Imágenes de páginas
PDF
EPUB

Don Sancho por otra parte confiado en el favor y ayuda de la nobleza, y por estorbar la traza y ardid de su padre llamó asimismo á cortes para Valladolid: acudió a su llamado mucha mas gente que á Toledo (1). Tenia deseo de dejar sucesion: casó con doña Maria hija de don Alonso señor de Molina, que era su parienta en tercero grado. Deste matrimonio le nacieron don Fernando su primogénito y otros hijos. En aquellas cortes todo lo que se hizo, fué conforme al parecer de los grandes que allí se juntaron, porque don Sancho les otorgó todo aquello que se atrevieron á pedir así en pro de cada cual dellos, como para el público, además de muy mayores mercedes que les prometió para adelante : camino que le pareció el mejor de todos para ganar las voluntades de grandes y pequeños. Proveyéronse nuevos oficios y cargos, hiciéronse nuevas leyes: cuanto cada uno tenia de fuerzas y autoridad, tanta mano metia en el gobierno del reino. Cundió el deseo de cosas nuevas, y de levantarse contra su rey, y llegó hasta la gente vulgar. Tal era la disposicion de los corazones en aquella sazon, que hazaña tan grande como quitar el ceptro á su rey unos se atreviesen á intentalla, muchos la deseasen, y casi todos la sufriesen: sin faltar quien enmedio del aplauso y vocería llamase rey á don Sancho, y le diese nombre de padre de la patria con todos los demás titulos de principe. Mas él constantemente lo deshechó con decir que mientras su padre fuese vivo no sufriria le quitasen el nombre y honra de rey, hora fuese por mostrarse modesto y despreciar un vano apellido pues en efecto todo lo mandaba, ó por encender mas las voluntades del pueblo con entretenellos.

Pasó el negocio tan adelante que sin embargo el infante don Manuel tio de don Sancho en nombre suyo y de los grandes por sentencia pública que se pronunció en las cortes, privó al rey don Alonso de la corona. Castigo del cielo sin duda, merecido por otras causas y por haberse atrevido con lengua desmandada y suelta, confiado en su ingenio y habilidad, á reprehender y poner tacha en las obras de la divina providencia, y en la fábrica y compostura del cuerpo humano: tal es la fama y voz del vulgo desde tiempo antiguo continuada de padres á hijos. Este atrevimiento castigó Dios con tratalle desta manera: revés que dicen él habia alcanzado por el arte de astrologia en que era muy ejercitado, si arte se puede llamar, y no antes engaño y burla que siempre será reprehendida, y siempre tendrá valedores. Añaden que deste conocimiento procedieron sospechas, y que con el miedo se hizo cruel: de que resultó el ódio que le tenian, y del ódio procedió su perdicion y caida. Las bodas del infante don Sancho se celebraron en Toledo: el aparato no fué muy grande por estar en víspera de la guerra civil todo revuelto.

El rey don Alonso reducido á estos términos, por verse desamparado de los suyos, acudió á pedir socorro y dineros prestados al rey de Marruecos: envióle en prendas su real corona que era de gran valor. Alonso de Guzman, señor de Sanlúcar, por desabrimientos que tuvo con el rey don Alonso, residia á la sazon en Marruecos: la causa en particular no se sabe, lo cierto es que era estimado en mucho de aquel rey moro, y que le hizo capitan de sus gentes. Hoy dia se muestra una carta del rey don Alonso para él muy humilde por el aprieto en que se hallaba, que fué la mayor miseria, estar forzado à rogar y humillarse á su mismo vasallo que le tenia ofendido. Por la carta le ruega se acuerde de la amistad antigua que entre ellos habia, y de su nobleza: ponga en olvido los desgustos y cosas pasadas, y le favorezca en aquel aprieto: sea parte para que se le envien dineros y gente de guerra, pues puede y alcanza tanto con el rey moro. Prométele que tendrá perpetua memoria deste beneficio y servicio, y que en efecto podrá esperar de su benignidad cualquier cosa por grande y dificultosa que sea, que corresponderá en todo á su deseo.

