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prontamente á su socorro con las compañías Ítalianas. Tampoco en los reales se mostraba la fortuna con mas favorable semblante, pues el soldado no podia trabaxar, ni levantar las tiendas, ni subsistian las levantadas, porque todo lo rompia y arrebataba el viento. Veíanse allí miserablemente postrados en el lodo y á la inclemencia enfermos y heridos, porque no habia tiendas para preservarlos de las copiosísimas Huvias que caian. Consumidos los víveres que se habian desembarcado al principio, ó corrompidos con la humedad, no habia esperanza alguna de poder tolerar la necesidad. Todos estaban atónitos esperando la última calamidad, que les parecia mas cruel que la misma muerte. Hallábanse en tierra enemiga, habian perdido la armada, y tenian cerrado el camino para retirarse. Sola la paciencia del César mitigaba tantos males, padeciendo él mismo iguales y aun mayores trabaxos qué el mas ínfimo soldado, y sin embargo con rostro sereno, indicio de su constancia, recorria todo el campo, vestido con su cota de malla, tolerando con ánimo invencible la inclemencia del cielo, y sufriendo con paciencia la horrible situacion en que se hallaba. Ponía en parages oportunos las centinelas para rechazar á los bárbaros que los amenazaban : consolaba con la esperanza de mejor fortuna los ánimos de los soldados, qué se hallaban oprimidos de la tristeza y desesperacion; y finalmente aliviaba la comun calamidad con todo quanto podia. Mitigada la hambre de los soldados con las carnes de los cabaHlos que les habian abandonado, de consejo de los generales levantó el campo al quarto dia, no habiendo dado oidos á Hernan Cortés conquistador de la América, que se ofrecia á penetrar con espada en mano en la ciudad con los Españoles y parte de los auxiliares. Nuestros escritores refieren que entre la confusion y la tempestad perdió Cortés imprudentemente algunos vasos de esmeralda de inestimable valor. Doria hombre muy instruido en la astronomía y en la náutica, no cesaba de amonestar que era preciso acelerar la salida ; que en el cabo oriental llamado de Matafuz se podria embarcar la tropa ; y que la tardanza seria muy funesta, porque amenazaba una tempestad mucho mas fuerte. Al tercer dia con gran trabaxo y peligro de los soldados, que á cada paso eran aconetidos por los Moros, llegaron al parage donde tenia Doria

la armada. Pero 'como no hubiese suficientes navíos para transportar los soldados, por orden del César fueron arrojados al mar los caballos de mas estima, con gran dolor de sus dueños, para que pudiesen tambien restituirse á su patria hasta los criados de mas baxa esfera. Los primeros que se embarcaron fueron los Italianos, despues los Alemanes, y los últimos los Españoles, y el postrero de todos fué el César en una galera de Doria de quatro órdenes de remos. Luego que estuvieron en las naves les acometió una atroz tormenta, y parte de ellos para no estrellarse en las rocas, sin esperar órden alguna, se dexaron llevar adonde los arrebataba la invencible fuerza de los vientos; y despues de muchos trabaxos arribaron á diversas partes de Europa, para anunciar el exito de la funesta expedicion. Algunos navíos que estaban maltra jados de la anterior tormenta', se sumergieron en el mar con los soldados que llevaban á presencia de sus compañeros, sin que pudiesen socorrerlos. Dos naves españolas con la violencia de la tempestad retrocedieron á Argel, y encallaron en su costa. Los que iban en ellas, animados por la misma desespe racion, se pusieron en armas para oponerse á los insultos de los bárbaros; pero acudiendo prontamente Assan Agá, y mandando á su gente que se retirase, preservó á los náufragos con grande humanidad del furor de sus tropas. El resto de la armada consiguió arribar á Bugia por los esfuerzos de Doria, á quien únicamente daba oidos el César. Allí se encalló una fragata cargada de víveres, y fué despedazada por la fuerza de la tempestad; pero habiéndose apoderado de ella á mano armada la turba de los marineros, socorrieron el hambre que padecian. Alivióse mucho la necesidad con los comestibles que vendian á las tropas los Moros de los aduares inmediatos, que tuvieron que sufrir luego la cólera de Assan Agá, el qual para castigarlos de semejante conducta les declaró la guerra. Desde Bugia fueron despachadas las galeras de Malta y de Sicilia baxo el mando de Gonzaga, y con Agustin Palavicino las italianas de carga, cuya pérdida habia sido leve, y finalmente llegaron á Trepani. El conde de Oñate introduxo en Caller las naves españolas que tuvieron mucho que sufrir en el mar de Cerdeña, y á la mitad del invierno se restituyó con ellas á España. El César fué llevado por el viento solano á la isla de Ma

llorca, y á fines de noviembre arribó lleno de tristeza al puerto de Cartagena con los restos de la armada.

Capitulo xuí.

Alianza del Rey de Francia y otros Principes contra el César. Guerra del Piamonte Ꭹ de Flandes. Sitio de Perpiñan por los Franceses.

