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el gobierno para salvarla. Uno de estos era Rafael Gerónimo que habia sucedido á Carducho en la dictadura, no menos que en la ferocidad. Por disposicion suya fué llamado de Volterra Francisco Ferruci con las tropas, mas para fomentar la guerra que para defender la libertad. El Príncipe de Orange se apresuró á salirle al encuentro con un valeroso esquadron, y se trabó cerca de San Marcelo un combate cruel y sangriento. Al primer choque desampararon á Orange muchos de los corazas, y ardiendo en ira por la cobardía de los suyos, embistió contra el enemigo con los pocos que le quedaron. Pero pagó con la muerte su temeridad, habiendo sido atravesado con dos balas, y despojado arrebatadamente de sus vestidos, estuvo algun tiempo sin ser conocido. Sobreviniendo á este tiempo Marramaldo y Vitelio, que seguian á Ferruci, acometieron contra la ciudad, y renovaron la pelea. Corrieron arroyos de sangre por las calles y las plazas, y se cubrieron de cadáveres. Ferruci y Pablo hijo de Renzo, estrechados de todas partes por los Imperiales, y desconfiados de sus fuerzas, pusieron su esperanza en las paredes de las casas; pero no pudieron permanecer mucho tiempo escondidos, y al fin fueron hechos prisioneros. Ferruci pereció á manos de Marramaldo en venganza de la muerte de Orange, y Pablo consigió su libertad á costa de quatro mil escudos de oro. Perecieron en la pelea y de las heridas dos mil soldados de una y otra parte. El Príncipe de Orange envuelto en una manta vieja, y atravesado en un caballo con los brazos y piernas colgando, presentó un horrible espectáculo de la humana miseria, y de esta suerte le llevaron á Pistoya, donde se le dió sepultura. Así fué arrebatado aquel hijo de Marte en medio de sus victorias, con gran dolor del César. Los vencedores se volvieron á su campo muy tristes por la pérdida de su general, y en su lugar tomó el mando del exército Don Fernando Gonzaga por ausencia del marqués del Basto.

Introdúxose la discordia en la ciudad sitiada entre los militares y magistrados, y se pusieron las cosas en el mayor peligro. Irritada la plebe con la funesta noticia de la derrota de la guarnicion y de su general, y deseosa de la venganza, mandó acometer contra los enemigos. Malatesta se opuso á esto con fuertes razones, especialmente por la poca gente que tenian ;

mas no pudiendo persuadir á aquellos hombres inconsidera dos, pedian obstinadamente que el soldado les obedeciese sin tardanza; pues para mantenerle no habian perdonado, ni aun las alhajas de los templos. De esto se originaron sospechas, calumnias y amenazas. Quitaron á Malatesta el mando del exército, y el senador Nicolino que le intimó el decreto, fué herido con un puñal por este hombre iracundo: el dictador no procedia con mas cordura, pues rehusando la tropa obedecerle, montó á caballo, y queria hacer una salida con la plebe armada, para acabar de perder la ciudad y sus habitantes. Nunca en realidad fué menos libre la república de Florencia que quando defendia su misma libertad, porque ningun ciudadano de probidad se atrevia á decir libremente lo que convenia al público, sin exponerse al furor de la cruel y desenfrenada plebe. Pero al fin desistió el dictador de su intento, convencido por Tosingo hombre de buen carácter. Luego que se apłacó esta discordia, concedieron á Malatesta facultad para ajustar á su arbitrio la paz; y habiendo enviado al campo de Gonzaga á Cesio Strabon, le hizo entender que los Florentinos se hallaban inclinados á entrar en composicion. Para llevarla adelante, y vencida ya la obstinacion de los magistrados, pasaron al campo por comun acuerdo los nobles ciudadanos Altovito, Strozi, Portinario y Moreli, los quales con su prudencia concluyeron en breve el negocio. Entregóse al César la república para que la arreglase á su arbitrio: ofrecieron aprontar ochenta mil escudos para la paga del exército, que inmediatamente habia de despedirse; y finalmente se aseguró la conservacion de las personas y bienes de todos los ciudadanos. Tales fueron en substancia los capítulos del tratado que se firmó en el campo el dia veinte y nueve de julio, y habiéndose publicado en la ciudad, pusieron fin á una cruelísima guerra que habia durado por espacio de once meses. Despues de esto, por disposicion del César fué restablecida en Florencia con dominio estable, y permanente la familia de los Médicis, que tantas veces habia sido desterrada de ella. Alexandro hijo de Lorenzo y yerno del César, obtuvo el principado de la Toscana, y se confirmaron á los Florentinos sus privilegios é inmunidades. Mas el Pontífice por medio de unos hombres adictos á él, manchó con la sangre de algunos ciudadanos una victoria tan benigna