El rey bárbaro lleno de esperanzas, y por parecelle se le ofrecia buena ocasion de mejorar su partido á causa de las discordias de Castilla, hizo aun mas de lo que se le pedia.

(1) Se celebraron con asistencia de la reina doña Violante, don Sancho y los dos infantes sus hermanos, su tia el infante don Manuel, los maestres de Calatrava y Santiago, los prelados, ricos hombres y diputados de las villas y ciudades; y á propuesta del infante don Manuel se dió el gobierno del estado á don Sancho. Bubo algunos diputados que quisieron tomase el titulo de rey; pero no lo quiso admitir. Daban por motivo de esta rebelion que el rey les habia hecho muchos desafueros, agravios é injusticias, violado los fueros y privilegios del reino. Hicieron entre si hermandad, y se obligaron á obedecer al infante don Sancho y sus sucesores, quien por su parte se obligó a guardarles religiosamente todos sus fueros, privilegios, libertades etc. Además determinaron que se pudiesen juntar todos los años en Burgos el dia de la Trinidad por sí ó por sus procuradores; y que si alguno trajese orden del rey ó del infante heredero para impedir estas juntas anuales, fuese castigado con pena de la vida. Tambien que se nombrasen dos hombres buenos de cada lugar, los cuales debian juntarse cada año en donde la hermandad quisiese para oir las quejas, administrar justicia, y procurar la observancia de lo capitulado. Pero el infante don Sancho cuando se vió seguro en el trono se burló de todas las promesas que habia hecho.

Con acuerdo del rey don Alonso pasó en Algecira; y en Zahara villa del reino de Granada se vió con él. Usaron entre los dos de grandes comedimientos y cortesias. Diósele al rey don Alonso mas alto lugar y silla: honra que se le hizo por ser huesped, y porque el de Marruecos ganó el reino que tenia. Don Alonso procedia de casta de reyes, y desde su niñez fué criado como quien habia de ser rey; por tanto era mayor en dignidad: que fueron todas razones del mismo bárbaro. Tratóse en esta habla de la forma que se debia tener en hacer la guerra, pues la esperanza de hacer y asentar paces con su hijo era ninguna, aunque desto tambien se movió plática. De las ciudades de la Andalucia Sevilla se tenia por el rey don Alonso, Córdova por don Sancho su hijo. Los Moros tomaron á su cargo de cercar aquella ciudad como lo hicieron, despues de talar y robar los campos comarcanos. Acudió el rey don Alonso desde Sevilla al cerco con la gente de guerra que allí pudo ayuntar. Córdova se defendió valerosamente por el esfuerzo de los ciudadanos, y la buena diligencia de don Sancho, que se previno con presteza contra la venida de los enemigos. Así el rey moro á los veinte dias que puso el cerco, le alzó: para la priesa que traía, cualquier dilacion le era pesada. Todavia con voluntad del rey don Alonso pasó por Sierramorena, y llegó hasta Montiel: hizo gran daño en toda aquella tierra, y grandes despojos con que se volvió á Ecija. Este fué el fruto de la discordia civil y no otro.

