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vo gobernador, el qual envió preso á Fonseca á la India, juntamente con Tabaria acusado de tiranía; pero habiendo sido absuelto por el Virey, recibió el sagrado bautismo, y murió en breve tiempo de una enfermedad que le sobrevino. Ataide que no era mejor que sus predecesores, excitó con mas acrimonia contra sí, y contra el nombre Portugués la indignacion de los isleños. Habiendo nombrado Rey á Cacil hermano bastardo de Tabaria, su madre que era natural de Java, procuraba aterrar al muchacho para que no se expusiera á los peligros de tan infausta sucesion. Estando un dia hablando con él de estas cosas, acometieron repentinamente los Portugueses al palacio Real, se apoderaron del muchacho, y arrebatados de un furor fanático, arrojaron por una ventana á su madre, que se lamentaba con grandes clamores. Exâsperados mas y mas los Ternatenses con un hecho tan indigno, desampararon la ciudad y se retiraron con la multitud indefensa á unos bosques inaccesibles, á fin de expeler de su patria por el hambre á aquella gente soberbia y iracunda, que no podian vencer con las armas. Inmediatamente se sublevaron las islas, y en venganza del delito fueron asesinados á cada paso los Portugueses que estaban dispersos por ellas ocupados en sus negociaciones. En Momoya pueblo opulento de la isla del Moro, nuevamente reducido al Christianismo por el zelo de Gonzalo Velloso, descargó su ira Catabruno instigado del odio que tenia á nuestra religion. Este pues, habiendo despojado al Sultan de Giloló, se apoderó del reyno, y obligaba con el terror á los recien convertidos á abjurar el Christianismo. Pero el Sultan, que habia tomado el nombre de Juan, tenia tan grabados en su corazon los documentos de la Religion, que con imprudente y cruel piedad habia degollado á su muger y á sus hijos para que no volviesen á los antiguos errores. Intentó despues matarse á sí mismo, pero se lo impidieron sus domésticos, y habiendo sido entregado á Catabruno, estando ya próximo á morir por su constancia en la fé Christiana, le perdonó el tirano por los ruegos de sus amigos. La fortaleza de Ternate estaba ya muy próxima á ser expugnada por hambre, quando los Portugueses encerrados en ella, fueron socorridos por Simon Sodred, y Juan Pinto, que llegaron con víveres y algunos soldados. Hicieron una salida de la fortaleza, y saquearon varios castillos,

recogiendo la presa y víveres que encontraron. Consumidos estos, volvieron segunda vez á padecer la misma necesidad, y se aventuraron á salir al mar, pero con desgraciado suceso, pues fueron vencidos dos veces por los Tidorenses, lo que nunca habia acaecido. Arrojados de su territorio, fueron sosteniéndose hasta la llegada de Antonio Galvan. Estas son las cosas sucedidas en las partes mas remotas del orbe hasta fin de este año. Volvamos ahora á continuar la narracion de las de Europa.

Capitulo vi.

Guerras de Flandes y del Piamonte. Invasion del Turco en las costas de Italia. Treguas del César con el Rey de Francia.

HABIENDO partido el César de Barcelona, celebró córtes en Monzon á principios del año siguiente de mil quinientos y 1537. treinta y siete. Confirmó en ellas los privilegios é inmunidades del reyno de Aragon, y especialmente el que les fué concedido en las anteriores córtes del año de treinta y tres, de que los extrangeros no pudiesen obtener las prelacías, segun los antiguos estatutos de los Reyes de Aragon. Concluidas las córtes, Ꭹ habiendo hecho al César un donativo, como era costumbre, se puso en camino para Castilla donde era muy deseado. El Rey Francisco para resarcir las pérdidas que habia sufrido en Flándes, juntó un poderoso exército, y se apresuró á invadir sus fronteras. Tomó á Alce, Hesdin, San Pol, Liliers, y San Venancio, aunque no sin derramar sangre. Alegre el Rey con estos felices sucesos, que recompensaban sus anteriores desgracias, despues de haber fortificado á San Pol, mandó regresar el exército á Dulens, y le despidió. Los Flamencos por su turno emprendieron la guerra baxo la conducta de los generales Reux, y el conde de Bura. Combatieron á viva fuerza la recien fortificada plaza de San Pol, y pasaron á cuchillo su guarnicion pero conservaron la vida al gobernador Villebon, á Bellay, y á otros. Montreval fué entregado por Conopleo baxo de ciertas condiciones. No faltó mucho para que los Flamencos tomasen á Teruana ciudad opulenta de la Picardía; pero

