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mento y pleyto homenage en la ciudad de Valencia á los siete dias del mes de Abril de guardar á aquel Rey fe y lealtad, mayor es á saber que solia. Estas prevenciones hacia el Rey de Aragon porque pensaba de acometer en un mismo tiempo con sus armas los reynos de Castilla y de Sicilia: pretensiones mas árduas de lo que su estado ni riquezas podian llevar. El Rey de Sicilia por habelle todos desamparado estaba mas cercano al naufragio.

El Rey de Castilla se reconcilió con Don Dionysio Rey de Portugal por medio de dos casamientos que se concertáron. El uno fué de Doña Costanza hija de Don Dionysio, bien que no era de edad para casarse, con el Rey Don Fernando, como ántes lo tenian tratado. En Alcañiz, que es un lugar cerca de Zamora á la raya de Portugal, en que los Reyes se juntáron á vistas para tratar de las paces, se celebró con solemnidad el desposorio. Las muestras de alegría pública, por la esperanza cierta que todos tenian de perpetua concordia, fuéron tanto mayores que Dofia Beatriz hermana del Rey Don Fernando se desposó tambien á trueco ( que fué el otro matrimonio ) con el Infante Don Alonso, hijo de Don Dionysio y heredero de su reyno, aunque no tenia él mas de ocho años. Para mayor seguridad la Reyna madre de la doncella la entregó á su suegro, y así la lleváron á Portugal. Era tan grande el deseo de efectuar y establecer esta paz y concordia, que aunque no se dió en dote cosa alguna á Doña Costanza, al de Portugal le diéron con su esposa á Olivenza y Congüela, y otro pueblo que se llama el campo de Moya, con alguna nota de la grandeza de Castilla y grandísima señal de miedo; pero tal era el estado de las cosas y la revuelta de los tiempos, que no se avergonzáron de rescatar la paz con su deshonra y menoscabo.

Lo que el Rey de Portugal hizo quando se tornó á su tierra, solamente fué dar trecientos hombres de á caballo escogidos, y por Capitan dellos á Juan Alonso de Alburquerque para que estuviesen en ser

vicio del Rey de Castilla contra Don Juan tio del Rey Don Fernando, que se intitulaba Rey de Leon como arriba diximos. Esta ayuda de Portugal y toda esta costa fué de mas ruido que provecho, y así los caballeros se tornáron á Portugal sin dexar hecha cosa alguna. Por otra parte Don Alonso de la Cerda habia tomado á Almazan y otros lugares que estan allí á la redonda á la raya de Aragon, y puesto allí soldados de guarnicion. Sigüenza fué acometida por los soldados de Don Juan de Lara, que cae cerca de la misma raya; pero por el gran valor de los ciudadanos se defendió y estuvo constante en su fé. Los conjurados tenian gran falta de dineros, que lo demas parecia que les era facil y favorable; y porque no faltase para las provisiones y pagas batiéron moneda con las insignias y nombre de Rey, baxa de ley de manera tal que si la ensayaban y hundian, se perdia gran parte del valor.

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Don Dionysio Rey de Portugal á ruego de su yerno vino con buen esquadron de gente de guerra en su favor y ayuda por la parte de Ciudadrodrigo; pero con mayor sosiego y gana de paz que las cosas tan revueltas requerian: así sin hacer efecto alguno casi como enojado se tornó á Portugal. La causa de su enojo fué querer que al Infante Don Juan que usurpaba título de Rey, le dexasen para él y sus herederos y sucesores la provincia de Galicia, de que por fuerza de armas estaba apoderado, y que la ciudad de Leon la gozase por sus dias. La Reyna y los Grandes de Castilla no eran deste parecer, porque debaxo de aquella muestra de paz se encerraban deshonor, daño y menoscabo del reyno, cuya autoridad se disminuia, y cuyas fuerzas se enflaquecian con quitalle una provincia tan principal. Con la vuelta del Rey de Portugal algunos Grandes de Castilla que hasta entonces por miedo estuvieron sosegados, comenzáron muy fuera de tiempo á alborotarse. Parece que de la revuelta del reyno querian tomar oca→ sion unos para vengar sus injurias, otros para acrecentar sus estados. El sufrimiento de la Reyna fué Tom. IV. B

maravilloso y su disimulacion, porque de su voluntad acudia á sus codicias, y les daba las villas y castillos que ellos pretendian, á trueco de conservar la paz; que es gran prudencia en tiempos revueltos acomodarse á la necesidad, y no hay ninguno tan amigo de las armas que no quiera mas alcanzar lo que desea, con sosiego que poner su persona al peligro.

