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calle para el gasto prestado. Por el mismo tiempo don Enrique hijo del infante don Enrique de Aragon fué hecho duque de Segorve por merced del rey de Aragon su tio, que dió tambien á don Alonso su hijo bastardo con título de conde á Ribagorza, ciudad de Cerdania á los confines y á la raya de Francia. A los seis de diciembre finó en Roma don Juan de Carvajal, cardenal y obispo de Plasencia su natural: yace en S. Marcello de Roma. Fué auditor de Rota, despues legado de tres papas á diversas parles, hombre de negocios, de vida y casa ejemplar. En la Extremadura labró sobre Tajo una famosa puente que hoy se llama del cardenal.

CAPITULO XV.

Que doua Juana se desposó con el duque de Berri.

OCUPABASE el rey en Sevilla en asentar las diferencias que traian alterada aquella ciudad,

cuando el maestre de Santiago desde Cantillana, donde se quedó cerca de aquella ciudad, le envió aviso del casamiento de su hermana: el desabrimiento que dello recibió, fué en demasia grande; sin dilacion mandó aprestar lo necesario para ir á Trujillo. Pretendia entregar aquel pueblo, que está á los confines del Andalucía, y hacer dél merced a don Alonso de Zúñiga conde de Plasencia, en remuneracion de lo mucho que en el tiempo de sus trabajos le sirvió. Cosa tan grande no pudo estar secreta: los moradores, hombres que son animosos y esforzados, comunicado el negocio con Gracian Sesse alcaide del castillo, se determinaron á contradecillo. Su resolucion era tal que se resolvieron de defender con las armas la libertad que sus antepasados les dejaron. No era cosa segura usar con ellos de fuerza: asi el rey se resolvió en dar al conde en trueco la villa de Arévalo, que está en Castilla la Vieja no lejos de Avila, á la ribera del rio Adaja, la cual villa tenia el conde empeñada, que se la dió en prendas el infante don Alonso hasta que le hiciesen pagado de cierta suma de dineros que le prestára, y porque el trueco era desigual y Arévalo no valia tanto, dióscle por alguna recompensa título y armas de duque de aquella villa.

En aquella ciudad de Trujillo se otorgó perdon al maestre de Alcántara, ca siguió la voz del infante don Alonso, y á Gutierre de Cáceres y Solis su hermano hizo el rey merced de la ciudad de Coria, ó se la restituyó como la tenia del infante su hermano : tal era la condicion del rey don Enrique, que muchos por lo que merecian ser castigados, eran remunerados con grande liberalidad y demasia. Demas desto le vinieron cartas de la infanta doña Isabel su hermana comedidas, pero graves. En ellas despues de contar como no quiso admitir el reino que le ofrecian por la muerte de don Alonso su hermano, se escusaba por su edad y por el olvido del rey de haber apresurado sus bodas: que por grandes razones debió anteponer el casamiento de Aragon á los demas que le traian: decia asimismo que no queria hacer mencion, antes poner en olvido los agravios que ella y su madre muchos y graves recibieran: ofrecia que ella y su marido le servirian como hijos, si fuese servido de tratallos con amor y obras de padre.

Leidas estas cartas en una junta, no se les dió otra respuesta sino que llegado que el rey fuese á Segovia, para donde caminaba, tendria cuenta con lo que se le representaba: desta manera fué despedido el mensagero. Tornaron de nuevo à enviar otros embajadores á Segovia al principio del año 1470 para que hiciesen instancia con el rey don Enrique que diese licencia á los nuevos casados para podelle hacer reverencia: prometian de recompensar el disgusto pasado con señalados servicios, y ayudar con todas sus fuerzas á remediar los daños del reino el tiempo pasado trabajado y afligido. Tampoco á estos embajadores se dió otra respuesta sino que negocio tan grave se debia comunicar con los grandes. Este era el color que tomó, como quier que en hecho de verdad por tenerse por ofendido de doña Isabel tenia vuelta su afición á doña Juana su hija (como él la nombraba ) la cual con una nueva embajada que el rey Luis de Francia le envió, pedia por muger para Carlos su hermano, que poco antes en lugar de los estados que tenia de Bria y de Campaña, hizo duque de Guiena. Las cabezas desta embajada eran el cardenal Albigense, que primero se llamaba Atrebatense, y el conde de Boloña. Demas desto pedia al rey don Enrique juntase con él sus fuerzas para hacer un concilio de obispos de todo el orbe cristiano contra el papa Paulo con quien andaba encontrado.