por su desgracia la defendió Anebaldo general intrépido, con los víveres y soldados que habia podido introducir en ella. Por. que viéndose obligado á pelear por la imprudente audacia de la noble juventud, fué derrotada y puesta en fuga la guarnicion por Bura, y quedó prisionero Anebaldo; con Pienna, Vi. llars, y el Epirota Capuzmadio. Los Franceses consiguieron la libertad á trueque de oro y de prisioneros; mas el Epirota pa. gó con la cabeza el delito de haber desertado de las banderas del César. Sin embargo los Flamencos continuaban estrechando la ciudad, que rodearon con sus tropas; pero al tiempo que el Delfin Enrique, y Monmorenci se pusieron en camino con muchas fuerzas para libertarla del peligro, se publicó una tregua y suspension de armas. El Rey de Francia habia oido con gusto las proposiciones que le hizo Doña María gobernadora de Flandes, por medio del duque de Arescot, para componer sus discordias. Por lo qual á fines del mes de julio fueron pactadas treguas entre los Franceses y Flamencos con equitativas condiciones, y con la esperanza de conciliar una paz sólida, hallándose inclinado á ella el ánimo del César.

Ardia la guerra en el Piamonte desde lo mas crudo del invierno anterior. Los Franceses habian tomado por asalto á Bargia, y se apoderaron una noche de Ranconissa con cierto ardid; pero fueron rechazados del pequeño castillo de Busca, defendido por Pedro Sanchez con una guarnicion de sesenta Españoles, mas fuertes por su valor que por su número. Anibal conde de Novelara intentó escalar de noche sus muros, y cayó á tierra muerto por un bala disparada de un cañon pequeño, con grave sentimiento de los Franceses; mas alternando la fortuna sus desgracias, pereció del mismo modo el marqués de Saluzo. Habia tomado este á Cereci, pasando á cuchillo su guarnicion, que se componia de mil soldados, y se apoderó despues de Carmañola al principio de la primavera ; y al tiempo que combatia la fortaleza fué atravesado de una bala que le quitó la vida. Fué varon verdaderamente insigne en valor y prudencia, y que debe ser colocado en el número de los grandes capitanes. Acudió inmediatamente Basto, y habiendo expugnado la fortaleza, hizo ahorcar al gobernador en venganza de la muerte de Saluzo. Entretanto envió el Rey á Humery con nuevas tropas que causaron mucho terror á los confinantes, y

