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aquella retirada, rompió primero una parte de la puente: don Fernando avisado de lo que su contrario pretendia, se determinó ir en pos dél con toda su gente. Adobado el puente, en que se gastó mucho tiempo, á la hora dió órden á Alvaro de Mendoza que con trecientos caballos ligeros picase la retaguardia de los enemigos y los entretuviese. Desta manera, y por ir el de Portugal poco á poco á causa del carruage, tuvo tiempo el rey don Fernando de alcanzar á los contrarios como legua y media de Toro, pasada cierta estrechura que en el camino se hace y seremata en una llanura bien grande.

Era muy tarde y el sol iba á ponerse. Todavía el enemigo no pudo escusar la pelea por estar don Fernando tan cerca, y á causa de la estrechura de la puente que les era forzoso pasar. Revolvió pues sus haces, puso sus gentes en ordenanza: ayudaba el lugar, la ciudad cerca y el socorro por el mismo caso en la mano, y si fuesen vencidos segura la acogida, además de la noche, que por estar cercana les podia en tal caso mucho servir. Todo esto daba ánimo á los Portugueses, y por el contrario ponia en cuidado al rey don Fernando: los mas prudentes de entre los suyos esquibaban la batalla. Luis de Tovar encendido en deseo de pelear en voz alta: «O hemos de dejar el rcino (dice) ó venir á las manos. Con la reputacion »y con la fama mas que con las fuerzas, se ganan los señorios: ¿á qué propósito llegamos »hasta aqui sino para pelear? Qué otra cosa dará á entender el escusar la batalla, sino que >tuvimos miedo? Buen ánimo, Señor, no hay que dudar: apenas habremos venido á las ma»nos, cuando veremos desbaratarse los enemigos que están medrosos y turbados, si bien por fuerza y por no poderlo escusar se aparejan para la batalla.» Esto dijo: juntamente consultaron los grandes y los capitanes, fueron de aquel parecer.

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Dióse la señal de acometer: la gente de á caballo que llevaba don Alvaro, se adelantaron los primeros y cerraron. Recibiólos don Juan príncipe de Portugal, que tenia en la avanguardia ochocientos hombres de armas y entre ellos mezclados arcabuceros, cuya carga el escuadron de Alvaro de Mendoza no pudo sufrir, antes se desbarataron y pusieron en huida. Los dos reyes iban cada cual en el cuerpo de su batalla: allí cargó lo mas récio y la mayor furia de la pelea, que duró algun tanto y estuvo un rato en peso sin declararse la victoria por ninguna de las partes. Combatian no á manera de batalla: no guardaban sus ordenanzas, antes como en rebate y de tropel cada uno peleaba con el que podia. Sobre el estandarte del rey de Portugal hobo gran debate: Pero Vaca de Sotomayor le tomó por fuerza al alferez que le llevaba, llamado Duarte de Almeyda; acudieron soldados de ambas partes que le hicieron pedazos. El mesmo Almeyda quedó preso, otros dicen muerto: sus armas en lugar del estandarte pusieron despues por memoria en la Iglesia Mayor de Toledo para memoria desta victoria, que son las que hoy se veen colgadas en la capilla de los Reyes Nuevos.

Por conclusion los Portugueses se pusieron en huida, y el mismo rey con algunos pocos se recogió á los montes sin parar hasta que llegó á Castronuño: no quedó rastro ni nuevas de dél, y así entendieron que era muerto entre los demas. No pudieron losvencedores seguir el alcance por las tinieblas y escuridad de la noche: don Enrique conde de Alba de Liste llegó en seguimiento de los que huian hasta la puente de Toro; á la vuelta fué preso por cierta banda de los enemigos, que con don Juan príncipe de Portugal sin ser desbaratados se estuvieron en un altozano en ordenanza hasta muy tarde. No pareció el rey don Fernando, que hizo alto en otro ribazo allí cerca, de acometerlos, por andar los suyos esparcidos por todo el campo, y estar ocupados en recoger los despojos: así á vista los unos de los otros se estuvieron en el mismo lugar algunas horas; los Portugueses guardaron mas tiempo su puesto, que fué algun alivio para el revés y para la afrenta recebida.

