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Moros, habian hecho odioso al rey Mahomad para con aquella nacion, de suyo muy inclinada á mudanza de príncipes. Ismael apoderado del reino no guardó mucho tiempo con los cristianos la fé y lealtad que debiera : cuando era pobre, se mostraba afable y amigo, despues de la victoria olvidóse de los beneficios recebidos. En Portugal se acuñaron de nuevo escudos de buena ley que llamaron Cruzados: la causa del nombre fué que por el mismo tiempo se concedió jubileo á todos los Portugueses que con la divisa de la cruz fuesen á hacer la guerra contra los Moros de Berberia. El que alcanzó esta cruzada del sumo pontífice Nicolao Quinto, fué don Alvaro Gonzalez obispo de Lamego, varon en aquel reino esclarecido por su prudencia, y por la doctrina y letras de que era dotado.

CAPITULO XIV.

Como falleció el rey don Juan de Castilla.

Con la muerte de don Alvaro de Luna poco se mejoraron las cosas, mas aina se quedaroni

en el mismo estado que antes, dado que el rey estaba resuelto ( si la vida le durára mas años) de gobernar por sí mismo el reino, y ayudarse del consejo del obispo de Cuenca y del prior de Guadalupe fray Gonzalo de Illescas, varones en aquella sazon de mucha entereza y santidad, con cuya ayuda pensaba recompensar con mayores bienes los daños, y soldar las quiebras pasadas; á la diligencia muy grande de que cuidaba usar, ayuntar la severidad en el mandar y castigar, virtud muchas veces mas saludable que la vana muestra de clemencia con esta resolucion los llamó á los dos para que viniesen á Avila, adonde él se fué desde Escalona. Pensaba otrosi entretener á sueldo ordinario ocho mil de á caballo para conservar en paz la provincia y resistir á los de fuera demas desto dar el cuidado á las ciudades de cobrar las rentas reales, para que no hobiese arrendadores ni alcabaleros, ralea de gente que saben todos los caminos de allegar dinero, y por el dinero hacen muy grandes engaños y agravios.

Por otra parte los Portugueses comenzaban á descubrir con las navegaciones de cada un año las riberas esteriores de Africa en grandísima distancia, sin parar hasta el cabo de Buena Esperanza, que (adelgazándose las riberas de la una parte y de la otra en forma de pirámide) se tiende de la otra parte de la Equinoccial por espacio de treinta y cinco grados. Con estas navegaciones destos principios llegó aquella nacion á ganar adelante grandes riquezas, y renombre no menor. El primero que acometió esto, fué el infante don Enrique tio del rey de Portugal por el conocimiento que tenia de las estrellas, y por arder en deseo de ensanchar la religion cristiana: celo por el cual merece inmortales alabanzas. El rey de Castilla pretendia que aquellas riberas de Africa eran de su conquista, y que no debia permitir que los Portugueses pasasen adelante en aquella demanda: envió por su embajador sobre el caso á Juan de Guzman; amenazaba que si no mudaban propósito, les haria guerra muy brava. Respondió el rey de Portugal mansamente que entendia no hacerse cosa alguna contra razon, y que tenia confianza que el Rey de Castilla antes que aquel pleito se determinase por juicio, no tomaria las armas.

