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medad, sucedió en su lugar Arrasio su nieto, hijo de Bussafo que finó en vida del rey su padre, en tiempo que el imperio de los Almohades se extendia en Africa desde el mar Atlántico, que es el Océano, hasta la provincia de Egipto. Pusieron por gobernador de Tremecen, ciudad puesta á las marinas del mar Mediterráneo, en nombre del nuevo rey un moro llamado Gomaranza, del linage de los Moros Abdalveses muy noble y poderoso en aquellas partes. Este por hacer poco caso de su rey, ó por fiarse mucho de sus fuerzas, fué el primero que se determinó de empuñar las armas contra él. Arrasio acudió con su ejército á aquellas alteraciones, pero fué muerto à traicion: ningunas asechanzas hay mas perjudiciales que las que se arman debajo de muestra de amistad; un pariente de Gomaranza, que salió del castillo con muestra de dar aviso al rey de lo que pasaba, fué el que le dió la muerte, y el ejecutor de tan grave maldad.

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Muerto el rey, las gentes que le seguian, fueron vencidas y desbaratadas con una salida que el traidor levantado hizo del castillo Tremesessir, en que el rey le tenia cercado. Los que escaparon de la matanza, se recogieron á Fez, que caia cerca de aquella parte de Africa que se llama el Algarve, que es lo mismo que tierra llana. Recogió y acaudilló estas gentes Bucar Merino, gobernador que era de Fez, confiado y deseoso de vengar á su señor con que en una nueva batalla deshizo á los traidores, y en premio de su trabajo, y porque no pareciese hacia la guerra con su riesgo y en provecho de otro, se determinó mudar el nombre de gobernador en apellido de rey, y apoderarse para sí y para sus decendientes, como lo hizo, del imperio de Africa. Por esta manera, no vengada la traicion, sino trocado el traidor, Bucar Merino se hizo fundador de un nuevo imperio en Africa; porque Almorcanda que era del linage de los Almohades, y en Marruecos sucediera en lugar de Arrasio, como saliese en busca de Bucar, fué vencido en una batalla cerca de un pueblo llamado Merquenosa, que está una jornada de la ciudad de Fez. Resultó que de un imperio en Africa se hicieron dos, que duraron por algun tiempo, el de Marruecos y el de Fez. A Bucar sucedió su hijo Hiaya. Por muerte deste, que falleció en su pequeña edad, su tio Jacob Abenjuzeph que gobernaba el reino en su nombre, hombre de gran ingenio y de gran experiencia en las armas, no solo quedó por señor de lo de Fez, sino con facilidad increible ganó para su familia y decendientes el imperio de Marruecos y casi de toda la Africa.

Ninguna nacion hay en el mundo mas mudable que la africana, que es la causa porque ningun imperio ni estado puede entre aquella gente durar largo tiempo. Budebusio, que era del linaje de los Almohades, moro de grande poder, por estar sentido que Almorcanda le hobiese sido preferido para ser rey de Marruecos (que no era mas pariente que él, ni tenia deudo mas cercano con los reyes Almohades difuntos) se determinó probar ventura si podia salir con aquel imperio; y como le faltasen las demas ayudas, acudió á Jacob rey de Fez. Prometiole, si le ayudaba, mas tierras de las que tenia, y en particular todo lo que hay desde tierra de Fez hasta el rio Nadabo. No era de desechar este partido, en especial que se ofrecia ocasion por la discordia de los Almohades de apoderarse él de todo el imperio de Africa: bastante motivo para intentar la nueva guerra: así que, juntadas sus gentes, marcharon contra el enemigo. Almorcanda, que no estaba bien arraigado en el imperio, ni tenia fuerzas bastantes, desamparada la ciudad de Marruecos, dejó tambien el reino á su contrario. Con esta victoria apoderado de aquel estado, no quiso pasar por lo que concertó con Jacob, aunque muchas veces le hizo sobre ello instancia; y ordinariamente los que en el peligro se muestran mas humildes, en la prosperidad usan de mayor ingratitud, en tanto grado que el nuevo rey Budebusio daba muestra de querer acometer con las armas la ciudad de Fez.

