la vida de su padre, con titulo que le dieron à imitacion de Castilla de príncipe de Girona, como quier que antes desto los hijos mayores de los reyes de Aragon se intitulasen duques de aquella misma ciudad.

Concurrieron á la solemnidad, de los pretensores del reino, don Fadrique conde de Luna, y don Alonso de Aragon el mas mozo, duque de Gandía: el conde de Urgel para no venir alegó que estaba doliente, como á la verdad pretendiese con las armas apoderarse de aquel reino, que él decia le quitaron á sinrazon. Sus fuerzas eran pequeñas y las de su parcialidad: acordaba valerse de las de fuera, y para esto confederarse con el duque de Cla

rencia, señor poderoso en Ingalaterra, y hijo de aquel rey. Estas tramas ponian en cuidado al nuevo rey, por considerar que de una pequeña centella, si no se ataja, se emprende á las veces un gran fuego; sin embargo concluidas las fiestas, acordó en primer lugar de acudir à las islas de Cerdeña y Sicilia que corrian riesgo de perderse. Los Ginoveses, si bien aspiraban al señorío de Cerdeña, movidos de la fama que corria del nuevo rey, le despacharon por sus embajadores á Bautista Cigala y Pedro Perseo para dalle el parabien, por cuyo medio se concertaron entre aquellas naciones treguas por espacio de cinco años.

En Sicilia tenian preso á don Bernardo de Cabrera sus contrarios, que le tomaron de sobresalto en Palermo, y le pusieron en el castillo de la Mota, cerca de Tavormina. La prision era mas estrecha que sufria la autoridad de su persona y sus servicios pasados; pero que se le empleó bien aquel trabajo por el pensamiento desvariado en que entró antes desto de casar con la reina viuda, sin acordarse de la modestia, mesura, y de su edad que la tenia adelante. Sancho Ruiz de Lihorri, almirante del mar en Sicilia fué el principal en hacelle contraste y ponelle en este estado. Ordenó el nuevo rey le soltasen de la prision à condicion de salir luego de Sicilia, y lo mas presto que pudiese, comparecer delante dél mismo para hacer sus descargos sobre lo que le achacaban. Hizose así aunque con dificultad: con que aquella isla á cabo de mucho tiempo y despues de tantas contiendas quedó pacifica. Cerdeña asímismo se sosegó, por asiento que se tomó con Guillermo vizconde de Narbona, que entregase al rey la ciudad de Sacer de que estaba apoderado, y otros sus estados heredados en aquel reino á trueco de otros pueblos y dineros que le prometieron en España. En este estado se hallaban las cosas de Aragon.

En Francia Archimbaudo conde de Fox falleció por este tiempo: dejó cinco hijos, Juan, que le sucedió en aquel estado, el segundo Gaston, el tercero Archimbaudo, el cuarto Pedro, que siguió la iglesia y fué cardenal de Fox, el postrero Mateo conde de Cominges. Juan el mayor casó con la infanta doña Juana hija del rey de Navarra; y esta muerta sin sucesion, casó segunda vez con María hija de Carlos de Labrit, en quien tuvo dos hijos, Gaston el mayor, y el menor Pedro vizconde de Lotrec, tronco de la casa que tuvo aquel apellido en Francia, ilustre por su sangre, y por muchos personages de fama que della salieron y continuaron casi hasta nuestra edad, claros asáz por su valor y hazañas.

CAPITULO V.

Que el conde de Urgel fué preso.

á

E. sosiego que las cosas de Aragon tenian de fuera, no fué parte para que el conde de Urgel desistiese de su dañada intencion. En Castilla las treguas que se pusieron con los Moros, á su instancia por el mes de abril pasado se alargaron por término de otros diez y siete meses. Por esto el dinero con que sirvieron los pueblos de Castilla para hacer la guerra á los Moros, hasta en cantidad de cien mil ducados, con mucha voluntad de todo el reino se entregó al nuevo rey don Fernando para ayuda á sus gastos, demas de buen golpe de gente á pie y á caballo, que le hicieron compañia: todo muy a propósito para allanar el nuevo reino, y enfrenar los mal intencionados, que do quiera nunca faltan. Lo que hacia mas al caso, era su buena condicion, muy cortés y agradable, con que conquistaba las voluntades de todos, si bien los Aragoneses llevaban mal que usase para su guarda de soldados estraños, y que en el reino que ellos de su voluntad le dieron, pretendiese mantenerse por aquel camino. Querellábanse que por el mismo caso se ponia mala voz en la lealtad de los naturales, y en la fé que siempre guardaron con sus reyes despues que aquel reino se fundó; sin embargo el rey con aquella gente y la que pudo llegar de Aragon, partió en busca del conde de Urgel con resolucion de allanalle ó castigalle. Tenia él pocas fuerzas para contrastar: valióse de maña, que fué enviar sus embajadores á Lérida, do el rey era llegado, para prestalle los debidos homenages; y así los hicieron en nombre de su señor á los veinte y ocho de octubre: todo encaminado solamente à que el nuevo rey descuidase y deshiciese su campo, y mas en particular para que enviase á sus casas los soldados de Castilla, como se hizo, que despidió la mayor parte dellos. Juntáronse à vistas el rey y el pontifice Benedicto en Tortosa. Lo que resultó demas de otras pláticas fué que el pontifice dió la investidura de las islas de Sicilia y de Cerdeña y Córcega al nuevo rey, como se acostumbra, por ser feudos de la iglesia, como las tuvieron los reyes de Aragon sus antepasados.