Habíase ido el Rey de Castilla á Medina del Campo y á Valladolid para ver si con la mudanza del aire mejoraba de la indisposicion de cuartanas que padecia, que aunque lenta, pero por ser larga le trabajaba. Por el mismo tiempo Juan de Guzman volvió con aquella respuesta de Portugal, y la reina de Aragon con intento de hacer las paces entre los príncipes de España llegó á Valladolid. No fué su venida en valde, porque con el cuidado que puso en aquel negocio y su buena maña, demás que casi todas las provincias de España se hallaban cansadas y gastadas con guerras tan largas, se efectuó lo que deseaba, sin embargo de la nueva ocasion de ofension y desabrimiento que se ofrecia á causa del repudio que el principe don Enrique dió á doña Blanca su muger, que envió á su padre con achaque que por algun hechizo no podia tener parte con ella. Este era el color: la verdad y la culpa era de su marido, que aficionado á tratos ilícitos y malos (vicio que su padre muchas veces procuró quitalle) no tenia apetito, ni aun fuerza para lo que le era licito, especial con doncellas: así se tuvo por cosa averiguada, por muchas congeturas y señales que para ello se representaban. El que pronunció la sentencia del divorcio la primera vez, fué Luis de Acuña administrador de la iglesia de Segovia por el cardenal don Juan de Cervantes: confirmó despues esta sentencia el arzobispo de Toledo por particular comision del pontifice Nicolao, que

le envió su breve sobre el caso, con grande maravilla del mundo que sin embargo del repudio de doña Blanca el principe don Enrique se tornase á casar, que parece era contra razon y derecho.

A trece de noviembre nació al rey de Castilla en Tordesillas un hijo que se llamó don Alonso, el cual si bien murió de poca edad, fué á los naturales ocasion de una grave y larga guerra, como se verá adelante. A instancia pues de la reina de Aragon se trató de hacer las paces entre Castilla y Aragon: lo mismo procuraba se hiciese en Navarra entre los principes padre y hijo. Para resolver las condiciones que se debian capitular, concertaron treguas por todo el año siguiente. Estaba todo esto para concluirse cuando la dolencia del rey de Castilla se le agravó de tal suerte que recebidos todos los sacramentos finó en Valladolid á veinte de julio año de 1454. Mandóse enterrar en el monasterio de la Cartuja de Burgos fundacion de su padre, y que él le dió á los frailes Cartujos: alli se hizo adelante

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su entierro; por entonces le depositaron en san Pablo de Valladolid. Fué el enterramiento may solemne, y en las ciudades y pueblos se le hicieron las honras y exéquias como era justo. Hasta en la misma ciudad de Nápoles el mes luego siguiente se hizo el oficio funeral y honras, en que entre los demas enlutados el embajador de Venecia pareció vestido de grana y carmesí espectáculo, que por ser tan estraordinario fué ocasion que las lágrimas se mudaron en risa. Sucedió otra cosa notable, que con las muchas hachas y luminarias se quemó gran parte del túmulo que para la solemnidad tenian de madera en medio del templo levantado.

Mandó el rey en su testamento que al infante don Alonso su hijo que poco antes le nació, se diese en administracion el maestrazgo de Santiago: nombróle otrosi por condestable de Castilla: dignidades la una y la otra que vacaron por muerte de don Alvaro de Luna. Señaló por sus tutores al obispo de Cuenca y al prior de Guadalupe, y á Juan de Padilla su camarero mayor. Si no fuera por su poca edad, y por miedo de mayores alborotos, le nombrára por sucesor en el reino, por lo menos trató de hacello: tan grande era el desabrimiento que con el príncipe tenia cobrado. A la infanta doña Isabel mandó la villa de Cuellar

y gran suma de dineros: à la reina su muger á Soria, Arévalo, Madrigal, con cuyas rentas sustentase su estado y llevase las incomodidades de la viudez y soledad.

CAPITULO XV.

Como el príncipe don Enrique fué alzado por rey de Castilla.