ENTRETANTO que el Cesar con piadoso y noble ánimo exponia su vida á los peligros, para extender los límites del imperio Christiano, no cesaba el Francés de maquinar contra él. Es verdad que mientras estuvo el César en Africa no intentó cosa alguna el Rey Francisco, para no atraerse el odio comun; pero enviando embaxadores á todas partes, no dexaba piedra que no moviese contra él, en venganza de la muerte de Rincon y Fragoso, que era la causa que alegaba para la guerra. Sus proposiciones fueron generalmente desechadas; pero el Rey de Dinamarca Christierno tercero de este nombre, el duque de Cleves, y algunos Príncipes Protestantes las admitieron, incitado cada uno de ellos por sus propios fines é intereses. Habiendo intentado en vano atraer á su partido á los Venecianos, envió á Polini, hombre muy astuto y diligente para alcanzar de Soliman una armada, con que poder impedir las navegaciones de Doria ; y aunque para mover al Otomano le regaló seiscientas libras de plata labrada, y gran cantidad de ricos vestidos de seda, solo consiguió magníficas promesas que no tuvieron efecto alguno. El Rey Francisco mandó á Polini que volviese quanto antes á Venecia, para que junto con Junusbey embaxador Otomano, que en breve llegaria á aquella ciudad, inclinase el ánimo del senado á unir con él sus armas; porque esperaba que el bárbaro le ayudaria mucho, y que los padres del senado Veneciano condescenderian con sus deseos, luego que oyesen el nombre de Soliman. Mas no sucedió conforme lo pensaba; pues habiendo llegado el caso de tratar esta materia, exhortó Junusbey al senado con mucha tibieza á que conservase la paz con el Francés. Los Venecianos no podian resolverse á quebrantar la paz que el César les habia concedido en Nápoles; porque habiéndose hecho mas cau

tos con las anteriores calamidades, quisieron mas ser expectadores de la guerra, sin exponerse á peligro, que partícipes de ella. No habiendo adelantado Polini cosa alguna, á principios del verano del año de mil quinientos y quarenta y dos volvió á Constantinopla, para concluir á lo menos el negocio de la armada. Pero su preten sion fué rechazada por los ministros Otomanos; los quales dixeron que no podian enviarla, por haberse pasado ya el tiempo oportuno para navegacion tan lar. ga. A la verdad fundado en esta esperanza el Rey Francisco habia declarado la guerra, y el César la habia aceptado: ambos con iguales ánimos, pero con mucha desigualdad en las prevenciones y auxilios. Habiendo hecho aquel una escogida recluta en todo el imperio Francés, y buscado socorros por todas partes, habia levantado tres exércitos, para emprender la guerra por tres distintos parages. Pero este que perdió en el otoño anterior su armada, y la mayor parte de su exército, apenas tenia fuerzas para defender sus propias fronteras. De este modo el fin de la guerra de Africa fué el principio de una triple guerra. La furiosa pasion de dominar es ciertamente un gran mal, que nunca dexa descansar á los Reyes. Todos los dias nacen unas de otras nuevas controversias y disputas, enlazadas entre sí de tal modo, que nunca falta justa ó injusta causa de hacer la guerra, y motivos para derramar la sangre humana.

La primera tempestad vino á caer sobre el territorio del Piamonte aprovechándose Langeo de la desidia y descuydo de los Imperiales, ponia asechanzas á las ciudades fortificadas; porque en estos tiempos se tiene por cosa mas gloriosa engañar al enemigo que vencerle con el valor, habiéndose convertido el esfuerzo en astucia. Sucedióle felizmente en Chierasco, dando una noche el asalto; y despues derrotó el esquadron de caballería de Zuchero Epirota, mientras que el gobernador se hallaba ausente y descuydado, pasando el verano en una casa de campo. Pero se descubrieron sus fraudes en Alexandría, habiendo sido presos los espías con las cartas que llevaban : y en Alba fueron rechazados los enemigos con daño suyo por el valor y diligencia de Francisco Landriano, y Gerónimo Vida poeta esclarecido. Para pagar al enemigo en la misma moneda, juntó el marqués del Basto sus tropas, y su primera idea fué

el darle batalla; però no presentándose ocasion de hacerlo, porque se mantenia el enemigo dentro de sus reales, hizo la guerra en las cercanías, y recobró muchos lugares fortificados, aunque se abstuvo de invadir á Chierasco, porque para expugnarlo, en caso que fuese defendido por los Franceses, necesitaba mayores tropas.

En Flandes desolaban el Brabante las de Dinamarca y de Cleves, unidas con las Francesas de Longueval, siendo su general Martin Rossen hombre intrépido y muy versado en el arte de la guerra. Amberes se mantuvo firme por el valor y constancia de Lanceloto Ursulo, y Nicolás Schermer sus magistrados. Rechazados de allí despues de haberle salido vano su intento, acometió á Hogstrat pueblo fortificado, y le obligó á entregarse. Salióle al encuentro Reynero de Nassau príncipe de Orange que iba á socorrer á los de Amberes, y le puso en fuga Rossen con una insigne y nunca vista estratagema, armándole asechanzas en campo raso. Hizo pues apostarse en una extensa llanura quatrocientos caballos Dinamarqueses, y mandó que por la espalda se echasen en tierra los de infantería, para que no fuesen vistos por los del de Orange que recorrian aquellos campos, y escondió en Brescot lugar cercano las tropas Francesas. Iba delante el Liberto Turco con la caballería, y viendo este el corto esquadron de caballos de los enemigos, envió un mensagero al Príncipe de Orange para exhortarle á que acelerase el paso, y sin detenerse corrió al enemigo. Mientras que la caballería de Rossen recibia el primer ataque, hizo la señal, y se levantaron de repente los de infantería en órden de batalla. Parecia que en un momento habia producido la tierra una selva de lanzas y de picas. Tal era el número de las tropas, que extendiendo inmediatamente sus alas rodearon al de Orange que empeñaba la accion con su infantería. A vista de tan inesperado espectáculo, quedaron los Orangianos atónitos é inmobles. El general rompiendo con su caballo por medio de los esquadrones enemigos, se escapó con algunos pocos á Amberes á llevar la noticia de su misma derrota. Tambien se escapó el Turco (aunque Jovio dice que fué hecho prisionero) habiendo sido mal recibido de algunos, pues como era natural de Gueldres, aunque militaba baxo las banderas del César, en la consternacion en que se

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