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á manera de un turbante, y della se tomó la parte que al presente se trajo á Navarra. Esto en España.

De Italia venian nuevas que el año pasado el rey Manfredo fué despojado del reino y de la vida por Carlos hermano de san Luis rey de Francia, y que como vencedor en su lugar se apoderó de aquellos estados. Urbano y despues Clemente cuarto pontifices romanos con esperanza y promesa de dalle aquel reino le llamaron á Italia, y llegado que fué à Roma, le coronaron por rey de Sicilia y de Nápoles. La batalla, que fué brava y famosa, se dieron cerca de Benevento, con que el poder y riquezas de los Normandos que tantos años florecieron en aquellas partes, quedaron por tierra. Concertó el nuevo rey y obligóse de pagar cada un año a la iglesia romana en reconocimiento del feudo cuarenta mil ducados, y que no pudiese ser emperador, puesto que sin pretendello él le ofreciesen el imperio. El rey don Jaime alterado como era razon por el desastre y caida de Manfredo su consuegro, revolvia en su pensamiento en que manera tomaria emienda de aquel daño. Así apenas hobo dado fin á la guerra de Murcia, cuando se partió á lo postrero de Cataluña para si en alguna manera pudiese ayudar á lo que quedaba de los Normandos, y apoderarse del reino, que por la afinidad contraida con Manfredo pretendia ser de su hijo.

En el entretanto don Alonso rey de Castilla se ocupaba en asentar las cosas de Murcia, llevar nuevas gentes para que poblasen en aquella comarca, edificar castillos por todo el distrito para mayor seguridad. No bastaba Castilla para proveer de tanta multitud como se requeria para poblar tantas ciudades y pueblos. De Cataluña hizo llamar y vinieron muchos que asentaron en el nuevo reino. No dejaba asimismo, no obstante lo concertado, de ayudar de secreto á los de Guadix y á los de Málaga. Para quejarse deste agravio, y que el rey don Alonso no guardaba lo concertado, el rey de Granada en persona vino á Murcia. La respuesta que se le dió, no fué á su gusto; volvióse mas enojado que vino: ocasion con que algunos señores que de tiempo atrás ofendidos del rey don Alonso se tenian por agraviados, hablaron en secreto con el Moro, y le persuadieron á que de nuevo tomase las armas. El principal en este trato fué don Nuño Gonzalez de Lara hombre de gran ingenio, de grandes riquezas, y que tenia muchos aliados. Pretendia que el rey tenia hechos muchos agravios á don Nuño su padre y á don Juan su hermano.

Deste principio resultaron nuevas alteraciones á tiempo que el rey se prometia paz muy larga, y estaba asaz seguro de lo que se trataba, tanto que era ido á Villa-Real para ver los edificios y fábricas que en el nuevo pueblo se levantaban. Dende despachó sus embajadores á Francia el año de 1267 al rey san Luis para pedille su hija doña Blanca por muger para el infante don Fernando su hijo mayor. Hecho esto, él se fué á la ciudad de Vitoria, para donde el rey de Ingalaterra le tenia aplazadas vistas, y prometido que en breve seria con él, para tratar cosas y negocios muy graves. Todavia no vino, sea mudado de voluntad, ó por no tener lugar para ello; envió empero á Eduardo su hijo mayor á tiempo que ya el rey don Alonso era vuelto á Burgos, y en sazon que la emperatriz de Constantinopla, huida de su casa y echada de su imperio, vino á verse con el rey: Balduino su marido y Justiniano Patriarcha, echados que fueron de Grecia por las armas de Michael Paleologo, en el camino segun se entiende cayeron en manos del soldan de Egipto. La emperatriz por nombre Marta con el deseo que tenia de librar á su marido, concertó su rescate en treinta mil marcos de plata. Para juntar esta suma tan grande fué primero á verse con el padre santo y rey de Francia: últimamente llegada á Burgos el año del señor 1268 suplicó al rey su primo solamente por la tercera parte desta suma. El rey se la dió toda entera; que fué una liberalidad de mayor fama que prudencia, por estar los tesoros tan gastados. Lo que principalmente los señores le cargaban, era que con vano deseo de alabanza consumió en esto los subsidios y ayudas del reino, y para suplir sus desórdenes desaforaba los vasallos: los ánimos una vez alterados las mismas buenas obras las toman en mala parte.

