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bla, y sobre todo y lo mas principal convidaron al principe de Castilla don Enrique para ligarse con los que fuera del reino y dentro andaban descontentos. Atreviéronse á intentar esta prática por no haberse aun el principe reconciliado con su padre, antes en su deservicio estaba apoderado de Toledo.

La muchedumbre del pueblo le entregó la ciudad: los movedores del alboroto pasado querian darse al rey; por esto y por sus deméritos grandes fueron presos dentro de la iglesia Mayor donde se retrajeron. A los principales alborotadores, que eran los dos canónigos de Toledo, enviaron presos á Santorcaz, para que en aquella estrecha cárcel (que lo es mucho la que en aquel castillo hay) pagasen su pecado: no les quitaron las vidas como merecian, por respeto que eran eclesiásticos. Marcos Garcia, y Hernando de Avila uno de los principales delincuentes, fueron arrastrados por las calles, y de muchas maneras maltra

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De un códice que está en las casas consistoriales de Barcelona, copiamos exactamente este dibujo, que representa el rey don Alonso entre los Consellers de Barcelona el dia 2 de abril de 1448, en el acto que hace entrega de los Usatges de Marquilles.

tados hasta dalles la muerte: agradable espectáculo para los ciudadanos, cuyas casas y bienes ellos robaron, castigo muy debido á sus maldades.

La soltura de los Moros á la sazon era grande: con ordinarias cabalgadas que hacian, trabajaban, quemaban y robaban los campos del Andalucía á su reino comarcanos; hicieron grandes presas, llegaron hasta los mismos arrabales de Jaen y de Sevilla, que fué grande befa, afrenta de los nuestros y mengua del reino. Su orgullo era tal que el rey moro prometió al de Navarra, el cual hacia gente en Aragon, que si por otra parte acometia á las tierras de Castilla, no dudaria de asentar sus reales y ponerse sobre Córdova, sin cesar de combatilla hasta della apoderarse. Dió el navarro las gracias á los embajadores por aquella voluntad, pero dilatóse por entonces la ejecucion, sea por no ser buena sazon, sea por no hacer mas odiosa aquella su parcialidad, si pasaba tan adelante.

En Coruña cerca de Soria se juntaron muchos grandes de Castilla á veinte y seis de julio: halláronse presentes los marqueses de Villena y de Santillana, el conde de Haro, el almirante de Castilla y don Rodrigo Manrique que se intitulaba maestre de Santiago; no falla otrosí quien diga que se halló en esta junta el príncipe de Castilla don Enrique. Quejáronse del mal gobierno de don Alvaro : que por su causa la nobleza de Castilla andaba unos desterrados, otros en prisiones despojados de sus estados que en ningun tiempo tuvo con el rey tanta cabida y privanza como al presente tenia: si no se ligaban entre si, ninguna esperanza les quedaba ni á los afligidos, ni á los demas, para que no viniesen á perecer todos por el atrevimiento de don Alvaro, que de cada dia se aumentaba. Acordaron que hasta mediado el mes de agosto cada cual por su parte con las mas gentes que pudiese juntar, acudiese á los reales del príncipe don Enrique; pero aunque al tiempo señalado estuvieron puestos cerca de Peñafiel villa de Castilla la Vieja, los grandes se iban poco á poco sin hacer mucha diligencia para acudir á lo que tenian concertado.

Detenia á cada uno su particular temor, acordábanse de tantas veces que semejantes deseños les salieron vanos: demas que no se fiaban bastantemente del príncipe don Enrique, por ser poco constante en un parecer; y aun el rey de Navarra que acaudillaba á los demas descontentos, sabian estar por el mismo tiempo embarazado en sus cosas propias y en las de Francia. Poseia este principe en la Guiena un castillo llamado Maulison, que le entregó el rey de Ingalaterra, y tenia puesto en su lugar para guardalle su mismo condestable. Este castillo acometió á tomar el conde de Fox con un grueso ejército, en que se contaban doce mil hombres de à pie y tres mil de á caballo. Fortificó sus estancias en lugares à propósito con sus fosos y trincheas: comenzó luego despues desto á batir las murallas.

