Imágenes de páginas
PDF
EPUB

Capitulo XVI.

Navegaciones de Pizarro y Almagro, y descubrimiento del Perú, Prision de Atahualpa en Caxamalca,

En los años precedentes se habia descubierto otra inmensa region de la América, presentándose en ella grande número de heróycas victorias á la nacion Española, no menos codiciosa de peligros que de riquezas. No convienen los autores sobre quién fué el primero que descubrió las costas meridionales de aquel nuevo mundo. El Inca Garcilaso, autor muy verídico y diligente en esta materia, lo atribuye á los compañeros de Balboa, que baxo de sus auspicios navegaron el año quince de este siglo, en cuyo tiempo reynaba Huainacap, Inca XII, nombre que usaron los Reyes del Cuzco desde el establecimiento de su imperio. Los Españoles dieron sin fundamento á esta region el nombre del Perú, asi como equivocaron los de otras muchas ciudades y provincias del nuevo mundo por entender mal, y pronunciar peor las voces de los bárbaros. Pero no hay necesidad de que sobre esto abusemos de la paciencia de nuestros lectores. En la parte que mira al Océano son escasas las lluvias, pero las riegan las muchas aguas que baxan de los montes, los quales son tan elevados, que se ocultan en las nu. bes, y forman una cordillera continua por el Oriente y el Septentrion. Todo lo demas está dividido en amenísimos valles. La populosa ciudad de Quito se halla situada debaxo de la línea y todo el terreno inmediato á las montañas abunda de inagotables minas de oro y plata. Dícese que Huainacap habia anunciado al tiempo de morir que vendrian unas gentes barbadas (porque los Americanos no tienen pelo en ninguna parte de su cuerpo) que arruinarian el imperio, y que el sol su padre benigno lo habia pronosticado con muchas señales. Sucedió á Huainacap en el imperio su hijo legítimo llamado Huascar, que habia tenido en su hermana segun la costumbre de la nacion. Atahualpa su hermano habia nacido de una hija del cacique de Quito, y en memoria de su padre dió Huascar el nuevo exemplo de dividir el imperio con él; pero Atahualpa le movió guer

ra, y le hizo prisiónero, despojándole del reyno. Hizo ademas quitar la vida á todos los de la familia Real, escapándose muy pocos por compasion de los verdugos. Era Atahualpa soberbio, cruel, artificioso, y en nada parecido á los Reyes que le precedieron.

En este tiempo en que los Españoles subyugaban á su costa las provincias y naciones Americanas para agregarlas al dominio Real, como lo hicieron los Romaños en Sutrio, Francisco Pizarro, y Diego de Almagro, vecinos de Panamá hicieron compañía para descubrir nuevas regiones, exhortándolos á esta empresa el sacerdote Juan de Luque. Embarcóse primero Pizarro en un navío con ciento y doce compañeros en el mes de noviembre del año veinte y quatro de este siglo, y habiendo recorrido un inmenso piélago entre él Oriente y Mediodía arribó á tierra, y peleó desgraciadamente con los Indios, pues él mismo recibió siete heridas. Llegó despues Almagro con otra nave, y vino á dar en manos de los mismos bárbaros que habian derrotado á Pizarro. Pusiéronse en órden de batalla unos setenta Españoles, y habiendo trabado una sangrienta pelea, consiguieron estos la victoria, aunque á costa de muchas heridas, y perdiendo un ojo su capitan, y incendiaron el pueblo. Despues buscó Almagro á Pizarro por largo tiempo, y no hallándole, volvió á embarcarse, y le encontró en el puerto de Cucamá, donde se estaba curando sus heridas. Habiendo juntado sus fuerzas, y sin desanimarlos las calamidades anteriores, que les habian hecho perder ciento y treinta compañeros, volvieron á embarcarse con otros ciento y diez. Anduvieron vagando por el mar por espacio de tres años, viviendo de lo que podian robar, y no habiendo hecho cosa alguna memorable, se detuvo Pizarro en el rio de San Juan con cinqüenta soldados, pues los demás habian perecido de hambre y de enfermedades crueles. Fué una peste para ellos el haber mudado de clima, y la falta de víveres los obligó á sustentarse con cueros. Entretanto que una de las naves reconoeia las costas, no sin algun fruto, pues recogió oro, plata, y ropas de las que usaban los Indios, Almagro conduxo de Panamá en otro navío soldados, caballos y víveres. Pusiéronse en camino formando un solo cuerpo para explorar lo interior de aquella region, y sus habitantes los recibieron con mucha hu