Algunos historiadores tienen por falsa esta narracion, y dicen que Balduino nunca fué preso del soldan de Egipto. Nos en esto seguimos la autoridad conforme de nuestras histo rias, puesto que no ignoramos muchas veces ser mayor el ruido y la fama que la verdad. El emperador Balduino, recobrada la libertad, por no poder volver á su imperio pasó á Francia, y en Namur ciudad suya y de los sus estados de Flandes pasó su vida: por do parece que los condes de Flandes se pueden intitular emperadores de Constantinopla no con menos razon que los reyes de Sicilia pretenden el reino de Jerusalem. Por un privilegio dado á los caballeros de Calatrava era mil y trecientos y dos, de Cristo mil y docientos y se

senta y cuatro, á diez y siete de octubre se comprueba bastantemente que la iglesia de Toledo estaba vacante, y se convence, si los números allí no están estragados: cosa que suele acontecer muchas veces. En lugar sin duda de don Pascual arzobispo de Toledo, ó este año, ó lo que mas creo, algunos años ántes fué puesto otro don Sancho hijo de don Jaime rey de Aragon. Sospecho que el nuevo prelado sea por su poca edad, sea por otras causas, tuvo en Aragon antes de arrancar para venir á su iglesia, que dió ocasion á algunos para poner ántes de su eleccion una vacante de no menos que cuatro años. Queriale mucho su padre, que fué causa de venir por este tiempo á Toledo como luego se dirá.

CAPITULO XVII.

Que don Jaime rey de Aragon vino á Toledo.

se de

Por el mismo tiempo en Italia andaban muy grandes alteraciones y revueltas á causa que

Corradino Suevo pretendia por las armas contra la voluntad y mandado de los pontifices restituirse en los reinos de su padre. Seguíale y acompañábale desde Alemaña Federico duque de Austria. Don Enrique hermano del rey de Castilla desde Roma se fué con él, donde tenia cargo de senador ó gobernador: su nobleza suplia, á lo que yo creo, la falta de otras partes y de su inquieto natural. Demas destos señores los Gibellinos por toda Italia tomaron su voz y en su favor las armas. Con esta gente y pujanza rompió por el reino de Nápoles: en los Marsos parte del Abruzo, cerca del lago Fucino hoy el lago de Talliacozo, dió la batalla Corradino al nuevo rey Carlos que salió al encuentro. Vencieron los Franceses mas por maña que por verdadero esfuerzo: fueron presos en la pelea Federico y don Enrique, Corradino en la huida y alcance que ejecutaron los Franceses con crueldad. A Corradino y Federico en juicio cortaron en Nápoles las cabezas: nuevo y cruel ejemplo, que tan grandes príncipes, á los cuales perdonó la fortuna dudosa y trance de la batalla, despues de ella en juicio los ejecutasen.

En el entretanto en Aragon se levantó una liviana alteracion á causa que Gerardo de Cabrera pretendia el condado de Urgel con color que los hijos de su hermano don Alvaro poco ántes difunto no eran legítimos. Don Ramon Folch, tio de los infantes de parte de madre, y otras personas principales por compasion de su edad y por otras prendas que con ellos tenian, se encargaron de amparallos. El rey don Jaime parecia aprobar la pretension de Gerardo, mayormente que traspasára su derecho en el mismo rey por no confiar en sus fuerzas. El rey de Granada por otra parte trataba de hacer guerra á los de Guadix y á los de Málaga en prosecucion de su derecho, y por lo que poco ántes se concertó en la confederacion que puso con el rey don Alonso, de quien extrañaba que de secreto ayudase á sus contrarios. Don Nuño de Lara y don Lope de Haro por estar desabridos con su rey y enagenados atizaban el fuego: prometian que si de nuevo tomaba las armas, se pasarian á él públicamente no solo ellos, sino otros muchos señores que estaban asimismo disgustados. Andaba fama destas prácticas, y se rugia lo que pasaba (que pocas cosas grandes de todo punto se encubren) pero no se podian probar bastantemente con testigos. Forzado pues el rey de la necesidad se partió para el Andalucia. Hállase que este año á treinta de julio dió el rey don Alonso y expidió un privilegio en Sevilla, en que hizo villa á Vergara pueblo de Guipuzcoa á la ribera del rio Deva, y le mudó el nombre que antes tenia de san Pedro de Ariznoa, en el que hoy le llaman.