Por esta manera una nueva guerra se despertó y se hizo por espacio de tres años. El pago de quebrantar la palabra fué que Jacob, ganado que hobo una victoria de su enemigo y contrario, se apoderó de Marruecos: despues desto como quier que todo le sucediese prósperamente, quedó por rey de toda Africa, sacadas dos ciudades la de Tremecen y la de Tunez. En aquella revuelta dos señores del linage y secta de los Almohades las tomaron, y con las fuerzas de su parcialidad, y por caer léjos, asi ellos como sus decendientes las defendieron con nombre de reyes, bien que de poco poder y fuerzas. Deste linage sin que faltase la linea, decendió Muleasse rey de Tunez, aquel que pocos años há echado de su reino, si con justicia ó sin ella no hay para que tratallo aquí, pero auyentado, y que andaba desterrado sin causa y sin ayuda, el emperador Cárlos V con las armas y poder de España le restituyó en el reino de sus padres despues que echó de Tunez con una presteza admirable

á Aradieno Barbaroja gran cosario, por merced de Soliman emperador de los Turcos, y en su nombre Señor de aquella ciudad y reino: ocasion, á lo que parecia, para hacer que toda Africa volviese al señorío de cristianos.

CAPITULO XV.

Que se renovó la guerra de los Moros.

Estos eran los linages de los Moros que estaban apoderados de Africa. En España Mahomad Alhamar era rey de Granada, de Murcia Hudiel: pequeñas sus fuerzas, y muy menoscabada la magestad de su estado, y el uno y el otro eran tributarios de don Alonso rey de Castilla. Estos cansados de la amistad de los nuestros, y con esperanza del socorro de Africa á causa que el nombre de Jacob rey de Marruecos comenzaba á cobrar gran fama, trataron entre si de levantarse. Los que poco antes eran competidores y enemigos muy grandes, al presente se confederaron y hicieron alianza, como suele acontecer que muchas veces grandes enemistades con deseo de hacer mal á otros se truecan en benevolencia y amor: quejábanse de los agravios que se les hacian, de los tributos muy graves que pagaban, de la miseria de su nacion: que se hallaban reducidos á grande estrechura y á un rincon de España los que poco ántes eran espantosos y bienaventurados: que no les quedaba sino el nombre de reyes, vano y sin reputacion: miserable estado, servidumbre intolerable estar sujetos á las leyes de aquellos á quien ántes las daban; además que cuidaban no pararian los cristianos hasta tanto que con el ódio que los tenian, echasen de España las reliquias que de su gente quedaban: menguado y envejecido el esfuerzo con que sus antepasados vinieron á España, lo que de ellos ganaron, no lo podian sustentar sus decendientes falta y afrenta notable. Concluian que el linaje de los Merinos nuevamente se despertára en Africa, y allí prevalecian: que sería á propósito hacellos pasar en España, pues ellos solos podian dar remedio y reparar sus pérdidas y trabajos. Trataban estas cosas en secreto y por embajadores, porque si el negocio fuese descubierto, no les acarrease su perdicion, por no estar aun apercebidos de fuerzas bastantes.

El rey don Alonso ó por no ignorar estas prácticas y intentos, ó con deseo de desarraigar los Moros de todo punto de España, de dia y de noche pensaba como volveria á la guerra contra ellos. Pretendia con las armas en el Andalucía sujetar algunas ciudades y castillos que rehusaban obedecer, y no se le querian entregar, y era razon sujetallos. Para este efecto el pontifice Máximo Alejandro cuarto dió la cruzada, que era indulgencia plenaria para todos los que, tomada la señal de la cruz, fuesen á aquella guerra y la ayudasen á sus expensas. Tratóse con los reyes comarcanos que enviasen socorros, y en particular por sus embajadores pidió al rey de Aragon con quien tenia mas parentesco que con los demas, diese licencia á sus vasallos para tomar las armas y con ellas ayudar intentos tan santos; pues constaba que en la confederacion hecha en Soria poco ántes quedó este punto asentado.

