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incurrió en gravísimo odio de todos los naturales, y en gran sospecha que la guerra que se hacia, era por su voluntad, y que todo el mal y daño recebido no fué por falta de nuestros soldados ni por valor de los enemigos, sino por engaño suyo y maña.

La Reyna contra estas mañas de Don Enrique usaba de semejante disimulacion, no se daba por entendida, otros caballeros principales á las claras se lo daban en rostro. En este número Alonso Perez de Guzman, á dicho y por confesion de todos, tuvo el primer lugar, porque defendió las fronteras de Andalucía contra las insolencias y correrías de los Moros; y lo que era mas dificultoso, contrastó con grande ánimo y mas que todos á las pretensiones del Infante Don Enrique, ca por no dar tanto que decir á las gentes y por no parecer que se estaba ocioso, con gente de guerra que juntó, marchó la vuelta del Andalucía para refrenar los insultos de los Moros. Tuvo con ellos una refriega junto á Arjona, en que fué vencido, y su persona corrió mucho riesgo á causa que le cortáron las riendas del caballo, y por no tener con que regille, estuvo en términos de ser preso, si Alonso Perez de Guzman no le proveyera en aquel aprieto de otro caballo con que se pudo salvar.

Despues deste encuentro se trató de renovar las paces con los Moros. Pedia el Rey de Granada á Tarifa, y ofrecia en trueco otros veinte y dos castillos, demas que daria de presente veinte mil escudos, y contaria adelantado todo el tributo de quatro años que acostumbraba á pagar. Este partido parecia bien á Don Enrique por el aprieto en que las cosas se hallaban, y falta que tenian de dinero. Alonso Perez de Guzman era de contrario parecer, y mostraba con razones bastantes seria cosa muy perjudicial asi fiarse de aquel bárbaro, como entregalle á Tarifa. Esta diferencia estaba encendida, y amenazaba nueva guerra. Llegáron á término que los Moros con su gente y con la nuestra (cosa asaz vergonzosa) se pusieron sobre aquella ciudad. Hallábase Alonso de Guzman

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sin fuerzas bastantes : los suyos le desamparaban, y le eran contrarios los que debieran ayudar; acordó de buscar ayuda en los estraños. El Rey de Portugal era enemigo declarado, y movia las armas contra Castilla. Parecióle dar un tiento al Rey de Aragon si por ventura se moviese á favorecelle, vista la afrenta de los Christianos y el peligro que todos corrian. Escribióle una carta deste tenor: Mucha pena me da ser cargoso ántes de hacer ,, algun servicio. El deseo de la salud y bien de la › patria comun, el respeto de la Religion me fuerzan acudir á vuestro amparo y proteccion, lo qual hago no por mi particular, que de buena gana acabaria con la vida si en esto hobiese de parar el daño, y esperaria la muerte como fin destas mise,, rias y desgracias. Lo que toca á la república, siento en grande manera que no sea tan trabajada y "" maltratada por los Moros quanto por la deslealtad de algunos de los nuestros. O gran maldad ! ,, Porque qué cosa puede ser mas grave que encami,, nar aquellos mismos el daño que tenian obligacion de desvialle? Qué cosa mas peligrosa que en mues" tra de procurar el bien comun armar la celada? Quieren y mandan que Tarifa, ciudad que nos está "" encomendada, sea entregada á los Moros. Y dado , que usan de otros colores, la verdad es que quitada „, esta defensa y baluarte fortísimo contra las fuerzas de Africa, pretenden que España quede desnuda y flaca en medio de tantos torbellinos, y por ,, este medio reynar ellos solos, y adelantar sus esta

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dos con la destruicion de la patria comun. Vale, rosos caballeros por cierto y esforzados, esclare„cidos defensores de España: yo tengo determinado » con la misma fe y constancia porque menosprecié "" los dias pasados la vida de mi único hijo, de ,, mantenerme en la lealtad sin mancilla con mi pro„ pria sangre y vida, que es lo que solo me resta. Si ,, me enviáredes Señor algun dinero y algun socorro „ por el mar, desde aquí vos juro de tener esta „ plaza por vuestra hasta tanto que llegado el Rey

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mi Señor á mayor edad seais enteramente pagado de todos los gastos. Los enojos pasados, si algunos hay de por medio, la caridad y amor que debeis á la patria, los amanse. Tened por cierto que será cosa muy honrosa para vos defender la tierna edad de un Rey huérfano de las injurias y daños de ,, los estraños, y mucho mas de los engafíos y embustes de sus mismos vasallos.