Compuestas en alguna manera las cosas del Andalucia, entrado ya el invierno, fué forzado á dar la vuelta para recebir y festejar al rey don Jaime su suegro, que venia á Toledo á instancia de don Sancho su hijo para hallarse presente á su misa nueva que queria cantar el mismo dia de Navidad. El dia señalado don Sancho dijo su misa de pontifical: halláronse presentes para honralle los dos reyes de Castilla y Aragon padre y cuñado, la reina su hermana, y el infante don Fernando. Detuviéronse en Toledo ocho dias no mas porque el rey de Aragon, aunque se hallaba en lo postrero de su edad, ardia en deseo de abreviar y comenzar la jornada que pretendia hacer para la guerra de la Tierra Santa, sin perdonar á trabajo, ni hacer caso de los negocios de su reino que le tenian embarazado, muchos y graves, por la gran gana de ensanchar el nombre cristiano y lustrar en la Suria la gloria antigua de los cristianos que parecia estar añublada : gran principe y valeroso, digno que le sucediera mas á propósito aquella jornada.

CAPITULO XVIJI.

Que el rey de Aragon partió para la Tierra Santa.

Las cosas de la Tierra Santa estaban reducidas á lo postrero de los males y apretura. El reino que fundó el esfuerzo de los antepasados, la cobardía y flojedad de los que en él sucedieron, le tenian en aquel estado: además que los principes cristianos ocupados en las guerras que se hacian entre sí por cumplir sus apetitos particulares, poco cuidaban del bien público y de la afrenta de la cristiana religion. El vigor y ánimo con que tan grandes cosas se acabaron, por la inconstancia de las cosas humanas se envejecia; y porque tantas veces los príncipes sin provecho alguno por mar y por tierra en gran número acudieran para ayudar á los cristianos los años pasados, la esperanza de mejoria era muy poca, y todos desalentados. A la sazon se ofrecia una buena ocasion que casi en un mismo tiempo despertó para volver á las armas á España, Ingalaterra y Francia. Esta fué que los Tártaros salidos de aquella parte de Scythia, como algunos piensan, en que Plinio antiguamente demarcó los Tractaros, hecha liga con los de Armenia, habian acometido con las armas aquella parte de la Suria que estaba en poder de los Sarracenos, con gran esperanza al principio de los fieles que podrian recobrar las riquezas y poder pasado; pero despues todo fué de ningun efecto, y se fué en flor lo que pensaban.

En el tiempo que Inocencio cuarto celebraba un concilio general en Leon de Francia, fueron por él enviados cuatro predicadores de la sagrada órden de Santo Domingo, cuya fama en aquella sazon era muy grande, á la tierra de los Tártaros para acometer si por ventura aquella gente áspera en su trato, dada á las armas, sin ninguna religion ó engañada, se pudiese persuadir á abrazar la cristiana. Con esta diligencia se ganó aquella gente: humanáronse aquellos bárbaros con la predicacion, y comenzaron á cobrar aficion á los cristianos mas que á las otras naciones. El rey de aquella gente, que vulgarmente llamaban el gran Cham, que quiere decir rey de los reyes, no cesaba con embajadores que enviaba á todas partes, de despertar los principes de Europa para que tomasen las armas. Acusábalos y dábales en cara que parecia no hacian caso de la gloria del nombre cristiano. Esta instancia que hizo los años pasados, y no se dejó los de adelante, en este tiempo se continuó con mayor porfia y cuidado, en particular envió al rey de Aragon en compañía de Juan Alarico natural de Perpiñan (al cual el rey ántes movido por otra embajada despachó para que fuese á los Tártaros) nuevos embajadores, que en nombre de su rey prometian todo favor, si se persuadiese de tomar las armas y juntar en uno con ellos las fuerzas. Estos embajadores repararon en Barcelona: Alarico pasó á Toledo, y en una junta de los principales dió larga cuenta de lo que vió, y de toda su embajada; palabras y razones con que los ánimos de los príncipes no de una manera se movieron.

