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Esta desgracia tan señalada, que sucedió el año de 1275 por el mes de mayo, causó gran tristeza en todo el reino no tanto por el daño presente cuanto por el miedo de mayor peligro que amenazaba. Algun consuelo y principio de mejor esperanza fué que el bárbaro, aunque victorioso y feroz, no se pudo apoderar de la ciudad de Ecija; pero sucedió otra nueva desgracia. Esta fué que don Sancho arzobispo de Toledo con el triste aviso desta jornada, juntado que hobo toda la caballería que pudo en Toledo, Madrid, Guadalajara y Talavera, se partió á gran priesa para el Andalucia. Los Moros de Granada talaban los campos de Jaen, robaban los ganados, mataban y cautivaban hombres, ponian fuego á los poblados, finalmente no perdonaban á cosa ninguna que pudiese dañar su furor y saña. A estos pues procuró de accmeter el arzobispo con mayor osadía que consejo: herviale la sangre con la mocedad: deseaba imitar la valentía del rey su padre: pretendia quitar á los Moros la presa que llevaban y dado que los mas cuerdos eran de parecer que debian esperar á don Lope de Haro, que sabian marchaba á toda furia y en breve llegaria con buen escuadron de gente; que no era justo ni acertado acometer con tan poca gente todo el ejército enemigo; prevaleció el parecer de aquellos que decian, si le esperaban, á juicio de todos seria suya la gloria de la victoria.

So color de honra buscaron su daño: trabada la batalla, que se dió cerca de Martos á los veinte y uno de octubre, fácilmente fueron los fieles vencidos asi por ser menos en número, como por ser soldados nuevos, los Moros muy ejercitados en el arte militar. La huida fué vergonzosa; los muertos pocos para victoria tan señalada. Prendieron al arzobispo don Sancho, y como quier que hobiese diferencia entre los bárbaros sobre de cual de los reyes seria aquella presa, y estuviesen á punto de venir á las manos, Atar señor de Málaga con la espada desnuda le pasó de parte á parte diciendo: «No es justo que sobre la cabeza deste perro >> haya contienda entre caballeros tan principales.» Muerto que fué, le cortaron la cabeza, y la mano izquierda en que tenia el anillo pontifical. Este estrago fué tanto de mayor compasion y lástima que pudieran los bárbaros ser destruidos en aquella pelea, si los nuestros tuvieran un poco de paciencia, y no fueran tan amigos de su honra; porque don Lope de Haro sobrevino poco despues, y con su propio escuadron volvió á la pelea, y con maravillosa osadia forzó los Moros á retirarse, pero no pudo vencellos á causa de la escuridad de la noche que sobrevino.

El cuerpo, mano y cabeza del arzobispo don Sancho, todo rescatado á precio de mucho oro, enterraron en la capilla real de Toledo titulo de santa Cruz, en que estaban sepultados el emperador don Alonso y su hijo don Sancho el deseado. Sucedióle don Hernando abad de Covarruvias en el arzobispado; y amovido este á cabo de seis años por mandado del padre santo, que nunca quiso confirmar ni aprobar esta eleccion, ántes él mismo renunció el arzobispado, sucedió en la silla de Toledo por eleccion del papa don Gonzalo segundo deste nombre, que primero fué obispo de Cuenca y despues de Burgos. Este dicen que fué cardenal y Onuphrio lo afirma: en santa Maria la Mayor en Roma hay un sepulcro de mármol, suyo segun se dice, con esta letra.

HIC DEPOSITUS FUIT QUONDAM DOMINUS GONSALVUS
EPISCOPUS ALBANENSIS. OBIIT ANO DOMINI

M. CC. LXXXXVIIII.

Quiere decir: Aqui yace don Gonzalo obispo que ya fué Albanense. Finó año del señor mil y docientos y noventa y nueve: fué natural de Toledo, del linage de los Gudieles á lo que se entiende.

