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cuido semejable á su padre, y en cosas peor. No echaba de ver los males que se aparejaban, ni se apercibia bastantemente para las tempestades que le amenazaban, si bien era de vivo ingenio y ferviente, pero de corazon flaco, y todo él lleno de torpezas ; en particular el cuidado del gobierno y de la república le era muy pesado. Don Juan Pacheco lo gobernaba todo con mas recato que don Alvaro de Luna y mas templanza, ó por ventura fué mas dichoso pues se pudo conservar por toda la vida.

Tenia el rey don Enrique la cabeza grande, ancha la frente, los ojos zarcos, las narices no por naturaleza sino por cierto accidente romas, el cabello castaño, el color rojo y algo moreno, todo el aspecto fiero y poco agradable, la estatura alta, las piernas largas, las facciones del rostro no muy feas, los miembros fuertes y á propósito para la guerra: era aficionado asaz á la caza y á la música, en el arreo de su persona templado: bebia agua, comia mucho, sus costumbres eran disolutas, y la vida estragada en todas maneras de torpeza y deshonestidad; por esta causa se le enflaqueció el cuerpo, y fué sujeto á enfermedades: muy inconstante y vario en lo que intentaba. Llamáronle vulgarmente el Liberal y el Impotente el un sobrenombre le vino por la falta que tenia natural, el otro nació de la estrema prodigalidad de que usaba, en tanto grado que en hacer mercedes de pueblos y derramar sin juicio, y por tanto sin que se lo agradeciesen, los tesoros que con codicia demasiada juntaba, parecia aventajarse á todos sus antepasados. Disminuyó sin duda por esta via y menoscabó la magestad de su reino y las fuerzas.

Era codicioso de lo ageno y pródigo de lo suyo, vicios que de ordinario se acompañan: olvidábase de las mercedes que hacia, y tenia memoria de los servicios y buenas obras de sus vasallos, que solia pagar con mas presteza que si fuera dinero prestado. Sus palabras eran mansas y corteses, à todos hablaba benigna y dulcemente, en la clemencia fué demasiado virtud que si no se templa con la severidad, muchas veces no acarrea menores daños que la crueldad, ca el menosprecio de las leyes, y la esperanza de no ser castigados los delitos, hacen atrevidos á los malos. Esta variedad de costumbres que tuvo este rey, fué causa que en ningun tiempo las revueltas fuesen mayores que en el suyo: reinó por espacio de veinte años, cuatro meses, dos dias. Faltóle en conclusion la prudencia y la maña bien asi para gobernar á sus vasallos en paz, como para sosegar los alborotos que dentro de su reino se levantaron.

Emprendióse

CAPITULO XVI.

De la paz que se hizo en Italia.

una brava guerra en Italia tres años antes deste con esta ocasion: Francisco Esforcia despues que se apoderó del estado de Milan, requirió á los Venecianos le entregasen ciertos pueblos que dél tenian en su poder por la parte que corre el rio Abdua; y porque no lo hacian, acordó valerse de las armas: convidó á los Florentines para que le ayudasen; vinieron en ello, y hicieron entre sí una liga secreta. Llevaron esto mal los Venecianos, y lo primero mandaron que todos los Florentines saliesen de aquella señoría, y no pudiesen tener en ella contratacion. Tras esto por medio de Leonello marques de Ferrara trataron de hacer alianza con el rey de Aragon: representaronle que si él movia guerra á los Florentines en sus tierras, Esforcia quedaria para contra ellos sin fuerzas bastantes.

Hecha esta nueva liga, Guillermo marques de Monferrat con cuatro mil caballos y dos mil infantes al sueldo de Aragon fué enviado para que hiciese entrada, y comenzase la guerra contra el duque por la parte de Alejandria de la Palla. A don Fernando hijo del rey de Aragon (1), duque de Calabria, que ya tenia tres hijos, cuyos nombres eran don Alonso, don Fadrique y doña Leonor, dió su padre cargo de acometer á los Florentines, todo á propósito que se hiciese la guerra con mas autoridad y se pusiese mayor espanto á los contrarios. Dióle seis mil de á caballo y dos mil infantes, acompañado otrosí de dos muy señalados capitanes Neapoleon Ursino y el conde de Urbino. Entraron por la comarca de Cortona y Arezo: talaron los campos, saquearon y quemaron las aldeas, y ganaron por fuerza ȧ Foyano pueblo principal. Demas desto vencieron en batalla á Astor de Faenza, que á instancia de los Florentines el primero de todos les acudió, con que de nuevo algunos otros castillos se ganaron. Por otra parte Antonio Olcina en la comarca de Volterra, apoderado de

(1) Hijo natural que beredó el reino de Nápoles.

otro pueblo llamado Vado, desde allí no cesaba de hacer correrías por los campos comarcanos de la jurisdiccion de Florentines, y robar todo lo que hallaba: en el estado de Milan se hacia la guerra no con menor corage.

