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pos tan revueltos. Solo don Fernando acometió á tomar á Viana; y rechazado de allí por la fortaleza de aquella plaza y por el esfuerzo de los cercados, se apoderó de Mendavia y de otros menores pueblos. Todo lo halló mas dificultoso que pensaba, dado que ningun ejército bastante le salió al encuentro, que era causa de mayor tardanza: si bien las cosas de aquel reino estaban tan revueltas que los señores, divididos en parcialidades y aficiones, no pedian conformarse para acudir á la defensa. Los mas se aficionaban á los Aragoneses, en especial Armengaudo obispo de Pamplona, y Pero Sanchez de Montagudo hombre principal y gobernador del reino.

Don Pedro infante de Aragon llegó hasta Sos, pueblo á la raya de los dos reinos: alli alegó de su derecho, que por la adopcion del rey don Sancho y por otros títulos mas antiguos se le debia el reino, por lo menos le debian acudir con sesenta mil marcos de plata, que poco antes el rey Theobaldo concertára de pagar. Tratóse el negocio por muchos dias: los nobles acordaron desposar á la niña heredera del reino en ausencia con don Pedro, y por dote señalaron la posesion del reino. Añadióse que si aquello no surtiere efecto, pagarian docientos mil marcos de plata para los gastos de la guerra que pretendian hacer de consumo contra las fuerzas de Castilla, si todavía perseverasen en el propósito de darles molestia. Estas cosas se asentaron en Olite por el mes de noviembre. El rey don Alonso, determinado de todo punto de hacer el viaje de Francia, tenia á la misma sazon córtes del reino en Toledo para asentadas las cosas ponerse luego en camino. Encomendó el gobierno del reino á don Fernando su hijo, á los otros señores repartió diversos cargos: á don Nuño de Lara dió la mayor autoridad, determinó dejarle por frontero contra los Moros por si acaso se alterasen. Con estas caricias pretendia ganar á los parciales.

Acabadas las cortes á lo postrero del año el rey, la reina, sus hijos menores, y don Manuel hermano del rey comenzaron su viaje. Era grande el repuesto y representacion de magestad: por tanto hacian las jornadas pequeñas. Pasaron á Valencia, de alli á Tortosa y Tarragona, ca el rey don Jaime desde Barcelona partió para recebillos y feste allos en aquella ciudad. Tuvieron las fiestas de Navidad en Barcelona al principio del año de 1275. Halláronse presentes los dos reyes al enterramiento y honras de fray Raimundo de Peñafuerte de la órden de santo Domingo, que finó por aquellos dias en aquella ciudad: persona señalada en piedad y erudicion. El mismo año pasó desta vida don Pelayo Perez Correa maestre de Santiago, de mucha edad, muy esclarecido por las grandes cosas que hizo en guerra y en paz. Su cuerpo enterraron en Talavera en la iglesia de Santiago que está en el arrabal: así lo tienen y afirman comunmente los moradores de aquella villa; otros dicen que en Santa María de Tudia, templo que él edificó desde sus cimientos á las haldas de Sierramorena, en memoria de una batalla que los años pasados ganó de los Moros en aquel lugar muy señalada, tanto que vulgarmente se dijo y entendió que el sol se paró y detuvo su carrera para que el dia fuese mas largo, y mayor el destrozo de los enemigos, y mejor se ejecutase el alcance. Dicen otrosí que aquella iglesia se llamó al principio de Tentudia, por las palabras que el maestre dijo vuelto á la madre de Dios: SEÑORA, TEN TU DIA. A la verdad alterados los sentidos con el peligro de la batalla, y entre el miedo y la esperanza, quién pudo medir el tiempo? una hora parece muchas por el deseo, aprieto y cuidado: demas desto muchas cosas fácilmente se creen en el tiempo del peligro y se fingen con libertad.