En esto llanamente no quiso venir el rey de Castilla por ser muy cierto principio y seminario de discordias, y fuente de algun scisma desgraciado, de que los años pasados se vieron

muchos ejemplos; á lo del casamiento dió por respuesta le parecia se difiriese para otro tiempo, creo por miedo de nuevas alteraciones. Los grandes y el pueblo por las pasadas tan graves se hallaban muy cansados, en especial que no estaban del todo apaciguadas: à la verdad en el mismo tiempo que estos tratos andaban en Segovia, don Alonso de Aguilar en Córdova puso las manos en el mariscal don Diego de Córdova que venia descuidado al regimiento; y esto sin tener cuenta con la amistad que á instancia del rey pusiera poco antes con el conde de Cabra padre del agraviado. Mariscal conforme à lo antiguo era lo que hoy es maestre de campo. Llevole pues preso: él despues que á instancia del rey fué puesto en libertad, por pensar que à causa de su poca autoridad y su natural descuido no haria castigar aquel exceso tan grave, se retiró á Granada. Alli con consentimiento del rey Moro retó á su contrario á hacer campo con él, confiado en su mocedad, y deseoso de vengarse; señaló para el combate la vega de Granada, y aplazó el dia en que le esperaria en el palenque.

El dia señalado como don Diego hasta puesta de sol hobiese esperado con las armas, y el contrario no compareciese, arrastró á la cola de su caballo por afrenta su estátua : tras esto envió cartas á todas partes afrentosas contra don Alonso, y un retrato que por ultrage representaba todo lo que pasó. Por otra parte los caballeros de Alcántara no querian obedecer á su maestre llegó el negocio al rompimiento y á las armas. Et maestre no tenia bastantes fuerzas para contrastar él solo con tantos: hizo recurso á la ayuda de Gutierre de Solis su hermano. Faltábales dinero para el sueldo: prestóles don Garci Alvarez de Toledo conde de Alva, con quien emparentaran, cierta suma, y en prendas hasta que se la contasen la ciudad de Coria. Con esta ocasion los condes de Alva (que despues se llamaron duques) adqui– rieron el señorio de aquella ciudad, que con aprobacion de los reyes hasta este tiempo se ha conservado en su casa.

En aquella guerra no sucedió cosa alguna memorable fuera de que las gentes del maestre no pudieron pasar el rio Tajo por la resistencia que les hicieron los contrarios: con esto poco despues sin hacer algun efecto se desbandaron. El maestre despojado de su estado, y afijido de una enfermedad que le ocasionó aquella congoja y desabrimiento, en breve falleció los años siguentes. En su lugar por voto de los caballeros, cuya mayor parte grangearon con dádivas ó con amenazas, fué puesto don Juan de Zúñiga hijo del duque de Arévalo, que fué el postrero en la cuenta de los maestres de Alcántara por la cesion que hizo adelante de aquella dignidad en la persona del rey don Fernando. El maestre de Santiago don Juan Pacheco por el mismo tiempo se entretenia en Ocaña à causa de una dolencia de cuartanas que le aquejaba la privanza y autoridad era mayor que jamás, tanto que se decia tenia enhechizado al rey, cosa que aunque era mentira, se hacia probable por causa que despues de tantos deservicios y agravios como le hizo, se ponia á sí y á sus cosas en sus manos para que él lo gobernase todo; y aun se rugía y murmuraba pasó la corte á Madrid solo para tenelle mas cerca, por lo menos el mismo rey salió á recibir al maestre cuando volvia á la corte despues de su enfermedad. Hízole otrosi de nuevo merced de la villa de Escalona; y como los moradores no le quisiesen recebir por señor, sin tener cuenta con la autoridad de su persona él mismo fué hasta allá para entregársela de su mano, muestra de mayor amor. El conde de Armeñac vino á Madrid huido de Francia por miedo que tenia no le matasen por casarse como se casó por amores con hija del conde de Fox sin dar dello parte á su padre. Recibióle el rey muy bien, é hízole mucha honra. Volvió á su tierra poco despues con seguridad que en nombre del rey de Francia le dió el cardenal Albigense: sus pecados le llevaban para que pagase en breve con la vida, segun que adelante se verá. Los Vizcainos de tiempo muy antiguo divididos en dos parcialidades, Oñez y Gamboas, por este tiempo gravemente se alborotaron. Para sosegarlos envió el rey á Pero Fernandez de Velasco, el cual por muerte de su padre (que tenia el mismo nombre y fué enterrado en Medina de Pomar) poco antes sucedió en el condado de Haro. Este caballero luego que partido de Madrid llegó á Vizcaya, apaciguó aquella provincia que de mucho tiempo atrás andaba alborotada. Acordó para sosegallo todo desterrar de toda la tierra las cabezas de los dos bandos, que se llamaban el uno Pedro de Avendaño y el otro Juan de Moxica.