Acudió allí el rey don Alonso; pero luego se retiró secretamente y se fué á Sevilla, de donde era venido por aviso que le dieron que el rey moro trataba de le prender: si fué verdad ó mentira, no se sabe. Lo que consta es que el moro mostró gran sentimiento y pesar de que en su lealtad se pusiese duda, en tanto grado que dejada España se pasó en Africa; restituyó empero à don Alonso mil caballos escogidos que con su licencia tiraban sueldo del rey moro, que fué señal de no ir de todo punto desabrido. Era caudillo desta gente Hernan Ponce cuéntase, que como junto á Córdova se encontrasen con diez mil caballos de los enemigos, fué tan brava la carga que les dieron, que los rompieron y pusieron en huida : tan grande era su valor y esfuerzo, tan señalada su destreza, conocida y aprobada en muchas guerras. En Sevilla el rey don Alonso en una solemne junta que tuvo, privó á su hijo don Sancho de la sucesion del reino con palabras muy sentidas y graves, y mil denuestos y maldiciones que descargó sobre su cabeza, como se puede pensar de padre tan ofendido. Pasó esto á ocho dias del mes de noviembre. El infante don Sancho hacia poco caso de aquellas maldiciones y saña: renovó la confederacion con el rey de Granada, y en la comarca de Córdova, donde estaba, se apercebia para todo lo que pudiese suceder: la gente de guerra para que invernasen, repartió por aquellos lugares.

CAPITULO VI.

De la conjuracion que hizo Juan Prochita contra los Franceses en Sicilia.

ESTE año fué notable no solamente por el desafuero que hicieron al rey don Alonso, y las dis

cordias de Castilla, sino mucho mas por la conjuracion muy famosa de Juan Prochita. Este fué señor de la isla de Prochita, que cae junto á Sicilia, varon de grande ingenio, y que fué muy estimado y grande amigo del rey Manfredo: los años pasados por no ser maltratado de los Franceses, que entonces tenian el mando y buscaban todas las ocasiones de descomponer la gente poderosa, se recogió á Aragon. Los reyes de Aragon don Jaime y don Pedro holgaron de su venida por ser persona de tanto valor, por medio del cual podrian cobrar los reinos de Sicilia y Nápoles, que pretendian contra derecho les quitaron. No solo le recogieron con mucha alegría y muestras de amor, sino le beredaron de grandes posesiones con que pudiese sustentar su vida, particularmente le dió el rey don Pedro en tierra de Valencia à Lujen, y á Benizan, y á Palma. Los Gibelinos oprimidos por el mando que los Franceses tenian en toda Italia, gente feroz y soberbia (así lo publicaban ellos) comenzaron á volver los ojos á los Aragoneses, ca tenian esperanza que con su ayuda podrian desechar aquel pesadísimo yugo y imperio. Vió Italia en aquella sazon (lo que en el mas misero cautiverio se puede esperar) que les vedasen el poder hablar libremente: señorio insufrible, y que se extendia hasta Roma, donde el rey de Nápoles, puesto allí un su vicario ó teniente, tenia el gobierno de todo con nombre de senador.

Nicolao pontífice romano procuraba con todas veras librar á Roma de aquella sujecion. Para esto lo primero que hizo, fué declarar por un edicto ó bula que ninguno en Roma pu

diese ser senador mas que por un año: quitó otrosi la facultad á los reyes y a sus parientes de poder tener y ejercitar aquel gobierno ó magistrado. A Cárlos rey de Sicilia le privó del nombre y autoridad de vicario, nombre de que usaba en Italia como lugarteniente de los emperadores, con color que esta era la voluntad del emperador Rodulfo. Todo esto aunque iba encaminado á enflaquecer las fuerzas del rey Carlos, pero como era conforme á razon lo que se ordenaba, aun no se movian las armas ni se llegaba á rompimiento. Lo que algunos autores defienden, ó porfian, que el papa Nicolao tenia determinado hacer de la familia y casa Ursina de que él decendia, dos reyes en Italia, el uno en Lombardia y el otro en Toscana, para estorbar á los Tramontanos la entrada de Italia, la mas frecuente fama y casi el comun consentimiento de todos lo condena como falso.