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El rey don Jaime no aprobaba los intentos de don Alonso su yerno, y con muchas razones pretendió apartalle de aquel propósito. La principal que sentenciado el pleito y pasado ya en cosa juzgada no quedaba alguna esperanza que el pontífice mudaria de parecer: asi con tantos trabajos no alcanzaria mas de andar entre las naciones extrañas afrentado agravio recebido. Estos consejos saludables rechazó la resolucion de don Alonso. Dejados pues su muger y hijos en Perpiñan, pasó á la primavera por Francia hasta Belcaire, pueblo de la Proenza asentado à la ribera del Ródano, y por tanto de grande frescura, y que le tenian señalado para verse con el pontifice, que despedido el concilio que de los obispos tuvo en Leon, todavía se detenia en Francia. Allí en dia señalado en presencia del pontífice y de los cardenales que le acompañaban, el rey les hizo un razonamiento desta sustancia: Si por alguna diligencia y cuidado mio yo hubiera alcanzado el imperio, muy honrosa cosa >> era para mí que dejados tantos principes, se conformasen en un hombre extraño las vo>>luntades de Alemaña; cuanto menos razon tendrá nadie de cargarme que defienda el lugar » en que sin. yo pretendelle Dios y los hombres me han puesto? como quier que sea antes > cosa torpe no poder conservar los dones de Dios, y de corazon ingrato no responder en el

amor á aquellos que en voluntad se han anticipado. Por tanto es forzoso que sea tanto mas grave mi sentimiento que por engaño de pocos he oido que deslumbrados los principes de » Alemaña (ó hombres poco constantes!) se han conformado en elegir un nuevo príncipe » sin oirnos, y sin que nuestra pretension y pleito esté sentenciado; en que si en algun tiempo >>hobo duda, muerto el contrario era justo se quitase. Que no nos debe empecer la dilacion, » á que algunos dan nombre de tardanza y flojedad, como mas verdaderamente haya sido » deseo de reposo, y de sosegar las alteraciones de algunos, amor y celo de la religion cris>> tiana, prevencion contra los Moros, que de ordinario hacen en nuestras tierras entradas. » Al presente que dejamos nuestro hijo en el gobierno, que ya tiene dos hijos, con vuestra » licencia y ayuda, Padre Santo, tomaremos el imperio, apellido sin duda sin sustancia y >> sin provecho; pero somos forzados á volver por la honra pública de España, y en particu»lar rechazar nuestra afrenta, lo cual ojalá podamos alcanzar sin las armas y sin rompi»miento, ca de otra manera determinados estamos por conservar nuestra reputacion y vol» ver por ella ponernos á cualquier riesgo y afan. Yo, padres, ninguna cosa ni mayor ni mas » amada tengo en la tierra que vuestra autoridad: desde mis primeros años de tal manera » procedí que todos los buenos me aprobasen, y ganase yo fama con buenas obras. Con este » camino agradé á los pontifices pasados: por el mismo sin pretendello y sin procurallo me » llamaron al imperio. Seria grave afrenta y mengua intolerable quitarme por engaño en » esta edad lo que grangeé en mi mocedad, y amancillar nuestra gloria con perpétua infa>> mia. Razon es, beatísimo padre, que vuestra santidad y todos los demas prelados que »estais presentes, ayudeis á nuestros intentos en negocio que no se puede pensar otro alguno ni mayor, ni mas justificado. Procurad con efecto y hacer entienda el mundo lo que > las particulares aficiones y lo que la entereza y justicia pueden, y hasta donde cada una destas cosas allega; por lo menos ahora que es tiempo, prevenid que la república cristia>>na con nuevas discordias que resultarán, no reciba algun daño irreparable. »

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A esto replicó el pontífice en pocas palabras: declaró las causas porque con buen titulo pudieron criar nuevo emperador: que la muerte de Ricardo ningun nuevo derecho le dió: que él mismo prometió de ponerse en sus manos: resolucion saludable para todos en comun, y en particular no afrentosa para él mismo, pues no era mas razon que los españoles mandasen á los Alemanes, que á España los de aquella nacion: que los caminos de Alemaña son ásperos y embarazados, las ciudades fuertes, la gente feroz, las aficiones antiguas trocadas, ningunas fuerzas se podrian igualar á las de los Alemanes, si se conformasen: la infamia si se perdiese la empresa, seria notable: si venciese pequeño el provecho: que era mejor conservar lo suyo, que pretender lo ageno: la gloria ganada con lo que obrára, era tan grande que en ningun tiempo su nombre y con ninguna afrenta se podria escurecer. Hiciese á Dios, hiciese á la religion este servicio de disimular por su respeto, si en alguna cosa no se guardó el órden debido y se cometió algun yerro. Dichas estas palabras, abrazó!e, y dióle paz en el rostro, como persona que era el papa de su condicion amoroso, y por la larga experiencia enseñado á sosegar con semejantes caricias las voluntades de los hombres alterados.