El de Navarra con las gentes que arrebatadamente pudo juntar, acudió al peligro. Puso sus reales en un llano poco distante de los del contrario. Hobo habla entre el yerno y el suegro, pero por mucho que supo decir el de Navarra, no persuadió al de Fox que levantase el cerco: escusabase que tenia dada palabra y prometido al rey de Francia de serville en aquella empresa: que no podia alzar el cerco antes de salir con su intento y tomar el castillo. Por esta manera como quier que el de Navarra se volvicse á España, los cercados fueron forzados á rendirse á partido que dejase ir á los soldados de guarnicion libres à sus casas. La tardanza del rey de Navarra y poco brio de los grandes dió en Castilla lugar á tratar de reconciliar al príncipe don Enrique con su padre. Con la esperanza que se concluiria la paz, derramaron las gentes que por una y otra parte tenian levantadas: tras esto concertaron las diferencias entre los dos príncipes padre y hijo.

Hecho esto, el rey se quedó en Castilla la Vieja, el príncipe don Enrique volvió á Toledo, do fué recebido con grande aplauso del pueblo con danzas y regocijos á la manera de España: allí finalmente Pero Sarmiento porque trataba de dar aquella ciudad al rey, y por no poner fin y término á los robos y agravios que hacia, fué privado de la alcaidia del alcázar, y del gobierno de la ciudad por principio del año 1450. Quejabase él mucho de su desgracia, imploraba la fé y palabra que el príncipe le diera: no le valió para que no se ejecutase la sentencia y saliese de la ciudad. Llevaba consigo en doscientas acémilas cargados los despojos que robára, tapices, alhombras, paños ricos, bajilla de oro y de plata; hurto vergonzosisimo, demasias y cohechos exorbitantes: bramaba el pueblo y decia era justo le quitasen por fuerza lo que á tuerto robó. No pasaron de las palabras y quejas á las manos: nadie se atrevió á dalle pesadumbre por llevar seguridad del príncipe; verdad es que parte de la presa le robaron en el camino: lo mas dello en Gumiel, do su muger y hijos estaban, poco despues por mandado del rey fué confiscado.

El mismo Sarmiento se retiró á Navarra, y adelante alcanzado que hobo perdon de sus desórdenes, en la Bastida pueblo de la Rioja cerca de la villa de Haro, el cual solo de muchos que tenia, le dejaron, pasó la vida sujeto á graves enfermedades y miedos, torpe por las fealdades que cometió, despojado de sus bienes y tierras por mandado del padre santo, con quien este negocio se comunicó. Los compañeros que tuvo en los robos, fueron mas gravemente castigados: en diversas ciudades los prendieron y con estraordinarios tormentos justiciaron castigo cruel; pero con la muerte de pocos pretendieron apaciguar el pueblo alterado, aplacar la ira de Dios, y reprimir tan graves maldades y excesos; juntamente se dió aviso á los demas puestos en gobierno, que en semejantes cargos no usen de violencia ni empleen su poder en cometer desafueros y desaguisados.

CAPITULO X.

De las cosas de Aragon.

APENAS se habia sosegado la ciudad de Toledo, cuando en Segovia, donde el príncipe don

Enrique era ido, se levantó un nuevo alboroto por esta ocasion: à don Juan Pacheco marques de Villena achacó un delito y exceso por el cual merecia ser preso, Pedro Portocarrero que comenzaba á tener cabida con el príncipe: ayudabanle y deponian lo mismo el obispo de Cuenca y Juan de Silva alferez del rey y el mariscal Pelayo de Rivera. Avisaron al principe que usase de toda diligencia, y que mirase por sí el castigo dado a don Juan Pacheco seria á los demas aviso para que no recompensasen con deslealtad mercedes tan grandes como tenia recibidas. Aprobado este consejo, se acordó fuese preso: era tan grande su poder que no era cosa fácil ejecutallo; y él mismo, avisado del enojo del príncipe, se apoderó de cierta parte de la ciudad y en ella se barreó para hacer resistencia á los que le acometiesen. Recelábanse que el negocio no pasase adelante, y no fuese necesario venir á las armas, con que se ensangrentasen todos: permitiéronle se fuese á Turuegano pueblo de su jurisdiccion. Desde allí procuró ganar á Pedro Portocarrero para esto le dió una hija suya bastarda por nombre doña Beatriz por muger, y en dote á Medellin, villa grande en Extremadura y cerca de Guadiana; con esta maña enflaqueció el poder de sus enemigos, y la ira del príncipe comenzó á amansar.