Concedió el papa Paulo segundo en esta sazon jubileo y perdon de los pecados á los que acudiesen con cierta limosna, los ricos de cuatro reales, los medianos de tres, y los mas pobres de dos: del dinero que se juntase, las dos partes queria fuesen para el edificio de la Iglesia Mayor de Segovia, la tercera parte se reservaba para el mismo papa. Publicóse el jubiléo en Segovia: acudió desde Madrid el rey don Enrique para ganalle, que fué devocion

señalada. En Portugal en la villa de Setubal falleció el duque de Viséo à ocho de setiembre en edad de treinta y siete años. Dejó por heredero á su hijo don Diego. Su cuerpo del monasterio de S. Francisco de aquella villa en que le depositaron, trasladaron à Beja, ciudad puesta á la raya de Portugal: allí le sepultaron en la iglesia de la Concepcion, la cual con un monasterio de monjas que tenia pegado, á su costa fundó la duquesa doña Beatriz su muger.

En Valladolid á la misma sazon un grande alboroto se levantó: el pueblo tomó las armas contra los que venian de raza de Judíos, dado que fuesen bautizados. Acudieron desde la villa de Dueñas el rey don Fernando y doña Isabel para enfrenar los alborotados: poco faltó que no les perdiesen el respeto los amotinados, y les hiciesen algun desaguisado. La parte mas flaca, y que era mas aborrecida por ser de linage de Judios, llamó en su favor al rey don Enrique, que fué medio para reducir á su servicio aquel pueblo. Para su gobierno y seguridad nombró al conde de Benavente: hizole otrosí merced de las casas de Juan de Bivero, persona que por favorecer grandemente á la otra parcialidad, y seguir con grande aficion el partido de doña Isabel y de don Fernando, tenia muy ofendido al rey don Enrique.

Volviéronse los príncipes á Dueñas: en aquella villa doña Isabel á dos de octubre parió una hija que tuvo su mismo nombre. Los embajadores que tornaron de Francia, volvieron á hacer instancia sobre el casamiento de que se trató antes: vino el rey en que se hiciese; el marques de Santillana ya que lo tenian todo á punto, trajo consigo á la princesa doña Juana. Por este servicio, y habella guardado, le hizo el rey la merced de Alcocer, Valdolivas y Salmeron, villas muy principales del Infantado. Pertenecian al marques de Villena como dote que eran de la condesa de Santistevan su muger: en recompensa le dieron y en trueque la villa de Requena con los derechos del puerto, que son de mucho interés por estar aquel pueblo á la raya del reino de Valencia.

Aldeano de Cantabria.

Para concluir los desposorios señalaron el valle de Lozoya, que está entre Segovia y Buitrago, y en él el monasterio muy señalado y muy rico de Cartujos, que se llama el Pau

lar. Acudieron alli (como lo tenian concertado) el rey y la reina con su hija: demas desto el maestre de Santiago, el arzobispo de Sevilla, el duque de Arévalo, el obispo de Sigüenza y sus hermanos; el acompañamiento y libreas muy lucidas y costosas. Como estuvieron juntos, en un público auto que para esto se hizo, renunciaron todos los presentes los homenages hechos á la infanta doña Isabel. Tras esto se celebraron los desposorios de la princesa doña Juana un dia viernes à veinte y seis de octubre: el rey y la reina juraron que era su hija legitima: los grandes otrosí le hicieron pleito homenage, con que quedó jurada por princesa y por heredera del reino. Desposóse como procurador y en nombre del duque Carlos con la doncella y pretensa princesa el conde de Boloña. Hizo la ceremonia y desposólos el cardenal Albigense.

