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yes de Nápoles, y á don Alonso de Silva hermano del conde de Cifuentes y clavero de Calatrava despachó para Francia con intento de divertir aquel rey del propósito que tenia, y avisalle que si otra cosa hiciese, él no podia desamparar á sus deudos y aliados.

Todo esto pasó al principio del año de nuestra salvacion de 1494, cuando los reyes don Fernando y doña Isabel, que hasta entonces se habian entretenido en Aragon, de Zaragoza do estaban partieron para Tordesillas, y desde allí pasaron á Valladolid y à Medina del Campo alli les llegó aviso que el rey don Fernando de Nápoles era pasado desta vida. Falleció á veinte y cinco de enero cargado de años y cuidadoso del remate de aquella guerra: desgraciado por una parte á causa del peligro en que dejaba sus cosas ocasionado principalmente de su áspera condicion, por otra parte dichoso por no haber visto echado por tierra aquel su reino poco antes muy florido y muy rico. Sucedióle don Alonso su hijo en ninguna cosa mas agradable á sus vasallos que lo fué su padre. Coronóle el cardenal Juan de Borgia, al cual el papa su tio para este efecto envió por su legado á Nápoles.

Asimismo el papa este año concedió por su bula á los reyes de Castilla perpetuamente las tercias no solo de Castilla y de Leon sino tambien del nuevo reino de Granada con condicion que se gastasen en la guerra contra los Moros. En Tordesillas á siete del mes de junio se tomó asiento sobre la diferencia que tenian Castilla y Portugal en sus navegaciones de las Indias, de tal manera que la conquista y descubrimiento de los Castellanos comenzase treinta y seis grados mas adelante de Lisboa hacia el poniente: desde allí todo el medio mundo hácia levante perteneciese á Portugal, como queda arriba tocado. Asímismo en la conquista de Africa sobre que tenian tambien diferencia, se dió traza por este tiempo que la conquista del reino de Fez, perteneciese à Portugal, y á Castilla la del reino de Tremecen; si bien no se señaló la línea por do se dividiesen, que fué ocasion de nuevos debates.

JUNTABA

CAPITULO VII

Que el rey de Francia se apoderó del reino de Nápoles.

UNTABA el rey de Francia todas sus fuerzas resuelto de pasar en persona á Italia: hacíase la masa del ejército en Leon de Francia. Acudió allí desde Ostia, do por miedo del papa estaba retirado, el cardenal de S. Pedro para dar calor á aquella empresa. Por el contrario don Alonso de Silva conforme al órden que llevaba, hizo de parte de su rey sus protestaciones para que no pasasen adelante; sin embargo el Francés, dejando por gobernador de Francia á Pedro duque de Borbon su cuñado, partió con toda su gente de aquella ciudad un martes á veinte y dos de julio: llevaba en su compañía toda la nobleza de Francia. El ejército era de hasta veinte mil infantes y cinco mil caballos: para pagar esta gente tomó dineros prestados de los señores, demas de ciento y cincuenta mil francos que recibió de un cambio Ginovés: pequeña suma para gastos, é intentos tan grandes.

Acometió el rey don Alonso á alterar el estado de Génova con una gruesa armada que envió para este efecto, y por almirante á su hermano don Fadrique: por tierra despachó á su hijo el duque de Calabria para que hiciese la guerra en las tierras de Milan. Todo le sucedió al revés, porque don Fadrique no hizo cosa de momento, y al de Calabria no dejaron pasar de la Romaña las gentes de Francia y de Milan que acudieron á estorballe el paso. El rey de Francia no paró hasta que por sus jornadas pasó los Alpes, y llegó á la ciudad de Aste á nueve de setiembre, principio del estado de Milan, y sujeta al duque de Orliens, que entre los demas iba á aquella empresa, y pretendia tener derecho muy cierto á todo aquel estado. Andaba el embajador de España don Alonso en aquella corte muy desfavorecido y mal mirado, tanto que en Viena de Francia le mandaron despedir; pero él pasaba por todo con gran disimulacion como persona que era muy sagaz, puesto que pasaron tan adelante que en la ciudad de Aste no le dieron aposento, y le fué forzado salirse de aquella córte, y partirse para Génova; desde do trató con Luis Esforcia, que ya comenzaba á estar arrepentido de lo hecho, que se confederase con el rey Católico con intencion que le dió de que una de las infantas casaria con su hijo mayor, atento que no podian casar con otros príncipes por el asiento que se puso con Francia.