Por el contrario Francisco Esforcia convidó á Renato duque de Anjou á pasar en Italia desde Francia: prometiale que acabada la guerra de Lombardia, juntaria con él sus fuerzas para que echados los Aragoneses, recobrase el reino de Nápoles. Halló Renato tomados los pasos de los Alpes por el de Saboya y el marques de Monferrat, ca á instancia de Venecianos ponian en esto cuidado. Por esta causa fué forzado á pasar á Génova en dos naves: llevaba poco acompañamiento, y su casa y criados de poco lustre; comenzaron por esto á tenelle en poco: muchas veces cosas pequeñas son ocasion de muy grandes, y mas en materia de estado. Verdad es que el Delphin de Francia Ludovico, que fué despues rey de Francia el Onceno de aquel nombre, por tierra llegó con sus gentes y entró en favor del duque de Milan y de Renato hasta Asta: alegria y esperanza que en breve se escureció porque pasados tres meses, no se sabe con que ocasion de repente aquellas gentes dieron la vuelta y se tornaron para Francia. Murmuraban todos de Renato, y juzgábanle por persona poco á propósito para reinar.

Hallábanse en grande riesgo los negocios, porque desamparados los Milaneses y Florentines de sus confederados no parecia tendrian fuerzas bastantes para contrastar á enemigos tan bravos como tenian. El desastre ageno fué para ellos saludable. La triste nueva que vino de la pérdida de Constantinopla, comenzó á poner voluntad en aquellas gentes de acordarse y hacer paces, mayormente que se rugia que aquel bárbaro emperador de los Turcos, ensoberbecido con victoria tan grande, trataba de pasar en Italia, y parecíales con el miedo que ya llegaba. Simon de Camerino fraile de San Agustin, persona mas de negocios que docta, andaba de unas partes á otras, y no perdonaba ningun trabajo por llevar al cabo este intento su diligencia fué tan grande que el año próximo pasado á nueve de abril se concertó la paz en la ciudad de Lodi entre los Venecianos, Milaneses y Florentines con condiciones que á todos venian muy bien: poco adelante se asentó entre los mismos liga en Ve– necia á treinta de agosto.

se

L'evó mal el rey de Aragon todo esto, que sin dalle á él parte se hobiese concluido la liga y confederacion ; quejábase de la inconstancia y deslealtad (como él decia) de los Venecianos: así mandó a su hijo don Fernando que dejada la guerra que á Florentines hacia, volviese al reino de Nápoles. Para aplacar à un rey tan poderoso, y que para todo podia su desgusto y su ayuda ser de grande importancia, le despacharon los Venecianos, Milaneses y Florentines embajadores, personas principales, que disculpasen la presteza de que usaron en confederarse entre sí sin dalle parte por el peligro que pudiera acarrear la tardanza: que sin embargo le quedó lugar para entrar en la liga, ó por mejor decir ser en ella cabeza y principal: por conclusion le suplicaban perdonase la ofensa, cualquiera que fuese, y que en su real pecho prevaleciese como lo tenia de costumbre el comun bien de Italia contra el desabrimiento particular.

Para dar mas calor á negocio tan importante el pontifice juntó con los demás embajadores su legado, que fué el cardenal de Fermo, por nombre Dominico Capranico, persona de grande autoridad por sus partes muy aventajadas de prudencia, hondad y letras. Fuése el rey à la ciudad de Gaeta para alli dar audiencia á los embajadores. Tenia el primer lugar entre los demas el cardenal, como era razon y su dignidad lo pedia: asi el dia señalado tomó la mano, y á solas sin otros testigos habló al rey en esta sustancia: «Una cosa fácil, an»tes muy digna de ser deseada, venimos, señor, à suplicaros: esto es que entreis en la paz >>y liga que está concertada entre las potencias de Italia, negocio de mucha honra, y para >el tiempo que corre necesario, en que nos vemos rodeados de un gran llanto por la pérdi – »da pasada, y de otro mayor miedo por las que nos amenazan. Nuestra flojedad ó por mejor decir nuestra locura ha sido causa desta llaga y afrenta miserable. Basten los yerros pasa»>dos: sirvan de escarmiento los males que padecemos. Los desórdenes de antes mas se pue>>>den tachar que trocar: esto es lo peor que ellos tienen. Pero si va á decir verdad, mien>>tras que anteponemos nuestros particulares al bien público, en tanto que nuestras diferen»cias nos hacen olvidar de lo que debiamos à la piedad y á la religion, el un ojo del pueblo >>cristiano y una de las dos lumbreras nos han apagado: grave dolor y quebranto; mas for»zosa cosa es reprimir las lágrimas y la alteracion que siento en el ánimo, para declarar lo »que pretendo en este razonamiento. Cosa averiguada es que la concordia pública ha de re