Concluida toda la solemnidad, y despedida la junta, se levantó un torbellino al volver á Segovia de vientos, de agua y de nieves tan grande que los embajadores de Francia se vieron en peligro de perder la vida y murieron algunos de sus criados. Algunos pronosticaban por esto que aquel desposorio seria desgraciado, gente curiosa y dada á semejantes vanidades. Desde Segovia los embajadores alegres por dejar concluido lo que pretendian, se volvieron á Francia: para mas honrallos los acompañó hasta Burgos el obispo de Sigüenza don Pero Gonzalez de Mendoza por órden del rey. Todo era abrir las zanjas para una nueva y gravisima guerra que resultara entre España y Francia, si los santos desde el cielo con ojos piadosos no desbarataran aquella tempestad. Fué así que al rey de Francia poco antes desto nació un hijo que se llamó Carlos, con que el duque de Guiena perdió la esperanza que tenia de suceder en el reino de su hermano; y aun poco adelante, que no pasaron dos años, perdió él mismo tambien la vida: con que se desbarataron estas tramas, segun que se tornará á referir en su propio lugar.

CAPITULO XVI.

De la muerte de tres principes.

Ex un mismo tiempo las fuerzas de Aragon se aumentaron con el casamiento de Castilla, y

en otras partes andaban trabajadas porque la guerra de Cataluña continuaba en su mayor fuerza, la isla de Cerdeña y el reino de Navarra se alborotaron de nuevo: la ocasion fué diferente, la porfia y rabia semejante. Los Sardos se movian á contemplacion, y debajo de la conducta de Leonardo de Alagon, hijo que era de Artal de Alagon señor de Pina y de Sástago, y de parte de su madre Benedicta Arborea venia de los Arboreas, casa antigua y poderosa en aquella isla. Fundado pues en este derecho, por muerte del marques de Oristan Salvador Arborea que falleció sin hijos, tomó las armas para apoderarse de aquel estado, por no asegurarse de podelle alcanzar por las leyes y en juicio. Hobo en la prosecucion desto encuentros en diversos lugares, con que ganó al rey y á otros señores muchos pueblos y castillos. Era virrey Nicolás Carroz, persona de mas autoridad que de fuerzas y poder para sosegar aquellos movimientos, que fué causa de alargarse la guerra.

En Navarra el conde de Fox con codicia de reinar acudió á las armas, y ayudado de los Biamonteses se apoderó de gran parte de la tierra, y tenia sus estancias puestas sobre Tudela con tan gran determinacion, que perdida la esperanza de que por su voluntad hobiese de desistir, el rey envió delante con gentes al arzobispo de Zaragoza. No pareció bastanle esta prevencion para allanar al conde: el mismo rey de Aragon, sin embargo de su edad, acompañado de buen número de soldados, acudió al peligro, y forzó al yerno á levantar el cerco. Tratóse de concertarse por medio de embajadores que de ambas partes se enviaron; en fin en Olite se hizo la avenencia, y se dejaron las armas.

Quedó el de Aragon conforme a lo que concertaron, con el nombre y título solo de rey de Navarra, el gobierno se encargó para siempre al conde de Fox y á su muger, cuando una muy triste nueva que vino de Francia alteró grandemente á la una y á la otra parte, como desgracia que á todos tocaba. Esto fué que entre los demas regocijos que Carlos duque de Guiena hacia por sus desposorios concertados con la princesa doña Juana, banquetes, juegos y saraos, en una justa que se tuvo, hirió grave y mortalmente á Gaston hijo del conde de Fox una astilla que de su misma lanza, que quebró en los pechos del contrario, se le entró por la visera sucedió este desastre á veinte y tres de noviembre dia viernes. Murió en edad de veinte y seis años: su cuerpo de Liburna, donde falleció, por mandado de su cuñado el duque de Guiena, fué llevado á Burdeos, y sepultado en S. Andrés, que es la

Iglesia Mayor de aquella ciudad. Dejó dos hijos de su muger madama Madalena, el uno se llamó Francisco Phebo y la hija madama Catarina, entonces de pora edad, y adelante consecutivamente reyes de Navarra.