De cualquier manera que esto sea, Carlos viudo de la primera muger casó con hija del emperador Balduino desposeido: con esto trataba de volver á aquella pretension, y ayudar con sus fuerzas á Philipo su cuñado para recobrar el imperio de Constantinopla. Procuraba para salir con este intento de hacerse amigo de don Alonso rey de Castilla. Para mas prendalle procuró que le diese su hija doña Violante para casalla con el emperador Philipo. Estas pretensiones se deshicieron con las artes de los Aragoneses, y aun expresamente se estableció en el Campillo, donde como dicho es los reyes se hablaron, que el rey de Castilla no emparentase con Franceses. A doña Beatriz hija del rey Manfredo, hermana de doña Constanza reina de Aragon, la tenia el rey Cárlos presa sin querella en manera alguna poner en su libertad, aunque sobre ello habia sido importunado. Esto se juntaba con otras causas y razones de discordias y enojos.

Juan Prochita con la ocasion destas disensiones y desgustos intentó de cobrar su patria y estado: fué una y segunda vez á Constantinopla en hábito desconocido. Puso al emperador Paleologo, que ya ántes tenia recelo de sus cosas, en mayor sospecha y cuidado. Avisóle que el rey Carlos de Napoles, juntadas sus fuerzas con las de Francia, tenia una poderosa armada puesta en órden para ir contra él : que los Franceses tenian sus fuerzas enteras: á los Griegos enflaquecian los bandos que entre ellos andaban, demas de otras desgracias, de tal manera que no podian resistir al poder de aquellos dos reyes. «Los sucesos de las guerras » pasadas (dice) os pueden servir de aviso. Séame licito decir la verdad: en vos no cabe so» berbia, , y es cosa muy loable y magnífica saberse el hombre gobernar en el enojo y peli» gro. Por ventura con estaros en vuestra casa entorpecido esperareis que os acometan con » la guerra, y que acrecentados con sus fuerzas y las de vuestros vasallos, que andan desgustados y revueltos (lo que me pone temor decillo) os echen de vuestro estado? Gran carga teneis sobre los hombros, tal que si no la regís con maña, os oprimirá con su peso: mejor seria que á vuestros enemigos les diésedes en que entender en sus casas, porque los >> Sicilianos con la memoria del antiguo gobierno, y por el aborrecimiento que tienen al » nuevo, están desgustados de suerte que mas les falta cabeza á quien seguir, que deseo de >> rebelarse. No cesan de importunar á los reyes de Aragon que les den socorro y se apode> ren de toda la isla. Fuera desto el pontifice romano está muy desgustado con los Franceses: » si ayudáredes sus pretensiones: sin duda con poco trabajo y costa ahorrareis de grandes > tempestades, y revolvereis sobre ellos el daño que contra vos procuran. Finalmente os per> suadid que los Franceses jamás os serán amigos. El poder y fuerzas que alcanzan, quién no > lo sabe?»

D

[ocr errors]

D

D

El emperador tenia por cierto era verdad todo que Prochita le decia; mas no queria empeñarse mucho en el negocio, ni del todo declararse. Prometió que él ayudaria las pretensiones del rey de Aragon con dineros de secreto porque estas práticas no se entendiesen. Concertado esto, el Prochita se volvió á Italia: fuese á ver con el papa, que estaba en Roca Soriana junto à Viterbo. Avisóle de todo lo que pasaba, y con tanto dió la vuelta á Sicilia á tratar con los principales de la isla que se rebelasen. Fué el descuido ó seguridad de los Franceses tal y el silencio de los conjurados, que jamás se entendió cosa alguna. Falleció en esta sazon el papa Nicolao: por su muerte fué puesto en su lugar Martin cuarto natural de Turon de Francia; que favorecia el partido del rey Carlos de tal manera que á contemp!acion suya declaró por descomulgado al emperador griego, como á scismático, y que no queria obedecer á la Iglesia Romana.