»mediar los males que las diferencias pasadas acarrearon esta sola medicina queda para >>sanar nuestras cuitas, y remediar estos daños que á todos tocan en comun y á cada uno en >> particular. El cruel enemigo de cristianos con nuestras pérdidas se ensoberbece y se hace » mas insolente: las provincias de Levante están puestas á fuego y á sangre; la ciudad de »Constantinopla, luz del mundo y alcázar del pueblo cristiano, súbitamente asolada. Póne»seme delante los ojos y represéntaseme la imágen de aquel triste dia, el furor y rábia de » aquella gente cebada en la sangre de aquel miserable pueblo, el cautiverio de las matro»nas, la huida de los mozos, los denuestos y afrentas de las vírgenes consagradas, los tem>>>plos profanados. Tiembla el corazon con la memoria de estrago tan miserable, mayormen»te que no paran en esto los daños: los mares tienen cuajados de sus armadas; no podemos >> navegar por el mar Egeo, ni continuar la contratacion de Levante. Todo esto, si es muy » pesado de llevar, debe despertar nuestros ánimos para acudir al remedio y á la venganza. »Mas á qué propósito tratamos de daños agenos los que à la verdad corremos peligro de per»der la vid a y libertad? el furor de los enemigos no se contenta con lo hecho, antes preten» de pasar á Italia, y apoderarse de Roma, cabeza y silla de la religion cristiana: osadía in>> tolerable. Si no me engaño, y no se acude con tiempo, no solo este mal cundirá por toda »Italia, sino pasados los Alpes, amenaza las provincias del Poniente. Es tan grande su so>>herbia y sus pensamientos tan hinchados que en comparacion de lo mucho que se prometen, »> tienen ya en poco ser señores del imperio de los Griegos. Lo que pretenden, es oprimir de >>> tal suerte la nacion de los cristianos que ninguno quede aun para llorar y endechar el co>>mun estrago. Hácenles compañia gentes de la Scythia, de la Suria, de Africa en gran nú>> mero y muy ejercitadas en las armas. Por ventura no será razon despertar, ayudar á la » Iglesia en peligro semejante, socorrer a la patria y á los deudos, y finalmente a todo el gé»nero humano? Si suplicaramos solo por la paz de Italia, era justo que benignamente nos con»cedierades esta gracia, pues ninguna cosa se puede pensar ni mas honrosa, si pretendemos »ser alabados, y si provecho, mas saludable, que con la paz pública sobrellevar esta nobili» sima provincia afligida con guerras tan largas; mas al presente no se trata del sosiego de » una provincia, sino del bien y remedio de toda la cristiandad. Esto es lo que todo el mundo »espera, y por mi boca os suplica. Y por cuanto es necesario que haya en la guerra cabeza, »todas las potencias de Italia os nombran por general del mar, que es por donde amenaza >>mas brava guerra, honra y cargo antes de agora nunca concedido á persona alguna. En >>> vuestra persona concurre todo lo necesario, la prudencia, el esfuerzo, la autoridad, el uso » de las armas, la gloria adquirida por tantas victorias habidas por vuestro valor en Italia, >> Francia y Africa. Solo resta con este noble remate y esta empresa dar lustre à todo lo de>>mas, la cual será tanto mas gloriosa cuanto por ser contra los enemigos de Cristo será sin >> envidia y sin ofension de nadie. Poned, señor, los ojos en Carlos llamado Magno por sus >>grandes hazañas, en Jofre de Bullon, en Sigismundo, en Huniades, cuyos nombres y me>>moria hasta el dia de hoy son muy agradables. Por qué otro camino sabieron con su fama »al cielo, sino por las guerras sagradas que hicieron? No por otra causa tantas ciudades y >> príncipes, de comun consentimiento dejadas las armas, juntan sus fuerzas, sino para acu»dir debajo de vuestras banderas á esta santísima guerra, para mirar por la salud comun y >> vengar las injurias de nuestra religion. Esto en su nombre os suplican estos nobilísimos em»>bajadores y yo en particular por cuya boca todos ellos hablan. Esto os ruega el Pontífice »Nicolao (el cual lo podia mandar), viejo santísimo, con las lágrimas que todo el rostro le >>bañan. Acuérdome del llanto en que le dejé. Sed cierto que su dolor es tan grande que me >> maravillo pueda vivir en medio de tan grandes trabajos y penas. Solo le entretiene la con>>fianza que fundada la paz de Italia, por vuestra mano se remediarán y vengarán estos da»ños: esperanza que si (lo que Dios no quiera) le faltase, sin duda moriria de pesar: no os >> tengo por tan duro que no os dejeis vencer de voces, ruegos y sollozos semejantes.>>

