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otros internos?» Demas de esto movia al César la cálamidad que padecian veinte mil cautivos, y el deseo de despojar de aquella presa al pirata, que con tanta freqüencia invadia nuestras costas. Ni tampoco le parecia decoroso ni honesto abandonar torpemente á Muley Assen despues de haberle ofrecido restituirle en el reyno y añadia que el Rey de España y Emperador de Alemania no habia pasado al Africa con tan crecido número de tropas para infundir un vano temor en los enemigos, sino para disipar la cruel tempestad que amenazaba á todo el orbe Christiano. De este modo el César, mas cuydadoso del empeño que habia contraido que de la fama, despreció los vanos rumores, y lo que de él pudiesen juzgar otros : precepto y exemplo saludable para los grandes Príncipes, que deben preferir su obligacion á los juicios y censuras de los hombres.

Estando pues resuelto á perseguir al tirano con el mayor esfuerzo, y dexando á Doria en la armada, para cuydar del restablecimiento de las fortificaciones de la Goleta con los materiales que se habian traido de Sicilia, se puso en marcha ácia Túnez. En todo el camino habia continuas escaramuzas con el enemigo, que andaba vagando, y que á cada paso acometia la retaguardia en que mandaba el duque de Alba. Pa decieron tan gran necesidad de agua en aquel pais árido, que la sed les abrasaba las bocas y las entrañas. Instruidos los soldados por Muley, y otros hombres prácticos de aquella tierra, habian hecho provision de agua llevándola en pellejos y cubas, la qual les alivió por algun tiempo; pero creciendo el calor, volvieron á la misma fatiga. Añadíase á esto el cansancio de caminar entre montes de arena, en que á cada paso se les hundian los pies. El ardor del sol la tenia tan encendida, que todo lo abrasaba como si fuera un continuo fuego. Despues de tolerados con invencible constancia todos estos males, llegaron finalmente á tiro de la ciudad. Hallábase acampado el tirano á tres millas de distancia con un exército de cien mil infantes y treinta mil caballos, mas confiado en la multitud que en el valor de los suyos.

Dada que fué la señal de la pelea, los acometieron los Imperiales mandados por Basto, no como quien va contra hombres armados, sino como quien iba á degollar un rebaño de

ovejas. En efecto la victoria no fué dudosa ni difícil, porque á la primera lluvia de balas volvieron las espaldas los Africanos. Despues de esto, habiendo entrado en accion los Alemanes armados de lanzas, y con espantosa gritería se puso el tirano en fuga á uña de caballo, y se metió dentro de la ciudad con los Turcos que le acompañaban. Al momento toda aquella in numerable multitud se dispersó y derramó por todos los campos inmediatos. No quiso el soldado perseguir á los fugitivos, porque habiendo encontrado unos pozos de agua dulce, tenia mas deseo de apagar la sed, que de recoger la presa. Dícese que algunos perecieron por el excesivo calor y la falta de agua. Entretanto el tirano ardiendo en ira, resolvió volar con pólvora el castillo de Túnez llamado la Alcazaba, donde estaba encerrado un gran número de cautivos, y lo hubiera puesto en execucion á no habérselo disuadido Sinan con sus ruegos. Llegó esta noticia á oidos de los cautivos, y mientras que Aradino recogia las tropas y exhortaba en vano á los ciudadanos en defensa de la patria, se pusieron intrépidamente en libertad para pelear por su vida, ayudándolos Medellin Español, y Catareo Dalinata libertos del tirano, que no se habian olvidado del todo de su antigua religion. Viéndose libres de las cadenas, se apoderaron de la armería y del castillo, arrojando al gobernador y á la guarnicion que en él habia; y con el humo y las banderas desplegadas hicieron la señal de la victoria que habian ganado. Intentó inútilmente el tirano recuperar el castillo, y temeroso de que no le quedaba parte alguna donde pudiese estar seguro, se puso con los Turcos en acele rada fuga. Persiguieronle los Moros, prefiriendo la presa á la fidelidad, y le despojaron de una parte de sus bagages; y en tan miserable estado llegó á Bona, ciudad célebre por haber sido silla episcopal de San Agustin, donde habia dexado catorce galeras para qualquier lance adverso que pudiera sucederle. Noticioso el César del suceso de los cautivos, hizo marchar el exército á la ciudad el dia siguiente.

Salieron á recibirle los magistrados y el pueblo, presentándole las llaves de las puertas en señal de una solemne entrega. Pero la alegría de haber sido arrojado de ella el tirano, la hizo funesta la precipitada indignacion de los soldados, los quales,, diciendo el César que debia perdonarse á los entrega

