Imágenes de páginas
PDF
EPUB

desde cerca con mucha facilidad ayudar aquellos intentos, especial que por el mismo tiempo se apoderó de Bayona, y venció á los Ingleses en una batalla muy señalada. Al tiempo que se daba, dicen que una cruz blanca apareció en el cielo quier fuese verdadera figura y apariencia que en las nubes se puede formar, quier se les antojase: de su vista sin duda se tomó pronóstico que las cosas adelante les sucederian mejor, y ocasion de trocar los Franceses la banda roja de que solian usar en las guerras, en una cruz blanca, divisa que traen hasta el dia de hoy. Ganada esta jornada, ninguna cosa quedó por los Ingleses en tierra firme, fuera de Calés y su territorio que no es muy grande.

Luego que la guerra civil se comenzó entre los Navarros, los Biamonteses se apoderaron de diversas ciudades y pueblos, entre los demas de Pamplona cabeza del reino, y de Olite у de la villa de Ayvar; todavía la mayor parte quedó por el rey á causa que con recelo desta tempestad encomendára el gobierno y las guarniciones á los que tenia por mas leales, y con grande diligencia estaba apercebido para todo lo que podia resultar, tanto que el mismo principado de Viana le tenia en su poder. Acudió don Enrique principe de Castilla (como tenian concertado) puso cerco sobre Estella, pueblo muy fuerte: acudió asimismo el rey su padre. Hallóse dentro la reina de Navarra: el rey su marido movido del peligro que sus cosas corrian, desde Zaragoza se apresuró para dar socorro á los cercados; llegó á diez y nueve de agosto, pero con poca gente: por donde y porque ni aun tampoco los Agramonteses tenian bastantes fuerzas para sosegar aquellas alteraciones, le fué necesario dar la vuelta á Zaragoza con intento de levantar mas número de gente de Aragon.

Con su vuelta el rey de Castilla y su hijo á instancia del príncipe don Carlos, como si la guerra quedára acabada, se volvieron á Burgos sin dejar hecho efecto de importancia. Hizole daño á don Carlos su buena, sencilla y mansa condicion. Su padre como artero con soldados y número de gente que juntó, mas fuerte y experimentada en la guerra que mucha en número, puso sus reales sobre la villa de Ayvar que se tenia por los contrarios, fortificada con buen número de soldados y baluartes: acudió el hijo á dar socorro á los cercados, asentó los reales á vista de los de su padre. A tres de octubre sacaron los unos y los otros sus gentes y ordenaron sus batallas en forma de pelear. Pretendian personas religiosas y eclesiásticas, á quien parecia cosa grave y abominable que parientes y aliados viniesen en tre sí á las manos, en especial el hijo contra su padre, ponellos en paz y hacellos dejar las armas. El príncipe don Carlos daba de buena gana oido á lo que le proponian, á tal que su padre perdonase á todos sus secuaces y al mismo don Luis de Biamonte, que era conde de Lerin y condestable, y que á él le restituyese el principado de Viana, y le dejase la mitad de las rentas reales con que sustentase su vida y el estado de su casa; en conclusion que el rey de Castilla aprobase esta confederacion, ca tenia jurado el príncipe don Carlos que no se haria concierto sin su voluntad.

:

El rey de Navarra pasaba por algunas condiciones, otras no le contentaban el príncipe feroz con la esperanza de la victoria, ca tenia mas gente que su padre, dió señal de pelear; lo mismo hicieron los contrarios. Encontráronse las haces con tanto denuedo de los Biamonteses que hicieron retirar el primer escuadron del rey de Navarra; solo Rodrigo Rebolledo que era su camarero mayor, huidos los demas, detuvo y sufrió el ímpetu de los enemigos que ferozmente se iban mejorando, con cuyo esfuerzo animados los demas escuadrones se adelantaron á pelear. Los mismos que al principio volvieron las espaldas, procuraban con el esfuerzo y corage recompensar la falta y mengua pasada: fué tan grande la carga que no los pudieron sufrir los contrarios, y se pusieron en huida los primeros los caballos del Andalucía que tenian de su parte. Eran los del principe gente allegadiza, mas número que fuerzas; los soldados de su padre viejos y experimentados. Los muertos no fueron muchos, los cautivos en gran número: el mismo principe de Viana, rodeados por todas partes de los enemigos, y puesto en peligro que le matasen, entregó la espada y la manopla a don Alonso su hermano en señal de rendirse.