como no hiciese ninguna hazaña correspondiente á tantas fuerzas, vino en breve á ser despreciado. Los soldados que llevaban muy á mal la floxedad y desidia de sú general estuvieron muy próximos á abandonarle; murmuraban de él con grande insolencia en sus corrillos, y lo que es peor que todo en la milicia, apenas obedecian sus órdenes. Finalmente para que no se dixese que no hacia nada, dirigió sus tropas ácia Aste, cuya plaza defendia Don Antonio de Aragon. Pero se retiró de allí sin haberse acercado siquiera á las murallas, habiendo recibi, do algun daño en la retaguardia, y se atrincheró cerca de Alba. Por este tiempo se juntaron al marqués del Basto, que caminaba á Aste, dos brigadas Alemanas mandadas por Federico de Fustemberg, con cuya llegada quedó tan aterrado el Francés, que trasladó parte de sus tropas á los lugares fortificados, para que estuviesen mas seguras, y colmado de ignominia marchó con las demas á Francia, pareciendo mas bien qué huia, que no que se retiraba. No perdió Basto la ocasion oportuna que se le venia á las manos, y tomó por asalto á Quieri, aunque estaba cuydadosamente fortificada, y provista de todo lo necesario por su gobernador Azalio, pasando á cuchillo á quasi toda la guarnicion. Sacaron de su ignominioso escondri. jo al Gobernador, el qual se presentó delante de Basto con mucha burla y risa de los vencedores, y cargado de afrenta fuë puesto en libertad á costa de una gran suma. Despues de esto se apoderó de Quierasco y Alba, que entregaron sus gobernadores Fregoso y Ursino, despues que uno y otro sostuvieron un reñido combate. Habiendo tomado estas tres plazas en el espacio de veinte y ocho dias, bloqueó Basto á Turin, y Piñe rol, impidiendo que pudiesen recibir víveres algunos, á fin de reducirlos á ent. egarse por hambre.

Mientras que el Rey se divertia en el exercicio de la caza, le llegó la noticia del mal estado en que se hallaban las cosas en el Piamonte. Quedó atónito por un rato, y volviendo en sí dió un gran suspiro. Despues llamó á Monmorenci, y desde el caballo le advirtió individualmente todo lo que debia prevenirse pará la guerra; las tropas y víveres que se necesitaban, las provincias de donde debian sacarse, los caminos por donde podian llegar con mas presteza, el de la navegacion, y todo lo demas, con tan admirable memoria, como si lo recitase por

escrito, en lo qual se aventajaba Francisco á todos los Príncipes de su tiempo. Así pues, habiendo juntado un poderoso exército, penetró en la Italia por los Alpes. A la fama de su venida se retiró Basto de Piñerol á Moncaller, enviando delante á Massio capitan Napolitano con un escogido esquadron de ininfantería, para que en las gargantas de Susa levantase trincheras, que impidiesen á los Franceses la entrada. Pero Monmorenci que mandaba el primer cuerpo, habiendo explorado diligentemente aquellos parages, tomó cierto rodeo, y por lo mas fragoso de los peñascos hizo subir quatro mil hombres armados, que se déxaron ver sobre las trincheras enemigas en lo mas elevado de los montes. Los Imperiales que estaban muy agenos de que los Franceses pudiesen acometerlos por aquella parte, aterrados con su repentina venida, y para evitar el peligro que les amenazaba, desampararon aquel puesto, y se retiraron á donde se hallaba Basto. El Francés habiéndose abier⚫ to de este modo el camino sin derramar sangre, socorrió á Turin con provisiones, y la libertó del sitio. Desde allí partió para Viliana, y expugnó una torre que estaba situada en el camino, á fin de allanar todos los pasos al Rey que le seguia con la mayor fuerza de las tropas. Trató severamente á los prisioneros, porque siendo pocos en número, y contra las leyes de la guerra, habian intentado defender un puesto de poca im. portancia; mas el capitan que era Napolitano le alistó entre sus tropas. Ocupó despues varios pueblos, que aunque destituidos de guarnicion, estaban muy provistos de todas las cosas necesarias. La guerra se iba encendiendo mas y mas, y estando tan inmediatos uno de otro los dos campos, parecia estar muy próxima una batalla decisiva, quando llegaron cartas de Flandes con la noticia de haberse renovado las treguas por tres meses, á solicitud de la Reyna Doña Leonor, y Doña Margarita que se llamaba Reyna de Navarra, las quales habian pasado á visitar á la gobernadora Doña María con el deseo de apagar tambien la guerra en Italia, cuyas vanas causas detestaban, y de restablecer la paz, aprovechando para esto el tiempo de las treguas. Monmorenci dió noticia de ellas á Basto á nombre del Rey Francisco, y no pudo recibir una nueva mas agradable ni mas deseada, pues se hallaba en grande aprieto por las dificultades que tenia en continuar la guerra por la

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