El rey de Aragon ni precisamente negó lo que se le pedia, ni otorgó con ello absolutamente: solo sacó desta cuenta á los señores que por sus estados ó por tirar gages dél los tenia obligados; pero concedió que así los vasallos destos como los demas del pueblo, si quisiesen, pudiesen tomar para el dicho efecto las armas y alistarse. Pretendia en esto este principe, como viejo y astuto, que los grandes de cuya voluntad no estaba muy asegurado, si pasaban á Castilla, no se apercibiesen de fuerzas y ayudas contra él. Con esta respuesta el rey don Alonso se irritó en tanta manera que, dejada la guerra de los Moros, trataba de emplear sus fuerzas contra Aragon: detúvole de romper el respeto del provecho público, y el deseo que tenia de dar principio á la empresa contra los Moros. Con esta determinacion los castillos que en la confederacion de Soria quedó concertado diese para seguridad, y hasta entonces se dilatára, sin embargo, por la instancia que sobre ello le hacian, los entregó á don Alonso Lopez de Haro: para que los tuviese en fieldad le alzó el homenage, como era necesario, con que estaba obligado á los reyes de Castilla: los castillos eran Cervera, Agreda, Aguilar, Arnedo, Autol.

Entretanto que con estas contiendas se pasaba la buena ocasion de comenzar la guerra, los Moros, que no ignoraban donde iban á parar tantos apercebimientos, acordaron ganar por la mano, y se apoderaron del castillo de Murcia y de otros pueblos por aquella comar

ca en que tenian puestas guarniciones de cristianos: sobornaron otrosí á los Moros de Sevilla, que con engaño ó por fuerza dentro del palacio real matasen al rey. Como este intento se estorbase porque los santos patrones de España apartaron tanto mal, ellos con gentes que de todas partes juntaron, por otra parte acometieron las tierras de cristianos con tal denuedo y priesa que la ciudad de Jeréz, Arcos, Béjar, Medina Sidonia, Roca, Sanlúcar, todos estos pueblos volvieron en un punto á poder de Moros. En esta guerra se señaló mucho el esfuerzo y lealtad de Garci Gomez alcaide de la fortaleza de Jeréz, que muertos ó heridos todos los soldados que tenia de guarnicion, no quiso todavía entregar la fortaleza, ni le pudieron persuadir á hacello por ningun partido que le ofreciesen, puesto que ninguna esperanza le quedaba de podella defender: hombre señalado y excelente. Los Moros maravillados de tan grande esfuerzo, sin mirar que era enemigo, con deseo que tenian de salvar la vida al que de su voluntad con tanta obstinacíon se ofrecia á la muerte, con un garfio de hierro que le echaron, le asieron, y derribado del adarve, con gran diligencia y humanidad le hicieron curar las heridas y le salvaron la vida.

El rey don Alonso que era ido á lo mas dentro de España con intento de aprestar lo necesario para la guerra, el año siguiente acudió con gentes á aquel peligro. En este viaje no léjos de las ruinas de Alarcos en una aldea que se llamaba el Pozuelo de san Gil, en los oretanos una legua del rio Guadiana, en muy buen sitio rodeado de muy fértiles campos y apacibles, por la comodidad del sitio fundó un pueblo bien grande con nombre de VillaReal: nombre que adelante don Juan el segundo rey de Castilla le mudó en el que hoy tiene de Ciudad-Real. Pretendia en esto el rey que por estar este pueblo asentado en la raya del Andalucía sirviese como de un fuerte baluarte para impedir las entradas de los bárbaros, y para que dende los nuestros hiciesen correrías y cabalgadas. De aquel lugar pasó á tierra de Moros: con su entrada todos los pueblos y campos por do pasaba fueron trabajados, en especial el año 1263 los Moros en todos los lugares padecieron mucho mal y daños sin cuento. En este año gran número de soldados aventureros acudieron convidados de la franqueza que les prometian, de un tributo que se llamaba Martiniega, á tal que con armas y caballo cada un año por espacio de tres meses à su costa siguiesen la guerra y los reales del rey.