Fué esta batalla de las mas señaladas y famosas de aquel tiempo: los principios tuvo malos, los medios peores, y el remate fué miserable. No escriben el número de los que pelearon, ni de los que fueron muertos; ni aun concuerdan los escritores en contar y señalar el órden con que se dió la batalla, ni tampoco en que tiempo: vergonzoso descuido de nuestros coronistas. El principe don Carlos por mandado de su padre fué llevado primero á Tafalla, y despues à Monroy. Dicese que por todo el tiempo de su prision tuvo grande recelo que le querian dar yerbas, y que despues de la batalla no se atrevió á gustar la cola

cion que trujeron hasta tanto que su mismo hermano le hizo la salva. El de Navarra alegre con esta victoria dió la vuelta á Zaragoza, y con él la reina su muger, que en breve se hizo preñada. Los Biamonteses no dejaron por ende las armas, ni perdieron el ánimo, en espe→ cial que el Principe don Enrique en ódio de su suegro acudió luego á les ayudar. Demás de esto los señores de Aragon favorecian al Príncipe don Cárlos, y comenzaban á mover tratos para ponelle en libertad. Era miserable el estado de las cosas en Navarra: por los campos andaban sueltos los soldados á manera de salteadores, dentro de los pueblos ardian en discordias y bandos, de que resultaban riñas, muertes y andar todos alborotados.

En el Andalucía las cosas mejoraban, en particular cerca de Arcos reprimieron los ficles cierto atrevimiento de los Moros: fué así que seiscientos Moros de á caballo y ochocientos de á pie hicieron entrada por aquella parte. Acudió menor número de los nuestros, que los desbarataron y pusieron en huida á nueve de febrero del año que se contaba de nuestra salvacion 1452 el Capitan desta empresa, y que apellidó la gente y la acaudilló, don Juan Ponce Conde de Arcos y señor de Marchena. Mayor estrago recibieron el mes luego siguiente en el reino de Murcia seiscientos Moros de á caballo y mil y quinientos peones que entraron á robar: en un encuentro que tuvieron cerca de Lorca, los desbarataron y quitaron la presa que era muy grande, de cuarenta mil cabezas de ganado mayor y menor, trescientos de á caballo de los cristianos y dos mil infantes: los caudillos Alonso Faxardo adelantado de Murcia, y su yerno García Manrique, y con ellos Diego de Ribera á la sazon corregidor de Murcia. Desta manera por algun tiempo quedaron reprimidos los brios y orgullo de los Moros, y se trocó la suerte de la guerra: además que los Moros cansados del gobierno del Rey Mahomad el Cojo, comenzaban á tratar de hacer mudanza en el estado y en el reino, y revolverse entre sí.

No aconteció en España en este año alguna otra cosa memorable fuera de que al rey don Juan de Navarra nació un hijo á diez dias del mes de marzo en un pueblo llamado Sos, que está á la raya de Navarra y de Aragon. Iba la reina de Sangüesa adonde el rey su marido estaba, cuando de repente le dieron los dolores de parto. Parió un hijo que se llamó don Fernando, al cual el cielo encaminaba grandisimos reinos y renombre inmortal por las cosas señaladas y escelentes que obró adelante en guerra y en paz. En Sena ciudad de Toscana se vieron y juntaron el emperador Federico que venia de Alemania, y doña Leonor su esposa enviada por mar desde Portugal. Allí se ratificaron los desposorios : hizo la ceremonia Eneas Sylvio, persona á la sazon señalada por la cabida que con aquel príncipe alcanzó y su mucha erudicion. En Roma los veló y coronó de su mano el pontifice, en Nápoles consumaron el matrimonio: las fiestas fueron grandes, y los regocijos tales que los vivos no se acordaban de cosa semejante.

CAPITULO XII.

Como don Alvaro de Luna fué preso.

Six razon se quejan los hombres de la inconstancia de las cosas humanas, que son flacas,

perecederas, inciertas, y con pequeña ocasion se truecan y revuelven en contrario, y que se gobiernan mas por la temeridad de la fortuna que por consejo y prudencia, como á la verdad los vicios y las costumbres no concertadas son los que muchas veces despeñan á los hombres en su perdicion. Qué maravilla si á la mocedad perezosa se sigue pobre vejez? si la lujuria y la gula derraman y desperdician las riquezas que juntaron los antepasados? si se quita el poder á quien usa del mal? si á la soberbia acompaña la envidia y la caida muy cierta? La verdad es que los nombres de las cosas de ordinario andan trocados: dar lo ageno y derramar lo suyo, se llama liberalidad: la temeridad y atrevimiento se alaba, mayormente si tiene buen remale: la ambicion se cuenta por virtud y grandeza de ánimo; el mando desapoderado y violento se viste de nombre de justicia y de severidad. Pocas veces la fortuna discrepa de las costumbres: nosotros como imprudentes jueces de las cosas escudriñamos y buscamos causas sin propósito de la infelicidad que sucede á los hombres, las cuales si bien muchas veces están ocultas y no se entienden, pero no faltan.

