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xos recorriendo desiertos y precipicios, y careciendo de todas las cosas por la excesiva ambicion que tenian á una sola : volaban divididos en muchos esquadrones por diversas gentes y tierras, nunca satisfechos de oro, ignorando de tal suerte los caminos, que muchas veces se guiaban por las estrellas, como si estuviesen en el mar. Peleaban á cada paso con los bárbaros, ganaban victorias, y recogian opulentas presas, desenterrando de los sepulcros grandes cantidades de oro. Francisco César sacó de uno solo treinta mil pesos. Tanta era la rabia y codicia de adquirir, que ni aun dexaban descansar á los muertos. La provincia de Popayan, que es muy grande, y situada debaxo de la línea, se vió casi despoblada por la peste y el hambre ; porque los bárbaros habian dexado de cultivar los campos, á fin de que unos huéspedes tan violentos no permaneciesen en su pais. Ellos se alimentaban con todo género de comidas, y aun les servian de manjar los cadáveres de los que perecian. Cuéntase que fueron devorados cinqüenta mil cuerpos muertos, y que perecieron quinientos mil; tan feroces eran aquellos hombres, que excediendo en crueldad á las mismas fieras, querian mas encarnizarse contra sí mismos que sufrir el yugo. Viendo Caudía frustrada su comenzada empresa, se retiró con su exército muy derrotado con la fatiga y el hambre. No trató la fortuna con mas indulgencia á los otros capitanes; pero la calamidad de Pedro Anzures fué la mas funesta de todas. Habiendo caminado por regiones solitarias y empeñándose con pertinacia en proseguir adelante, comenzó á extraviarse, No. encontraba ningun rastro ni vestigio humano, ni tenia esperanza de salir de allí. Consumido ya todo quanto podia servir de alimento, mancharon sus entrañas con la funesta comida de los cadáveres; pero el hambre implacable les obligó todavía á otras cosas mas horribles, que estremece solo el referirlas. Agitados algunos de la rabia, se comieron á bocados sus mismos brazos para perecer al fin con muerte mas cruel : hecho jamás oido en los siglos precedentes. Mas yo no creo todo la que refiero. La cruel hambre consumió ciento y treinta Españoles murieron quatro mil Indios y Negros que iban para el servicio del exército; y doscientos y veinte caballos adquiridos á mucha costa, sirvieron de grande auxilio para que no pereciesen todos los hombres. El oro se perdió juntamente con las

bestias que lo conducian; y quando apenas se hallaban ya con fuerzas para tener las armas en la mano, escondieron en tierra los vasos destinados al culto Divino. Finalmente los que quedaron con vida edificaron en la provincia de Charcas, abundante en minas de plata, la ciudad llamada de la Plata, que' despues se hizo muy opulenta. Mango, que no perdia ocasion de molestar á los Españoles, destrozó á Villadiego con su gente, de la qual solo escaparon seis hombres. Pero habiendo sido derrotado en una gran batalla por Pablo su hermano y Gonzalo Pizarro, apenas pudo libertar su persona con la fuga.

