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elogiando al mismo tiempo á los que mas se habian distinguido en esta memorable accion. Desde allí se encaminó á Milan, donde le obsequió Esforcia con gran magnificencia; y habién. dose entretenido algunos dias en la caza, vino á Génova, y se hospedó en el palacio de Doria, adornado con regia opulencia. Hizo allí el César espléndidos regalos á las personas ilustres; y embarcándose con temporal fuerte, llegó felizmente á fin de abril á Barcelona, donde fué recibido por la Emperatriz y los grandes con la mayor alegría, y con increible regocijo de todos los ciudadanos.

Fasó el César á Castilla, y habiendo recibido cartas de Mendoza en que le avisaba que la ciudad de Coron se hallaba en gran peligro, por haberla sitiado los Turcos por mar y tierra, mandó á Doria que marchase con la armada para hacer levantar el sitio. Partió al momento á Nápoles, donde tomó á los Españoles que poco antes habian sido enviados de la Lombardía con el capitan Rodrigo Machicao, y los víveres y municiones necesarias: se hizo á la vela con viento próspero, y arribó felizmente á Coron, despues de haber tenido un pequeño combate con la armada otomana cerca de la entrada del puerto. La venida de Doria excitó un gran tumulto en el campo de los enemigos; y habiendo hecho Mendoza una salida, los puso en fuga, y les tomó tres cañones y algunas otras cosas. Despues de esta victoria desembarcó Doria los soldados, y los víveres en la ciudad, dexando por gobernador á Machicao, y se volvió á Mecina con el antiguo exército. Casi en los mismos dias el Almirante de la armada Española Don Alvaro de Bazan tomó á los Moros la ciudad de One en la costa de Africa entre Oran y Melilla. Los bárbaros que se habian refugiado en el castillo, desconfiados de sus fuerzas, y de la seguridad de aquel puesto, se escaparon todos por un postigo que casualmente no se hallaba sitiado; y habiéndolos derrotado, y saqueado la ciudad, y el castillo, se restituyó á la Andalucía mas gozoso con la victoria que con el fruto de ella.

Falleció el cardenal Colona que gobernaba á Nápoles, y fué nombrado en su lugar Don Pedro de Toledo marqués de Villafranca, cuyo gobierno mezclado de sucesos alegres y adversos, toleraron los Napolitanos por espacio de veinte y dos años. Mientras tanto el Pontífice y el Rey de Francia tuvieron secre

tas conferencias en Niza, de las quales se divulgaron muchas cosas, pero no produjeron efecto alguno. Catalina hija de Lorenzo de Médicis, habida en Magdalena de Torres, casó con Enrique duque de Orleans uno de los hijos del Rey Francisco, y llevó en dote cien mil escudos. Despues á peticion suya creó el Papa quatro cardenales. Si ademas desto acordaron algo en secreto acerca de los negocios públicos da sus dominios nunca pudo saberse. Mas el César que conocia bien el carácter del Pontífice, sospechó algun fraude, y procuró asegurarse en Italia para que no le acometiesen descuydado. En primer lugar atraxo á sí al duque de Urbino, restituyéndole la ciudad de Sora que rescató de los herederos de Gesvres, para que en caso de hacer guerra al Pontífice, le auxîliase este Príncipe tan enemigo de los Médicis. Por otra parte las tropas Napolitanas, y las de Colona amenazaban al Pontífice, á quien aborrecian con odio implacable por sus antiguas discordias. Génova, el duque de Ferrara, y el de Mantua estaban por el César: y de este modo no podia temer á nadie, antes por el contrario ninguno podia moverse contra él sin manifiesto peligro de su ruina, hallándose asegurado con las fuerzas de tantos Príncipes. De esta suerte descansando las armas, peleaban con sus discursos, y se burlaban recíprocamente de unos artificios con otros. Finalmente para desvanecer el César la sospecha de que deseaba apoderarse de la Italia, á principios del año de mil 1534. quinientos y treinta y quatro aceleró las bodas de Christina, que habia prometido á Esforcia, para que los hijos que de ella tuviera sucediesen en el principado de Milan, que era la causa de todos los males.

Por este tiempo llegaron los Españoles en Coron á las últimas extremidades del hambre, porque los Turcos se habian apoderado de todos los contornos, habiendo puesto una guarnicion permanente en Andrusa. Tuvieron consejo de guerra, y determinaron hacer una salida contra el enemigo con el mayor secreto para cogerle desprevenido. Pusiéronlo en execucion en el silencio de la noche, causando gran confusion por haberse desordenado la caballería que se encaminaba al arrabal de Andrusa, donde hicieron no poco daño, quemando las casas ; mas no pudieron tomar el pueblo porque al momento acudió la guarnicion al muro. Mientras que los Españoles intentaban