El rey don Jaime se determinó ir á la guerra, magüer que era de tanta edad: don Alonso su yerno y la reina alegaban la deslealtad de los Griegos, la fiereza de los Tártaros: todo con intento de quitalle de aquel propósito, para lo cual usaban y se valian de muchos ruegos, y aun de lágrimas que se derramaban sobre el caso. Prevaleció empero la constancia de don Jaime : decia que no era justo, pues tenia paz en su casa y reino, darse al ócio, ni perdonar á ningun afan, ni á la vida que poco despues se habia de acabar, en tan gran peligro como corrian los cristianos. El rey don Alonso por velle tan determinado le prometió cien mil ducados para ayuda de los gastos de la guerra. Algunos señores de Castilla asimismo se ofrecieron á hacelle compañía en aquella jornada, entre ellos el maestre de Santiago y el prior de san Juan don Gonzalo Pereira. Concluidas las fiestas de Toledo, él se partió: en la ciudad de Valencia oyó los embajadores de los Tartaros, y fuera dellos otro embajador del emperador Paleologo, que le prometia, si tomaba aquella empresa, de proveelle baslantemente de vituallas y todo lo necesario. En Barcelona se ponia en órden y estaba á la cola una buena armada apercebida de soldados y todo lo demas. Antes que se pusiese en camino, à ruego de su hija doña Violante volvió desde Valencia al monasterio de Huerta. Despedido de sus hijos y de sus nietos, sin dar oidos à los ruegos con que pretendian de nuevo apartalle de aquel propósito, volvió donde surgia la armada, en que se contaban treinta naves gruesas y algunas galeras.

A cuatro de setiembre dia miércoles año de 1269, hechas sus plegarias y rogativas como es de costumbre, alzó anclas y se hizo á la vela. Era el tiempo poco a propósito y sujeto á á

tormentas en tres dias llegaron á vista de Menorca; mas no pudieron tomar puerto á causa. que cargó mucho el tiempo, y una recia tempestad de viento derrotó las naves y la armada: dejáronse llevar del viento, que las echó á diversas partes. El rey arribó á Marsella en la ribera de Francia, y desde allí por mudarse el viento aportó al golfo Agathense ó de Agde. Algunas de las naves que pudieron seguir el rumbo que llevaban, llegaron á Acre pucblo de Palestina, entre las demas las naves de Fernan Sanchez hijo del rey. Movido por las amonestaciones de los suyos el rey se rehizo en Mompeller por algunos dias del trabajo del mar; y arrepentido de su propósito, á que parecia hacer contradiccion el cielo ofendido y enojado contra los hombres y sus pecados, puesto que menospreciaba cosas semejantes como casuales, ni miraba en agüeros, volvió á Cataluña sin hacer otro efecto.

En Castilla el rey don Alonso llegó hasta Logroño, en su compañía Eduardo hijo de rey de Ingalaterra, para recebir á su nuera, que concertado el casamiento en Francia, por Navarra venia á verse con su esposo. Las bodas se celebraron en Burgos con aparato el mayor y mas real que los hombres vieron jamás: don Jaime rey de Aragon abuelo del desposado á persuasion del rey don Alonso, y junto con él don Pedro su hijo mayor, Philipe hijo mayor del rey de Francia, Eduardo príncipe y heredero de Ingalaterra, el rey de Granada, el mismo rey don Alonso, sus hermanos y hijos, y su tio don Alonso Señor de Molina se hallaron presentes. De Italia, Francia y España acudieron muchos señores, entre ellos Guillen marques de Monferrat, de quien dice Jovio era yerno del rey don Fernando. Hallóse otrosí el arzobispo de Toledo don Sancho: quien dice que veló á los desposados. Con estas bodas se pretendia que el rey san Luis en su nombre y de sus hijos se apartase del derecho que se entendia tenia á la corona de Castilla, como hijo que era de doña Blanca hermana mayor del rey don Enrique, como arriba queda dicho y juntamente refutado. Concluidas las fiestas, el rey don Alonso acompañó al rey don Jaime su suegro para honralle mas hasta la ciudad de Tarazona.

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De la crónica del rey don Jaime mandada escribir por el abad de Poblet en 1443, que existe en la biblioteca de S. Juan, copiamos exactamente este curioso dibujo, que representa el banquete que dió en Tarragona cuando se resolvió la conquista de Mallorca.

CAPITULO XIX.

San Luis rey de Francia falleció.