instigado de un deseo de venganza muy ageno de la dignidad, y carácter de su persona.

Entretanto invadió Aradino la roca de Argel fortificada por su situacion, y por el arte, la qual hasta entonces de nadie habia sido ocupada, y quanto daño en lo sucesivo haya causado á las costas de España, nadie lo ignora, ni es necesario decirlo. Fué herido, y hecho prisionero el capitan Martin de Vargas con algunos pocos soldados, habiendo sido muertos los demas en la cruel expugnacion. Esta fortaleza que habia sido treinta y un años antes tomada por Pedro Navarro de órden del Rey Don Fernando, para contener á los piratas, fué arrasada por el bárbaro hasta los cimientos. De sus ruinas arrojadas al mar se formó una especie de muelle para seguridad de los navíos en aquel parage tan peligroso. Despues de esto, habiendo sido Vargas solicitado en vano para que abrazase la perversa secta de Mahoma, fué muerto por los Moros con cruelísimos suplicios. Amenazó despues el bárbaro á la plaza de Cádiz con una poderosa armada, atraido de una presa tan opulenta; pero fué desvanecido este peligro por el valor de Doria, habiendo derrotado la mitad de la armada enemiga en Sargel no lejos de Argel. Las cosas habian sucedido á medida del deseo, si la fortuna que siempre acostumbra burlarse de los mortales, y mezclar las prosperidades con las desgracias, no hubiese convertido en llanto la alegría de la victoria con un triste suceso. El pirata Hali Caraman, que despues de haber perdido sus naves se habia refugiado al castillo de Sargel, hizo una salida repentina sobre los soldados de Doria, que á pesar de sus órdenes se habian derramado por el pueblo para saquearle, y los pasó á cuchillo. Los que pudieron escaparse se precipitaban unos sobre otros en el mar, pereciendo todos cen diversos géneros de muerte. Murieron cerca de quatrocientos, y quedaron prisioneros sesenta con Jorge Palavicino noble alférez. Esta pérdida fué recompensada con la libertad de dos mil Christianos que padecian en las galeras una miserable esclavitud. Fueron tomadas dos de ellas con otros muchos buques, y á los demas se les pegó fuego. La mayor ventaja de esta empresa fué la conservacion de Cádiz, porque despojado el pirata de una parte de su armada, se dedicó á pequeños robos.