en vano al rayar el dia hacer pedazos las puertas, cayó Machicao herido en la frente por una bala, y con él algunos de los mas intrépidos. Muerto el capitan hombre valeroso, y muy perito en el arte militar, y habiéndose pasado el tiempo propio para la empresa, se retiraron de allí en el mejor órden. La caballeria enemiga los siguió para vengar de alguna manera e el daño recibido, pero la muerte de su comandante, que cayó del caballo atravesado de un balazo, puso fin á la comenzada pelea. Juntábase al hambre la peste, que hacia en todos horrible estrago, quando llegaron cartas del virey de Sicilia, en que les mandaba á nombre del César que partiesen de allí quanto antes. Con efecto á la entrada del mes de abril, habiendo embarcado algunos Griegos en las naves con toda la artillería, y demas cosas que podian transportarse, regresaron á Italia, abandonando la ciudad de Coron, que era de poca utilidad, y no podia conservarse sino á costa de mucha tropa y dinero. 1. Por este tiempo ardian en guerras civiles los Moros de Tú nez incitados del odio que tenian á Muley Assen. Este pues, segun la inveterada costumbre de los bárbaros, habia subido al trono quitando la vida á sus hermanos, y dominaba con tanta crueldad, que sublevándose contra él sus súbditos, adornaron con las insignias regias á su hermano Roscetes, que se habia escapado de la muerte, ofreciendo ponerle en posesion del reyno. Juntó luego un exército, y poniéndose en marcha, peleó con Muley Assen al pie de las mismas murallas de Túnez. La victoria quedó por los sublevados, habiendo obligado á Muley á encerrarse en la ciudad. Pero como en esta no se suscitase tumulto alguno por los ciudadanos segun estaba proyectado, ni tampoco fuese posible el tomarla por fuerza, pasó Roscetes á Argel á solicitar de Aradino que le diese auxilio contra su hermano; á cuyo tiempo conmovido Soliman con la fama de aquel pirata, le hizo llamar para que rechazase á Doria, prometiéndole el mando de la armada otomana. Asi pues, se embarcó Aradino para Constantinopla, llevándose consigo á Roscetes, á quien dió esperanzas de que con el auxilio de Soliman arrojaria á su hermano, y seria él puesto en el trono. Estas promesas fueron falsas; porque habiendo conseguido del Sultan que le hiciese general de su armada, dexó burlado en Constantinopla al regio jóven, y se volvió al Africa

TOMO VII.

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con ochenta galeras, causando en su viage muchos daños en las costas de Italia. Luego que llegó á Túnez, hizo correr la voz de que traia á Roscetes en la armada pára ponerle con sus fuerzas en posesion del reyno. Fué recibido por los Tunecinos con extraordinario regocijo, pero en breve se descubrió el fraude, y tomando estos las armas, llamaron á Muley Assen, que por medio de Aradino se habia puesto en fuga. Pelearon en las calles, y en las plazas con gran desórden, y obstinacion: mas habiendo sido vencidos los Tunecinos por los Turcos que eran mas valerosos que ellos, y obligados á retirarse dentro de las casas, se escapó segunda vez Muley Assen con algunos pocos que con lealtad constante seguian su fortuna. Al dia siguiente se les concedió á los de Túnez la paz que pedian, y juraron obediencia á Soliman. Penetró vivamente el ánimo del César la maldad de Aradino, conociendo quan terrible tormenta amenazaba á la Christiandad si el Imperio Otomano se estendiese hasta el Africa. Para desvanecerla, y perseguir con el mayor esfuerzo á esté pirata, tan orgulloso con el apoyo de Soliman, comenzó á disponer con la mayor diligencia todo lo necesario á este fin. Mientras hacia estos preparativos, el Pontífice afligido de una grave, y prolixa enfermedad, pasó de esta vida á la otra el dia veinte y cinco de septiembre. En todo su pontificado se vió agitado de muchas inquietudes, por haberse entremetido mas de lo que convenia en los negocios temporales, trastornándole sus consejos la fortuna, ú otra fuerza superior. Excomulgó á Enrique Rey de Inglaterra porque habia repudiado á su legítima esposa la Reyna Catalina para casarse con la famosa Ana Bolena, á fin de reducirle á su deber con este terrible castigo. Pero este medio que se creyó saludable, solo sirvió para agravar el mal, porque aquel hombre soberbio, despreciando la Religion que debia contenerle, se precipitó á sí mismo y á su reyno en el partido de la heregía que habia combatido; y finalmente habiendo abolido en todos sus dominios la autoridad pontificia, se la apropió á sí mismo, y dió principio á la monstruosa, y cruel tragedia que hà costado tantas lágrimas al orbe Christiano.

LIBRO TERCERO.

Capítulo primero.

Eleccion del Papa Paulo III. Expedicion del César á Túnez. Toma del castillo de la Goleta y de la ciudad.

ESPUES de concluido el novenario de las exêquias del Papa Clemente VII se juntaron en cónclave los cardenales el dia nueve de octubre para elegir sucesor. Ya de unánime consentimiento habian destinado para esta suprema dignidad al cardenal Alexandro Farnesio varon amado de todos; y á los dos dias, sin haber intervenido ningun vicio ni solicitud de su parte, fué declarado sumo Pontífice, y se coronó el dia seis de noviembre. En su exâltacion tomó el nombre de Paulo III y no habiendo sido antes parcial de ninguno de los Príncipes, conservó en su pontificado la misma integridad con loable y piadoso exemplo, y muy propio del padre comun de todos los fieles. Aplicóse desde luego con sumo cuydado á apaciguar los ánimos de los Príncipes Christianos, que se resentian todavía de sus anteriores discordias, para que empleasen todas sus fuerzas contra los enemigos de la Religion.

Por este tiempo juntaba el César de todas partes tropas, armas, caballos y todos los demas aprestos de guerra, sin perdonar gasto alguno para arrojar de Túnez á Aradino. Pero como las grandes empresas necesitan de grandes auxilios, exhortó

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