Los reyes moros por entender que no podrian ser bastantes para tan grande avenida de los nuestros, tan gran pujanza y tantos apercebimientos, lo que antes intentaron y lo tenian acordado, de nuevo y con mayor instancia importunaron al rey de Marruecos para que les ayudase en la guerra. Declararonle por sus embajadores el riesgo grande en que se hallaban, sino les acudia brevemente. Oyó aquel rey su demanda y otorgó con ellos: envióles mil caballos ligeros de Africa, los cuales con cierto motin que levantaron, pusieron en peor estado las cosas de los Moros, tanto que Jeréz con todos los demas pueblos que antes se perdieron, volvieron á poder del rey don Alonso. Junto al Puerto de Santa Maria, que los antiguos llamaron puerto de Mnesteo, se edificó un pueblo de aquel nombre, reparados los edificios antiguos, cuyas ruinas y paredones todavía quedaban como rastros de su grandeza y antiguedad. En Toledo otrosi á expensas del rey se edificó la iglesia de santa Leocadia detrás del alcázar.

Concluidas estas cosas el año de 1264 volvió el rey á Sevilla: las gentes porque se llegaba el invierno, parte enviaron á invernar, los mas, con licencia que les dieron, se volvieron á sus casas. La fama, que suele hacer todas las cosas mayores, corria á la sazon, y por dicho de muchos se divulg aba que los enemigos llamaban de Africa, no ya socorros, sino ejército formado, cuidadosos de la guerra que los fieles les hacian, y con esperanza cierta de reparar su antiguo imperio en España. Estas nuevas y rumores pusieron en grande cuidado a los Castellanos y Aragoneses que estaban mas cercanos al peligro, y eran los primeros en quien descargaria aquella tempestad, y contra quien se enderezaban las fuerzas de los contrarios. El rey don Alonso aquejado del recelo desta guerra fué el primero que convidó al rey don Jaime de Aragon para que juntase con él sus fuerzas: que pues el peligro era comun, y aquellas gentes amenazaban á ambas naciones y coronas, era justo que de entrambas partes se acudiese al reparo: que si no le movia el parentesco y amistad, lo menos le despertase el peligro y afrenta de la religion cristiana.

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Don Pedro Yañez maestre de Calatrava, enviado con esta embajada, en Zaragoza á los siete de marzo propuso lo que por su rey le fué mandado: llevaba cartas de la reina doña Violante, en que suplicaba á su padre con grande instancia ayudase á la cristiandad, á ella que era su hija, y á sus nietos en aquel aprieto. Era cosa muy honrosa al rey don Jaime

que un rey tan poderoso se adelantase á pedille socorro, y á convidarle que hiciesen liga. Las cosas de Aragon no estaban sosegadas, ni sus hijos bastantemente apaciguados en la discordia que entre si tenian: los grandes del reino divididos en estas parcialidades, y el pueblo otro que tal; de que resultaban latrocinios y libertad para toda suerte de maldades y desafueros tan grandes que forzó á las ciudades puestas en las montañas de Aragon (1) á ordenar entre si hermandades para reprimir aquellos insultos, y con nuevas leyes y severas que se ordenaron, hacer rostro al atrevimiento de los hombres facinorosos: la grandeza de los castigos que daban á los culpados, hacia que todos escarmentasen. Por cualquier delito, puesto que no muy grande, daban pena de muerte: los pecados ligeros castigaban con azotes, ó con otra afrenta; con que los malhechores quedaban castigados, y la grandeza de la pena avisaba á los demas que se guardasen de pecar.