Envió el César al Perú á Vasco Nuñez Vela con una armada muy fuerte, y volvió á España con grandes riquezas sacadas de aquellas regiones, libertándolas de que cayesen en manos de los piratas Franceses, que hacian todos sus esfuerzos para apoderarse de semejantes presas. Hay en el Perú una grande villa llamada Atabillos, la qual concedió el César á Francisco Pizarro honrándole con el título de marqués en premio de sus grandes hazañas. Poseia opulentas riquezas, y no habia ninguno que le igualase en esplendor. Gonzalo Pizarro hombre de ánimo grande, y de cuerpo endurecido con la tolerancia de todo género de trabaxos, fué uno de aquellos que buscaron los fabulosos tesoros que exâgeraba la fama. Este pues, habiendo atravesado con algunas tropas las montañas de los Andes, y vagado por ellas largo tiempo, no encontró cosa alguna que fuese digna de tantas fatigas. Comenzó á sentir el hambre, y para buscar víveres envió á Francisco Orellana con einqüenta soldados, los quales habiéndose puesto en marcha en lo mas fuerte del invierno del año de quarenta, no es necesario decir la extremada necesidad que entretanto padecieron Gonzalo y los suyos, pues no perdonaron ni aun las correas y pellejos. Embarcóse Orellana con su gente en canoas en un rio, cuyas márgenes estaban tan desiertas que no se veia la menor señal ni vestigio de cultura humana; y desesperando de volver á juntarse con Gonzalo y sus compañeros, por no serle posible navegar rio arriba, se determinó á seguir la corriente, aunque del todo desconocida, y salir adonde le Hevase la fortuna, sin que le aterrasen los peligros que tenia á la vista. En el mes de enero del año siguiente salieron á un pequeño pueblo situado no lejos del rio, donde fabricaron una

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galera. En las chozas y cabañas de los bárbaros encontraron algunas alhajas de oro; y habiendo embarcado en sus barquillas todos los víveres que pudieron recoger, volvieron otra vez á seguir su navegacion. Llegaron cerca del solsticio á la provincia de las Amazonas, á la qual no sin motivo dieron este nombre, porque las mugeres peleaban mezcladas con los hombres, y de aquellas mataron siete en un combate. Sus natura. les son de grande estatura, y mucho mas blancos que los demas Indios. Desde entonces tomó el rio el nombre de las Amazonas, y tambien se llamó Orellana, en memoria del.capitan. Acometieron los bárbaros una vez á los soldados que habian salido á buscar forrages, y les dispararon una nube de flechas, y habiendo alcanzado una á fray Gaspar de Carvajal religioso Dominico, le sacó un ojo. Derrotados los bárbaros con estrago, y recogidos algunos víveres, volvieron á seguir su navegacion; pero como no tenian otra cosa para vivir sino lo que podian robar, hacian freqüentes desembarcos en una y otra ribera. Sus habitantes eran de una ferocidad libre, y en lo demas no se diferenciaban en nada de los otros. Unas veces recibian de ellos maiz, gansos, papagayos, tortugas, y todo género de pesca, y otras les quitaban los Españoles, á costa de heridas, todo lo que tenian recogido para su mantenimiento, y el de sus hijos. Las altas riberas del rio les impedian algunas veces salir á tierra, y otras se lo estorbaban los bárbaros armados que les salian al encuentro. Arrostraron grandes peligros; vieron cosas estupendas, y en estas regiones desiertas é incultas padecieron inmensos trabaxos, cuya narracion excede á toda creencia. En un parage se estrecha de tal modo la madre del rio por los escollos que le ciñen, que no parece corren sus aguas, sino que se precipitan con extraordinaria violencia, y es cosa admirable, que habiendo dexado correr los barcos por aquel despeñadero, vencieron felizmente este peligro; y llegaron á lo ancho con leve detrimento de sus cortos equipages. Aplacada despues la violencia de las aguas, se extiende el rio tan maravillosamente, que presentando á la vista un ancho mar, no se descubren por una ni otra parte sus riberas. Entran en él por todas partes otros muchos rios tiene su orígen en la falda de los Andes; y aunque al princi pio es pequeño y angosto, crece despues extraordinariamente