A estas razones el rey respondió que ni él fué causa de la guerra pasada, ni pondria impedimento para que no se hiciese la paz: que su costumbre era buscar en la guerra la paz, y no al contrario: «No quiero, dice, faltar al comun consentimiento de Italia. El »agravio que se me hizo en tomar asiento sin darme parte, cualquiera que él sea, de buena »gana le perdono por respeto del bien comun. La autoridad del padre santo, la voluntad de »los pueblos y de los príncipes estimo en lo que es razon, y no rehuso de ir á esta jornada »sea por capitan, sea por soldado. »

Despues de la respuesta del rey se leyeron las condiciones de la confederacion hecha por

los Venecianos con Francisco Esforcia y con los Florentines deste tenor y sustancia: Los Venecianos, Francisco Esforcia y Florentines y sus aliados guarden inviolablemente por espacio de veinte y cinco años, y mas si mas pareciere á todos los confederados, la amistad que se asienta, la alianza y liga con el rey don Alonso para el reposo comun de Italia, en especial para reprimir los intentos de los Turcos que amenazan de hacer grave guerra á cristianos.

Las condiciones desta confederacion serán estas: el rey don Alonso defienda (como si suyo fuese y le perteneciese) el estado de Venecianos, de Francisco Esforcia y de Florentines y sus aliados contra cualquiera que les hiciere guerra, hora sea italiano, hora extrangero. En tiempo de paz para socorrerse entre sí, si alguna guerra acaso repentinamente se levantare, el rey, los Venecianos y Francisco Esforcia cada cual tengan á su sueldo cada ocho mil de á caballo y cuatro mil infantes, los Florentines cinco mil de á caballo y dos mil de á pie, todos á punto y armados. Si aconteciere que de alguna parte se levantare guerra, á ninguna de las partes sea licito hacer paz si no fuere con comun acuerdo de los demas; ni tampoco pueda el rey ó alguno de los confederados asentar liga ó hacer avenencia con alguna nacion de Italia, si no fuere con el dicho comun consentimiento. Cuando á alguna de las partes se hiciere guerra, cada cual de los ligados le acuda sin tardanza con la mitad de su caballería y infanteria, que no hará volver hasta tanto que la guerra quede acabada. Si aconteciere que por causa de alguna guerra se enviaren socorros á alguno de los nombrados, el que los recibiere, sea obligado á señalalles lugares en que se alojen, y dalles vituallas y todo lo necesario al mismo precio que á sus naturales. Si alguno de los susodichos moviere guerra á cualquiera de los otros, no por eso se tenga por quebrantada la liga cuanto a los demas, antes se quede en su vigor y fuerza que darán socorro al que fuere acometido, no con menor diligencia que si el que mueve la guerra no estuviese comprehendido en la dicha confederacion. Si se hiciere guerra á alguno de los nombrados, à ninguno de los otros sea licito dar por sus tierras paso á los contrarios ó proveellos de vituallas, antes con todo su poder resistan á los intentos del acometedor.

Estas condiciones, reformadas algunas pocas cosas, fueron aprobadas por el rey. Comprehendian en este asiento todas las ciudades y potentados de Italia, excepto los Ginoveses, Sigismundo Malatesta y Astor de Faenza, que los exceptuó el rey : los Ginoveses porque no guardaron las condiciones de la paz que con ellos tenia asentada los años pasados, Sigismundo y Astor porque sin embargo de los dineros que recibieron, y les contó el rey de Aragon para el sueldo de la gente de su cargo en tiempo de las guerras pasadas, se pasaron á sus contrarios.