El rey de Aragon envió al nuevo sumo pontifice por su embajador un varon en aquel tiempo muy señalado y de gran prudencia, llamado Hugo Metaplana para que procurase entender sus intentos, dado que la voz era para hacer canonizar á fray Raimundo de Peñafuerte. El

pontifice no quiso otorgar con esta demanda : decia que no se debia conceder cosa alguna à quien rehusaba de pagar el tributo que debia á la Iglesia Romana; ántes revocó la concesion que de los diezmos eclesiásticos hicieron sus antecesores al rey don Jaime su padre. Lo que pudiera atemorizar al aragonés, le encendió mas para aprestar la jornada, porque si se detenia, no sucediese alguna cosa que la estorbase: apercibió una grande armada en las costas de Aragon con voz de pasar en Africa, en que dos hijos del rey de Tunez despojado por Conrado Lanza, como arriba se tocó de aquel reino, competian entre si sobre el señorio de Constantina y Bugia, ciudades que quedaron en poder de su padre. Esta era la fama: el mayor y mas verdadero cuidado de acudir á lo de Sicilia. El pontifice envió á saber por sus embajadores la causa de aquel aparato; y como no cesasen de preguntar lo que les era mandado, el rey encendido en cólera les respondió: «Quemaria yo mi camisa si pen»sase era sabidora de mis puridades.» La misma respuesta dió al rey de Francia, que á entrambos tenian puestos en cuidado las cosas del rey Cárlos, tanto mas que sabian muy bien la enemiga que los Aragoneses tenian contra él.

El emperador griego, segun que lo tenia prometido, acudió con buena suma de dinero. La conjuracion de los Sicilianos se vino á ejecutar en el mas santo tiempo de todo el año (que parecia gran maldad) es á saber el tercero dia de la Pascua de Resurreccion que fué á treinta y un dias del mes de marzo, cuando por todas partes se hacian juegos y alegrias, muestras mas de seguridad y contento que de temor y matanza. Al mismo tiempo y hora que al son de las campanas despues de comer llamaban los pueblos á vísperas, se ejecutó la matanza de los Franceses (que bien descuidados estaban) en toda la isla en un momento: de que vino el proverbio de las Visperas Sicilianas. Apoderáronse otrosí los Sicilianos de toda la armada que en los puertos de Sicilia tenian aprestada contra el emperador griego; ya declarado por enemigo por el papa Nicolao cuarto. Desta manera pasó este hecho, segun que lo divulgó la fama, y lo dejaron escrito muchos autores.

Otros afirman que este estrago tuvo principio en Palermo, donde como la gente en aquel dia señalado fuese à visitar la iglesia de Sancti Spiritus que está en Monreal una lengua distante, un cierto francés llamado Droqueto quiso con soltura catar á una muger para ver si llevaba armas. Aquel desaguisado tomó por ocasion el pueblo para levantarse. En el campo, en la ciudad y en el castillo se hizo gran matanza de Franceses sin tener respeto á mugeres, niños, ni viejos, con tan grande furia y deseo de satisfacer su saña, que aun las mugeres que entendian estar preñadas de los Franceses, porque dellos no quedase rastro alguno las pasaban á cuchillo. La misma ciudad de Palermo fué saqueada como si fuera de enemigos que el pueblo alborotado no tiene término ni órden; y cualquier grande hazaña casi es forzoso vaya mezclada con muchos agravios y sin razones. Las demas ciudades pueblos en muchas partes con el ejemplo de los Panormitanos acudieron asimismo á las armas; solo Mecina por algun tiempo estuvo sosegada à causa de hallarse presente Herberto Aurelianense, gobernador de toda la isla por los Franceses: miedo y respeto que no fué bastante ni duró mucho tiempo, antes en breve los Mecineses á ejemplo de las otras ciudades, tomadas las armas, echaron fuera la guarnicion de los soldados y al mismo gobernador. Solo Guillen Porceleto provenzal de nacion; y que tenia el gobierno de Calatafimia, en lo mas recio del alboroto le dejaron ir libremente, porque la opinion de su bondad y modestia le amparó para que no se le hiciese algun agravio. Este fué el suceso y la manera de la conjuracion de Juan Prochita, mas famosa que loable.

