Imágenes de páginas
PDF
EPUB

príncipe de Sulmona se desposó con Isabel Colona, hija de Vespasiano y nieta de Próspero.

Pero entre estas alegrías y festejos, no se olvidaba el César de los cuydados del gobierno, pues renovó entonces la alianza con los Venecianos. Ajustó con los Suizos que en caso que se suscitase la guerra en Italia, no permitirian que sus tropas sirviesen en ella. Recogió mucho dinero, hizo venir las legiones de Alemania, y completó las compañías veteranas con Españoles. La inquietud de los Franceses dió motivo á estos prepa, rativos hechos con tanta diligencia, porque habiendo fallecido Francisco Esforcia sin hijos, pretendia el Rey de Francia que le pertenecia el principado de Milan por parte de Valentina, de quien era biznieta su muger Claudia. Pero como no habia podido mantener con las armas este principado quando se apoderó de él, y despues habia intentado en vano muchas veces recuperarle, se persuadió que nunca llegaria á conseguirlo si no reducia á su dominio la Saboya, que estaba intermedia, y se abria camino por aquella parte; por lo qual con justicia ó sin ella acometió á Cárlos duque de Saboya con intento de des. pojarle de su estado. Luego que Francisco tuvo noticia de la muerte de Esforcia, envió á Cárlos, que ya lo esperaba, á Guillelmo Pojet, presidente del parlamento de Aix, pidiendo que le restituyese el principado de Saboya que pertenecia á madama Luisa su madre, como hermana mayor del mismo Cárlos; y porque en las primeras nupcias de Felipe de Saboya con madama Margarita de Borbon se estipuló, que los hijos de uno y otro sexô que de ella naciesen sucediesen en el dominio de su padre, y que siendo Cárlos hijo de Claudia, con quien habia casado Felipe despues de la muerte de madama Margarita, era manifiesto que ocupaba sin derecho el dominio de Saboya, que debió recaer en madama Luisa hija de Margarita, y finalmente en Francisco su nieto. Alegaba tambien otros derechos imaginarios y despreciables, derivados de Renato duque de Anjou que habia unido á la corona de Francia la provincia de Marsella, nombrando por su heredero á Luis XI. Respondió Cárlos que no habia ninguna ley ni costumbre en Saboya que prefiriese las hembras á los varones para suceder en el principado; y que antes por el contrario eran excluidas de la sucesion como en Francia: que no era de ningun modo verosímil que hubiese

querido Felipe su padre despojar del principado á su familia, y traspasarle á otra extraña, no habiendo causa alguna que le obligase á hacerlo; y finalmente que si habian de valer los antiguos derechos, deberia la nacion Francesa restituir al imperio Romano las Galias, que le habian usurpado Feramundo, Meroveo y sus sucesores. Viendo Pojet rebatida con estas y otras razones la peticion de Francisco, se dice que replicó: asi lo quiere el Rey, qué es la suprema ley quando por qualquier motivo se trata de extender ó conservar el imperio. De las palabras vinieron.al fin á las armas.

Por este tiem pó los ciudadanos de Ginebra inficionados de muchas heregías arrojaron de la ciudad á Pedro Baume su obispo, hombre de vida santísima, y tomando las armas se habian substraido del dominio de Saboya, fomentando esta rebelion el francés Rangonio, como lo refiere Duvelay su compa» triota. Habiendo pues ajustado alianza con los Suizos en daño del Saboyano, envió el Rey de Francia con un exército á Chabot almirante del reyno, para que despojase á Cárlos de su dominio,.) y al mismo tiempo reclamaba por medio de embaxadores el principado de Milan. Uno y otro causó mucha indig nacion al César, no ignorando quales eran los intentos del Francés, que vencido y hecho prisionero, y despues de haber renunciado muchas veces sus derechos, reclamaba sin pudor la Lombardía, que era el premio del vencedor, y la que con de recho imperial habia adjudicado á la corona de España. Aco. metido Carlos de Saboya á un mismo tiempo por los Franceses y los rebeldes Ginebrinos, y destituido de humano socorro, porque todavía se hallaba el César en Africa, se pasó á Verceli ciudad muy fuerte, y despues á Niza, con su muger y su hijo Philiberto.