Esto me pareció advertir antes de escribir el desastrado fin que tuvo el condestable y maestre don Alvaro de Luna. De bajos principios subió à la cumbre de la buena andanza: della le despeñó la ambicion. Tenia buenas partes naturales, condicion y costumbres no

malas: si las faltas, si los vicios sobrepujasen, el suceso y el remate lo muestra. Era de ingenio vivo y de juicio agudo, sus palabras concertadas y graciosas, usaba de donaires con que picaba, aunque era naturalmente algo impedido en la habla: su astucia y disimulacion grande; el atrevimiento, soberbia y ambicion no menores: el cuerpo tenia pequeño, pero recio y á propósito para los trabajos de la guerra; las facciones del rostro menudas y graciosas con cierta magestad.

Todas estas cosas comenzaron desde sus primeros años, con la edad se fueron aumentando. Allegóse el menosprecio que tenia de los hombres: comun enfermedad de poderosos. Dejábase visitar con dificultad, mostrábase áspero, en especial de media edad adelante fué en la cólera muy desenfrenado: exasperado con el ódio de sus enemigos, y desapoderado por los trabajos en que se vió, á manera de fiera que agarrochean en la leonera y despues la sueltan, no cesaba de hacer riza: qué estragos no hizo con el deseo ardiente que tenia de vengarse? con estas costumbres no es maravilla que cayese, sino cosa vergonzosa que por tanto tiempo se conservase. Muchas veces le acusaron de secreto y achacaron delitos cometidos contra la magestad real. Decian que tenia mas riquezas que sufria su fortuna y calidad, sin cesar de acrecentallas; en particular que derribada la nobleza, estaba asimismo apoderado del rey y lo mandaba todo: finalmente que ninguna cosa le faltaba para reinar fuera del nombre, pues tenia ganadas las voluntades de los naturales, poseia castillos muy fuertes, y gran copia de oro y de plata, con que tenia consumidos y gastados los tesoros reales.

No ignoraba el rey ser verdad en parte lo que le achacaban, y aun muchas veces con la reina se quejaba de aquella afrenta, ca no se atrevia á comunicallo con otros parecia como en lo demas estaba tambien privado de la libertad de quejarse. Ofrecióse una buena ocasion y cual se deseaba para derribaile: está fué que don Pedro de Zúñiga conde de Plasencia se habia retirado en Bejar pueblo de su estado por no atreverse á estar en la corte en tiempos tan estragados; don Alvaro persuadido que se ausentaba por su causa, se resolvió de hacelle todo el mal y daño que pudiese. Está cerca de Bejar un castillo llamado Piedrahita, desde donde don Garcia hijo del conde de Alba nunca cesaba de hacer correrias y robos en venganza de su padre que preso le tenian: don Alvaro fué de parecer que le sitiasen con intento de prender tambien al improviso con la gente que juntasen, al conde de Plasencia.

Esto pensaba él; Dios el mal que aparejaba para los otros, volvió sobre su cabeza, y un engaño se venció con otro: fué así que el conde de Haro y el marques de Santillana à instancia del conde de Plasencia trataron entre sí y se hermanaron para dar la muerte al autor de tantos males. El rey de Burgos, era venido á Valladolid para proveer á la guerra que se hacia entre los Navarros. Enviaron los grandes quinientos de á caballo á aquella villa con órden que les dieron de matar á don Alvaro de Luna, que estaba descuidado desta trama. Para que el trato no se entendiese, echaron fama que iban en ayuda del conde de Benavente contra don Pedro de Osorio conde de Trastamara, con quien tenia diferencias. Súpose por cierto aviso lo que pretendian aquellos grandes: por esto la corte à persuasion de don Alvaro dió la vuelta á Burgos, que fué acelerar su perdicion por el camino que pensaba librarse del peligro, y de aquella zalagarda.