Cebóse Luis Esforcia tanto con esta plática que desde entonces se resolvió en mudar partido, dado que acudió á Aste para festejar al rey de Francia, y le dió cantidad de dinero para el sueldo de la gente de guerra. Con tanto y con dejar en Aste al duque de Orliens,

que pretendia aprovecharse de aquella buena ocasion para apoderarse del estado de Milan, el rey pasó con su gente à Pavia: allí visitó al duque Juan Galeazo que se hallaba muy al cabo de una grave enfermedad, y era su primo hermano: porque las madres de los dos eran hermanas, hijas de Luis duque de Saboya. Partido el rey la vía de Placencia, falleció el duque á veinte y uno de octubre con claras señales del veneno que le dieron: cosa que, fuese verdad ó mentira, aumentó en gran manera el ódio que tenian contra su tio. Todos condenaban y maldecian un caso lan atroz, pues no contento con habelle quitado el estado le despojó de la vida con tanta crueldad.

Llegó el rey de Francia á Placencia el mismo dia que murió el duque, y en su compañía el mismo Luis Esforcia; mas sabida la muerte de su sobrino, á la hora dió la vuelta á Milan. Allí públicamente y sin ningun empacho tomó el nombre é insignias de duque de aquella ciudad, sin embargo que su sobrino dejaba un hijo de cinco años llamado Francisco Esforcia, y otras dos hijas, y la muger preñada. Cuán poderosa es y perjudicial la desenfrenada codicia de mandar ! todo lo atropella sin tener temor de Dios, ni vergüenza de las gentes, en tanto grado que el mismo dia escribió al rey don Alonso sobre la muerte de su sobrino, en que le avisaba que la nobleza y pueblo de Milan le habian forzado á llamarse duque: que entendia le daria esta nueva contento, pues sabia con cuanta voluntad acudiria á las cosas suyas y de aquel reino.

De Placencia pasó el rey á Toscana : acudíanle de todas partes embajadores, en particuar los Venecianos le enviaron los suyos para ofrecelle toda buena amistad; y el papa le envió por su legado al cardenal de Sena que llegó hasta Pisa, pero el rey no le quiso ver. Los Florentines despacharon á Pedro de Médicis para el mismo efecto, el cual como sin guardar la comision que llevaba, concertarse de entregar al francés á Sarazana, Sarazanela y á Piedra Santa, fuerzas que tenia aquella señoria en el Apenino, y los castillos de Pisa y de Liorna, con otras cargas muy graves; fué tan grande la indignacion del pueblo que le desterraron á él y á sus hermanos el cardenal Juan de Médicis y Julian con tan grande furia que pusieron á saco sus casas, y les confiscaron sus bienes que eran muy grandes.

Llegó el rey á Pisa, donde se detuvo algunos dias, y á instancia de los ciudadanos dió libertad á aquella ciudad, y la sacó de la sujecion de Florentines en que la tenian de muchos años atrás. En Florencia hizo su entrada el mismo dia que Pico Mirandula falleció en ella en edad de treinta y cuatro años: persona de raro ingenio y excelente erudicion, por donde le dieron renombre de Fenix. Concertóse el rey con los Florentines en que acabada aquella guerra le restituiria sus fortalezas, y que ellos por contemplacion suya perdonarian á Pedro de Médicis y á sus hermanos, y para el gasto de la guerra contribuirian con ciento y veinte mil florines.

Estaba á la sazon Roma muy alborotada, los cardenales poco conformes, la nobleza dividida porque Próspero y Fabricio Colona seguian el partido de Francia, y Virginio Ursino el de Nápoles, y los Coloneses junto con el cardenal Ascanio Esforcia se habian los dias pasados apoderado de la ciudad de Ostia, por donde tenian á Roma puesta en grande aprieto y falta de bastimentos, que no le podian entrar por el mar. Todos tenian entendido que el papa se concertaria con el rey de Francia, ó que pretendia salirse de Roma: por esto el pueblo comenzó á alterarse, y el papa fué forzado en consistorio á desengañar los cardenales y caballeros romanos con decilles que su intento era favorecer la justicia, y si el rey de Francia porfiase á entrar con el ejército en Roma, hacelle rostro y defendérselo hasta morir en la demanda. Todas sus razones eran de poco momento para animar la gente, que tenian atemorizada las nuevas que cada dia venian de la llegada del rey, y de los pueblos de la iglesia de que los Franceses continuamente se apoderaban.