Demas desto las voluntades de los grandes estaban enagenadas del rey: estrañaban mucho que las honras y cargos se daban á hombres extraños ó bajos: que los fueros no se guardaban, ni la autoridad del justicia de Aragon, que está por guarda de su libertad y leyes: que con los tributos no solo el pueblo, sino tambien los nobles y hidalgos se hallaban cargados y oprimidos: que antes sufririan la muerte que pasar por que les quebrantasen sus fueros y derecho de libertad. Estas eran las quejas comunes: demas desto cada cual donde le apretaba el calzado tenia su particular dolor y desabrimiento. Por esta causa como el rey en Barcelona para juntar dinero pidiese en las cortes le concediesen el Bovatico, don Ramon Folch vizconde de Cardona hizo contradiccion con grande resolucion y porfia: afirmaba que si el rey no mudaba estilo, y desistia de aquellos agravios, no mudaria él de parecer ni se apartaria de aquel intento. Hiciéralo como lo decia, si los otros caballeros no le avisáran que en mala sazon alborotaba la gente: que era mejor aguardar un poco de tiempo que dejar pasar aquella buena coyuntura de ayudar al comun, principalmente que con el ejemplo de los Catalanes convenia mover á los Aragoneses, gente mas determinada y mas constante en defender sus libertades.

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Tuviéronse córtes en Zaragoza con el mismo intento de juntar dinero; pero gran parte de los señores y nobleza hicieron contradiccion á la voluntad del rey. Fernan Sanchez, hijo del rey, y don Simon de Urrea su suegro fueron los que mas se señalaron como caudillos de los alterados. Pasaron tan adelante, que dejadas las córtes se aliaron entre sí en Alagon contra las pretensiones y fuerzas del rey. La cosa amenazaba guerra y mayores males, no fuera que personas religiosas se pusieron de por medio para que la diferencia se compusiese por las leyes y tela de juicio sin que se pasase á las manos y á rompimiento. El mismo rey, fuese de corazon ó fingidamente, no rehusaba (á lo que decia) emendar todo aquello en que hasta entonces le cargaban: como prudente que era y mañoso, consideraba que la furia de la muchedumbre es à manera de arroyo, cuya creciente al principio es muy brava arrebatada, pero luego se amansa. Hiciéronse treguas. Señaláronse jueces sobre el caso, que fueron los prelados de Huesca y de Zaragoza, que con su prudencia compusieron aquellos debates; sobre todo la astucia del rey que daba la palabra de hacer todo aquello que pretendian, y sobre que aquellos nobles andaban alborotados.

Sosegado el alboroto, se hicieron levas de soldados para comenzar por aquella parte la guerra año de nuestra salvacion de 1265. El rey don Alonso con sus gentes entró por las tierras de Granada muy pujante: el rey don Jaime se encargó de hacer la guerra contra el rey de Murcia. Todo lo hallaron mas fácil que pensaban, ca no hallo que de Africa viniese algun número de gente señalado: la causa no se sabe, sino que no hay que fiar en los Moros ni en sus promesas, que tienen la fé colgada de la fortuna y de lo que sucede. El rey don Jaime por la parte del reino de Valencia entrado que hobo en las tierras de Castilla, ganó á Villena de los Moros, y se la restituyó á don Manuel hermano del rey don Alonso de Castilla que era yerno suyo, casado con doña Constanza su hija: despues desto sujetó á Elda, Orcelis y á Elche con otros muchos lugares que por aquella comarca quitó á los Moros parte por fuerza, parte que se le entregaron. Demas desto pasado el rio de Segura, atajó las vituallas que llevaban los Moros á Murcia en dos mil bestias de carga con buena guarda de soldados. En el entretanto el rey don Alonso no se descuidaba en la guerra contra los Moros de Granada, y en hacer todo el mal y daño á los pueblos y campos circunstantes, tanto que los puso en necesidad de pedir á los nuestros se renovase la antigua confe

deracion.

(1) Siguieron su ejemplo las demas del reino.