con las muchas aguas que va recibiendo en su carrera. Por la ribera izquierda le entra un rio, cuyas aguas son muy negras, y no se mezclan con las del Orellana, caminando separadas por espacio de ochenta millas, y conservando su ímpetu y color. Despues de una larga y trabaxosa navegacion, salieron los Españoles al mar en el mes de agosto, habiendo navegado rio abaxo siete mil y doscientas millas : la desembocadura de este rio tiene de ancho doscientes y quarenta millas; y navegando á izquierda por el mar del Norte, sin brúxula ni carta de ma. rear, arribaron finalmente á Cubagua el dia once de setiembre. Pero Gonzalo Pizarro, que esperaba en vano la vuelta de Orellana con los víveres, despues de haber comido mas de cien caballos se restituyó á Quito. Seguíanle noventa y tres compañeros tan flacos, que apenas podian tenerse en pie, habiendo consumido el hambre á ochenta y siete ; y en medio de tanta calamidad y miseria no sacó el menor fruto de esta empresa. Entretanto Jorge Robledo atravesó el celebrado rio de Ja Magdalena, y edificó la villa de Santa Ana, y la ciudad de Cartago, habiendo sujetado en parte á los bárbaros. Fernando Pizarro navegó á España á responder de la muerte de Almagro, y padeció una larga prision. Don García Arias fué nombrado primer obispo de Quito; y en Honduras sucedió á Talavera Don Christóbal Pedraza. A Hernando de Soto se le encargó el sujetar la Florida, empresa que tantas veces habian intentado desgraciadamente los Españoles, y á fin de que pudiese disponer desde cerca las cosas necesarias á esta guerra, se le confirió el gobierno de Cuba. Pero mas adelante referirémos todos los sucesos de la expedicion que tuvo principio en este tiempo.

Capitulo XI.

Sucesos de los Portugueses en la India y en las islas Molucas. Sitio de la fortaleza de Diu.

HABIAN obligado los Portugueses al Zamorin, al Rey de Gambaya, y á los demas Príncipes de aquellas pequeñas naciones de la India á que se les sujetasen, intimidándoles con el

terror de la guerra. Sobre todo estaban irritados contra el de Cambaya, y no tardó mucho el Virey en tomar venganza, á cuyo fin navegó á Diu con una armada, y executó una maldad indigna y vergonzosa. Habiéndose fingido enfermo, pasó el barbaro en una barca á visitarle en el navío Almirante, y fué recibido y obsequiado con extraordinaria afabilidad, pero al tiempo que se retiraba le acometieron los Portugueses, que se hallaban prevenidos, y le mataron despues de un reñido combate. Para disculpar la perfidia hicieron correr la voz de que el barbaro habia proyectado asesinar al Virey. Inmediatamente se apoderó este de la isla, y habiendo dexado á Antonio Silveira para defender la fortaleza, se volvió á Goa. Despues de su partida fué recobrada por los bárbaros la isla, que no podian conservar los Portugueses con tan pequeñas fuerzas, y fueron obligados á encerrarse en la fortaleza, provocados por los Cambayanos que deseaban vengar la muerte de su Rey. Por este tiempo Soliman codicioso de las riquezas de la India, disponia una armada para arrojar de allí á los Portugueses, movido, segun se decia, por las continuas instancias que le habia hecho el Rey de Cambaya, lo qual le aceleró la muerte.

Entretanto Antonio Galvan, hombre de gran modestia y probidad, restableció el buen órden en las Molucas, donde los Portugueses se hallaban en el mayor conflicto. Al tiempo de su llegada se habian conjurado ocho Reyezuelos para arrojarlos de aquellas islas, y vengar las injurias que habian recibido; y no encontrando Galvan ningun medio de aplacarlos, fué necesario recurrir á la fuerza. Llamó en su auxílio á la prudencia, y acometiendo primero á Tidore, tomó y incendió la ciudad y la fortaleza; quedando muerto Ayalo, que se hallaba allí desterrado, desde que los de Ternate le arrojaron del reyno por sus maldades, habiéndose atrevido á presentar batalla á Galvan con unas tropas muy débiles. Consternados con esta derrota los conjurados, se retiró cada uno á sus propios dominios. Pero este hombre excelente tuvo mucho mas que pelear contra la contumacia de sus soldados, que contra la perfidia de sus enemigos. Llegó á tanto el desórden que habiéndose sublevado muchos de ellos, y sin que los contuviese el pudor, recogieron gran cantidad de clavo de especia, y

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