Persuadido vanamente Francisco de qué sin tomar las armas podria concluir el negocio de Milan, envió á Juan cardenal de Lorena, con amplísimos poderes para que tratase con el César, y en el camino mandó á Chabot en nombre del Rey, que sostuviese la guerra, para evitar que irritado mas el ánimo del César, se perdiese la ocasion de concluir felizmente el asunto. Pero Leyva con un fuerte esquadron se opuso á los intentos del enemigo, y habiéndole enviado el César nuevas tropas, reprimió su furor, y le impidió llevar adelante sus estragos.

Habia mandado tambien el César á Doña María Gobernadora -de Flandes, que enviase un poderoso exército á las fronteras del enemigo para entretenerle, y dividir sus fuerzas.

En la primavera de este año vino el César á Roma con el exército veterano, y setecientas corazas; y fue recibido con pompa triunfal. Despues de haber tributado su obsequio al Pontífice, que se hallaba sentado á la puerta del templo Vati-cano, se retiró al palacio que le estaba prevenido con gran magnificencia, donde muchas veces habló á solas con el Papa sobre los gravísimos negocios del estado. Empleó quatro dias en visitar la ciudad, y la víspera de su partida hizo un discurso grave y vehemente á presencia del Pontífice, de los cardenales, grandes y embaxadores, usando de la lengua Española como mas próxima á la Romana: en él manifestó su indignacion contra el Francés, y los sentimientos que agitaban su ánimo. Refirió primero los antiguos motivos de queja, la usurpacion de la Borgoña: el repudiado matrimonio de Cárlos VIII con Margarita; y la repetida violacion de los tratados hechos con la casa de Austria. Despues de esto declamó fuertemente contra Francisco, quejándose de su ingratitud y falta de fidelidad; pues habiéndole él dado libertad, le recompensaba con todo género de agravios, y no cumplia cosa alguna de lo que le habia prometido. Demostró con poderosas razones quanto mas sólidos eran sus derechos al principado de Milan que los de Francisco, y arrebatado de la ira al proferir estas y otras cosas, levantó mas la voz, y con semblante severo y magestuoso dixo: «¿Cómo Francisco y sus embaxadores tienen la desvergüenza de asegurar públicamente que yo he prometido á los Franceses el ducado de Milan? Acaso creen que soy tan loco, que he de entregar á un enemigo pernicioso lo que manifiestamente me pertenece? ¿Quién ignora la envidia con que ha procedido, excitando contra mí á todo el orbe? ¿Quién ignora su alianza con los Turcos, y todas las demas tentativas que ha hecho para perderme? Ahora acaba de ocupar á fuerza de armas una parte del dominio de su tio Cárlos de Saboya, para invadir el principado de Milan, que ha recaido en mí con legítimo y cesáreo derecho, y apoderarse despues del resto de la Italia, combatida tantas veces desgraciadamente. Verá pues Francisco, y verá todo el universo, que en breve vengaré con

guerra justa y piadosa mis injurias, y las del duque de Saboya, que se halla baxo la proteccion del imperio Romano. Y para que no se queje de que le acometo desprevenido, y con repentina invasion, desde ahora le declaro la guerra, y confio que los Santos que fueron testigos de las alianzas, serán tambien vengadores de la palabra que ha quebrantado. » Un autor afirma que el César concluyó su discurso desafiando á Francisco, pero todos los demas omiten esta circunstancia. Un escritor francés dice, que al dia siguiente retractó el César lo que habia dicho, lo que no puedo creer de un Príncipe tan afortunado y victorioso. Para no negar todo crédito á este autor, tengo por cierto, que despues fué impugnado el discurso por un hombre docto. Mas sea de esto lo que fuere, luego que acabó de hablar el César, le abrazó el Pontífice con mucho amor, rogándole que no se dexase arrebatar de la irà, aunque no mal fundada, y que se acordase que su humanidad y clemencia le habia adquirido la fama de Príncipe grande y óptimo. Los embaxadores del Rey comenzaron á replicarle, pero les impuso silencio, para que no se desvaneciese del todo la esperanza de la paz; mas no pudo disuadir de su propósito al César, que se hallaba inclinado á la venganza.

