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1885, June 29,

Gift of

James Russell Lowell,

of Cambridge.

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os dos reyes de España don Jaime y don Fernando como quier que antes fuesen esclarecidos y excelentes entre los demas por sus grandes virtudes y valor, comenzaron á ser mas nobles y afamados despues que ganaron á Córdova y á Valencia. Los pueblos y las ciudades daban gracias inmortales á los santos por las cosas que dichosamente se habian acabado: trocaban en pública alegría el cuidado y congoja que tenian del suceso y remate de las guerras pasadas. Los capitanes y soldados con tanto mayor vigilancia ejecutaban la victoria, y de todas maneras apretaban á los vencidos: recatábanse otrosí no les sucediese alguna cosa contraria y algun revés, ca no ignoraban que muchas veces despues de la victoria el suceso de las guerras se trueca y se muda todo en contrario. Los principes extrangeros, do era llegada la fama de tan grandes hazañas, con embajadas que enviaron, daban el parabien de la buena andanza á los reyes, y exhortaban á los nuestros que por el camino comenzado

no dejasen de apretar á los Moros que se iban á despeñar y acabar. Todavia por un poco de tiempo se dejaron las armas, y se aflojó en la guerra á causa que el rey de Aragon concedió por un tiempo treguas á los Moros, y poco despues pasó á Mompeller.

Asimismo el rey don Fernando en Burgos se ocupaba en celebrar un su nuevo casamiento. Doña Berenguela con el cuidado que tenia, como madre, no estragase el rey con deleites deshonestos el vigor de su edad en que estaba, dado que al juicio de todos no habia persona ni mas santa ni mas honesta que él, procuró se hiciese el dicho matrimonio. Doña Juana hija de Simon conde de Potiers y de Adeloy de su muger, nieta de Luis rey de Francia y de doña Isabel hija de don Alonso el emperador (1), vino traida de Francia para casalla con el rey don Fernando. Deste matrimonio nació don Fernando por sobrenombre de Potiers, y sus hermanos doña Leonor y don Luis. El rey concluidas las fiestas, y con deseo de visitar el reino, trujo á la nueva casada por las principales ciudades de Leon y de Castilla: visitaba con esto sus estados. Tenia costumbre de sentenciar los pleitos y oirlos,

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y defender los mas flacos del poder y agravio de los mas poderosos. Era muy fácil á dar entrada á quien le queria hablar y de muy grande suavidad de costumbres. Sus orejas abiertas á las querellas de todos. Ninguno por pobre, ó por solo que fuese, dejaba de tener cabida y lugar no solo en el tribunal público y en la audiencia ordinaria, sino aun en el retrete del rey le dejaban entrar. Entendia es á saber que el oficio de los reyes es mirar por el bien de sus súbditos, defender la inocencia, dar salud, conservar, y con toda suerte de bienes enriquecer el reino: como sea no solo del que manda á los hombres, sino tambien del que tiene cuidado de los ganados procurar el provecho y utilidad de aquellos, cuyo gobierno tiene encomendado.

(1) Era viznieta de Luis rey de Francia, pero no de doña Isabel.

Con este estilo y manera de proceder no cesaba de grangear la gracia y voluntades así de los de Leon como de los Castellanos. Llegó á Toledo, de donde envió suma de dinero á Córdova, por tener aviso que los nuevos moradores de aquella ciudad por falta de la labranza de los campos y por la dificultad de los tiempos padecian mengua de mantenimientos, y por esta causa corrian peligro. Costaba una hanega de trigo doce maravedís, la hanega de cebada cuatro; lo cual en aquel tiempo se tenia por grandísima carestía. Fueron estos tiempos extraordinarios, pues sin duda se halla en las historias que el año siguiente de 1239 hobo dos eclipses del sol; el uno á tres de junio que fué viernes, se escureció el sol á medio dia como si fuera de noche: eclipse que fué muy señalado; el segundo á veinte y cinco del mes de junio, como lo dice y lo afirma Bernardo Guidon historiador de Aragon (2), mas parece hobo engaño en este segundo eclipse, y no vá conforme á los movimientos de las estrellas, pues no pudo caer la conjuncion de la luna y del sol en aquellos dias, sin la cual nunca sucede el eclipse del sol; ni aun la luna despues que se aparta del medio del zodiaco y de la línea ecliptica por do el sol discurre, y en que es necesario estén las luminarias cuando hay eclipse (de que tomó el nombre de ecliptica) no torna á la misma ántes de pasados seis meses poco mas á menos. Plinio señala en particular que el eclipse de la luna no vuelve ántes del quinto mes, ni el del sol ántes del seteno.