Casi por este tiempo fueron restituidos sus hijos al Rey de Francia que los deseaba con mucho ardor. Habian sido encerrados en la fortaleza de Pedraza, donde fueron tratados con poco decoro, no sin mengua del César, que mandó los tuviesen con buena custodia, temeroso de la astucia Francesa, hasta que por mandado de la Emperatriz fué aliviada su desgracia con mas suave tratamiento. Encargó el César este negocio al condestable Velasco. Los Franceses procedieron de mala fe, mas no pudieron engañar á los hombres de probidad, y el fraude fué descubierto con infamia de sus autores. Todas las monedas fueron exâminadas por un platero Español, y habiendo declarado que el oro no era de ley, hubo largas disputas entre una y otra parte. Los escritores Franceses atribuyen la culpa á la avaricia del canciller Prat, y afirman que el Rey estaba inocente, lo que juzgo verdadero. Finalmente se descubrió que faltaban quarenta mil escudos á la suma contratada, y habiendo sido completados, se entregaron los regios jovenes con toda solemnidad en el rio Vidasoa á Mommoranci presidente del parlamento de Paris, enviado por el Rey á este fin con amplios poderes. Tambien fué entregada Doña Leonor con magnífica pompa para que fuese conducida á su esposo Francisco con doscientos mil escudos de dote; pero con la condicion de que los hijos que de ella naciesen habian de poseer la Borgoña por derecho de patrimonio.

A principios de este año murió en Valencia Don fray Gilberto Martin del órden de San Gerónimo, obispo de Segorve; y fué sepultado en su iglesia, baxo del altar mayor en el sepulcro que edificó para sí y sus sucesores. Trabaxó con gran zelo en apaciguar las sediciones de este reyno, lo qual le adquirió mucha fama. En el siguiente año fué electo para aquel obispado Don Gaspar Gotofredo valenciano, biznieto de Doña Juana de Borja hermana de Alexandro VI. De allí á poco tiempo falleció tambien Don Pedro de Cardona, catalan de la ilustre familia de Folch, arzobispo de Tarragona, varon de mucha virtud, y digno de la memoria de la posteridad por el fervor con que se dedicó á desarraygar los abusos, y restablecer la disciplina eclesiástica. Su liberalidad enriqueció á aquella iglesia con posesiones muy pingües. Sucedióle Don Luis su sobrino, hijo de su hermano, trasladado de la sede episcopal de Barcelona,

TOMO VII.

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y entró en la ciudad el dia doce de mayo del año siguiente.

Capitulo XIV.

Viage del César á Alemania. Liga de los Principes Luteranos en Smalcada. Eleccion de Don Fernando hermano del César en Rey de Romanos.

HABIENDOSE puesto el César en camino para Alemania, fué recibido con mucha pompa en Mantua por Federico Gonzaga, á quien habia conferido el título de Duque, y le obsequió con extraordinaria alegría; y pasando por el territorio de Venecia, le dió el senado las mas expresivas señales de veneracion y respeto. Llegó á Inspruk en los confines de Alemania, y salió á recibirle su hermano Don Fernando con un lucido acompañamiento de nobleza, y se abrazárón mutuamente con mucho amor. Desde allí acompañado del duque Guillelmo, atravesó por la Baviera, y vino á Ausburg donde tenia convocada una dieta, habiendo salido á recibirle toda la ciudad con el mayor regocijo. El dia siguiente, que era el del Santísimo Corpus Christi, asistió el César, y los Príncipes Catholicos con velas encendidas á la procesión con exemplar piedad, rehusándolo con grave ofensa del César los que estaban inficionados de las nuevas heregías, entre los quales se distinguian Juan Federico duque de Saxonia, Jorge de Brandemburgo, Alberto su hermano maestre del órden Teutónico, y el que la extinguió en la Prusia; Arnaldo de Luneburg; Phelipe Langrave de Hesse: y Volfango de Anhalt príncipes ilustres de Alemania. Congregóse despues la dieta, en la que tomando la palabra Phelipe conde Palatino, se trató de defender la antigua y apostólica Religion, y de apaciguar las turbulencias de la Alemania y otras controversias. Leyóse en ella el compendio ó confesion de la doctrina de la secta luterana compuesto por Phelipe Melancton, excelente profesor de letras humanas, pero hombre muy enamorado de su ingenio : su obra se entregó á Juan Cochleo, uno de los mas sabios teólogos de Alemania para qué la refutase. Despues de muchas disputas de una y otra parte, se disolvió la dieta sin haberse sacado fruto alguno por la contumacia de los

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