El año en que vamos, por estos desastres aciago, le hizo mas notable la muerte del infante don Fernando: murió de enfermedad en Villa-Real por el mes de agosto. Iba á la guerra de los Moros, y esperaba en aquella villa las compañías de gente que se habian levantado, cuando la muerte le sobrevino. No es menos sino que todo el reino sintió mucho este desman y faltas, endechas y lutos asaz: su cuerpo enterraron en las Huelgas. Su muerte causó al presente gran tristeza, y adelante fué ocasion de graves discordias, como quiera que el infante don Sancho su hermano porfiase que le venia a él la sucesion del reino por ser hijo segundo del rey don Alonso que todavia vivia: si bien don Fernando dejó dos hijos de su muger la infanta doña Blanca, llamados don Alonso y don Fernando, encarecidamente encomendados al tiempo de su muerte à don Juan de Lara, que fué hijo mayor de don Nuño de Lara. El infante don Sancho como mozo que era, de ingenio agudo y de grande industria para cualquier cosa que se aplicase, en aquel peligro de la república se hizo capitan contra los Moros, y con su valor y diligencia refrenó la osadía de los enemigos. Puso guarniciones en 8

TOMO II.

muchos lugares; y escusó la pelea con intento que el ímpetu con que los bárbaros venian, se fuese resfriando con la tardanza, que fué un consejo saludable. Tambien se alteraron los Moros de Valencia, que nunca fueron fieles; (2) y entonces perdido el miedo por la vejez del rey don Jaime, y llenos de confianza por lo que pasaba en el Andalucía, al principio de aquella guerra se estuvieron quedos y á la mira de lo que sucedia: como supieron que los suyos vencian, se resolvieron juntar con ellos sus fuerzas, y á cada paso en tierra de Valencia se hacian conjuraciones de Moros, si bien don Pedro infante de Aragon por mandado de su padre era ido con un escuadron de soldados á las fronteras de Murcia, y destruian los campos de Almeria con quemas y robos.

Las cosas de los Navarros no andaban mas sosegadas en aquel tiempo. Como Philipe rey de Francia hobiese concertado á doña Juana heredera de aquel reino con su hijo Philipe, que le sucedió despues y tuvo sobrenombre de Hermoso, envió por virrey de Navarra á Esteban de Belmarca de nacion francés, quitado aquel cargo à Pedro de Montagudo. No tenia bastante autoridad un hombre forastero para apaciguar los alborotos que andaban, y aquellas parcialidades tan enconadas; mayormente que Pedro de Montagudo movido de la afrenta que se le hizo en removelle del gobierno, y García Almoravides que siempre se mostró aficionado á los reyes de Castilla, se declararon por caudillos de los alborotados. Dentro de la misma ciudad de Pamplona se trabaron pasiones, y vinieron a las manos el un bando con el otro. La porfia y crueldad fué tal que se quemaban las mieses, y batian á las paredes los hijos pequeños con mayor daño del bando que seguia á los Franceses. Al mismo Pedro de Montagudo, que pasado el primer desgusto, inclinaba al bando francés, y que hora fuese por desco de quietud, hora á persuasion de otros, ya tenia pensado de pasarse á su parte; como lo entendiesen los del bando contrario, le mataron. Indigno de tal desastre por sus muchas virtudes, de que ningun ciudadano de su tiempo era mast adornado: varon noble, rico, de buena presencia, prudente, y de grandes fuerzas corporales.

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Del libro de las Cantigas á que hemos hecho referencia en otra nota trasladamos este dibujo que no solo muestra los trages del pueblo en el siglo XIII. sino el entusiasmo que ya en aquella época escitaba la diversion de toros. (2) Los mas revoltosos fueron echados de Valencia en el año 1247, en número de cien mil personas.

CAPITULO II.

De la muerte del rey don Jaime de Aragon.

EL año siguiente, que del nacimiento de Cristo se contaba 1276, fué señalado por la muerte de tres pontifices romanos: estos fueron Gregorio décimo, Inocencio quinto y Adriano quinto. El pontificado de Inocencio fué muy breve, es á saber de cinco meses y dos dias. El de Adriano de solos treinta y siete dias, en cuyo lugar sucedió Juan vigésimo-primero deste nombre, natural de Lisboa, hombre de grande ingenio: de muchas letras y doctrina, mayormente de dialéctica y medicina, como dan testimonio los libros que dejó escritos en nombre de Pedro Hispano, que tuvo antes que fuese papa. Hay un libro suyo de Medicina, que se llama Tesoro de pobres. Su vida no fué mucho mas larga que la de sus antecesores. A los ocho meses y ocho dias de su pontificado en Viterbo murió por ocasion que el techo del aposento en que estaba se hundió. Sucedióle Nicolao tercero natural de Roma, y de la casa Ursina. En este mismo tiempo en Castilla se abrian las zanjas y echaban los cimientos de guerras civiles que mucho la trabajaron. Fué asi que el infante don Sancho grangeaba con diligencia las voluntades de la nobleza y del pueblo: usaba de halagos, cortesia y liberalidad con todos, como quiera que todo esto faltase en el rey su padre, por do el pueblo habia comenzado á desgraciarse. Aumentó este disgusto la jornada de Francia tan fuera de sazon y propósito; y casi siempre acontece que á quien la fortuna es contraria, le falta el aplauso de los hombres.