Al dia siguiente partió para la Toscana, y llegó á Florencia ciudad adornada con todo género de ciencias y cultura, donde fué obsequiado magníficamente por su yerno. Desde allí pasó á Luca, y habiendo atravesado el monte Apenino, llegó á Plasencia, donde le esperaban Beatriz de Saboya, y Christina viuda de Esforcia, á las quales consoló con mucha humanidad, asegurándolas que corrian á su cuydado. Siguióse en breve la muerte de Beatriz, que colmó las penas del Saboyano. Entretanto Leyva recuperó á viva fuerza la plaza de Fossano, que poco antes habia sido tomada por los Franceses, y atraxo al partido del César á Francisco marqués de Saluzo, que se habia disgustado del Rey Francisco, porque no le trataba segun merecian sus servicios, lo que contribuyó mucho para sostener esta guerra. Habiéndose reunido las tropas en la Lombardía, se trató en un consejo de guerra sobre el modo con que habia de hacerse. Basto con algunos otros capitanes era de parecer que se encaminasen todas las tropas á Turin, para apoderarse de todo el territorio que se extiende al pie de los Al

TOMO VII.

15

pes. Pero á todos los demas, y con especialidad á los duques de Alba y Benavente, les agradó el dictámen de Leyva, quien dixo que las fieras se cogian mas fácilmente en sus cuevas, por lo qual convenia llevar la guerra á lo interior de Francia, y lo aprobó el César por la autoridad de aquel hombre que se habia hecho tan ilustre por sus hazañas. El César pues, siguiendo un proyecto que tenia mas de brillante que de sólido, mandó á Saluzo que con escogida tropa sitiase á Turin que se hallaba ocupada por los Franceses, y él penetró en la Francia con lo mas fuerte del exército. Al mismo tiempo recorria Doria las costas con la armada; y habiendo desembarcado en tierra las compañías italianas mandadas por el duque de Salerno, al primer ímpetu tomaron á Antibo, y la saquearon aunque á costa de alguna sangre. Apoderáronse tambien de muchos pueblos de la provincia Narbonense. Todos los habitantes se dispersaron por aquellos campos, llenos de terror, y todos los lugares, haciendas y heredades, que estaban muy provistas de todo, fueron entregadas al saqueo. Doria expugnó á Tolon para tener un puerto cómodo. En Bruñola pueblo del territorio de Frejus, peleó prósperamente Fernando Gonzaga. Montejano, y Borsi hijo de Gaufero, capitanes de caballería, fueron hechos prisioneros, junto con Samnipetro Corso que mandaba la infantería; y apenas escapó uno solo que llevase la nueva de esta pérdida. Con el mismo ímpetu fué tomada y saqueada Bruñola. Desde entonces no se atrevió el enemigo á ponerse á la vista, permaneciendo siempre encerrado dentro de un fortificado campo, en el que hacia frente el exército vencedor.

Capitulo m.

Entra el César con su exército en Francia. Sitio de Marsella. Viage del César á España.

LAS armas Flamencas que por este tiempo entraron por las fronteras de Francia; como lo habia mandado el César, causaron mas terror que daño. Era generalísimo de ellas el Príncipe de Nasau hombre muy experimentado, y intrépido en la guerra. Este pues, habiendo tomado á Braya, expugnó á Guisa, y

« AnteriorContinuar »