Con esto se dejó aquella pretension, intentó empero otras esperanzas: pretendia en primer lugar que era suyo el señorío de Suevia despues de la muerte de Corradino, por venir de parte de madre de los principes de Suevia: que Rodulfo demas de quitalle el imperio, en tomalle para sí le hacia otro nuevo agravio. Alegaba eso mismo que el reino de Navarra era suyo por derechos antiguos de que se valia: que los Franceses hacian mal en apoderarse del gobierno de aquel reino: por conclusion pedia que por mandado del pontífice el infante don Enrique su hermano fuese puesto en libertad, que Carlos rey de Sicilia se escusaba para no hacello con voluntad del pontifice que no lo queria. Sin embargo como quier que el pontifice y los cardenales se hiciesen sordos á estas sus demandas tan justas à su parecer, bufada de coraje. Finalmente mal enojado se partió de Francia en sazon que el estío estaba adelante y cerca el otoño.

Vuelto en España no dejó de llamarse emperador, ni las insignias imperiales hasta tanto que el arzobispo de Sevilla por mandado del papa con censuras que le puso, hizo que desistiese; solamente le otorgaron los diezmos de las iglesias para ayuda á los gastos de la guerra de los Moros. Vulgarmente las llamamos tercias á causa que la tercera parte de los diezmos, que acostumbraban gastar en las fábricas de las iglesias, le dieron para que della se aprovechase; y aun como yo creo, y es así, no se las concedieron para siempre, sino

por entonces por tiempo determinado y cierto número de años que señalaron. Este fué el principio que los reyes de Castilla tuvieron de aprovecharse de las rentas sagradas de los templos: este el fruto que don Alonso sacó de aquel viaje tan largo y de tan grandes afanes: esta la recompensa del imperio que á sin razon le quitaron, alcanzando sin duda sin soborno y sin dinero, de fin y remate desgraciado.

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ESTA misma sazon el rey de Marruecos Jacob Abenjuzeph como se viese enseñoreado de Africa, sabidas las cosas de España, es á saber que por la partida del rey don Alonso el Andalucía quedaba desapercebida y sin fuerzas, estaba dudoso y perplejo de lo que debia hacer. Por una parte le punzaba el deseo de vengar las injurias de su nacion tantas veces por los nuestros maltratada, por otra le detenia la grandeza del peligro; demas que de su natural era considerado y recatado, mayormente que para asegurar su imperio, que por ser nuevo andaba en balanzas, se hallaba embarazado con muchas guerras en Africa, cuando una nueva embajada que le vino de España, le hizo tomar resolucion y aprestarse para aquella empresa. Fué así que Mahomad rey de Granada como quien tenia mas cuenta con su provecho que con lo que habia jurado ni con lealtad, conforme à la costumbre de aquella nacion, luego que se partió de la presencia del rey don Alonso con quien se confederó en Sevilla, vuelto á su tierra, sin dilacion propuso en si de abrir la guerra y apoderarse de toda la Andalucía: hazaña que sobrepujaba su poder y fuerzas.

Quejábase que lo que de su gente quedaba, estaba reducido en tanta estrechura que apenas tenia en que poner el pie en España, y eso á merced de sus enemigos, y con carga de parias que les hacian pagar cada un año. Que los de Málaga y de Guadix confiados de las espaldas que el rey don Alonso les hacia, nunca cesaban de maquinar cosas en daño suyo, y que no dudarian de movelle nueva guerra luego que el tiempo de las treguas fuese pasado. Puesto en estos cuidados via que no tenia fuerzas bastantes contra la grandeza y

riquezas del rey don Alonso, puesto que ausente. Resolvióse con una embajada de convidar al rey de Marruecos para que se juntase con él y le ayudase: príncipe poderoso en aquel tiempo y muy señalado en las armas. Decia ser llegado el tiempo de vengar las injurias y agravios recebidos de los cristianos: que los grandes imperios no se mantienen y conservan con pereza y descuido, sino con ejercitar los soldados y entretenellos siempre con nuevas empresas: que el derecho de los reinos y la justicia para apoderarse de nuevos estados consiste en las fuerzas y en el poder: mantener sus estados es loa de poco momento, conquistar los agenos oficio de grandes principes: que si ellos no acometian y amparaban las reliquias de la gente Mahometana en España, forzosamente serian acometidos en Africa: en cuanto se debia estimar con sujetar una provincia poner casi en otro mundo los trofeos de sus victorias y de su gloria, y en un punto juntar lo de Europa con lo de Africa.