Deseaba el vulgo novedades, y juntamente (como acontece) las temia: algunos de los principales à punto de alborotarse, otros por ser mas recatados se entretenian, disimulaban y estaban á la mira. Don Lope de Haro, que era de tanta autoridad y prendas, se habia reconciliado en Córdova con el infante don Sancho: con los Moros, cuya furia algun tanto aman saba, se asentaron treguas por espacio de dos años; el rey de Marruecos hecho este concierto desde Algecira, do tenian sus reales y su gente, pasó en Africa. Don Sancho á gran priesa se fué á Toledo con color de visitar al rey su padre, que poco antes de Francia por el camino de Valencia y de Cuenca era llegado á aquella ciudad, fuera de que publicaba tener negocios del reino que comunicar con él. Esta era la voz: el cuidado que mas le aquejaba, era de asentar el derecho de su sucesion, que pretendia encaminar con voluntad de su padre y de los grandes. Comenzóse á tratar este negocio: encargóse don Lope de Haro de dar principio á esta prática que dió mucho enojo al rey don Alonso: llevaba mal se tralase en su vida tan fuera de sazon de la sucesion del reino, junto con que se persuadia que conforme à derecho sus nietos no podian ser excluidos, y por el amor que en particular les tenia, pesábale grandemente que se tratase de hacer novedad. Mas por consejo del infante don Manuel su hermano, ya grande amigo de don Sancho, se determinó que se llamasen y juntasen cortes en Segovia, con intento que allí se determinase esta diferencia. Tratóse el negocio en aquellas cortes, y ventiladas las razones por la una y por la otra parte, en fin se vino á pronunciar sentencia en favor de don Sancho: si con razon y conforme á derecho, ó contra él, no se sabe, ni hay para que aquí tratallo. Lo cierto es que prevaleció el respeto del procomun y el deseo del sosiego del reino. Todos se persuadian que si don Sancho no alcanzára lo que pretendia, no reposaria ni dejaria á los otros que reposasen. Su edad era á propósito para el gobierno, su ingenio, industria y condicion muy aventajadas: el amor que muchos le tenian, grande, su valor muy señalado. Esto pasaba en Castilla.

En Aragon el rey don Jaime usaba de toda diligencia para sosegar el alboroto de los Moros, si pudiese por maña, y si no por fuerza. Con este intento discurria por las ciudades, villas y lugares del reino de Valencia: hobo en diversas partes muchos encuentros; cuando los unos vencian, cuando los otros. En particular al tiempo que el rey estaba en Játiva, los suyos fueron destrozados en Luxen el estrago fué tal y la matanza que desde entonces comenzó el vulgo á llamar aquel dia, que era martes, de mal aguero y aciago. Murió en la batalla Garci Ruyz de Azagra hijo de Pedro de Azagra señor de Albarracin, noble principe en aquel tiempo: fué preso el comendador mayor de los Templarios. La causa principal de aquel daño fué el poco caso que hicieron del enemigo: cosa que siempre en la guerra es muy perjudicial. El rey por la tristeza que sintió de aquella desgracia, y por tener ya quebrantado el cuerpo con los muchos trabajos, á que se llegó una nueva enfermedad que le sobrevino, dejó el cuidado de la guerra al infante don Pedro su hijo, y él se fué á Algecira,

que es una villa en tierra de Valencia. Allí aquejado del mal y desafiuciado de los médicos, entregó de su mano el reino á su hijo que presente estaba: dióle asimismo consejos muy saludables para saberse gobernar. Esto hecho, él se vistió el hábito de S. Bernardo con intento de pasar lo que le quedaba de vida en el monasterio de Poblete, en que queria ser enterrado. No le dió la dolencia tanto lugar, falleció en Valencia á veinte y siete de julio: príncipe de renombre inmortal por la grandeza de sus hazañas, y no solo valiente y esforzado, sino de singular piedad y devocion, pues afirman dél edificó dos mil iglesias: yo entiendo que las hizo consagrar ó dedicar conforme al rito y ceremonia cristiana, y de mezquitas de Mahoma las convirtió en templos de Dios.