dos en obsequio de Muley Assen, respondieron con grandes clamores: «¿han de engañarnos impunemente los Moros, socios siempre infieles, y enemigos siempre molestos? >> Dicho esto, y como si fuera la señal del combate, corrieron en tropas á saquear la ciudad, pudiendo mas en ellos el furor y la avaricia, que el mandato de su Príncipe. No se veia por todas partes sino muertes, robos y confusion, á pesar de los edictos que el César hizo publicar por voz de pregoneros, porque la multitud enfurecida nada oia ni atendia. Los que hicieron mayor estrago fueron los Alemanes; y se dice que pasó de diez mil el número de los muertos. Fueron hechos cautivos diez y ocho mil; pero la mayor parte de ellos consiguió libertad por una corta suma. Cogió Basto una rica presa de treinta mil escudos que se hallaron en una cisterna del castillo, y los des. cubrió un esclavo, con los que le gratificó benignamente el César. Medellin y Catareo fueron tambien premiados largamente por el auxilio que habian dado; y á los que con su propio valor su pusieron en libertad, les fué adjudicada toda la presa del castillo, y además se les distribuyó dinero. Halláronse ochenta y un Francés cautivos, y se entregaron al embaxador de esta nacion. El número de los que fueron puestos en libertad llegó acerca de veinte mil, entre los quales se contaban tres mil mugeres, y quatro mil doncellas; y el César les dió á todos liberalmente navíos y víveres para restituirse á su patria. Muchos de ellos se alistaron en las banderas del César, con cuyo socorro se suplieron las compañías que se habian disminuido. Entretanto se escapó Aradino por el descuydo ó cobardía del capitan Adan que habia sido enviado á Bona con parte de la armada. Siguióle Doria aunque tarde con el resto de los navíos; pero habiendo perdido la esperanza de hacerle prisionero, tomó la ciudad y arruinó sus muros. Entregó la fortaleza á Alvaro Zagal con seiscientos soldados de guarnicion, y despues fué abandonada y destruida por órden del César. Habiendo hecho su tributario á Muley Assen, le entregó el reyno de Tunez, y Don Bernardino de Mendoza, hombre muy sabio en el arte de la milicia naval y terrestre, fué nombrado gobernador del castillo de la Goleta, dándole para su custodia mil presidarios y diez galeras. Despues de esto despidió á su cuñado Don Luis, manifestándole su mucho agrade

cimiento: mandó que las armadas se hiciesen á la vela, y él se embarcó en la de Italia. Arribó á Trepani echado por vientos contrarios, y desde allí pasó por tierra á Palermo y Mecina con grande regocijo y alegría de todos. Concediéronle los Sicilianos ciento y cinqüenta mil escudos por donativo gratuito y habiendo celebrado córtes, les confirmó sus privilegios é inmunidades. Nombró á Don Fernando de Gonzaga por virey de la isla ; y embarcándose despues llegó con las galeras á Rijoles. Atravesó los pueblos de la Calabria, donde le obsequió magníficamente San Severino príncipe de Visignano; y finalmente entró con toda felicidad y alegría en Nápoles á fin de noviembre.

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Toma Aradino la isla de Menorca. Muerte de Esforcia. Pretensiones del Rey de Francia sobre el estado de Milan y la Saboya. Guerra con este motivo.

La alegría de la victoria de Túnez fué turbada segun la inconstancia de las cosas humanas, con la desgracia acaecida en el puerto de Mahon. Habiéndose escapado de Bona el pirata Aradino, conduxo su armada á Argel, y despues de haberla reparado, navegó con ella á la isla de Mallorca. Intentó inútilmente invadirla, y pasó á la de Menorca. Uno de los navíos de la armada de Portugal que mandaba Gonzalo Pereyra fué arrojado por una tormenta al puerto de Mahon, y se apoderó de él Aradino, aunque no sin estrago de los suycs, matando á toda la gente que conducia. Inmediatamente determinó batir con su artillería la ciudad, que está situada en la extremidad del puerto. Aterrado el gobernador luego que vió derribada una parte del muro, hizo la entrega, capitulando su libertad y Ja de su familia; y por la accion indigna de este hombre cobarde fueron llevados cautivos ochocientos Mahoneses. Aunque con efecto le puso en libertad Aradino, pagó no obstante su maldad con un cruel suplicio por mandado de Don Martin de Gurrea virey de aquellas islas. Cargó el bárbaro sus navíos con la presa, y retornó aceleradamente á Argel; y despreciando los

peligros del mar que amenazan en el otoño, navegó á Constantinopla, donde fue recibido por Soliman como vencedor, para que no desesperase de recuperarse de su desgracia.

El año antecedente falleció en Alcalá de Henares Don Antonio de Fonseca arzobispo de Toledo, y su cuerpo fué llevado á Salamanca, y sepultado honoríficamente en la capilla que él mismo habia edificado. Fundó dos colegios, el uno en Santiago de Galicia, y el otro en Salamanca su patria, dotándolos con grandes rentas. Sucedióle Don Juan de Tavera natural de Toro, arzobispo de Santiago y cardenal, y antes obispo de otras iglesias. En la de Santiago tuvo por sucesor á Don Pedro Sarmiento, que poco después fué creado cardenal á peticion del César. Murió también en el mismo año el cardenal Echavord, que como escribe Chacon fué el vigésimo quinto en el número de los obispos de Tortosa. Fué electo en su lugar fray Antonio Calcena del órden de San Francisco, y tomó posesion de aquella iglesia el dia cinco de octubre del año de treinta y siete. Don Martin Gurrea sucedió á Doria en la iglesia de Hues ca, y no pudo entrar en posesion de ella por varias dificultades que ocurrieron, hasta el dia diez de mayo de este año.

A fines de él falleció Francisco Esforcia sin haber dexado hijo alguno, y en su testamento nombró al César heredero del principado de Milan. Inmediatamente Leyva cuydadoso de los intereses de su soberano, enarboló la bandera Austriaca, y se apoderó del castillo y de otros lugares fortificados del territorio. El César mandó hacer en Nápoles magníficas exêquias al difunto; pero ocultaba cuydadosamente lo que pensaba dispo ner acerca de aquel principado, el que al fin adjudicó á la corona de España, apoyado para ello en poderosas razones. El dia ocho de enero del año siguiente de mil quinientos y trein- 1536. ta y seis celebró las córtes que tenia convocadas en Nápoles, en las que concedió liberalmente á sus habitantes muchos privilegios é inmunidades, y ellos le ofrecieron por donativo gratuito millon y medio de ducados, que habian de pagar en ciertos plazos. En los dias de Carnestolendas celebró el César las bodas de Margarita su hija, que habia tenido en Flándes antes de su matrimonio, con Alexandro de Médicis, y hubo en ellas magníficos banquetes, juegos y todo género de regocijos con mucha pompa y aparato. Al mismo tiempo Lanoy

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