Con la muerte del rey don Juan de Castilla el reino, como era justo, se dió á don Enrique

su hijo. Hízose la ceremonia acostumbrada en una junta de grandes, parte de los cuales se hallaban á la sazon presentes en Valladolid, parte acudieron de nuevo, sabida la muerte del rey. Cuatro dias adelante tomó las insignias reales, y levantaron por él los estandartes de Castilla. Luego pusieron en libertad á los condes de Alba y de Treviño, con que se hizo la fiesta de la coronacion muy mas regocijada; los demas grandes que fueron con ellos presos por diversas ocasiones y accidentes, estaban ya libres : continuaron en sus oficios todos los ministros de la casa real de su padre. Comenzóse asímismo de nuevo á tratar de la paz por parte de la reina de Aragon, que para ello tenia poderes bastantes de su marido y cuñado los reyes de Aragon y de Navarra; concluyóse finalmente con estas condiciones: el rey de Navarra, don Alonso su hijo, don Enrique hijo del infante de Aragon don Enrique, dejen la pretension de los estados y dignidades que en Castilla pretenden; en recompensa el rey de Castilla cada un año les sañale y pague enteramente ciertas pensiones, en que se concertaron el almirante de Castilla y don Enrique su hermano, y Juan de Tovar señor de Berlanga, con los demas que siguieron el partido y voz de Navarra, puedan volver á su patria y á sus estados.

Era ya fallecido el conde de Castro don Diego Gomez de Sandoval en la mayor calor de la pretension que traia sobre la restitucion que pedia se le hiciese de los estados que por causa de las revueltas pasadas le quitaron á tuerto, como sus letrados alegaban: su cuerpo enterraron en Borgia. Antes que falleciese, en premio de la lealtad que guardó á los Aragoneses, le dieron á Denia en el reino de Valencia, y á Lerma en Castilla la Vieja. Estos pueblos dejó á don Fernando su hijo, el cual con algunos otros de los foragidos quedó excluido del perdon para que no volviese á Castilla sin particular licencia del nuevo rey. Demas desto acordaron que los castillos que se tomaron de una parte y de otra durante la guerra en las fronteras de Castilla y de Aragon, se restituyesen enteramente á sus dueños; por Atienza en particular dieron al rey de Navarra quince mil florines á cuenta de lo que en defender aquella plaza gastara. Concluida en esta forma la paz entre Castilla y Aragon, se intentó de sosegar los bullicios de Navarra: negocio mas dificultoso, y que en fin no tuvo efecto por ser entre padre y hijo, ca ordinariamente cuanto el deudo y obligacion es mayor, tanto la enemiga cuando se enciende, es mas grave.

Entretanto que los príncipes interesados en la confederacion de que se ha tratado, firmaban las condiciones y acuerdo tomado, se concertó alargasen las treguas por otro año. Asentado esto, la reina de Aragon se volvió á su reino. Don Juan Pacheco marques de Villena sin competidor quedó en Castilla el mas poderoso de todos los grandes por sus riquezas y privanza que alcanzaba con el nuevo rey de Castilla; el cual y don Ferrer de Lanuza que vino en compañía de la reina de Aragon, y don Juan de Biamonte hermano del condestable de Navarra (estos tres señores con poderes de los tres príncipes sus amos el rey don Enrique y el rey de Navarra, y el príncipe don Cárlos de Viana) se juntaron en Agreda por principio del año 1455, lugar que está en Castilla y á la raya de Navarra y de Aragon, en lo cual fuera de la comodidad que era para todos, tambien se tuvo consideracion á dar ventaja y reconocer mayoría al rey de Castilla don Enrique. Llevaban comision de concertar al rey de Navarra con su hijo. Junta que fué de poco efecto.

El de Navarra y su parcialidad no aprobaban las condiciones que por la otra parte se pedian. Entendíase que don Juan Pacheco de secreto procuraba impedir la paz de Navarra entre el padre y el hijo, por miedo que si las cosas del todo se sosegaban, él no tendria tanto poder y autoridad. Solo se concertaron treguas que durasen hasta todo el mes de abril. Esto en lo que toca à Navarra. En Castilla las esperanzas que los naturales tenian que las cosas con la mudanza del gobierno mejorarian, salieron del todo vanas. El reino á guisa de una nave trabajada con las olas, vientos y tempestad, tenia necesidad de hombre y de piloto sabio, que era lo que hasta allí principalmente les faltára. El nuevo rey salió en el des

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