En las cosas de la guerra se puede comparar con cualquiera de los famosos capitanes antiguos treinta veces entró en batalla con los Moros, y siempre salió vencedor, por donde tuvo sobrenombre y se llamó el rey don Jaime el Conquistador. Reinó por espacio de sesenta y tres años: fué demasiadamente dado á la sensualidad, cosa que no poco escureció su fama. De la reina doña Violante tuvo estos hijos: don Pedro, don Jaime, don Sancho el arzobispo ya muerto, doña Isabel reina de Francia, doña Violante reina de Castilla, doña Constanza muger del infante don Manuel; otras dos hijas, Maria y Leonor, murieron niñas: todos estos fueron hijos legitimos. De doña Teresa Egidia Vidaura tuvo á don Jaime señor de Exerica, y á don Pedro señor de Ayerve. que à la muerte declaró por hijos legitimos, y llamó á la sucesion del reino caso que los hijos de doña Violante no tuviesen sucesion.

De otra muger de la casa de Antillon hobo á Fernan Sanchez, el que arriba contamos que fué muerto por su hermano. Deste decienden los de la casa de Castro, que se llamaron así á causa de la Baronia de Castro, que tuvo en heredamiento. De Berenguela Fernandez dejó otro hijo llamado Pero Fernandez, á quien dió la villa de Hijar: de todos decendieron muy nobles familias en el reino de Aragon. Lo que mas es de considerar que en la sucesion del reino sustituyó los hijos varones de doña Violante, doña Constanza y doña Isabel sus hijas despues de los cuatro hijos arriba nombrados, y declarados por legitimos; pero con tal condicion que ni sus madres ni ninguna otra muger pudiese jamás heredar aquella corona. Dejó mandado a su hijo echase los Moros del reino por ser gente que no se puede jamas fiar dellos mandamiento que si en aquella edad, y aun en la nuestra y de nuestros padres se hobiera puesto en ejecucion, se escusaran muchos daños, porque la obstinacion desta gente no se puede vencer ni ablandar con ninguna arte, ni su deslealtad amansar con ningunas buenas obras: no hacen caso de argumentos y razones, ni estiman la autoridad de nadie.

El infante don Pedro dado que su padre era muerto, no se llamó luego rey: solo se nombraba heredero del reino en sus provisiones y cartas hasta tanto que se coronase, que se hizo en Zaragoza despues de apaciguados los alborotos de Valencia, y fué à diez y seis de noviembre: esta honra se guardó para aquella nobilísima y hermosísima ciudad: la reina tambien fué coronada, y los caballeros principales, hecho su pleito homenage, juraron á don Alonso su hijo, que entonces era niño, por heredero de aquellos estados. A don Jaime hermano del nuevo rey se dieron las islas de Mallorca y Menorca con título de rey, como su padre lo dejó mandado en su testamento, y como arriba queda dicho que lo tenia determinado: diéronle otrosi el condado de Ruysellon y lo de Mompeller en Francia. Tuvo este príncipe por hijos á don Jaime, don Sancho, don Fernando, don Felipe. Esta division del reino fué causa de desabrimientos y sospechas que nacieron entre los hermanos, que adelante pararon en enemistades y guerras. Quejábase don Jaime que le quitaron el reino de Valencia, del cual le hizo tiempo atrás donacion su padre, y que por el nuevo corte que se dió, quedaba por feudatario y vasallo de su hermano, cosa que le parecia no se podia sufrir: su cólera y su ambicion sin propósito le aguijonaban, y aun le despeñaban sin reparar hasta tanto que le despojaron de su estado.

CAPITULO III.

Que las discordias de Navarra se apaciguaron.

Lo de Navarra no andaba mas sosegado que las otras partes de España, antes ardia en alborotos y discordias civiles: cada cual acudia al uno de los bandos. Philipo rey de Francia como se viese encargado de la defensa y amparo del nuevo reino, determinó de ir en per