Los historiadores Portugueses encarecen mucho este caso, y afirman que la victoria quedó por el príncipe don Juan; asi venzan los enemigos del nombre cristiano. Don Fernando se volvió á Zamora, y despues de su partida los Portugueses se fueron à Toro. Hallóse en esta batalla el arzobispo de Toledo, que no se apartó del lado del príncipe don Juan. La matanza fué pequeña respecto de la victoria, y aun el número de los cautivos no fué grande; la presa mayor, ca saquearon en gran parte el bagage de los Portugueses. Despues desta victoria pasó el rey don Fernando á Medina del Campo: alli á instancia del Condestable que tenia su hija desposada con el conde de Ureña, le perdonó y recibió en su gracia á él y á su hermano el maestre de Calatrava, si bien no del todo acababan de allanarse; antes así ellos como otros muchos señores estaban á la mira de lo en que las cosas paraban, (resueltos de seguir el partido que fuese mas á cuenta de sus particulares.

CAPITULO XI.

Que el rey de Portugal se volvió á su tierra.

Ex muchos lugares á un mismo tiempo andaba la guerra y se hacia sin quedar parte alguna

del todo libre destos males, de que resultaba como suele acontecer muchedumbre de malhechores, y gran libertad en las maldades, en particular los de Fuenteovejuna una noche del mes de abril se apellidaron para dar la muerte à Fernan Perez de Guzman comendador mayor de Calatrava: estraño caso, que se le empleó bien por sus tiranías y agravios que hacia á la gente por sí y por medio de los soldados que tenia allí por orden de su maestre, y el pueblo por el rey de Portugal. La constancia del pueblo fué tal que magüer atormentaron muchos, y entre ellos mozos y mugeres, no les pudieron hacer confesar mas de que Fuenteovejuna cometió el caso, y no mas. Por toda la provincia andaban soldados descarriados, por las ciudades, pueblos y campos hacian muertes y robos, ensuciábanlo todo con fuerzas y deshonestidades, prestos para cualquier mal. Los jueces prestaban poco, y eran poca parte para atajar estos daños.

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Don Pedro Gonzalez de Mendoza, Gran Cardenal de España. (Silleria del coro de la catedral de Toledo).

Esto fué causa que entre las ciudades (como dijimos arriba que se hizo los tiempos pasados) se renovasen las hermandades viejas á propósito de castigar los insultos, y se ordenasen otras nuevas: para esto tenian soldados pagados con dineros que para este efecto se recogian. El inventor deste saludable consejo fué Alonso de Quintanilla tesorero mayor del rey, persona prudente y de valor. Ordenáronse muy buenas leyes para el gobierno destas hermandades, que se continuaron en su vigor por espacio de veinte años, cuando vencidos los enemigos de fuera y sosegadas las discordias de dentro, acabó la gente de sosegarse. Esto fué adelante: al presente la mayor fuerza de la guerra acudió á lo postrero de Vizcaya. En aquella parte que vulgarmente se llama Guipúzcoa, en lo postrero de España está una fortaleza contrapuesta à las fronteras de Francia, inespugnable por el sitio que tiene, y por estar rodeada de mar: llámase Fuente-Rabía: está muy fortificada de reparos á propósito de impedir las entradas de los Franceses, que muchas veces trabajan aquella comarca con sus ro

bos y correrias. Este pueblo acometieron primeramente las gentes de Francia con intento que las fuerzas del rey don Fernando al tiempo que se puso sobre el castillo de Zamora, con este ardid y astucia se divirtiesen á otra parte. Apretaron el cerco, y con la artillería (de que son grandes maestros los Franceses asi de su fundicion como de jugarla) abatieron gran parte de los adarves, con lo cual y con henchir los fosos de las piedras que de las ruinas cayeron, quedó la bateria muy llana, y la entrada muy fácil por ser pocos los de dentro, y esos con las continuas velas y trabajos muy cansados.

Visto esto, don Diego Sarmiento conde de Salinas, á cuyo cuidado estaba aquella guerra, se metió en aquel castillo para con su peligro (como lo hizo) dar ánimo á los cercados, gente que por la aspereza de los lugares ellos al tanto son de corazones fuertes, y los cuerpos muy sufridores de trabajos. Animados con tal ayuda hicieron una salida en que pasados los reparos de los enemigos, les quemaron y desbarataron todas sus máquinas. Con este tan buen principio y con nuevas gentes que les acudieron, se determinaron pelear en campo y aventurarse: el daño que hicieron no fué menor que el que recibieron, ni bastó para que el cerco se desbaratase. Esto en Vizcaya.