Todo esto ponia en gran cuidado, y aquejaba el corazon del rey de Aragon: sobre todo le atormentaba el peligro en que via puesto a su hijo don Fernando, porque ni era seguro dejalle en Castilla, do tenia muchos contrarios y al rey por enemigo, ni era á propósito llamalle por no estar segurado el derecho de su sucesion, ni saberse en qué pararian aquellos debates, en especial que se rugia que el arzobispo de Toledo, persona de tanta importancia para todo, andaba desabrido. Por su mucha ambicion y deseo que tenia de mandallo todo llevaba mal que don Fernando se aconsejase y comunicase sus puridades con Gutierre de Cárdenas y con el almirante don Alonso Enrique su tio: además que en cierta ocasion como mozo se dejó una vez decir que estaba determinado no sufrir que nadie se le calzase y le gobernase, cosa que á otros principes acarreó mucho daño y afrenta. Esta palabra penetró mas hondo en el pecho del arzobispo de lo que fuera razon: estaba con resolucion de ausentarse. El rey de Aragon avisado del desgusto, con maña procuró apartalle de aquel propósito y voluntad con una carta que escribió á su hijo, en que le reprehendia, y mandaba que en todas las cosas hiciese mas caso del consejo y parecer del arzobispo que de todos los demas á quien decia debia respetar y regalar como á padre: no fué de mucho efecto esta diligencia por estar muy irritado el arzobispo, sin querer de todo punto recebir satisfaccion alguna.

Por otra parte las cosas de Aragon en Cataluña mejoraban, y parecia que en breve se acabaria la guerra, por la muerte que sobrevino à Juan duque de Lorena, que finó (muy á propósito) de una enfermedad á diez y seis de diciembre en Barcelona, do habia ido á invernar su cuerpo sepultaron en la Iglesia Mayor con enterramiento y honras muy moderadas. Verdad es que los alterados no por faltalles aquella cabeza y ayuda perdieron el ánimo, antes acordaron llamar en su socorro al rey francés, que entendian no dejaria de aceptar el partido para juntar con los de Ruysellon y Cerdania todo aquel principado. Con este intento publicaron un decreto y echaron bando en que mandaban que ninguno en los castillos Y ciudades que se hallaban sin cabeza, fuese recebido por gobernador, ó alcaide, si no viniese en persona ó el mismo Renato duque de Anjou, ó Nicolás su nieto hijo del difunto, que ya se intitulaba principe de Aragon y duque de Calabria, apellidos vanos y sin provecho. Buscaban ocasion de descompadrar para con buen color quitalles la obediencia y el mando, y ayudarse de brazo mas fuerte, por ser la edad del uno y del otro poco á propósito para la guerra, y las fuerzas no muy grandes.

En Castilla tenia el rey de Aragon diversas práticas para grangear los grandes: á don Juan Pacheco prometian muy mayor estado, de que era muy codicioso: al arzobispo de Toledo, que parecia y se mostraba muy inclinado á mudar partido, aseguraban que á sus hijos Troylo y Lope se darian rentas y lugares, y se les harian otras ventajas, lo mismo hacian con los demas, que conforme à como los sentian aficionados, á unos conquistaban con promesas de dineros, á otros de diversas mercedes; mas ni don Juan Pacheco ni el arzobispo se cebaron de esperanzas semejantes para dejarse engañar. Trataba de lo mismo el rey don Enrique, en especial pugnaba de traer á su servicio al de Toledo. No se podia entender de su condicion le vencerian con benignidad: pareció seria acertado usar de alguna fuerza ; así Vasco de Contreras por orden del rey, ó con intento de serville, le tomó un su pueblo llamado Perales. El arzobispo como era de gran corage con gentes que llegó en su arzobispado, acudió á valer sus vasallos: púsose sobre aquella villa, y en su compañía don Juan Arias obispo de Segovia.

Acordó el rey atajar aquellos bullicios, por que de aquel principio no se emprendiese alguna llama: partió luego para Madrid por año nuevo de 1471. Dende acudió al cerco acompañado de ochocientos de á caballo: por esto el arzobispo dió la vuelta, alzado el cerco, á Alcalá, el rey á Madrid. Buscóse una nueva traza para sosegar los prelados alborotados, en particular al de Toledo y al de Segovia. Ganó el rey dos bulas del padre santo: en la una citaba al de Segovia para que dentro de noventa dias despues de la notificacion de aquellas letras pareciese personalmente en Roma; por el otro breve mandaba al arzobispo que se emendase, y obedeciese al rey don Enrique, y en caso que no cumpliese lo que le mandaba, cometia sus veces á cuatro canónigos de Toledo para que sustanciasen el proceso y cerrado se lo enviasen á Roma.

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