sona à sosegar aquellas revueltas con mucha gente de guerra que consigo llevaba. Era el tiempo muy áspero, y las cumbres del monte Pirineo por donde era el paso, cargadas y cubiertas de nieve: allegábase á esto la falta de los bastimentos á causa de la esterilidad de la tierra. Movido por estas dificultades él se volvió del camino, envió en su lugar á Carlos conde de Arras con la mayor parte y mas escogida de su gente. Era este caballero persona de grande autoridad por ser tio de la reina Juana: así con su llegada hizo mucho efecto. El bando contrario maltratado por los Franceses, junto á un pueblo llamado Reniega, se retiró á un barrio de Pamplona que se llama Navarreria: íbanles los Franceses á los alcances y apretábanles por todas partes. Por esto García de Almoravides caudillo de aquella gente, y en su compañía sus parientes y aliados con la escuridad de la noche por entre las centinelas contrarias se fueron por la parte que cada cual pudo por poblados y despoblados, y se salieron de toda la tierra. Algunos dellos fueron á parar á Cerdeña, en que por haber hecho alli su morada hay generacion dellos el dia de hoy. Pamplona fué tomada de los enemigos, y le echaron fuego. Los que quedaron despues deste estrago escarmentados con el ejemplo de los otros tuvieron por bien de sosegarse: otros acusados por rebeldes y alborotadores del reino, llamados, como no compareciesen, fueron en ausencia condenados de crimen læsæ majestatis, y se ausentaron de su patria.

El general francés, apaciguada que fué la discordia de los Navarros, y fundada la paz de la república, pasó en Castilla al llamado del rey don Alonso, y dél fué muy bien recebido y tratado magnifica y espléndidamente, como pariente muy cercano que era. Con la mucha familiaridad y conversacion el rey don Alonso se adelantó a decir que no le faltaban à él cortesanos de la misma casa del rey de Francia, que le diesen aviso y descubriesen los secretos del rey y de sus grandes. Esto quier fuese verdad, ó fingido para tentar el ánimo del francés, el lo tomó tan de veras que desde entonces Broquio camarero del rey de Francia comenzó á ser tenido por sospechoso. Acrecentaron la sospecha unas cartas suyas que enviaba al rey don Alonso en cifra, que vinieron en poder de los que le calumniaban, por haberse muerto en el camino el correo que las llevaba. Pasó el negocio tan adelante que fué condenado en juicio y pagó con la cabeza; pero esto avino algun tiempo adelante.

Doña Violante reina de Castilla como viese que la edad de sus nietos (que ella mucho queria) era menospreciada, y que anteponian á don Sancho, y que ella no estaba muy segura (en tanta manera pervierte todos los derechos la execrable codicia de reinar) pensó de huirse: con este intento hizo que el rey de Aragon su hermano viniese al monasterio de Huerta so color de querelle alli hablar. Acompañaban á la reina sus nietos por manera de honralla, y así con ellos se entró en Aragon: procuró de estorbárselo el rey don Alonso desque supo lo que pasaba, pero fué por demas. El pesar que con esto recibió, fué tal y el coraje que ninguna pérdida suya ni de su reino le pudiera entristecer mas. El enojo y saña del rey se volvió contra aquellos que creyó ayudaron y tuvieron parte en la partida de la reina: mandó prender en Burgos, donde el rey y don Sancho eran idos de Segovia, al infante don Fadrique su hermano, y á don Simon Ruiz de Haro señor de los Cameros, varon de alto linage y de muy antigua nobleza. Ardia la casa real y la córte en discordias, y eran muchos los que favorecian á los nietos del rey. Simon Ruiz fué quemado en Treviño por mandado de don Sancho: à don Fadrique hizo cortar la cabeza (1) en Burgos con grande ódio del nuevo principado, pues eran estas las primeras señales y muestra que daba, mayormente que sin ser oidos los condenaron.

Los mas estrañaban este hecho, conforme como á cada cual le tocaban los muertos en parentesco ó amistad, pero el ódio estaba secreto y disfrazado con la disimulacion. Enviáronse embajadores el un rey al otro el rey de Castilla pedia que se le enviase su mujer, y que aprobase la eleccion de don Sancho; escusábase el rey de Aragon con que no estaba aun del todo determinado el negocio, y alegaba que en su reino tenian refugio y amparo cuantos á él se acogiesen, cuanto mas su misma hermana. Pasaron tan adelante que hobiera el de Aragon movido guerra á Castilla (como algunos pensaban) si la rebelion de los Moros de Valencia no le embarazára; los cuales, confiados en la venida del rey de Marruecos, con las armas se apoderaron de Montesa; pero estos movimientos tuvieron mas fácil fin de lo que se pensaba. Los Moros despedidos de la esperanza del socorro de Africa que esperaban, entregaron al rey el mes de agosto año de nuestra salvacion 1277 á Montesa y otros muchos castillos que tomaran.

(1) Segun la crónica fué ahogado y Ferreras dice que los ministros lo quemaren dentro de su casa.

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