Por otra parte el alcázar de Madrid se tenia por el marques de Villena, y era de grande momento para aquella parcialidad: sitiáronle los moradores de aquella villa. Pedro Arias y Pedro de Toledo hombres principales en aquel pueblo apellidaron la gente, y para que tuviesen mas fuerza, la reina por una parte les envió gente de ayuda, y por otra les acudió el marques de Santillana. Por el mismo tiempo tenian puesto cerco sobre Trujillo y sobre Baeza en nombre del rey don Fernando, ciudades la una del Andalucía y la otra de Extremadura. En el marquesado de Villena Chinchilla y Almansa llamaron gente de Valencia, y se alzaron contra el marques, que fuera un daño notable, si salieran con su intento; pero él por entonces se dió tan buena maña, que los sosegó y redujo á su servicio.

Todo lo demas sucedia à los Aragoneses prósperamente, y á los Portugueses al contrario. El castillo de Zamora se rindió al rey don Fernando á diez y nueve de marzo con toda la artillería, municiones y pertrechos de guerra: ayudó mucho para salir con esto la venida de don Alonso de Aragon, por la mucha esperiencia y destreza que tenia en empresas semejantes. Esta pérdida nueva quitó el ánimo á los Portugueses en tanto grado que el principe don Juan por miedo del peligro llevó á Portugal con cuatrocientos caballos de guarda á la princesa doña Juana, causa que era de la guerra. Con otros tantos caballos partió el arzobispo de Toledo para su arzobispado: la voz era de sosegar algunos caballeros y señores que por allí andaban alborotados y trataban de reconciliarse con el rey don Fernando; la verdad, que se retiraba cansado y harto de la guerra, y por no tener esperanza de salir con la demanda.

El rey don Fernando pasó adelante en su empresa: puso cerco sobre Cantalapiedra, que es un castillo en tierra de Segovia, en que los Portugueses tenian buen número de valientes soldados. Desistió empero del cerco, y hizo treguas por espacio de medio año á condicion que restituyesen al conde de Benavente tres pueblos suyos, Villalva, Mayorga y Portillo, que él entregara los dias pasados como en rehenes por alcanzar libertad y que le soltasen. Don Rodrigo Manrique conde de Paredes se nombraba maestre de Santiago, y se apoderara de la villa de Uclés cabeza de aquella órden: tenia asimismo sitiado el castillo que se tenia por el marques de Villena. Acudieron él y el arzobispo de Toledo en socorro de los cercados: no pudieron hacer efecto, antes fueron rechazados con afrenta y peligro por el esfuerzo así del mismo don Rodrigo, como de don Jorge Manrique su hijo, mozo de prendas, y que en esta guerra dió grandes muestras de su valor. Vivió poco, que fué causa de no poder por mucho tiempo ejercitar ni manifestar al mundo sus virtudes, y la luz de su ingenio, que fué muy señalado como se referirá en otro lugar.

Desta manera se hacia la guerra por tierra en tantos y tan diferentes lugares: tampoco por el mar sosegaban; Andrés Sunier con algunas galeras aragonesas andaba haciendo daño por las riberas de Portugal. Con tantas adversidades se enflaquecieron los ánimos así del rey de Portugal como de los grandes de Castilla de su valía. No ignoraban cuan grandes fuerzas perdieran en las desgracias pasadas junto con la aficion de la gente, que era muy menor que antes. Estos reveses fueron causa á los de Castilla de aborrecer aquella milicia desgraciada, y de que la mayor parte dellos tratase de reducirse á mejor partido. El primero el duque de Arévalo por medio de Rodrigo de Mendoza, á quien dió en recompensa deste trabajo la villa de Pinto en tierra de Toledo, se reconcilió y hizo sus homenages á la reina doña Isabel

en Madrigal. Con esto en lugar del castigo que tenia merecido, le fueron hechas grandes mercedes, en particular ultra de confirmarle lo que antes tenia, hicieron que don Juan de Zúñiga hijo del duque quedase con el maestrazgo de Alcántara sobre que traia pleito con don Alonso de Monroy clavero de aquella órden. Luego despues hizo lo mismo doña Beatriz Pacheco condesa de Medellin como muger mas recatada que su hermano el marques de Villena, bien que en esto no tuvo mucha constancia.

A la misma sazon á cuatro del mes de mayo se concertó casamiento entre don Fernando nieto del rey de Nápoles, y doña Isabel hija del rey don Fernando de Castilla: señalaron por dote para la doncella docientos mil escudos que prometió el rey de Nápoles, y ciento y cincuenta mil que le prometió su padre en caso que tuviese hijo y heredero varon. La principal causa de dar orejas á este concierto fué una gran suma de dineros que ofrecieron al rey don Fernando, cosa de grande importancia para todo lo que restaba, por la gran mengua que dél tenían y estar consumidos los tesoros reales.