Despedidas estas vistas, al fin deste año, y principio del siguiente 1413 se juntaron cortes de los Catalanes en Barcelona. Todos deseaban sosegar al conde de Urgel para que no alterase la paz de aquellos estados, con el cual intento le otorgaron todo lo que sus procuradores pidieron, en particular que el infante don Enrique casase con la hija y heredera del conde. No se aplacaba con estas caricias su ánimo; antes al mismo tiempo traia inteligencias con Francia y con Ingalaterra para valerse de sus fuerzas. El rey avisado desto, y por que de pequeños principios no se incurriese (como suele acontecer) en mayores inconvenientes, mandó alistar la mas gente que pudo en aquellos estados. De Castilla asimismo vinieron cuatrocientos caballos que le enviaba la reina doña Catalina, bien que tardaron, y al fin se volvieron del camino. Ofreciósele el rey de Navarra, mas no quiso aceptar su ayuda por recelarse se ofenderian los naturales, si se valia de tantas gentes estrañas. Todavia Jofre conde de Cortes, hijo de aquel rey fuera de matrimonio, le acudió acompañado de número de caballos, gente lucida.

Con estas diligencias se juntó buen campo, con que rompió por las tierras del conde de Urgel sin reparar hasta ponerse sobre la ciudad de Balaguer cabecera de aquel estado, en que el conde por su fortaleza pretendia afirmarse, y estaba dentro. El cerco fué largo y dificultoso, durante el cual las demas plazas de aquel estado se rindieron al rey. En esta sazon le vinieron embajadores de dos reyes, el de Francia y el de Nápoles. El Francés le avisaba que por la insolencia del duque de Borgoña, y estar alborotado el pueblo de Paris, sus cosas se hallaban en estremo peligro, él y su hijo y otros señores como cautivos y presos: pedíale le acorriese en aquel trance; que el respeto de la humanidad le moviese, y de la amistad de tiempos atrás trabada entre aquellas dos casas y reinos. El rey Ladislao pretendia que juntasen sus fuerzas contra el duque de Anjou su competidor en aquel reino de Nápoles, pues si salia con aquella pretension, era cierto que revolveria con tanto mayores fuerzas sobre Aragon cuya corona asimismo pretendia. Al francés respondió el rey don Fernando que sentia mucho el afan y aprieto en que así él como aquel su noble reino se hallaban : que tendria cuidado de lo que deseaba por cuanto sus fuerzas alcanzasen, y el tiempo le diese lugar. Al rey Ladislao dió por respuesta que estimaba en mucho la amistad que le ofrecia; pero que entre él y el duque de Anjou intervenian grandes prendas de parentesco y amistad, en que nunca hobo quiebra, no obstante la competencia en la pretension de aquel reino : finalmente le aseguraba que de mejor gana terciaria para concertallos que arrimarse á ninguna de las partes contra el otro.

Despidiéronse con tanto los embajadores. El cerco se apretaba de cada dia mas, y los ciudadanos padecian falta, y aun deseaban concertarse. La condesa doña Isabel visto esto, y por prevenir mayores inconvenientes, con licencia de su marido y beneplácito del rey salió á verse con él, y intentar si por algun camino le pudiese aplacar. Usó de las diligencias posibles, mas no pudo del rey su sobrino alcanzar para el conde mas de seguridad de la vida, si venia á ponerse en sus manos. El aprieto era grande: asi fué forzoso acomodarse. Salió el conde de la ciudad á postrero de octubre, y con aquella seguridad se fué á los reales. Llegado á la presencia del rey, y hecha la mesura acostumbrada, los hinojos en tierra y con palabras muy humildes le suplicó por el perdon del yerro que como mozo confesaba haber cometido, que ofrecia en adelante recompensar con todo género de servicios y lealtad. La respuesta del rey fué que si bien tenia merecida la muerte por sus desórdenes, se la perdonaba, y le hacia gracia de la vida. De la libertad y del estado no hizo mencion alguna; solo mandó le llevasen á Lérida, y en aquella ciudad le pusiesen á buen recaudo.

Hecho esto, lo primero se entregó aquella ciudad, y se dió órden en las demas cosas de aquel estado consiguientemente se formó proceso contra el conde, en que le acusaron de aleve y haber ofendido à la Magestad. Oidos los descargos y sustanciado el proceso, finalmente se vino á sentencia, en que le confiscaron su estado y todos sus bienes, y á su persona condenaron á cárcel perpétua. Tenia todavia gentes aficionadas en aquella corona: para evitar inconvenientes le enviaron á Castilla, donde por largo tiempo estuvo preso primero en el castillo de Ureña, adelante en la villa de Mora; finalmente acabó sus dias sin dalle jamas libertad en el castillo de Játiva, ciudad puesta en el reino de Valencia. Príncipe desgraciado no mas en la pretension del reino que por un destierro tan largo, junto con la privacion de la libertad y estado grande que le quitaron. Entre los mas declarados por el conde uno era don Antonio de Luna, que se hacia fuerte en el Castillo de Loharri; mas visto lo que pasaba, acordó desamparalle y desembarazar la tierra junto con su estado propio, que vino eso mismo en po

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