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provisto Pizarro de todo lo necesario, siguieron á su hermano Fernando, que conducia á España el tesoro Real. Embarcáronse en quatro navíos de extraordinaria magnitud, y arribaron con felicidad á Sevilla. Desde Caxamalca al Cuzco hay quarenta dias de camino, y le anduvo Pizarro con sus tropas, habiendo sufrido en este viage grandes trabaxos, aunque recogió mucho oro y plata, y ganó muchas victorias á los Cuzqueños. Llegó á Xauxa ciudad opulenta situada en un amenísimo valle, y casi arruinada por haberla incendiado el enemigo, á quien arrojó de todo aquel territorio acometiéndola con la caballería. Estableció allí una colonia; á cuyo tiempo murió de enfermedad el nuevo Rey, que era en extremo adicto á los Españoles. Dividiéronse en partidos los Quiteños y Cuzqueños. Aquellos intentaban restituir á los hijos de Atahualpa el imperio que habian invadido pocos años antes; y estos querian que se eligiese un sucesor legítimo de la antigua familia de los Incas; de cuya discordia se aprovechó prudentemente el Español para oprimir á los de uno y otro partido. Auxilió con sus fuerzas á los Cuzqueños como mas obedientes, parà arrojar de aquellas provincias á los de Quito, que sin embargo de haber sido vencidos tantas veces, y de la prision y muerte de su Rey Huascar, permanecian obstinados en hacer resistencia.

Habiendo dexado Pizarro en Xauxa sus bagages y el oro con el tesorero Alfonso de Alvarado, y una pequeña guarnicion, continuó su marcha para el Cuzco. Envió delante sesenta caballos baxo el mando de Soto, los quales tuvieron freqüentes choques con los bárbaros que les salian al encuentro, y siempre quedaron victoriosos. Peleando una vez en un parage fragoso, quedó muerto un caballo y dos heridos, y hasta entonces habian creido los bárbaros que aquellos animales no podian morir. Cortaron la cola al caballo, y llevándola por bandera les infundia nuevo aliento; pero no por eso les fué mas propicia la fortuna. Entre los cautivos se distinguia Chilicuchima generalísimo de los Quiteños. Corria la voz de que él habia sido el que los incitó á tomar las armas ; y averiguada la certeza de este hecho por deposicion de muchos testigos, le hizo Pizarro atar á un palo y quemarle vivo, sin que de ningun modo pudiesen reducirlo á que se bautizase. Al mismo tiempo Mango hijo de Huaina Capac, temeroso de las asechanzas de

los Quiteños, vino por sendas extraviadas á ponerse baxo la proteccion de Pizarro. Recibióle benignamente, y le siguió al Cuzco adonde caminaba á toda prisa, para impedir que el enemigo no incendiase aquella ciudad. En el camino peleó con los Quiteños; pero el primer clamor y encuentro decidió la victoria, y el Español los persiguió vivamente en su fuga. El dia siguiente entró en la ciudad á mediados del mes de noviembre, y al inmediato fué Mango proclamado Rey del Cuzco. A la verdad convenia hacer esto prontamente, para que no se escapasen los caciques que con aquella sombra de imperio se mantenian concordes y obedientes. En el dia de la Natividad de Jesu-Christo, despues de celebrados los oficios divinos, Mango Inca juró solemnemente al César en la plaza de la ciudad, y enarboló la bandera desplegada. Lo mismo hicieron los caciques, bebiendo en copas de oro segun la costumbre de la nacion.