La guerra con los Aragoneses se continuaba, bien que no con mucho calor y cuidado, ni con mucha gente por estar todos cansados de tan largas diferencias. El castillo de Bordalua en la frontera de Aragon tomaron á los Aragoneses, que ellos de nuevo y en breve recobraron. El enojo que se tenia contra el rey de Navarra, era mayor por ser causa y movedor de todos estos males: ofrecíase coyuntura para tomar dél emienda con ocasion de algunas diferencias que resultaron en aquel reino. Fué asi que muchos inducian al príncipe de Viana se apoderase del reino: decian que era de su madre; y su padre hacia agravio á él pues tenia ya bastante edad para gobernar, y á toda la nacion, pues siendo extrangero, sin ningun derecho ni razon queria ser y llamarse rey de Navarra: estas eran las zanjas que se abrian de grandes alteraciones que adelante se siguieron. Estaba el rey de Navarra en Zaragoza, donde se tuvieron cortes de Aragon, entrado bien el verano: tratóse de los pesquisidores, que solian ser como tenientes del justicia de Aragon, y fué acordado que el oficio destos se templase y limitase con ciertas leyes que ordenaron para que no abusasen en agravio de nadie del poder que para bien comun se les daba. Determinóse otrosí que los bienes sobre que hobiese pleito, se pusiesen en terceria en poder de un depositario general, á propósito que los jueces por tenellos en su poder no dilatasen las sentencias y alargasen los pleitos.

El rey don Alonso de Aragon, dado que ocupado y entretenido en Nápoles, todavía cuidaba de las cosas de España. Despachó embajadores á los príncipes con que los exortaba á la paz, resuelto (si hobiese guerra) de acudir con fuerzas y consejo á su hermano y á sus vasallos. Por lo demas parecia estar olvidado de su patria, en tanto grado que nunca le pudieron persuadir volviese á España, puesto que muchas veces lo procuraron. Las grandes comodidades de que así por mar como por tierra goza aquella provincia y ciudad de Nápoles, le detenian en Italia, donde queria mas ser el primero en poder y autoridad, que en España ser contado como era forzoso por segundo. El fruto de sus trabajos era una grande paz de que gozaba, y renombre del mas afamado entre los principes de su tiempo: los de

cerca y los de lejos á porfia pretendian su amistad con embajadas que para este efecto le enviaban.

En especial los emperadores Griegos se señalaban en esto por estar trabajados de los Turcos, que ensorbebecidos con tantas victorias por todas partes los rodeaban y apretaban ordinariamente, y aun se recelaban que ya se acercaba el fin de aquel imperio nobilisimo. La poca esperanza que quedaba á los Griegos de sustentarse, estribaba en la fortaleza y grandeza de sola la ciudad de Constantinopla, cabeza y asiento de aquel imperio; pero era esta ayuda muy flaca. Asi se determinaron buscar socorros de fuera, y en particular Demetrio Paleologo, principe de la Atica y del Peloponeso, que hoy se llama la Morea, y hermano del emperador Constantino (que así se llamaba) con una embajada que envió al rey de Aragon, le ofreció si le ayudaba, que concluida la guerra de los Turcos, le daria en premio provincias muy grandes: lo mismo hizo Aranito conde de Epiro, que vulgarmente se llama Albania.