Era Iñigo de Zúñiga alcaide del castillo de aquella ciudad: con esta comodidad el rey que cansado estaba de don Alvaro, acordó llamar al conde de Plasencia su hermano del alcaide, con órden que viniese con gente bastante para atropellar á don Alvaro su enemigo declarado. Importaba que el negocio fuese secreto por esto envió la reina á la condesa de Ribadeo señora principal y prudente, y sobrina que era del mismo conde de parte de madre, para que mas le animase y le hiciese apresurar. Hizo ella lo que le mandaron: avisó á su tio que don Alvaro quedaba metido en la red y en el lazo ; que como á bestia fiera era justo que cada cual acudiese con sus dardos, y vengasen con su muerte las injurias comunes y daños de tantos buenos. El conde no pudo ir por estar enfermo de la gota: envió en su lugar á su hijo mayor don Alvaro, que paró en Curiel pueblo no lejos de Burgos para juntar gente de á caballo.

Avisó el rey ȧ don Alvaro de Luna que se fuese à su estado, pues no ignoraba cuanto era el ódio que le tenian: que él pretendia gobernar el reino por consejo de los grandes. Debia el rey estar arrepentido del acuerdo que tomara de hacer morir á don Alvaro, ó temia lo que de aquel negocio podia resultar. Escusábase don Alvaro, y no venia en salir de la

corte sino fuese que en su lugar quedase el arzobispo de Toledo: lo peor fué que por sospechar de las palabras del rey (que entendia no les dijera sin causa) le tenian puestas algunas asechanzas, hizo una nueva maldad con que parecia quitalle Dios el entendimiento, y fué que mató en su posada á Alonso de Vivero, y desde la ventana de su aposento le hizo echar en el rio que corria por debajo de su posada, sin tener respeto á que era ministro del rey y su contador mayor, ni al tiempo, que era viernes de la semana santa á treinta de marzo año de 1453.

Este exceso hizo apresurar su perdicion, y que el rey enviase á toda priesa un mensage para acuciar á don Alvaro de Zúñiga. Llegó á la ciudad arrebozado: seguíanle de trecho en trecho hasta ochenta de á caballo. Como fué de noche, llamaron algunos ciudadanos al castillo, y los avisaron que con las armas se apoderasen de las calles de la ciudad. No pudo todo esto hacerse tan secretamente que no corriese la fama de cosa tan grande y se dijese que el dia siguiente querian prender a don Alvaro; ninguno empero le avisaba del peligro en que se hallaba, que parece todos estaban atónitos y espantados. Solo un criado suyo llamado Diego de Gotor le avisó de lo que se decia, y le amonestaba que pues era de noche se saliese á un meson del arrabal. No recibió él este saludable consejo; que por estar alterado con diversos pensamientos no hallaba traza que le contentase. A la verdad dónde se podia recoger? dónde estar escondido? de quién se podia fiar? en la ciudad no tenia parte segura; muy lejos sus castillos en que se pudiera salvar por ser muy fuertes.

Despedido Gotor, se resolvió á esperar lo que sucediese: fiaba en sí mismo, y menospreciaba sus enemigos: lo uno y lo otro cuando alguno está en peligro, demasiado y muy perjudicial. Ya que todo estaba a punto, á cinco de abril, que era jueves, al amanecer cercaron con gente armada las casas de Pedro de Cartagena en que don Alvaro de Luna

[graphic][merged small]

posaba. No pareció usar de fuerza, bien que algunos soldados fueron heridos por los criados de don Alvaro que les tiraban con ballestas desde las ventanas de la casa. Anduvieron recados de una parte á otra: por conclusion don Alvaro de Luna, visto que no se podia hacer al, y que le era forzoso, demas que el rey por una cédula firmada de su mano que le envió, le prometia no le seria hecho agravio, que era todo dalle buenas palabras, final

mente se rindió. En las mismas casas de su posada fué puesto en prision, las cuales vino el rey á comer despues de oida misa. El obispo de Avila don Alonso de Fonseca venia al lado del rey. Don Alvaro como le viese desde una ventana, puesta la mano en la barba dijo: «Por estas, cleriguillo, que me la habeis de pagar.» Respondió el obispo : pongo señor á Dios por testigo, que no he tenido parte alguna en este consejo y acuerdo que se ha tomado, no mas que el rey de Granada: aun no tenia sus brios amansados con los males.