Todo esto movió al rey de Portugal y la fama destas trazas y ayudas, que suele de ordinario aumentarse, para que perdida la esperanza de la victoria, se resolviese de desamparar á Castilla y dar la vuelta á su reino. Remedió el daño pasado de comenzar la guerra con otro, que fué desamparar la empresa, si bien llevaba intento de buscar socorros de fuera, y procurar que gente de Francia viniese á hacer guerra en España, pues sus fuerzas no eran bastantes, y los señores sus parciales poco le podian ó querian ayudar. Antes que se resolviese en su partida, movió tratos de paz: ofrecia de poner todas estas diferencias en las manos del rey de Aragon y del arzobispo de Toledo: venia este partido y acuerdo muy tarde á tiempo que la guerra la tenian casi del todo acabada. Dejó en Toro al conde de Marialva con guarnicion de soldados; y él triste y avergonzado por tantas adversidades se partió para Portugal á trece de junio. Hiciéronle compañia algunos caballeros de Castilla resueltos de continuar en su devocion y servicio, mas por no tener esperanza de alcanzar perdon del vencedor, que por voluntad que tuviesen al portugues, ni esperanza de mejorar por aquel camino su partido.

CAPITULO XII.

El rey de Portugal se partió para Francia.

Cox la ida del rey de Portugal y su salida de Castilla sus cosas se fueron mas empeorando.

En lo de Ruysellon y Cerdania andaban los Franceses alterados sin respeto de la confederacion y treguas que tenian asentadas. Pasaron tan adelante que forzaron á que se les rindiese Salsas, que es un castillo muy fuerte contrapuesto á Narbona, como baluarte de España contra los intentos y fuerzas de Francia: pusieron otrosí cerco en el principado de Ampurias sobre un pueblo llamado Lebia. Allegóse á esto otra grande incomodidad de que fueron causa los mismos naturales, y fué que los soldados de Luis Mudarra, que sirvieron muy bien en el cerco de Perpiñan, se amotinaron no con voluntad de hacer daño, sino porque no les daban las pagas que les debian de muchos meses. Apoderáronse de muchos lugares, y comenzaron por su parte á hacer guerra como si enemigos fueran; en lo cual se temia otro peligro, no se concertasen con los Franceses y se aviniesen con ellos.

No se pudo esta tempestad sosegar antes que los que se hallaban por la parte del rey en la ciudad de Lérida, con prendas y bastante caucion que les dieron, los aseguraron que en breve les sería pagado todo lo que les debian. Con esto se sosegaron aquellos soldados; pero no podian impedir las correrias de Franceses por tener gastadas las fuerzas y el rey de Arasy gon hallarse muy lejos, es á saber en Navarra, ca las revueltas de aquellas parcialidades no aflojaban en manera alguna: llevaban en estas reyertas lo mejor los Biamonteses por estar apoderados de Pamplona cabeza del reino, y tener cercada á Estella. Favorecia este bando el rey don Fernando, de que mucho se sentia su padre, y era menester proveer que no se abriese entrada por aquella parte á los Franceses, y se despertase y revolviese otra nueva tempestad. Persuadíase aquella gente que la princesa doña Leonor y su padre el rey de Aragon traían tratos para entregar el reino de Navarra al rey don Fernando, y excluir á Francisco Phebo, bijo (como se ha dicho) de Gaston conde de Fox, y nieto de la misma infanta doña Leonor.

Para sosegar estas alteraciones, y por el peligro que corria Fuente-Rabía, pasó el rey don Fernando á Vizcaya: para acudir á lo de Fuente-Rabía pretendia juntar socorros, y

una armada de que dió cargo á D. Ladron de Guevara persona de mucha nobleza; para asentar lo de Navarra envió á suplicar á su padre se allegase á la ciudad de Victoria, que deseaba verse con él. Habíase quedado la reina doña Isabel en Tordesillas, villa puesta á la ribera de Duero y á propósito para impedir las correrías que hacian los Portugueses de Toro. Hallábase allí don Alonso de Aragon su cuñado con trecientos hombres de á caballo: pretendia le restituyesen el maestrazgo de Calatrava, que le quitaron los años pasados. No tenia mucha esperanza de salir con esta pretension, por no querer los reyes desabrir á los dos hermanos Girones à quien poco antes perdonáran.