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Sobre el reyno de Sicilia andaba la guerra muy brava. El crédito de Rugier Lauria era grande, mucho lo que ayudaba á la parte de Francia; que parece llevaba consigo la victoria y buena andanza á la parte que se acostaba y allegaba. Por su buena diligencia se ganáron muchas plazas que estaban por los Sicilianos en lo postrero de Italia, que fué la causa de que en Sicilia le acusáron de aleve; y como fuese por sentencia condenado, le despojáron de un gran estado que en aquella isla tenia, merced de los Reyes pasados en premio de sus grandes méritos y servicios. Desde á poco como se hobiese apoderado en la Calabria de la ciudad de Cantanzaro, y pretendiese ganar el castillo que todavía se tenia por los contrarios, fué vencido en una batalla por menor número de soldados que los que él tenia. El hacer poco caso de sus enemigos fué ocasion deste daño, que el popar al enemigo siempre es peligroso, demas que se dice peleó con el sol de cara otro daño no menor: muchos fuéron los muertos; los mas se salváron por la escuridad de la noche. El mismo Capitan Rugier con algunas heridas que le diéron en la batalla se estuvo escondido en unos lugares allí cerca hasta tanto que se pudo escapar, y pasó en Aragon con gran deseo de vengarse. Fué tanto mayor la pesadumbre que recibió desta desgracia > que nunca tal le aconteció como el que siempre salió victorio

so en las demas batallas.

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Desde Aragon el Rey y Rugier caudillos de aquella empresa, señalados por los Príncipes confederados de comun consentimiento, se hiciéron á la vela con una gruesa armada que ya tenian aprestada,

en que se contaban no ménos de ochenta galerás. Llegáron con buen tiempo á Roma: el Sumo Pontífice les bendixo el estandarte Real, y á ellos echó su bendicion. En Nápoles se les juntó Roberto Duqué de Calabria con otra armada que tenia á punto. Corriéron las marinas de Sicilia, donde todo al principio lo halláron mas facil de lo que pensaban. Apoderáronse de la ciudad de Pati (que se entiende Ptolemeo llamó Agathyrion), y de otros castillos por aquella comarca. Desde allí, doblado el promontorio Peloro, que es el cabo de Melazo cerca de Mecina, y pasado el estrecho, no paráron hasta ponerse sobre la ciudad de Syracusa. El cerco fué muy apretado por mar y por tierra, y sin embargo duró muchos dias esto, y por estar los lugares tan distantes, convidó á los ciudadanos de Pati para que echada la guarnicion que tenian, volviesen al poder del Rey Don Fadrique. Trataban de combatir el castillo, que todavía se tenia por Aragon.

Acudió por mandado del Rey de Aragon Juan Lauria con veinte galeras para socorrer los cercados: proveyó el castillo de vituallas y lo demas necesario para la defensa; á la vuelta empero fué preso él y diez y seis galeras de las que llevaba, por los de Mecina, que puesta su armada en órden le salieron al encuentro y le venciéron. Es aquel estrecho muy peligroso á causa de las grandes corrientes y remoli nos que tiene alteranse las olas sin órden, y á ma nera de vientos combaten entre sí y corren á fuer de un arrebatado raudal hora ácia una parte, hora ácia la contraria, de que resultan remolinos y peligros muy grandes para los que navegan. La experiencia que desto tenian, ayudó mucho á los Sicilia nos, ý fué causa que los Aragoneses se perdiesen por saber poco de aquel paso. La ciudad de Syracusa en el entretanto se defendia valerosamente ayudaba mucho la presencia del Rey Don Fadrique que se pu so en los lugares cercanos, y estaba alerta para aprovecharse de la ocasion. Por estas dificultades los Aragoneses fuéron forzados á alzar el cerco, en

especial que el exército le tenian muy menoscabado, muertos mas de diez y ocho mil hombres, que pereciéron á causa de los grandes calores á que no estaban acostumbrados; y de la falta de las cosas necesarias procedieron graves enfermedades. Pusiéron acusacion á Juan Lauria en Mecina :` mandáronle que desde la carcel hiciese su descargo; finalmente se vino á sentencia, y le cortáron la cabeza como á traydor.

Fué increible el dolor que Rugier Lauria su tio recibió deste caso : bufaba de corage y de pesar, que bien entendió aquella afrenta y aquel daño se hacia á su persona propia. No pudo acudir luego á la venganza porque en compañía del Rey Aragon era pasado en España: dende, pasados los frios del invierno, ambos volviéron sobre Sicilia con mucho mayor armada que antes; juntáronseles en el camino dos hijos del Rey de Nápoles, es á saber Roberto y Philipo. Llegáron todos juntos al cabo de Orlando, que está cerca de la ciudad de Pati: el número de las galeras era cincuenta y seis sin otros muchos baxeles. El Rey Don Fadrique como viese animada su gente por la victoria pasada, acordó de representar la batalla á sus enemigos, dado que su armada era mucho menor, que no pasaba de hasta quarenta galeras. Peleó valerosamente; mas al fin fué desbaratado, sus galeras parte tomadas por los contrarios, parte se pusiéron en huida. Fué grande la crueldad de que el General Rugier Lauria usó con los cautivos, hizo morir gran numero dellos con deseo de vengarse: entre los otros degolláron á Conrado Lanza hombre muy principal, de que resultó grande odio contra la gente Catalana. El mismo Don Fadrique estuvo en gran riesgo de ser preso, porque como quier que hobiese defendido su galera por largo espacio, ya que la iban á tomar, cayó desmayado: los suyos sacáron la galera de la batalla, con la qual y otras pocas se retiráron á Mecina.

Con tanto el Rey de Aragon á instancia que le hiciéron desde España, y causas que alegaban zones verdaderas ó aparentes, sin pasar adelante dió

y ra

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