El mismo pontifice visto que no era parte para defender la entrada á enemigo tan poderoso ni con sus fuerzas, ni con las de Napoles, dado que don Fernando duque de Calabria estaba á la sazon aposentado en el Burgo con buen número de gente, despedido el duque porque no le fuese hecho algun agravio, se retiró al castillo de Santangel. Finalmente el rey con toda su gente entró en Roma postrero de diciembre, principio del año 1495 con grandes demostraciones que todo aquel pueblo y aun algunos de los cardenales hicieron de alegría y contentamiento. Aposentóse en el palacio de S. Marcos.

En esta sazon el cardenal de España don Pedro Gonzalez de Mendoza falleció en Guadalajara á once dias del mes de enero en edad de sesenta y siete años y tres meses; persona de mucha nobleza y partes aventajadas, y que todo el tiempo que vivió tuvo gran mano en el

gobierno del reino. En vida edificó un colegio en Valladolid: en su testamento mandó se fundase a sus espensas un hospital en Toledo y le nombró por su heredero; el título de ambas fábricas, de Sta. Cruz. Vacó por su fin la iglesia de Toledo. Quisiérala el rey para don Alonso su hijo arzobispo de Zaragoza: la reina no vino en ello: ofrecióla al doctor Pedro de Oropesa del su consejo, persona de virtud muy aventajada, natural de Torralva aldea de Oropesa; no acepto por mucha instancia que sobre ello le hicieron. Finalmente se dió á fray Francisco Jimenez de Cisneros, fraile menor, de virtud muy conocida y de altos pensamientos: su natural Tordelaguna, sus padres pobres: estudió derechos, adelante fué capellan mayor, y provisor de Sigüenza por el Cardenal de España. Tomó el hábito de S. Francisco en S. Juan de los Reyes en Toledo: vivió tiempo en el Castañar y en la Saceda, monasterios Recoletos de aquella órden. Cuando le nombraron por arzobispo era confesor de la reina: algunos años adelante le dieron el capelo y le hicieron cardenal.

En Roma se trataba de concierto entre el papa y el rey de Francia: intervinieron personas de autoridad, por cuyo medio se concertó que el cardenal de Valencia fuese en compañia del rey con título de legado, y que le entregase el hermano del gran turco, y que se pusiesen en su poder los castillos de Civitavieja, Terracina y Espoleto para que durante aquella guerra se tuviesen por él. Con esto se obligó al rey, fenecida aquella guerra, de hacer restituir la ciudad de Ostia à la iglesia, y que antes de su partida daria en persona la obediencia al papa, como lo hizo pocos dias adelante en el palacio de S. Pedro. Ayudó mucho à facilitar estos conciertos el capelo que se dió entonces á Brissoneto obispo de S. Maló.

Hecho esto, el rey partió de Roma á veinte y ocho dias de enero la vía de Nápoles, donde tenia aviso que la ciudad del Aguila y otros muchos lugares sin ponerse en resistencia, ni esperar los enemigos, se le habian rendido y alzado por él banderas. El rey don Fernando avisado de lo que pasaba, y particularmente del poco respeto que se tuvo al papa, determinó declararse para este efecto desde Ocaña, do estaba fin del año pasado, despachó á Antonio de Fonseca y á Juan de Albion para requerir al Francés que desistiese de hacer guerra á Roma y á las tierras de la iglesia, pues sabia que en el asiento que se tomó el año pasado, esceptuaron la persona del papa y sus cosas. Juntamente despachó al conde de Trivento para que fuese general del armada que tenia aprestada en Alicante: por otra parte enviaba á Gonzalo Fernandez de Córdova con quinientas lanzas para que hiciese la guerra por tierra.