Cansado pues don Alonso, con tardanza tan larga, aunque era entrado en edad, se casó con Leonor de Soto, dama de la reina, de quien andaba enamorado: para hacello alcanzó dispensacion del papa del voto de castidad, con que como maestre de aquella órden estaba ligado. Para el sosiego de Castilla era esto muy a propósito por cesar con tanto aquella su pretension tan fuera de sazon: al rey de Aragon su padre dió tal pesadumbre que le quitó á Ribagorza y á Villahermosa, y las dió en su lugar á don Juan hijo bastardo del mismo don Alonso: estados que pretendia ser suyos don Jaime de Aragon, como pertenecientes á su padre don Jaime y á su abuelo don Alonso duque de Gandía. No tenia esperanza que le harian justicia y razon: como se adelantase á valerse de las armas sobre el caso, perdió la pretension con la vida que en castigo del desacato le quitaron: tal fué el pago que se dió á los servicios de sus antepasados.

Los ciudadanos de Segovia se alborotaron á la misma sazon, y con las armas acudieron á cercar el alcázar en que tenian la hija de los reyes la princesa doña Isabel, y aun corria fama que le habian tomado. El movedor deste alboroto fué Alonso Maldonado por el desabrimiento que tenia con don Andrés de Cabrera que le quitó la tenencia de aquel alcázar. Ayudabanle para esto don Juan Arias obispo de aquella ciudad, y un ciudadano principal llamado Luis de Mesa. Acudió con presteza la reina doña Isabel no mas por el cuidado en que le ponia su hija, que por no perder aquella fuerza tan importante: con su venida todo se sosegó; algunos de los alborotadores huyeron, de otros se hizo justicia.

Sucedió esto por el mes de agosto, en el cual mes el rey de Aragon como se hobiese hasta entonces detenido por un pie que tenia malo, al fin llegó á Victoria. Ningun dia tuvo aquel viejo mas alegre en su vida: parecíale no le quedaba que desear mas, pues llegara á ver su hijo rey de Castilla, de donde él fuera antes echado con deshonra y afrenta, y despojado de todos sus bienes. «Santos (dijo) bienaventurados, no permitais que dia tan alegre » como este y tan sereno le escurezca algun nublado ó algun desastre le enturbie; y porque >> la prosperidad cuando encumbra suele volver atrás y mudarse, otorgadme, si yo he co>metido algun pecado y le quereis castigar, que en particular yo sienta esta mudanza, y no >> padezcan ni los vasallos ni mis hijos muy amados alguna calamidad.» Dichas estas palabras con muchas lágrimas que le bañaban el rostro, juntamente abrazó á su hijo y le dió paz. Dióle en todo el primer lugar: no consintió que le besase la mano, si bien él acometió á hacello como era razon, antes le llevó á su mano derecha, y le acompañó hasta su posada; en todo esto se tuvo respeto á la dignidad, preeminencia y magestad de Castilla.

Hallóse presente la infanta doña Leonor, gran parte deste agradable espectáculo y de la comun alegría y fiesta. Consultaron entre si sobre las cosas del gobierno y que á todos tocaban; y aun escriben que el rey de Aragon estuvo determinado de renunciar en su hijo la corona de Aragon. Hacen esto verisímil su larga edad, y el deseo que tenia de descansar; dicen empero que desistió deste propósito por no estar las cosas de Castilla de todo punto sosegadas; en especial que Colora, general que era de una armada francesa, despues que acometió las marinas de Vizcaya y las de Galicia, era pasado á Portugal con intento de llevar en aquella flota al rey de Portugal á Francia, que en Lisboa donde estaba, se aprestaba de todo lo que era necesario para aquel viage.

Cuando todo estuvo á punto se embarcó: pasó primero en Africa para dar calor á aquella conquista y afirmar aquellas plazas que alli tenia. Iban con él dos hermanos del duque de Berganza, el conde de Penamacor su gran privado y el prior de Ocrato. Acompañóle otrosi Juan Pimentel hermano del conde de Benavente: llevaba dos mil y quinientos soldados para dejallos de guarnicion en Tánger y en Arcilla. En Ceuta se tornó á hacer á la vela; llegó á Colibre por el mes de setiembre, puerto que se tenia por Francia; dende fué á Perpiñan y á Narbona, que le recibieron con aparato real. Con su venida se avivó la guerra de Ruysellon por entrambas las partes: los de Aragon recobraron la villa de S. Lorenzo, los France

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