V

Los Sicilianos, amansado aquel primer impetu, puesto que entendian el peligro en que quedaban, y que algunos se comenzaban á arrepentir de lo hecho, todavía determinados de antes morir que tornar á poder de los Franceses, acordaron de acudir de nuevo al rey de Aragon para pedille los ayudase. A la sazon que esto pasaba en Sicilia, estaba él en Tortosa con su armada aprestada. Pensaba antes que llegase la nueva de Sicilia, de pasar en Africa. Hizolo así. Dende robadas y destruidas todas aquellas marinas, volvió repentinamente las velas, y mudado el camino, llegó á Córcega. Alli tuvo aviso de todo lo sucedido en Sicilia, y que el rey Cárlos á gran priesa era partido de Toscana y con gente de guerra que juntara de todas partes tenia puesto sitio sobre Mecina tan apretado que de muchos años à aquella parte no se dió á ciudad ninguna bateria mas recia ni mas brava. Todos hacian el postrer esfuerzo los Franceses ardian en deseo de vengarse, y con la sangre de los Sicilianos pretendian hacer las exequias de sus ciudadanos y amigos muertos; los cercados por en

tender esto se defendian valerosamente con tanto corage, que hasta las mugeres, niños y viejos acudian á todas partes, no esquivaban ni trabajo ni peligro.

A esta sazon llegó el rey de Aragon à Palermo: en aquella ciudad se coronó, y fué de todos saludado por rey, que era meter nuevas prendas: acrecentó su armada con las naves que los Sicilianos tomaron al principio deste alboroto, y las tenian apercebidas para ir contra los griegos. Los cercados con la esperanza del socorro que les venia á buen tiempo, cobraron mayor ánimo, tanto que el rey Carlos fué forzado de alzar el cerco de Mecina, y con tristeza y vergüenza, pasado el Faro, dar la vuelta à Italia. Fué este para los Aragoneses un principio de grandes desabrimientos, y de gloria y honra no menor. Enviáronse los reyes cartas llenas de saña y denuestos con que mas se irritaron las voluntades, hasta llegar á declararse la guerra por ambas las partes. El aragonés esperaba nuevo ejército de España, el rey Carlos de la Proenza y de Marsella: todo les era á los Aragoneses llano en Sicilia, á los Franceses dificultoso. Los reales destos puestos junto al estrecho de Mecina á la vista de Sicilia: los soldados Aragoneses repartidos en muchas partes y enviados á las ciudades para mas asegurallas y defendellas: el rey don Pedro con recelo de perder lo adquirido por ser el enemigo tan poderoso y los socorros que él esperaba muy lejos, acordó de valerse de ardid y maña.

Era el rey Carlos muy valiente por su persona, de grandes fuerzas y destreza, de que él mucho se preciaba. Envióle el de Aragon á desafiar con un rey de armas: que si confiaba

[graphic][subsumed][subsumed][subsumed][ocr errors][subsumed][merged small]

en sus fuerzas y valor, saliese á hacer campo con él: perdonasen á tantos inocentes como de fuerza moririan en aquella demanda: que por quien quedase el campo, fuese señor de todo lo demas; y cesaria la causa de la guerra que tenian entre manos. Así lo cuentan los historiadores Franceses. Los Aragoneses al contrario afirman que primero fué desafiado el rey don Pedro del francés, y que el mensagero fué Simon Leontino de la órden de los predicadores: lo que se sabe de cierto es que aceptado el riepto, se concertaron que peleasen los dos reyes con cada cien caballeros. Altercóse sobre señalar la parte en que se haria el campo, al fin se escogió Bordeaux cabeza de la provincia de Guiena en Francia, que pareció á propósito por estar entonces en poder de Eduardo rey de Ingalaterra: señalóse el dia de la pelea, y juraron las condiciones de una parte y otra.

« AnteriorContinuar »