Los embajadores llegaron à Roma el mismo dia que partió el rey de Francia: sin detenerse le siguieron, y como le hallaron en el campo á caballo, le presentaron las cartas que llevaban de creencia, y le protestaron no pasase adelante sin satisfacer primero á la iglesia. Turbóse el rey con esta embajada: respondió que llegado à Velitre les daria audiencia. En aquel lugar declararon mas por estenso su embajada: la suma era quejarse de los agravios y desacatos hechos al papa; y en cuanto á la empresa del reino protestalle no pasase adelante sin que primero por términos de justicia se declarase á quien pertenecia. Hobo demandas y quejas de una y otra parte: por conclusion el rey se resolvió, y dió por respuesta que tenia las cosas tan adelante que no se podia volver atrás: que conquistado aquel reino, holgaria se viese por términos de justicia el derecho de cada cual. Entonces Antonio de Fonseca replicó: «Pues vuestra magestad asi lo quiere, y sin dar lugar á la razon determina proceder por via » de fuerza, Dios nuestro Señor que está en el cielo, y suele volver por la inocencia, será el »juez desta causa: por lo menos el rey mi señor con hacer esto ha cumplido con lo que debe, >> y de aqui adelante quedará libre para disponer de sí y de sus cosas, y acudir con sus fuer>>>zas donde y como le pareciere.» Esto dijo y juntamente en presencia del rey y de su consejo rasgó la escritura de la concordia que se concertara últimamente: grande osadía, y que faltó poco para que no pusiesen en él las manos; pero en fin los dejaron volver a Roma. Fué esta embajada de grande efecto porque el papa se animó con ella, y se determinó de no pasar por el concierto hecho con el Francés; y la noche siguiente el cardenal de Valencia se salió disfrazado de Velitre, aunque no tomó el camino de Roma porque no se entendiese huía con orden del papa, sino fuese á Espoleto ciudad de la iglesia muy fuerte.

CAPITULO VIII.

Que el rey de Francia entró en Nápoles.

Al mismo tiempo que el Francés estaba en Roma, don Alonso rey de Nápoles, perdida la es

peranza de poderse defender, trataba de renunciar aquella corona que aun no habia tenido

un año entero. Juntó para esto los grandes de su reino y los principales de su consejo; juntos les habló en esta manera: «Bien veis, amigos y parientes, el aprieto en que están las cosas: >>>el enemigo poderoso y bravo á las puertas, en los nuestros poca seguridad; no se dan mas >> priesa á entrar los Franceses, que los del reino à rendirse y alzar por ellos las banderas. >>Los socorros de fuera están lejos; y los que eran mas obligados á valernos, muestran cui>> dar menos de nuestra afrenta. No pretendo quejarme de nadie, ni mostrar en esta parte fla>>>queza: mis pecados son, bien lo veo, y es justo que lo laste quien lo hizo. La vida no está en >> poder y en mano de los hombres : Dios es el que alarga y acorta sus plazos como es servido. »>Con lo que yo puedo satisfacer, es con esta corona que quito de mi cabeza, como indigno de >> traella, y la paso à la del duque mi hijo de las esperanzas y valor que todos sabeis : trueque >> de mucha ganancia, pues en lugar de un viejo y enfermo os doy un rey mozo, valiente, y que >>> tiene fuerzas y ánimo para poner el pecho al trabajo. Mucho quisiera que las cosas estu>> vieran en estado con que pudiera mostrar al mundo cuan poco caso hago de sus grandezas. >>>Esto fuera muestra de valor; y no lo será de menor prudencia rendirme á la necesidad, cu>> yas fuerzas son muy grandes, pues no todas veces el sabio piloto debe contrastar á las >>olas y al viento, antes caladas las velas dejar pasar la tormenta. Finalmente esta es mi de>>terminada resolucion; y pues no puedo ayudar en este aprieto, quiero aunque lo siento á par >> de muerte salirme desterrado de mi cara patria siquiera por no ver los trabajos de mi casa » y de mi reino. Por ventura con este sacrificio que yo hago de mí mismo, se aplacará Dios, » y alzará la mano del castigo, y los hombres movidos á compasion acudirán con mayor vo>>>luntad á nuestra defensa. No será menester encomendar á los que presentes estais, ni á los >> ausentes, que guardeis la lealtad acostumbrada al nuevo rey; ni á él que tenga cuidado con >>sus súbditos, y con remunerar vuestros servicios, que confieso han sido muchos y muy >>grandes.>>