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La respuesta que á esta carta dió el Rey de Aragon, fué loar mucho su lealtad y constancia, pero que por haber puesto poco ántes confederacion con los Moros no podia faltar á su palabra: que si ellos la quebrantasen, él no faltaria de acudir á la esperanza que dél tenia y á favorecer la causa comun. Movíase á la misma sazon otra guerra de parte de Portugal: aquel Rey con toda su gente entró hasta Salamanca. Acudiéronle luego el Infante Don Juan tio del Rey Don Fernando, y Don Juan Nuñez de Lara despues que el campo de los Aragoneses dió la vuelta á su tierra. Entráron en consulta sobre lo que se Idebia hacer en esta jornada: parecióles poner sitio sobre Valladolid en que tenian al Rey Don Fernando. Con este acuerdo llegáron á Simancas, que está dos leguas de aquella villa. Allí muchos caballeros se partiéron del campo de los Portugueses por tener por cosa muy fea que un Rey fuese perseguido y cercado de sus mismos vasallos. El Rey Portugues con recelo que los demas no hiciesen otro tanto, y que despues tomados los caminos no le fuese la vuelta dificultosa, mayormente que entraba ya el invierno, se partió á mucha priesa primero á Medina del Campo, y desde allí á Portugal, despedido y desbaratado su exército.

La gente que la Reyna tenia aprestada para acudir á esta guerra, fué por su mandado á cercar la villa de Paredes. No se hizo efecto alguno á causa que Don Enrique con la gente que tenia levantada en el reyno de Toledo y en Castilla, desbarató aquella empresa. Decia no era razon estorbar las cortes que tenian llamadas para Valladolid, con aquella guerra

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por caer aquella villa muy cerca. Este era el color que tomó, como quier que de secreto estaba desabrido con el Rey Don Fernando, y inclinado á la parte de los contrarios. La Reyna con paciencia y disimulacion pasaba por aquellos embustes, y con mues tra de amor pretendia ganalle, y en aquel mismo tiempo le hizo merced de Santistevan de Gormaz y Calecantor. Con la misma maña atraxo á Don Juan de Lara á su voluntad, puesto que no se podian asegurar dél, ca si le dieran á Albarracin, fácilmente se pasara á los Aragoneses. Tuviéronse pues las cortes en Valladolid á la entrada del año mil y docientos y noventa y siete. En ellas por la gran falta que tenian de dinero, prometiéron los pueblos de acudir con gran cantidad para los gastos de la guerra, y así lo cumpliéron poco despues. En el mismo tiempo por el valor y diligencia de Juan Alonso de Haro fuéron los Navarros puestos en huida, los quales de rebate se apoderáran de parte de la ciudad de Nájara : su intento era recobrar el distrito antiguo de aquel reyno, y en particular toda la Rioja.

Don Jayme Rey de Aragon en Roma, donde era ido llamado del Papa, fué declarado por Rey de Cerdeña y Córcega. Acudiéron desde Sicilia Doña Costanza su madre y Doña Violante su hermana, Rugier Lauria General del mar, y Juan Prochita. Estaba concertada por medio de Embaxadores Doña Violante con Roberto Duque de Calabria, heredero que habia de ser del reyno de Nápoles. Celebróse este casamiento, y el mismo Pontífice Bonifacio veló á los nuevos casados: las fiestas y regocijos fuéron muy grandes. El Rey Don Fadrique se apercebia para defender el reyno que le diéron con tanta voluntad. Declaróse la guerra contra él como contra quien alteraba la paz comun de toda lá Christiandad; nombráron por General desta guerra á su mismo hermano el Rey de Aragon: resolucion la mas extraña que se pudo pensar, armar un hermano contra otro y quebrantar el derecho natural; pero tanto pudo la fe y el escrúpulo, y el mandato del resoluto Pontífice.

Ordenadas pues las cosas desta manera, el Rey Don Jayme se partió para Aragon con intento de aprestarse para la guerra. Rugier Lauria fué enviado á Nápoles para servir á aquellos Príncipes en aquella demanda. La reyna Doña Costanza y Juan Prochita se quedáron en Roma, movidos por la devocion y santidad de aquella ciudad, cansados de tantos trabajos, y por compasion del miserable estado en que vian puesta á Sicilia. No falta quien diga que muriéron en Roma: la mas verdadera opinion con que concuerdan autores muy graves, es que la Reyna Dofa Costanza cinco años adelante falleció en Barcelona, y que fué allí sepultada en el monasterio de S. Francisco en que hoy se vee un túmulo suyo con su letréro y nombre desta Señora grabado en la piedra.

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CAPITULO II.

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QUE EL REY DON FERNANDO DE CASTILLA
SE DESPOSO.

Vueito que fué el Rey de Aragon á su tierra,

le tornáron los Navarros los pueblos Lerda, Ulia, Filera y Salvatierra, como se decretó en los conciertos que en Anagni se hiciéron, y hasta este tiempo no se habia efectuado. El año próximo siguiente, que fué de mil y docientos y noventa y ocho, era Virrey 29 de Navarra por los Franceses Alonso Roneo de nacion Frances. Don Fernando hermano bastardo del Rey de Aragon por voluntad del mismo Rey y por su mandado fué despojado de la ciudad de Albarracin, y la entregáron á Juan Nuñez de Lara que parecia tener mejor derecho, y se sabia claramente que se hizo agravio á su padre en quitársela, á lo ménos se decia así. Este era el color que se tomó: lo que pretendia á la verdad el Rey de Aragon con esto, era tornar en su amistad un caballero tan poderoso y tenelle de su bando. Don Juan de Lara hizo su jura

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