CAPITULO XVII.

Del pontifice Calixto.

TODA Italia y las demas provincias entraron en una grande esperanza que las cosas mejora

rian, luego que vieron asentadas las paces generales, cuando el pontifice Nicolao, sobre cuyos hombros cargaba principalmente el peso de cosas y práticas tan grandes, apesgado de los años y de los cuidados, falleció á veinte y cuatro de marzo; y con su muerte todas estas trazas comenzadas se estorbaron y de todo punto se desbarataron. Juntáronse luego los cardenales para nombrar sucesor, y porque los negocios no sufrian tardanza, dentro de catorce dias en lugar del difunto nombraron y salió por papa el cardenal don Alonso de Borgia, que tenia hecho antes voto por escrito, si saliese nombrado por papa, de hacer la guerra á los Turcos. Llamábase en la misma cédula Calixto, tanta era la confianza que tenia de subir a aquel grado, concebida desde su primera edad (como se decia vulgarmente) por una profecía y palabras que siendo él niño, le dijo en este propósito fray Vicente Ferrer, al cual quiso pagar aquel aviso con ponelle en el número de los santos: lo mismo hizo con San Emundo de nacion inglés.

Fué este pontifice natural de Játiva ciudad en el reino de Valencia; en su menor edad se dió á las letras, en que ejercitó su ingenio, que era excelente y levantado, y capaz de cosas mayores. Los años adelante corrió y subió por todos los grados y dignidades: al fin de su edad alcanzó el pontificado romano: sus principios fueron humildes, en él ninguna cosa se vió baja, ninguna poquedad: mostróse en especial contrario al rey de Aragon por celo de

defender su dignidad, ó por el vicio natural de los hombres, que á los que mucho debemos, los aborrecemos y miramos como acreedores: así aunque le suplicaron expidiese nueva bula sobre la investidura del reino de Nápoles en favor del rey don Alonso y de su hijo, no se lo pudieron persuadir. Tuvo mas cuenta con acrecentar sus parientes, que sufria aquella edad y la dignidad de la persona sacrosanta que representaba; que es lo que mas se tacha en sus

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costumbres. Nombró por cardenales en un mismo dia (que fué cosa muy nueva) dos sobrinos suyos hijos de sus hermanas, de doña Catalina á Juan Mila, y de doña Isabel á Rodrigo de Borgia. A Pedro de Borgia hermano que era de Rodrigo, nombró por su vicario general en todo el estado de la iglesia. El pontífice Alejandro y el duque Valentin, personas muy aborrecibles en las edades adelante por la memoria de sus malos tratos, procedieron como frutos deste árbol y deste pontificado.

Entre Castilla y Aragon se confirmaron las paces, y conforme á lo capitulado el rey de Navarra desistió de pretender los pueblos que en Castilla le quitaron. En recompensa segun que lo tenian concertado, le señalaron cierta pension para cada un año. Los alborotos de Navarra aun no se apaciguaban, por estar la provincia dividida en parcialidades: gran parte de la gente se inclinaba á don Carlos príncipe de Viana por ser su derecho mejor, como juzgaban los mas. Favoreciale otrosi con todas sus fuerzas su hermana doña Blanca, con tanta ofension del rey de Navarra por esta causa que trató con el conde de Fox su yerno de traspasalle el reino de Navarra, y desheredar á don Carlos y á doña Blanca: parecíale era causa bastante haberse rebelado contra su padre; y fuera así, si él primero no los hobiera agraviado. Para mayor seguridad convidaron al rey de Francia que entrase en esta pretension, y les ayudase á llevar adelante esta resolucion tan extraña. El rey de Castilla don Enrique hacia las partes del principe don Carlos: corria peligro no se revolviese por esta causa Francia con España, puesto que el rey don Enrique por el mismo tiempo se hallaba embarazado en apercebirse para la guerra de Granada, y para efectuar su casamiento que de nuevo se trataba.

Tuviéronse cortes en Cuellar, en que todos los estados del reino, los mayores, medianos y menores, se animaron á tomar las armas, y cada uno por su parte procuraba mostrar su lealtad y diligencia para con el nuevo rey. Quedaron en Valladolid por gobernadores del reino en tanto que el rey estuviese ausente, el arzobispo de Toledo y el conde de Haro. He

TOMO II.

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