manidad, proveyéndolos abundantemente de comida y de todo lo demas. Reconociéronlo todo con gran cuydado, y desde allí navegaron á la isla del Gallo, á fin de prevenir mayores fuerzas para sujetar á los bárbaros con la guerra. Pero resistiéndose la mayor parte de los soldados á tolerar una milicia tan trabaxosa, desconcertaron su vasta empresa, y quedaron solos diez y seis hombres valerosos, que siguieron la fortuna de Pizarro, Perseveraron en aquel lugar por espacio de cinco meses, padeciendo suma escasez de todas las cosas necesarias, y habiéndoles llegado el navío con víveres, se embarcaron con mucha alegría, y navegaron quatrocientas millas mas allá de la costa que ya tenian reconocida, en cuya expedicion adquirieron algun oro y plata que los bárbaros les dieron voluntariamente. Regresaron finalmente á Panamá á causa de haberse cumplido el tiempo que para esta navegacion les habia concedido Pedro Arias gobernador de aquella plaza; y no habiéndoles permitido emprenderla de nuevo, se dispersó toda la gente. Pero Pizarro, cuyo ánimo habia crecido con el deseo de apoderarse de las riquezas de los bárbaros, pidió dinero prestado á sus amigos, y vino á España á solicitar el mando de la region que habia descubierto, y habiéndoselo concedido la Emperatriz que gobernaba en ausencia del César, pasó á Truxillo ciudad de Estremadura, donde habia nacido y se habia criado; y llevándose consigo á sus hermanos Fernando, Gonzalo y Juan á Martin Alcántara su hermano de madre, y algunos pocos compañeros, arribó prósperamente al puerto de Nombre de Dios, y desde allí por tierra á Panamá. Almagro que habia invertido quasi todos sus bienes en preparar aquella expedicion, llevó muy á mal que Pizarro hubiese obtenido el gobierno para sí sin haber hecho mencion alguna de su compañero y amigo. Mas aplacado por los de ambos, y por la blandura de Pizarro, desistió con grande ánimo de la empresa comenzada, aunque estaba cargado de deudas.

En el mes de febrero del año de treinta y uno embarcó Pizarro en tres navíos ciento y ochenta infantes, y treinta y siete caballos, y habiendo navegado con viento muy favorable, llegó á los quince dias al puerto de San Mateo. Sacó á tierra toda su gente, y se puso en marcha contra los bárbaros que se hallaban consternados. Apoderóse por un ardid de Coa