Pero entre las demas embajadas no es razon dejar de referir la que le envió Georgio Castrioto, por las grandes virtudes y esfuerzo deste varon, y por sus hazañas y proezas contra los Turcos muy señaladas; antes será bien decir de aquel príncipe en este lugar algunas cosas que podrán dar luz para lo que adelante se ha de contar. En su tierna edad le entregó á Amurates emperador de los Turcos su padre Juan Castrioto, que tenia su estado en aquella parte de Epiro en que autiguamente estaba Emathia, y se le dió en rehenes: así desde mozo fué enseñado en la ley de Mahoma, y llamado Scanderberchio, que es lo mismo en lengua Turquesta que Alejandro. Llegado á mayor edad dió tal muestra de si, que parecia seria un muy valiente capitan, porque en todas las contiendas y pruebas se aventajaba à sus iguales, y se la ganaba. Era alto de cuerpo, membrudo, de buen rostro, de grande ánimo, mas deseoso de gloria que de deleites: de manera tal que por su valor en breve muchas veces se acabaron empresas muy grandes.

En medio desta prosperidad solo le afligia el amor que tenia à la religion cristiana, y el deseo de recobrar el estado de su padre, que à sin razon le quitáran : deseaba pasarse a los nuestros con ocasion de alguna hazaña señalada que hiciese en favor de los cristianos. Ofreciósele acaso buena coyuntura para ejecutar lo que pensaba. Juan Huniades en una batalla que se dió memorable á la ribera del rio Morava, desbarató un ejército de Turcos. Georgio como quier que hobiese escapado de la rota y huido, acordó fingir ciertas letras en nombre del emperador en que mandaba al gobernador le entregase la ciudad de Croia cabeza del estado de su padre: obedeció el gobernador al engaño; con que Georgio se apoderó de aquella ciudad, y lo mismo hizo de las ciudades y pueblos comarcanos.

Avisado el Gran Turco de lo que pasaba, sintió mucho aquel caso anduvieron cartas de la una á la otra parte. Perdida la esperanza que de voluntad se hobiese de reportar, acudieron los Turcos á las armas. Diéronse muchas batallas, en que muchas veces grandes huestes de enemigos fueron por pocos cristianos desbaratadas: tanto importa el esfuerzo de un solo varon, y la determinacion á los que tienen la razon de su parte; sobre todo lo que los santos patrones de aquella tierra favorecian aquella empresa; que de otra manera, como pudieran por fuerzas humanas y por consejo defenderse tanto tiempo, y desbaratar tantas veces huestes invencibles de enemigos? Seria cosa muy larga referir todos los particulares; basta que con la gloria de su nombre pareció igualarse á los antiguos capitanes: su esfuerzo respondia bien al nombre de Scanderberchio, pues no tuvo menos ánimo ni mucho menor felicidad que Alejandro. Las fuerzas eran pequeñas, y no bastantes para empresas lan grandes: por esto se determinó buscar socorros de fuera. Hizo liga con los Venecianos: pidió ayuda a los papas, en particular enderezó una embajada al rey de Aragon, que llegó á Gaeta, do el rey estaba, al principio del año 1451, en que le ofrecia (si le ayudaba para aquella guerra con soldados y dineros) que aquella provincia le estaria sujeta, y le pagaria cada un año el tributo y parias que acostumbraban pechar al Gran Turco. Respondió el rey á esta demanda benignamente, y con obras ca envió gente de socorro; pero cuan poco era todo esto para contrastar con el gran poder de los enemigos, que bramaban por ver que en aquella parte durase tanto la guerra.

Fué este año muy dichoso para España, por nacer en él la infanta doña Isabel, á la cual el cielo por muerte de sus hermanos aparejaba el reino de Castilla. Princesa sin par, y que con la grandeza de su animo y perpétua felicidad sanó las llagas de que la flojedad de sus antecesores fuera causa: honra perpétua y gloria de España. Nació en Madrigal, donde sus