Entretanto hubo en Xauxa varias peleas con los Quiteños. El tesorero Alvarado fué derribado de una pedrada, y cayó del caballo sin sentido; pero habiéndole defendido la infantería, volvió en sí y tornó á montar; mas con otra pedrada rompieron un brazo al caballo. Sin embargo no pudieron sostener el ímpetu de los Españoles, y habiendo vuelto las espaldas, se refugiaron en los parages mas elevados, de donde tambien fueron arrojados, y finalmente de todo aquel campo antes que llegasen los socorros enviados del Cuzco. Eran estos cinqüenta caballos y quatro mil Cuzqueños, los quales siguieron al enemigo, que procuraba refugiarse en los lugares mas seguros con su capitan Quisquis. Acuñóse en el Cuzco una inmensa cantidad de oro y plata, y solo del quinto se aplicaron al tesoro Real ciento diez y seis mil quatrocientos y sesenta escudos, y mas de diez y siete mil y quinientas libras de plata. Lo demás se lo adjudicó Pizarro para sí, y para sus compañeros, inclusos los que habian quedado en Caxamalca. Tambien repartió á los soldados una gran cantidad de plata mezclada con otros metales. Era Pizarro liberal de la presa,y sus dones iban acompañados de mucha afabilidad; con lo qual infundia en los soldados grande ánimo para acometer qualesquiera peligro y trabaxos.

En la entrada del verano del año de treinta y quatro estable

TOMO VII.

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ció en el Cuzco una colonia de Españoles, y quiso que se llamase noble y gran ciudad. A la fama de las riquezas acudieron de todas partes los Españoles, dexando desiertas de habitantes las islas y muchos parages del continente. De una sola vez llegaron mas de doscientos á San Miguel; de los quales pasaron treinta caballos á juntarse con Pizarro, que habia regresado á Xauxa. Los demas siguieron á Sebastian Belalcazar que marchaba aceleradamente á Quito, para adelantarse á Pedro de Alvarado, que era fama se encaminaba á la misma provincia á grandes jornadas. Habiendo trabado batalla con los bárbaros, se separaron sin haberse declarado la victoria por una ni otra parte. Clavaron una estacada previendo el parage por donde habian de acometer los caballos, y volvieron otra vez á la pelea; pero se evitó el peligro con el aviso que dió un Indio desertor. Aunque fueron vencidos y derrotados muchas veces, no por esto se abatia su ferocidad; pero se esforzaron inútilmente en impedir que entrase en la ciudad un esquadron tan pequeño. Balalcazar procuró en vano inquirir de los bárbaros las riquezas que habian sacado de allí ; mas para satisfacer de algun modo su codicia, le presentaron algunos vasos de oro y de plata. A este tiempo llegó Almagro enviado por Pizarro para que procurase evitar el peligro que amenazaba la arribada de Alvarado á aquellas costas. Este pues, habiendo desembarcado doscientos veinte y siete caballos, y quinientos infantes, con grande número de Guatemaltecas y negros, se puso en marcha para Quito; pero como no habia explorado antes los caminos, se extravió en unos montes muy ásperos y parages desiertos, donde las altas nieves y hielos cubren perpetuamente la tierra, de tal modo que no se descubria ni aun vestigios de ave, ni de fiera alguna cosa admirable por cierto en una region situada debaxo de la línea, y que seria increible á los antiguos. La extraordinaria fuerza del frio dexó helados á muchos de ellos; y áesto se juntaba el cansancio y el hambre. Los que estaban acostumbrados á un clima cálido se entorpecian mucho mas; y los que se echaban en tierra los sobrecogia de tak suerte el frio que no podian volver á levantarse. Quedaban abandonadas las cargas y el oro que en ellas venia, pues apenas los que las conducian podian moverse aun sin llevar nada sobre sí. Tambien tocó alguna parte del estrago á los caballos,

de los quales perecieron algunos, y antes que llegasen al campo de Almagro habian muerto ochenta Españoles, y dos mil esclavos. Para colmo de tantos males amenazaba una guerra civil, porque Alvarado mandó á Almagro que saliese de aquellas tierras, sin tener para esto otro derecho que el de ser mas fuerte. Pero despues de muchas contiendas de una parte y otra, y por la mediacion de los principales, se convinieron al fin en que recibidos ciento veinte mil escudos, se retirase Alvarado, entregando su exército y sus naves. Cumpliøse puntualmente uno y otro, y Almagro con sus nuevas tropas se puso en marcha al Cuzco para encargarse del gobierno.