Hízose este auto de renunciacion á los veinte y tres de enero en el castillo del Ovo, do se recogió para este efecto el rey don Alonso. Desde allí con su recámara que era muy rica, se embarcó para Sicilia, determinado de pasar en Mazara, ciudad que era de la reina doña Juana su madrastra, lo restante de su vida en hábito clerical. Escribió á los principes en razon de lo que hizo, y en particular al rey don Fernando decia que su edad y poca salud le habian forzado á tomar aquella resolucion, y el escrúpulo de la conciencia por voto que tenia hecho de partir mano del gobierno y dejar la corona. La verdad era que por ser muy aborrecido de los suyos, y su hijo muy bien quisto, entendió con aquella traza reparar algun tanto el peligro. Vivió poco tiempo, aun no año entero, despues desto ocupado en ejercicicios virtuosos. Su cuerpo está enterrado en la iglesia y capilla mayor de Mecina al lado del Evangelio con un letrero en dos versos latinos muy agudos, que hacen este sentido:

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El nuevo rey luego que se encargó del gobierno, salió en paseo por toda la ciudad, y para grangear mas las voluntades mandó soltar gran número de presos así de la nobleza como del pueblo solo quedaron presos Juan Bautista Marzano, hijo de Marino Marzano príncipe de Rofano y duque de Sessa, y el conde del Pópulo que estaban en prision desde que se acabó la guerra de los barones, y eran enemigos mortales de la casa de Aragon. Con esto salió de Nápoles para volver á su ejército que quedó en S. German á los confines del reino, por donde parte término con las tierras de la iglesia. Dejó en el gobierno de Nápoles á don Fadrique su tio príncipe de Altamura.

Llegó el rey de Francia con su ejército á ponerse sobre S. German: por esto al pueblo fué forzoso rendirse, y al nuevo rey retirarse á Capua, ciudad que tenian puesta en defensa, pero con la misma facilidad se dió luego al Francés por trato de Tribulcio capitan de fama, natural de Milan, el cual á la sazon desamparó el partido de Nápoles, y pasó al de Francia, y aun fué ocasion que Virginio Ursino y el conde de Pitillano otros dos caudillos principales fuesen presos por los Franceses dentro de Nola. Estando el rey de Francia en Capua, murió el hermano del gran turco, otros dicen que en Nápoles, para donde partió en breve, y con la misma facilidad sin hallar resistencia alguna entró en aquella nobilisima ciudad un domingo á veinte y dos de febrero.

El nuevo rey don Fernando antes que llegasen los Franceses, desamparada la ciudad y las demas fuerzas que en ella tenia, se recogió á Castelnovo, do ya estaba la reina viuda doña Juana y su hija, y don Fadrique su tio con otros señores. De allí por no asegurarse bastantemente se pasó al castillo del Ovo, aunque estrecho, muy fuerte por estar asentado en un peñasco rodeado de mar por todas partes. Pretendia recogerse con los suyos en las galeras que alli tenia, con intento de pasar á la isla de Iscla, y de allí si fuese necesario, encaminarse á Sici

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los

lia, como lo hizo, con esperanza que las cosas en breve tomarian otro camino, Franceses procedian tan prósperamente que en menos de quince dias desde los primeros confines del reino hasta la postrera punta de Italia todo se puso debajo su obediencia; hasta los mismos castillos de Nápoles dentro de pocos dias asímismo se rindieron por traicion de los que á su cargo los tenian. Tambien se ganó el castillo de Gaeta por combate, fuerza que es y era de las principales de aquel reino. Yo dudo que empresa tan grande se haya jamás acabado en tan poco tiempo. Solo quedaban por el rey don Fernando algunos lugares en Calabria : reparo de poco momento, porque como el rey se entretenia en Iscla sin podelles enviar socorro, cada dia se le iban rindiendo al enemigo. El mismo riesgo corria Rijoles, que al fin se entregó, si bien está á vista de Mecina, y allí se tenia la armada de España, pero sin órden de lo que se debia hacer.

CAPITULO IX.

De la liga que se hizo contra el rey de Francia.

LUEGO que casi todo lo de Nápoles quedó por los Franceses, los demas príncipes así de Italia, como de fuera della, comenzaron á considerar y comunicar entre si cuán pesado seria el señorío de aquella nacion, si se arraigase en Italia. El rey don Fernando de España era el que 83

TOMO 11.

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