Demás desto fué aquel año desgraciado para Castilla por la muerte de dos varones muy esclarecidos estos son don Lope de Haro á quien sucedió su hijo don Diego, y don Alvaro de Castro, por cuyo esfuerzo se mantuvieron los nuestros en el Andalucía. Este caballero visto el aprieto en que se hallaban las cosas, se partió para Toledo á verse con el rey, que con otros cuidados parecia descuidarse de lo que tocaba á la guerra. Concluido esto, ya que se volvia, en el mismo camino murió en Orgaz. A la sazon que don Alvaro se ausentó, cincuenta soldados que quedaron de guarnicion en el castillo de Martos, salieron del á robar, y por su capitan Alonso de Meneses pariente de don Alvaro. Alhamar, que en lugar de Abenhut nombraron por rey de Arjona, como entendiese lo que pasaba, y la buena ocasion que se le ofrecia, puso cerco á aquel castillo. La muger de don Alvaro que dentro se hallaba, en aquel peligro tan de repente hizo armar á sus mugeres y criadas, y que tirasen de los adarves piedras contra los Moros, y diesen muestra de que eran soldados: con este ardid se entretuvieron hasta tanto que Alonso de Meneses y sus compañeros avisados del peligro acudieron luego. Era dificultosa la entrada en el castillo por tenelle los enemigos rodeado: animóles Diego Perez de Vargas ciudadano de Toledo, y por su órden apretado su escuadron y cerrado, pasaron por medio de sus enemigos con pérdida de pocos. Entrados en el castillo, fueron causa que se salvase, porque los que estaban cercados se animaron con su ayuda y con esperanza de mayor socorro que entendian les acudiria. El rey moro por salille vana su esperanza, y forzado de no menos falta de vituallas, alzó el cerco.

Pusieron estos negocios en gran cuidado al rey, que consideraba cuantas fuerzas le faltaban por la muerte de dos capitanes tan señalados, cuanto atrevimiento habian cobrado los Moros. Por esta causa desde Burgos, donde era ido con intento de llegar dinero para la guerra, á grandes jornadas se partió para Córdova. Llevó consigo á sus hijos don Alonso y don Fernando, mozos de excelentes naturales, y de edad á propósito para tomar las armas. El padre como sagaz pretendia que los primeros principios y ensayos de su milicia fuesen en la guerra contra los infieles enemigos de los cristianos. Pretendia otrosí con el uso de las armas despertar su esfuerzo y hacellos hábiles para todo. En el mismo tiempo el rey don Jaime fué á Mompeller para ver si podia juntar algun dinero de aquellos ciudadanos para la guerra, de que tenia no menos falta que la que en Castilla se padecia. Deseaba asímismo sosegar los moradores de aquella ciudad, que andaban divididos en bandos, castigando á los culpados: lo uno y lo otro se hizo. El rey moro Alhamar juntó á los demás estados que tenia, el señorío de Granada con voluntad de aquellos ciudadanos: ciudad poderosa en armas y en varones y que por la fertilidad de sus campos no tiene mengua de cosa alguna. Este fué el principio del reino de Granada que duró desde entonces hasta el tiempo y memoria de nuestros abuelos. En Murcia por ódio que tenian á Alhamar, los ciudadanos alzaron por su rey á uno llamado Hudiel: ocasion de que se comenzaron las enemistades graves y para aquella gente perjudiciales, que largo tiempo se continuaron entre aquellas dos ciudades.

Los Moros de Andalucía cansaban á los nuestros con rebates: valíanse de engaños y cela

(2) Nadie dice que Guidon haya escrito la historia de Aragon.