Movido por esta embajada el rey de Marruecos determinó hacer guerra á España. Mandó levantar gente por todas sus tierras: no se oía por todas partes sino ruido de naves: soldados, armas, caballos y todo lo al. Ninguna cosa le aquejaba tanto como la falta del dinero, y el cuidado de encubrir sus intentos por temor que si los nuestros fuesen sabidores dellos, los hallaria apercebidos para la defensa, y para rechazar los contrarios. Por el uno y por el otro respeto con embajadores que envió al rey don Jaime de Aragon, le pidió dineros prestados, con color que se le habia rebelado un señor moro su vasallo y entrado en Ceuta cosa que por el sitio de aquella plaza, que está cerca del estrecho de Gibraltar, era de consideracion, y sino se prevenia con tiempo, podria acarrear daño á las marinas de Africa y de España. Cuanto mayor era el cuidado de encubrir estos deseños, tanto la mal enfrenada fama se aumentaba mas, como acontece en las cosas grandes; que fué la causa para que ni el rey de Aragon le enviase dineros (1), ni los de Castilla se descuidasen en apercebirse de lo necesario. Verdad es que todo procedia de espacio por la ausencia del rey don Alonso, y porque su hijo don Fernando se detenia en Burgos, donde aportó despues que vi– sitó el reino.

Envió pues el moro en primer lugar desde Africa alcaides que se apoderasen y tuviesen en su nombre las ciudades de Algecira y Tarifa, segun concertó que se las entregaria el rey de Granada, para que sirviesen como de baluartes, asiento y reparo de la guerra que se aparejaba. Despues desto echó en España gran gente africana, en número diez y siete mil caballos; y dado que no se refiere el número de los infantes, bien se entiende fueron muchos, conforme á la hazaña que se emprendia y el deseño que llevaban. Lo primero que se procuró, fué de reconciliar todos los Moros entre sí, y hacer olvidasen las discordias pasadas; lo cual con la autoridad del rey de Marruecos y á su persuasion se efectuó, que se avieron los de Málaga y Guadix con el rey de Granada. Tuvieron junta en Málaga para resolver en que forma se haria la guerra. Fueron de acuerdo que la gente se dividiese en dos partes, porque no se embarazasen con su multitud, y para con mas provecho acometer las tierras de cristianos. Con esta resolucion el rey de Marruecos tomó cargo de correr la campaña de Sevilla: el de Granada se encargó de hacer entradas por las fronteras de Jaen.

Era don Nuño de Lara frontero contra los Moros. Avisó al infante don Fernando que con toda presteza enviase toda la mas gente que pudiese, porque el peligro no sufria dilacion. El mismo arrebatadamente con la gente que pudo, se metió en Ecija por do era forzoso pasase el rey de Marruecos; ciudad bien fuerte, y que no se podia tomar con facilidad. Concurrió otrosi gran nobleza de las ciudades cercanas movidos por la fama del peligro, y convidados por las cartas que don Nuño les enviára. Confiados pues en la mucha gente, y porque los bárbaros no cobrasen mayor esfuerzo si los nuestros daban muestras de miedo, salió de la ciudad do se pudiera entretener, y puestos sus escuadrones en ordenanza, no dudó de encontrarse con el enemigo Trabóse la pelea, en que si bien los Moros al principio iban de caida, en fin vencieron por su muchedumbre, y los fieles fueron desbaratados y puestos en huida. El mismo don Nuño murió en la pelea, y con él docientos y cincuenta de á caballo, y cuatro mil infantes. Los demas se recogieron á la ciudad que caía cerca, como á guarida; lo que tambien dió á algunos ocasion para que no hiciesen el postrer esfuerzo. La cabeza de don Nuño, varon tan esforzado y valiente, enviaron al rey de Granada en presente, que le dió poco gusto por acordarse de la antigua amistad, y que por su medio alcanzó aquel reino que tenia: así la envió á Córdova para que junto con el cuerpo fuese sepultada.

(1) Le envió quinientos soldados, diez navios, diez galeras y treinta bajeles menores, á sueldo del rey de Marruecos.

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