padres estaban, á veinte y tres del mes de abril: asimismo don Enrique hermano del almirante, de quien se dijo fué preso tres años antes deste junto con otros grandes, huyó de la torre de Langa, en que le tenian preso, cerca de Santisteban de Gormaz. Para librarse se valió de la astucia que aqui se dirá. Avisó á los suyos secretamente lo que pretendia hacer, y que para ello le enviasen entre cierta ropa un ovillo de hilo de apuntar: hecho esto, una noche compuso su vestidura en la cama de manera que parecia hombre dormido, con su bonele de acostar, que puso tambien sobre la ropa. Despues desto salióse secretamente del aposento, y subióse á lo mas alto de una torre. El alcaide (como lo tenia de costumbre) visitó el aposento, y por entender que el preso dormia, cerró la puerta sin ruido y fuese á reposar. Don Enrique como vió que todos dormian y reposaban, con el hilo de aquel ovillo que tenia, subió una cuerda con ñudos á cierta distancia, que su gente le tenia apercebida, con que se guindó y descolgó poco a poco, y ayudándose de los pies y de las manos, hizo tanto que con extraordinaria fortaleza de ánimo escapó por este medio, muy alegre y regocijado no menos por el buen suceso de aquel riesgo á que se puso, que por la libertad que cobró. En Portugal se concertó doña Leonor hermana de aquel rey con el emperador Federico que por sus embajadores la pedia: hiciéronse los desposorios en Lisboa á nueve de agosto dia lunes: poco despues la doncella por mar con una larga y dificultosa navegacion llegó á Pisa, y desde allí á Sena, ciudades de Toscana la una y la otra bien conocidas en Italia.

CAPITULO XI.

De la guerra civil de Navarra.

Cox nuevas alianzas que algunos grandes de Castilla hicieron, se desbarató la avenencia que entre algunos dellos se tramára poco antes. Por esta causa y por la alteracion del príncipe de Viana el rey de Navarra se hallaba sin fuerzas así de los suyos como de los extraños. Lo uno y lo otro se encaminó por industria y sagacidad de don Alvaro de Luna, á cuya cabeza amenazaban todas aquellas tempestades y borrascas. Valiase para prevalecer en todos los peligros de sus mañas, como siempre lo acostumbraba; pero lo que otras veces le sucedió prósperamente, al presente le acarreó su perdicion, ca los engaños y invenciones no duran, y es justo juicio de Dios que se atajen con el castigo del que dellos se vale. Fué así que à su instancia se hizo cierta apariencia de confederacion entre los reyes de Castilla y de Navarra, con que se concertó otrosi que el almirante y el conde de Castro y otros señores fuesen perdonados, y les volviesen sus estados: demas desto acordaron que à don Alonso hijo del rey de Navarra se restituiria el maestrazgo de Calatrava; mas esto no tuvo efecto á causa que don Pedro Giron se apercibió de soldados y vituallas, y se hizo fuerte en la villa de Almagro para hacer resistencia á quien le pretendiese enojar: así á don Alonso de Aragon que acudió á su pretension, sin efectuar cosa alguna fué forzoso dar la vuelta á Aragon.

Llevó muy mal esto el de Navarra, que con engaño le hobiesen burlado, y que les pareciese de tan poco entendimiento que no calaria aquellas tramas. Allegóse otro nuevo desgusto, y fué que por consejo de don Alvaro el príncipe don Enrique se reconcilió del todo finalmente con su padre, y se apartó de la alianza que tenia puesta con su suegro el de Navarra. Lo que fué sobre todo pesado, que en Navarra se despertó una guerra larga, civil y muy cruel por esta causa: estaba aquella gente de tiempo antiguo dividida en dos bandos, los Biamonteses y los Agramonteses, nombres desgraciados y dañosos para Navarra traidos de Francia, en que se envolvieron familias y casas muy nobles, y aun de sangre real, como fueron los condes de Lerin y los marqueses de Cortes cabezas destas dos parcialidades. Los Agramonteses seguian al rey de Navarra, los Biamonteses atizaban al principe de Viana, que sabian estar descontento de su padre, para que tomase las armas: decian que le hacia agravio en tenelle ocupado el reino, y quebrantaba en ello las leyes divinas y humanas, y era razon que se acudiese á este agravio; que si las fuerzas humanas le faltasen, Dios favoreceria una causa y querella tan justa.

Lo primero hicieron confederacion con los reyes de Castilla y de Francia: el de Castilla prometió de acudir con tal que el príncipe de Viana públicamente se declarase y tomase las armas; lo mismo prometió el francés, que por haber quitado la Guiena á los Ingleses podia

TOMO 11.

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