das sin querer venir á la batalla; al contrario diversas compañias de soldados, enviados por el rey don Fernando, en tierra de los enemigos se apoderaban de castillos, pueblos y ciudades cuando por fuerza, cuando por rendirse de su voluntad, en particular sugetaron el señorío de cristianos á Écija, Estepa, Lucena, Porcuna, Marchena (los antiguos la llamaron Martia) Cabra, Osuna, Baena. Los pueblos menores que se ganaron, no se pueden contar ni aun entonces se pudiera hacer cuando la memoria estaba fresca : parte dellos se dió á las ordenes de Santiago y de Calatrava y á los obispos que acompañaban al rey para ellos y sus sucesores: parte tambien se entregaron en particular á los grandes y caballeros. Los Moros por estas pérdidas cobraron tanto miedo cuanto nunca tuvieran ántes. Un cierto moro del linage de los Almohades, avisado en Africa del peligro que su gente corria, con esperanza de fundar un nuevo estado, y deseoso de acaudillar las reliquias y fuerzas de los Moros de Espaǹa pasó ultra mar: la voz era vengar por las armas la afrenta de su nacion y las injurias que se hacian á la religion de sus padres. Pudiera este acometimiento ser de consideracion, si no atajáran sus intentos la diligencia de los nuestros y la buena dicha del rey que le prendió y hobo á las manos: con qué industria ó en qué lugar, no se escribe, ni aun refieren el nombre que el moro tenia, ni lo que dél se hizo; en el caso no se duda.

A Alhamar rey de Granada otorgó treguas por un año el rey don Fernando: con que gastados no menos de trece meses en aquella empresa y jornada, dió la vuelta á Toledo, do su madre y muger le esperaban, alegres con las victorias presentes. De allí pasó á Burgos, y trasladó la universidad de Palencia que fundó el rey don Alonso su abuelo, á la ciudad de Salamanca. Convidóle á hacer este trucco la comodidad del lugar por ser aquella ciudad muy á propósito para el ejercicio de las letras: el rio Tormes que por ella pasa la hace abundante, su cielo saludable y apacible, finalmente proprio alvergo de las letras y erudicion. Pretendia otrosí con este beneficio ganar las voluntades del reino de Leon en que está Salamanca; y aun don Alonso su padre rey de Leon los años pasados para que sus vasallos no tuviesen necesidad de ir á Castilla á estudiar, enderezó en aquella ciudad cierto principio de universidad, pequeña á la sazon y pobre, al presente por el cuidado y liberalidad de don Fernando su hijo, y mas adelante por la franqueza de don Alonso su nieto, como de príncipe muy aficionado a los estudios y á las letras, se aumentó de tal suerte que en ninguna parte del mundo hay mayores premios para la virtud, ni mas crecidos salarios para los profesores de las ciencias y artes.

Don Diego de Haro, señor de Vizcaya, primera y segunda vez no se sabe la causa, pero anduvo por este tiempo alborotado: la blandura del rey don Fernando y su buena manera, y el cuidado que en ello puso don Alonso su hijo, le hicieron sosegase con dalle mayores honras y hacelle mas crecidas mercedes que antes, en que se tuvo consideracion à los servicios de sus antepasados; ademas que era mala sazon para ocuparse en alteraciones domésticas por la buena ocasion que se ofrecia de desarraigar el nombre y nacion de los Moros de España. Sucedieron estas cosas el año de 1240; el cual año no solo para Castilla fué dichoso, sino tambien señalado, y de mucha devocion para los Aragoneses por el milagro que sucedió en el castillo de Chio. Por la ausencia del rey los soldados que quedaron de guarnicion en Valencia, salieron en compañía de Guillen Aguilon y de otros caballeros á correr y robar las tierras de Moros: cargaron sobre el territorio de Játiva, y tomaron á Rebolledo de sobresalto. En aquellos montes estaba el castillo de Chio, como llave de un valle muy fresco y abundante. Pusiéronse sobre él: los cercados con ahumadas apellidaron en su ayuda á los Moros de la comarca, que se juntaron en número de veinte mil, y asentaron sus reales á vista del castillo. Los cristianos eran pocos, mas valientes y animosos: determinados de pelear con aquella morisma, con el sol se pusieron á oir misa, á que querian comulgar seis de los capitanes; en esto oyeron tal alarido en los reales por causa de los Moros que de repente los acometieron, que les fué forzoso dejada la misa acudir á las armas. El preste envolvió y escondió las seis formas consagradas en los corporales, que, vencidos los Moros, hallaron bañados en la sangre que de las formas salió. Ganada la victoria, forzaron luego y abatieron aquel castillo. Los corporales se guardan en Daroca con mucha devocion: la hijuela en un convento de Dominicos de Carboneras puesta allí por su fundador don Andres de Cabrera marqués de Moya, ca la hobo por el mucho favor que alcanzó con los reyes católicos.

Vuelto el rey don Jaime, los Moros se le querellaron de aquella entrada fuera de sazon, y él les hizo emienda de los daños. Verdad es que luego que espiraron las treguas, con mejor órden rompió por sus tierras, en que tomó el castillo de Bayrén, puesto en un valle en

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