Los Ingleses y Franceses pasaron mas adelante que los Aragoneses en lo que tocaba á

la guerra de la Tierra Santa; pero el remate no fué nada mejor, salvo que por esta razon se hizo confederacion entre Ingalaterra y Francia. En París en una grande junta de príncipes compusieron todas sus diferencias antiguas: este fué el principal fruto de tantos apercebimientos. Señaláronse de comun consentimiento en Francia los términos y aledaños de las tierras de los Franceses y Ingleses. Púsose por la principal condicion que en tanto que San Luis combatia á Túnez, do pretendia pasar á persuasion de Carlos su hermano rey de Nápoles, que decia convenir en primer lugar hacer la guerra á los de Africa que siempre hacian daño en Italia y en Sicilia y en la Proenza, y á todos ponian espanto; que en el entretranto el inglés con su armada que era buena, pasase á la conquista de la Tierra Santa. Hízose como lo concertaron, que Eduardo hijo mayor del inglés con buen número de bajeles, rodeadas y costeadas las riberas de España y de Italia, á cabo de una larga navegacion surgió en aquellas riberas, y saltó con su gente en tierra de Ptolemayde. Los primeros dias la ayuda de Dios le guardó de un peligro muy grande: un hombre en su aposento le acometió, y le dió ántes que le acudiesen, una o dos heridas: mataron aquel mal hombre alli luego no se pudo averiguar quien era el que le enviára; dijose que los Asasinos, que era cierto género de hombres atrevidos y aparejados para casos semejantes.

San Luis con tres hijos suyos primero de marzo año de 1270 desde Marsella se hizo á la vela. Theobaldo rey de Navarra, puesto á su hermano don Enrique en el gobierno del reino, con deseo de mostrar su valor y ayudar en tan santa empresa acompañó al rey su suegro. Padecieron tormenta en el mar y recios temporales: finalmente desembarcaron en Túnez; asentaron sus ingenios, con que comenzaron a combatir aquella ciudad. Los bárbaros que se atrevieron á pelear, por dos veces quedaron vencidos; despues de esto como se estuviesen dentro de los muros llegó el cerco á seis meses. Los calores son extremos, la comodidad de los soldados poca: encendióse una peste en los reales, de que murieron muchos, entre los demas primero Juan hijo de S. Luis, y poco despues el mismo rey de cámaras que le dieron, falleció á veinte y cinco de agosto. Esta grande cuita y afán se acrecentara, y hobieran los demas de partir de Africa y dejar la demanda con gran mengua y daño (en lanta manera tenian enflaquecidas las fuerzas) sino sobreviniera Carlos rey de Sicilia que dió ánimo á los caidos. Hizose concierto con los bárbaros que cada un año pagasen de tributo al mismo rey Carlos cuarenta mil ducados, que era el que él debia por Sicilia y Napoles á la iglesia Romana y al Papa : con esto embarcadas las gentes, pasaron á Sicilia. No aflojaron los males: en la ciudad de Trapana, que es en lo postrero de aquella isla, Theobaldo rey de Navarra falleció á cinco dias de diciembre. Esta fué la ocasion que forzó á dejar la empresa de la Tierra Santa, que tantas veces infelizmente se acometiera, y de dar la vuelta á sus tierras y naturales. Las entrañas de S. Luis sepultaron en la ciudad de Monreal en Sicilia: el cuerpo llevaron á S. Dionisio, sepultura de aquellos reyes cerca de Paris. El cuerpo del rey Theobaldo embalsamado llevaron á Pervino ciudad de Campaña en Francia, y pusieron en los sepulcros de sus antepasados. Su muger la reina doña Isabel el año luego siguiente á veinte y cinco de abril falleció en Hiera pueblo de la Proenza: enterráronla en el monasterio llamado Barra. A todos se les hicieron las honras y exequias como á reyes, con grande aparato, como se acostumbra entre los cristianos. Volvamos la pluma y el cuento á Castilla.

CAPITULO XX.

De la conjuracion que hicieron los grandes contra el rey don Alonso de Castilla.

EL ánimo del rey don Alonso se hallaba en un mismo tiempo suspenso y aquejado de diversos cuidados. El deseo de tomar la posesion del imperio de Alemaña le punzaba, á que las cartas de muchos con extraordinaria instancia le llamaban. Los grandes y ricos hombres del reino andaban alterados y desabridos por las ásperas costumbres y demasiada severidad del rey. à que no estaban acostumbrados. Rugiase demas desto por nuevas que ve

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