Los reyes don Jaime y don Alonso para tomar su acuerdo en presencia sobre lo que á la guerra tocaba, de propósito por la comodidad del lugar se juntaron en la ciudad de Alcaráz. Estuvo presente á estas vistas la reina doña Violante. Detuviéronse algunos dias; y concertado lo que pretendian, y hechas sus avenencias, volvieron á la guerra. Las gentes de Aragon como apercebidas de todo lo necesario, de Orcelis marcharon la via de Murcia, y se pusieron sobre ella por el mes de enero del año 1266. Está aquella ciudad asentada en un llano en comarca muy fresca por do pasa el rio de Segura, y sangrado con acequias, riega asi bien los campos como la ciudad, que está en gran parte plantada de moreras, cidros, y de naranjos y de toda suerte de agrura, y representa un paraiso en la tierra: en nuestro tiempo el principal esquilmo y provecho es el que se saca de la seda, fruto de que se sustenta casi toda la ciudad. Estaba entonces muy pertrechada y fortificada: no solo tenian aquellos ciudadanos cuenta con la recreacion, sino se pertrechaban para la guerra, en particular tenian muy buena guarnicion de soldados; así temian menos al enemigo: por el mismo caso los Aragoneses sospechaban que el cerco duraria largo tiempo. Al principio se hicieron algunas escaramuzas con salidas que hacian los Moros, en que siempre los cristianos se aventajaban. No pasó mucho tiempo que los Moros por la buena maña del rey de Aragon, perdida la esperanza de poderse defender, se rindieron á partido y entregaron la ciudad.

Por otra parte entre el rey don Alonso y los de Granada en una junta que tuvieron en Alcalá de Benzayde, se hizo confederacion y concierto debajo destas condiciones: el rey de Granada se aparte de la liga y amistad del rey Hudiel de Murcia: pague en cada un año cincuenta mil ducados, como antes acostumbraba; al contrario el rey don Alonso alce la mano de amparar en su daño los señores Moros de Guadix y de Málaga, á tal empero, que el rey Moro les otorgue treguas por espacio de un año: al rey de Murcia si acaso viniese á poder de cristianos, se le haga gracia de la vida. Tomado este asiento, el rey don Alonso con deseo de tomar la posesion de la ciudad de Murcia, vuelto ya el rey don Jaime luego que la rindió, á su tierra, se apresuró para ir allá. En este viage en el lugar de Santisteban Hudiel rey de Murcia le salió al encuentro, y echado á sus pies, pidió perdon de lo pasado: confesaba su yerro y su locura que le despeñó en aquellos males: pedia tuviese misericordia de su trabajo, y de tantas miserias como eran las en que se hallaba. Por esta manera fué recebido en gracia y perdonado; mas que de allí adelante no fuese ni se llamase rey, y se contentase con las heredades y rentas que le señalaron para sustentar la vida. El nombre de rey se dió á Mahomad, hermano de aquel Abenhut de quien arriba se dijo fué muerto en Almeria. Dejáronle solamente la tercera parte de las rentas reales; y que con lo demas acudiese al fisco real de Castilla. Este fué el remate desta guerra que tenia puesta la gente en gran recelo y cuidado.

CAPITULO XVI.

Que la emperatriz de Grecia vino á España.

Ex el mismo tiempo que el Andalucia y reino de Murcia estaban encendidos con la guerra

contra los Moros, lo demas de España gozaba de sosiego, por lo menos las alteraciones eran de poco momento: cosa de maravilla por la diversidad de principados, y la grande libertad de los caballeros y del pueblo. Solo Gonzalo Yañez Bazan, persona principal entre los Navarros, renunciado que hobo por públicas escrituras la naturalidad, como en aquel tiempo se acostumbraba en la frontera de Aragon con voluntad del rey don Jaime edificó un castillo llamado Boeta, desde donde trabajaba y hacia daño en los campos comarcanos de Navarra. La pesadumbre que por esta causa recebia aquella gente, se mudó en gran alegria por traer en el mismo tiempo á Navarra para poner entre las demas reliquias de la iglesia Mayor de Pamplona una parte no pequeña de la corona de espinas que fué puesta en la cabeza de Cristo hijo de Dios. San Luis rey de Francia les hizo donacion della: Balduino emperador de Constantinopla, ya que iba de caida el poder de los Franceses en aquel imperio, por la falta de dineros que padecia, se la empeñó por cierta cantidad con que le socorrió. Esto le hizo aborrecible á sus ciudadanos por atreverse á privar aquella ciudad de una reliquia y prenda tan grande y tan santa. Esta corona se ve hasta el dia de hoy, y se conserva con gran devocion en París en la capilla santa y real de los reyes de Francia: es

TOMO II.

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