chen, pueblo grande situado debaxo de la línea, y sin haber derramado sangre alguna, recogió en él quince mil escudos de oro, setecientas cinqüenta libras de plata, y algunas esmeraldas. Desde allí envió los navios á Panamá para conducir el oro y retornaron con treinta infantes, y veinte y seis caballos. Sujetó aquellas gentes á la obediencia del César por los medios mas suaves, valiéndose por intérprete de un Indio de la misma nacion, llamado Philipillo, á quien habia hecho prisionero en su primer viage, y le habia traido consigo á España para que aprendiese la lengua. Desde el continente pasó á una isla llamada Puna por los naturales, que está separada de tierra firme por un pequeño canal, y á la qual los Españoles dieron nombre de Santiago: tiene esta isla de circuito quarenta y cinco millas; y en ella fué recibido Pizarro por los bárbaros con humanidad y paz, y le trataron con esplendidez segun su costumbre. Pero habiendo sabido que le armaban asechanzas, los ganó por la mano haciéndoles la guerra; hizo prisionero á su cacique, y á los principales: derrotó en batalla á los pérfidos, y trató con crueldad á los cautivos, dando libertad al cacique despues de haberle ofrecido que le seria fiel y sumiso en adelante. Desde allí repasó á Tumbez, y castigó la mala fé de sus habitantes que habian muerto á tres Españoles, pero perdonó al cacique porque aquella traicion se hizo sin su noticia. Habiendo pasado mas adelante, sujetó á otros pueblos con la fuerza, y condenó á muerte á un cacique que le habia armado una emboscada. Recibió con humanidad á los que se le entregaron voluntariamente, y mandó á los soldados baxo de graves penas que no les hiciesen daño, ni injuria alguna. Estableció una colonia, á la que dió el nombre de San Miguel, y dexando en ella sus equipages con alguna guarnicion, prosiguió adelante su camino con ciento y dos infantes, y sesenta y dos caballos. Los negros y los Indios que venian para el servicio del exército conducian la artillería de campaña, y los víveres, y otras cosas de menor peso las llevaban sobre sus espaldas. Llegó á Piura donde se detuvo diez dias á fin de prevenir las cosas necesarias para la guerra, porque cada día crecia mas y mas la fama de la grandeza del imperio del Cuzco, y el poder de su Rey Atahualpa.

Desde allí continuó su marcha con gran cuydado por temor

de asechanzas; y á pocos dias llegaron mensageros del Rey, que traian á Pizarro algunos regalillos, á los que correspondió con otros semejantes. Este mensage parecia dirigido mas á explorar que á otra cosa; y lo mismo hizo el Español por medio de un cacique de confianza. Volvió Atahualpa á enviarle otros mensageros, que exâgeraron á Pizarro las victorias de su Rey, sus inmensas riquezas, y las fuerzas de su exército, creyendo que con estos vanos terrores desanimarian á los Españoles, y los arrojarian de sus tierras. Pero estos por el contrario ostentaban la velocidad y fuerza de sus caballos, el estruendo de sus armas fulminantes, y el valor de sus soldados. De este modo con señales exteriores de recíproca amistad se ponian asechanzas unos á otros, y se hacian la guerra con unos mismos ardides. Estaban los caminos muy bien guarne. cidos, y cercados de árboles por una y otra parte para defensa del calor. Estos Indios nada tenian de bárbaros; usaban vesti. dos de algodon ; ó de lana muy fina de ciertos animales, y las mugeres llevaban ropa talar. El principal cuydado de los Incas fué extender y dilatar los términos de su imperio, é inclinar aquellos hombres feroces á la cultura y humanidad, tal vez por disposicion divina, que preparaba suavemente las cosas para que la doctrina del Christianismo los hallase mejor dispuestos. Finalmente despues de muchos dias de camino llegó Pizarro el dia quince de noviembre á Caxamalca, donde halló muy poca gente porque quasi todos sus habitantes se hallaban en el campo de Atahualpa que se venia acercando. Envióle Pizarro en calidad de mensagero á Fernando de Soto, jóven muy valeroso, con veinte caballos; y le siguió con otros tantos su hermano Fernando, para socorrerle en caso que llegasen á tomar las armas. Habiendo dexado Soto á sus compañe ros á la orilla de un rio inmediato, se encaminó solo por medio del campo enemigo, y llegó hasta donde se hallaba Atahualpa sentado en su trono rodeado de sus mugeres y de muchos de los principales Indios. Soto habia aderezado de tal suerte su caballo, que con la respiracion de las narices meneaba las borlas de la guarnicion de grana que le colgaba de la frente. Pero el bárbaro no mostró la menor admiracion á la vista de un espectáculo tan nuevo, y con los ojos inclinados á tierra oyó al mensagero, que le pedia tuviese una conferencia con su ca

« AnteriorContinuar »