Por este tiempo fundaba Pizarro á Lima cerca del mar y la dió el nombre de ciudad de los Reyes, á causa de que comenzaron á abrirse los cimientos de ella el dia de la Epiphanía, quando volvió de España Fernando Pizarro acompañado de muchos nobles, que atraia la fama de las riquezas de aquella region. Concedió el César á Almagro con título de gobierno todo lo descubierto hasta el territorio del Perú, que en los principios habia señalado á Pizarro, en recompensa de lo mucho que habia contribuido para esta empresa. A Valverde se le confirió el nuevo obispado del Cuzco en premio de sus trabaxos apostólicos; y al mismo tiempo fué nombrado primer obispo de Guazacoalco fray Francisco Ximenez del órden de San Francisco. Llevaron muy á mal los Pizarros el dividir su mando con Almagro, porque ya no cabian en todo el Perú: y de aquí se originó la emulacion, y despues las contiendas sobre los límites del territorio de cada uno. Intentó Soto conciliar los ánimos por el deseo que tenia de la paz, pero faltó poco para que todo se perdiese enteramente. El obispo de Panamá Don Tomás de Berlanga pasó de órden del César á deslindar las provincias, y no lo hizo, ó porque favorecia á Pizarro como corria la voz, ó porque estando ya reconciliados y hechos amigos, le parecia inútil su comision. Finalmente el no haber cumplido el mandato del César fué causa de gravísimos males, y como si adivinase Soto las calamidades que amenazaban á los Españoles por la falta de concordia de sus gobernadores, recogió su tesoro, y acompañó al obispo que volvia á Panamá, y desde allí se restituyó á España con otros nobles que se habian hecho ricos con la presa. Procuró Pizarro establecer colonias

en lugares oportunos, que sirviesen como fortalezas para refrenar á los bárbaros; de las quales fué una Truxillo, dedicada á la memoria de su patria. Belalcazar reducia á los Indios de Quito al imperio del César, y lo mismo hacia en otras partes Alonso de Alvarado, mas con su prudencia y suavidad de trato, que con el terror de las armas.

Encendióse en Almagro el deseo de recorrer hasta la extremidad de aquellas costas; empresa que parecia superior á toda humana esperanza. Asi pues, determinó explorar la dilatada region de Chile, que se extiende ácia el Mediodía; y á este fin distribuyó entre los soldados muchos millares de libras de oro; porque era hombre liberal, ó por mejor decir pródigo. Seguia al esquadron de gente armada un gran número de mochileros y criados, y le acompañaban muchos nobles del Cuzco con Pablo hermano de Mango Capac, para que los Chileños se sujetasen á la obediencia mas por la autoridad de tales hombres, que por la fuerza de las armas. Hállanse en medio las montañas de los Andes, tan elevadas que parece amenazan al cielo, las quales se dividen en muchos ramos, y perpetuamente estan cubiertas de nieve, siendo un horroroso desierto. Caminaban por ellas con mucha dificultad, y á esto se añadió una tempestad, y la inmensa copia de nieve que sin cesar les caia dia y noche. Este infeliz esquadron padeció en su marcha quantos males pueden imaginarse: hambre, frio, cansancio y desesperacion. No se veia otra cosa que una horrorosa soledad sin vestigio alguno de cultura humana. A cada paso se quedaban los hombres tendidos por el camino; porque entorpeciéndoseles los nervios con el hielo, apenas podian moverse. Fueron muchos los que perecieron por el extraordinario frio; á algunos se les quemaron los pies; á otros se les caian los dedos sin sentirlo ; y algunos que se arrimaron á los troncos de los árboles, los desamparó el calor vital, dexándolos inmobles; y sus cuerpos se hallaron enteros despues de algunos años, á causa de la grande sequedad y sutileza del ayre. Esta calamidad hizo poco estrago en los soldados, como endurecidos con todo género de trabaxos; pero consumió la mayor parte de los esclavos. Todo esto acaeció á fines del año.

A este tiempo se suscitó una cruel guerra en el Cuzco por la imprudencia de Fernando Pizarro. Custodiaba aquella ciu

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