Acabada la comida, y quitadas las mesas, pidió licencia para hablar al rey: no se la dieron; envióle un billete en esta sustancia: «Cuarenta y cinco años há que os comenzé, »Señor, á servir; no me quejo de las mercedes, que antes han sido mayores que mis méri>>tos, y mayores que yo esperaba, no lo negaré. Una cosa ha faltado para mi felicidad que >>>es retirarme con tiempo. Pudiera bien recogerme à mi casa y descanso, en que imitara el >>ejemplo de grandes varones que así lo hicieron. Escogi mas aina servir como era obligado, » y como entendi que las cosas lo pedian: engañéme, que ha sido la causa de caer en este >>desman. Siento mucho verme privado de la libertad; que por darla á vuestra alteza no una >> vez he arriscado vida y estado. Bien se que por mis grandes pecados tengo enojado á Dios, »y tendré por grande dicha que con estos mis trabajos se aplaque su saña. No puedo llevar >>adelante la carga de las riquezas, que por ser tantas me han traido a este término. Re>>nunciáralas de buena gana, si todas no estuviesen en vuestras manos. Pesáme de ha>>>berme quitado el poder de mostrar á los hombres que como para adquirir las riquezas, asi >>tenia pecho para menospreciallas y volvellas á quien me las dió. Solo suplico que por tener >>cargada la conciencia á causa de la mucha falta de los tesoros reales en diez ó doce mil es>>cudos que se hallarán en mi recámara y en mis cofres, se dé órden como se restituyan en»teramente á quien yo los tomé ; lo cual si no alcanzo por mis servicios, tales cuales ellos » han sido, es justo que lo alcance por ser la peticion tan justa y razonable. »

A estas cosas respondió el rey. «Cuanto à lo que decia de sus servicios y de las merce»des recebidas, que era verdad que eran mayores que ningun rey ó emperador en tiempo » alguno hobiese hecho á alguna persona particular. Que si le ayudó á recobrar la libertad >>que por su respeto le quitaran, no merecia por esta causa menos reprehension que ala»banza. A la pobreza y falta de dinero, pues él fué della la principal causa, fuera mas justo »que ayudara con sus riquezas que con agraviar á nadie; pero que sin embargo se tendria >>>cuenta con que de sus bienes se hiciese la satisfaccion que decia, en que se tendria mas >>cuenta con la conciencia que con los enojos y desacatos pasados.» Es cosa maravillosa digna de considerar que entre tantos como tenia obligados don Alvaro con grandes beneficios y favores, ninguno le acudió en este trabajo: la verdad es que todos desamparan á los miserables, y perdida la gracia del rey, luego todo se les muda en contrario. Lleváronle preso á Portillo, y por su guarda Diego de Zúñiga hijo del mariscal Iñigo de Zúñiga.

Este año tan señalado para los Españoles por la justicia que se ejecutó en un tan gran personage, fué en comun á los cristianos muy desgraciado, y en que se derramaron_muchas lágrimas por la pérdida de la ciudad de Constantinopla de que los Turcos se apoderaron. Fué así que el gran turco Mahomad ensoberbecido por las muchas victorias que de los nuestros ganara, despues que se apoderó de las demas ciudades y pueblos de la Thracia (que hoy se llama Romania) asentó sus reales junto à Constantinopla, nobilisima ciudad, que fué por espacio de cincuenta y cuatro dias batida por mar y tierra con toda manera de ingenios y de trabucos hasta tanto que un dia á veinte y nueve de mayo un ginovés por nombre Longo Justiniano dió entrada á los Turcos en la ciudad. Algunos señalan el año pasado, y dicen fué el lunes de Pascua de Espíritu Santo, si bien en el dia del mes concuerdan con los demas: sospecho se engañan. La suma es que en los miserables ciudadanos se ejecutó todo género de crueldad y fiereza bárbara, sin hacer diferencia de mugeres, niños y viejos.

Pone grima traer á la memoria las desventuras de aquella nacion, y nuestra afrenta; en que manera las riquezas y poder de aquel imperio que antiguamente fué muy florido, en un momento de tiempo se asolaron. Bien que tenia asáz merecido este castigo por la fé que en el concilio Florentino dieron de ser Católicos junto con su emperador Juan Paleólogo, y poco despues la quebrantaron. Muerto él los dias pasados, sucedió en el imperio su hermano Constantino. Este principe como viese entrada la ciudad, por no ser escarnecido, si le prendian, dejada la sobreveste imperial, se metió en la mayor carga y priesa de los ene

« AnteriorContinuar »